De Edelberto Torres Espinosa
Sólo un pedagogo —es decir, un maestro de formación y convicción— podía haber escrito este libro que, a pesar del paso del tiempo, continúa siendo la biografía fundamental de Rubén Darío, pero también mucho, mucho más. Porque fue gracias a su visión totalizadora, en la que se conjugan la pasión, el rigor y la sencillez, que Don Edelberto Torres Espinosa pudo producir esta obra monumental que combina el apasionante relato de la vida de Darío con la exploración de los múltiples factores humanos y literarios que confluyeron en su trabajo; obra indispensable para comprender como, en tan pocos años de vida —y a pesar del tiempo robado por un alcoholismo que, con rectitud histórica, Don Edelberto no intenta ocultar— pudo Rubén acumular esa gigantesca obra de miles y miles de páginas que apuntalaron la renovación de la lengua de Castilla y de Hispanoamérica, y le permitieron a nuestro poeta nacional consolidarse como uno de los más grandes poetas de lengua española de todos los tiempos.
Anastasio Somoza García: Un dictador made in USA
Síntesis
Este estudio echa una mirada escrutadora a los eventos ocurridos en torno al ascenso de Anastasio Somoza García al poder. Busca comprender la dinámica operativa de la sociedad nicaragüense que hizo posible este acontecimiento. Se enfoca en cómo Anastasio Somoza García utiliza a los Estados Unidos para conseguir sus objetivos y apoderarse del poder en vez del cómo los Estados Unidos sean quienes lo usen a él.El estudio también examina el comportamiento de la élite política de ese período que incluía —y no se limitaba a— los usos de los vínculos familiares, el mecenazgo político y el nepotismo, y el uso del Estado como patrimonio familiar.
Los años en que Somoza sube al poder son examinados en el contexto de las políticas de esa época. Estas políticas incluyen el comportamiento de los dictadores en América Central, así como las reacciones de las naciones centroamericanas en lo referente a la toma del poder por los dictadores vecinos.
El Negro Simón - Cuento
—AGARRENLO, agárrenlo. El ladrón, el ladrón, no lo dejen escapar.
La criatura tierrosa y vestida de harapos se abría pasos desesperadamente
entre la muchedumbre que en pocos minutos se había reunido para cerrarle el
paso. La mujer que así gritaba le señalaba desde lejos:
—Ese es; sí, ese es; se acaba de meter en mi casa y me ha robado. No lo
suelten, hasta que venga la policía.
Pero la policía no llegaba y el pequeño ladronzuelo hacía esfuerzos
desesperados para deshacerse de aquellas miles de manos que le aprisionaban y
de aquellas miles de voces que le echaban maldiciones.
—Tiene por que ser así —dijo alguien—, si es el hijo de una ladrona.
—Su madre es una ladrona —dijo otro.
—Su padre es un borracho que no sabe ni los hijos que tiene —gritó un
tercero.
Y siguieron las voces y los gritos:
—Le haríamos un bien si le damos una buena apaleada para que se acuerde
de ella toda su vida.
—Ya que los padres no le reprenden démosle hasta que se muera.
—Ya no le tiene miedo ni a la policía.
—Y que le va a tener si está curtido. Ha estado más de cien veces preso.
—Démosle palo. Que pasen la verguetoro.
—Que lo desnuden, para que sepa lo que es castigo.
Entre gritos de alegría y de burla, la muchedumbre empezó a desnudar al
ladronzuelo. Le quitaron totalmente los harapos, en los harapos no llevaba nada
oculto. El flaco cuerpecito lleno de cicatrices quedó al descubierto.
Totalmente desnudo fue difícil para la muchedumbre sujetarlo y el pequeño rapaz
logró la ocasión para desprenderse de las manos que lo aprisionaban.
La muchedumbre salió tras él. Las voces, los gritos y las maldiciones
le iban dando alcance.
—Agarren al ladrón, detengan a ese bandido.
—No lo dejes escapar que se lleva mis prendas, me ha robado, me ha
robado.
En medio de la muchedumbre un hombre corpulento se abrió paso. Era un
negro cargador de bultos conocido por toda la muchedumbre.
—Paren, paren —gritó alguien—, ya el negro Simón le va a dar alcance.
La muchedumbre se detuvo. Los gritos de entusiasmo continuaron:
—Ahora sí.
—Ahora no se escapará.
—Ya lo agarró.
—Que viva el negro Simó000nnnn
—Que viva el negro Simó000nnnn
—Que vivaaaa.
—Así se hace negrito, dele duro, arréele palo a ese maldito.
—VamosSimoncito, pórtate como hombre, así se hace. —Viva el negro Simó000nnnn
—Viva aaa
La muchedumbre se acercaba entusiasmada hasta el lugar en que el negro
Simón castigaba salvajemente, o hacía que castigaba salvajemente, al pobre
ladronzuelo. El negro Simón era incapaz de matar a nadie, menos de maltratar a
un niño, pero el negro Simón hacía (pie castigaba al pequeño ladronzuelo con su
grueso torsal que se había desenrollado de la cintura.
La muchedumbre seguía lanzando gritos histéricos.
El negro Simón tomó por los cabellos al ladronzuelo y presentándolo a
la muchedumbre que le rodeaba, como quien presenta un trofeo, le gritó:
—Aquí tienes al ladrón, ya está castigado.
El muchacho manaba sangre por la boca, era sangre que le había hecho
manar la muchedumbre; cuando el negro le atrapo ya el pequeño ladronzuelo
manaba sangre. El negro era incapaz de hacerle daño a nadie. Todos los niños
querían al negro. El negro era amigo de todos los niños pobres y desamparados.
El negro les daba consejos a todos los muchachos que caminaban por la senda del
mal.
Pero el muchacho manaba sangre por la boca y cuando el negro le soltó de
los cabellos, el cuerpecito débil y desnudo y lleno de cicatrices, se desplomó
o hizo que se desplomaba.
La muchedumbre dio un paso horrorizada.
Alguien gritó:
—Este negro bandido ha matado al muchacho.
Todo fue oír aquello para que la muchedumbre rodeara al pobre negro.
Todos estaban en silencio, todos tenían caras terribles, todos amenazaban al
negro con los puños, todos enseñaban los dientes, todos querían ser los
primeros en caer sobre el negro.
El ladronzuelo logró la ocasión para evadirse.
El negro Simón se fue poniendo pálido en medio de aquel círculo de ojos
amenazantes, le comenzó a temblar el cuerpo, comenzó a sudar copiosamente,
quiso reaccionar, pero no tuvo fuerzas para enfrentarse a la enfurecida
muchedumbre que continuaba en silencio, cerrando pulgada a pulgada su círculo
de muerte.
El negro ya no se movía, estaba pálido, por instinto hizo un ademán
amenazador. La muchedumbre cayó sobre él y lo aplastó.
Cuando llegó la autoridad todos se dispersaron.
El parte fue lacónico: "No hay culpables, lo mató la muchedumbre".
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CUENTO 4: LA POZA CEBADA
La quema - cuento
"LOS SOLES" estaban tan bajos que la tierra ardía como un mechero. La tierra grietosa no aguantaba más, y abría sus profundas heridas de barro. Por esas heridas respiraba un baho caliente.
Un pochote solitario se afanaba en darle sombra de esqueleto a un borrico, que se espantaba "la calor" con las orejas; por los ojos le salía la morriña. El borrico tosía y babeaba como un motor en ruinas; su cabeza, un péndulo sin norte, por los hijares le sudaba la tristeza.
Los conejos, inquilinos morosos de los matorrales, veían pasar el correo transeúnte del viento, que les dejaba noticias de angustia.
Por entre las negras heridas de las grietas los corales, hembras y machos, pintados de arco-iris, bebían sol por la hojita menuda de su lengua mortífera.
Las arañas, pulpos de negro barro que no llegaron a la costa marina, espiaban los cascos de las bestias.
Allá, en el altito, se planeaba la quema. El viento soplaba de Sur a Norte y la emoción dormía tranquila en el pecho de los quemadores.
El sol dolía la cabeza y nublaba la vista. El sol caía perpendicularmente y se bajaba por la savia de los árboles a quemarle sus raíces.
Era el momento: el viento fuerte, sol caliente y el monte seco, ardiente, tostado, con sed y calor en sus hojas y temblores en su cuerpo.
Los hombres que llevaban un tizón de ocote, con un canario de fuego en la punta, comenzaron a picotear el monte con la llamita, y el fuego corría y ellos también corrían por la amplia ronda; se encontraron en el extremo opuesto y dando un rodeo bajo el humo, regresaron al altito.
Su primer "tarella" había terminado.
Agora ispiaban.
Desde el altito vieron la silueta del borrico: era el mañoso, el rompe cercas, el animal del vecino que no tiene ni párel y tiene demonio dañino.
El borrico, como un tirabuzón de nervios, quería meterse en el corazón del pochote.
Mientras los quemadores "chileaban" el fuego tronaba, bramaba, quebraba los arbolitos tirándolos a su terrible hoguera. Las llamas corrían como locas, brincaban, saltaban, volvíanse para atrás a buscar nuevas víctimas; en las hondonadas sonaban sus terribles matracas de hojalata y subían a los árboles altos por los secos bejucos a buscar los nidos de los pájaros.
Los murciélagos volaban y caían como pájaros ahumados, y los pájaros caían y volaban reventando luciérnagas en el aire.
Las columnas de humo eran blancas, negras, azules y se hacían nubes rojas en el cielo.
El pobre borrico corría sin Norte, como alma que se le lleva el diablo, ardía como un rancho de paja, saltaba como una liebre y chillaba como una mona herida; brincaba, pateaba, hacía maromas de trapecista en el aire, y por último, pegó la cabeza en la cerca del alambre y se deshizo en brasas.
Los quemadores rieron a carcajadas.
La huerta quedó como un carbón inmenso.
El fuego puso fuego a las viejas rencillas del vecino, quemándole parte del chagüite.
La quema había terminado.
El sol bajábase por la escalera de la tarde, hundiéndose en la roja piscina del crepúsculo.
Carne de conejo asada comieron aquel día sin joderse.
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CUENTO 3: EL NEGRO SIMÓN
ENTRE LAGOS Y DIOSES
Introducción
Era el año de 1982, y yo tenía entonces trece
años de edad cuando regresé a Nicaragua, mi entrañable y querido país, la
tierra de mi madre, y donde yo vi la luz por vez primera. Llegué desde
Honduras, mi otro país, la tierra de mi padre, tierra a la que también quiero
tanto. Y en mi retorno, no recorrí mucho, pues apenas crucé la frontera por Las
Manos, llegué a Nueva Segovia, a la ciudad de Ocotal y de allí, enrumbé hacia
la remota Jalapa, mi pueblo de origen, ubicado en un valle de tierras muy
fértiles y paisajes maravillosos.
Podría decir que mi infancia entre Nicaragua
y Honduras fue feliz. Fueron años memorables aquellos, en ambos países. Sin
embargo, justo en la pubertad y a las puertas de la adolescencia, me encontré
con la cruda realidad de un mundo cruel y absurdo. Me refiero a la guerra. Se
suponía que en julio de 1979 se había abierto una nueva página en la historia
de Nicaragua, donde se irían escribiendo líneas y párrafos referidos a la paz,
prosperidad, fraternidad y alegría. No obstante esta expectativa, de a poco se
fueron torciendo estas líneas y entonces supimos de guerras, pobrezas,
contiendas y tristezas. La frontera entre los dos países hermanos nunca había
sido tan infranqueable e inaccesible para la gente, excepto para aquellos que
con armas en mano, las cruzaban mimetizados entre las agrestes montañas y la
oscuridad de la noche, para luego entablarse interminables combates
fratricidas.
Reclutado en los 80 - Memorias del Servicio Militar en Nicaragua
INTRODUCCIÓN
En la década de los 80 yo fui
uno de esos tantos jóvenes que conocieron la vida militar sin querer hacerlo, y
es que en ese tiempo (1988), lo único que quería era terminar mis estudios de
secundaria, pues cursaba el tercer año en un colegio religioso en la ciudad de
Rivas, pero, a como dije, eran los años ochenta y definitivamente en Nicaragua
un joven que cumplía o andaba rondando los 18 años de edad no podía escaparse
de la llamada “Prevención”, nombre asignado a un grupo de oficiales del
Ejército que patrullaban las ciudades, comarcas y
pueblos, generalmente montados en unos vehículos Jeep militar conocidos como UAZ; a veces iban en unos camioncitos o hasta a pies, esos
eran los policías, todo era militarizado, su misión primordial era encontrar a
jóvenes aptos para cumplir el Servicio Militar Patriótico (SMP) que se convirtió en
obligatorio al intensificarse la guerra, ellos determinaban quien
estaba apto para cumplir con ese deber a la patria, que era por dos años, aunque no tuvieran la edad
requerida, es por eso que en las filas de Los cachorros de Sandino a
como llamaban a los que estaban cumpliendo el SMP, era común ver a chavalos de
15 ó 16, muchos aparentando los 18, a algunos los reclutaban o mejor dicho los
agarraban por vagos o bandoleros, hasta habían reclusos que los mandaban a
cumplir de esa manera sus condenas penales, a otros simplemente por estar en
lugares u horas inadecuadas y los montaban a sus vehículos como si fueran
delincuentes, luego muchos se desertaban no importando que lugar recóndito de
Nicaragua los habían mandado, lo más triste era que muchos eran devueltos a sus
familiares hecho cadáveres dentro de bolsas plásticas negras o en ataúdes
herméticamente sellados.
El Hijo del Bosque
Danilo Humberto Pérez López, es un joven de 31 años de la ciudad capital Managua,
siempre le gustó escribir poemas y relatos, ahora
siendo padre de familia la inspiración de escribir cuentos infantiles se le
vino como lluvia que cae en invierno y se dio a la tarea de escribir este lindo
cuento (“El hijo del bosque”), he hizo un libro que además contiene otros dos cuento: “El loro
mentiroso” y “El reino de las mariposas”, titulándolo así; " El hijo del bosque y dos cuentos más"
En esta ovación disfrute de "El hijo del bosque". El
cuento está lleno de moralejas, buenas costumbres, valentía, amor a los
animales y a la Naturaleza.
EL HIJO DEL BOSQUE
CAPITULO I
LA TRAJEDIA
Elim es un jovencito que cuando era un bebé de escasos meses de edad fue a parar a la parte más profunda de un gigantesco bosque, él era el más indefenso miembro de una familia que vivía en una ciudad en algún lugar del mundo que muchos llaman civilizado. Hay muchas historias de niños criados en junglas salvajes y bosques lejanos y puede o no ser que todas sean ciertas, pero lo que sí es cierto es que todos ellos han sido personas muy buenas, que no se contaminaron con la maldad del resto del mundo, aunque cabe señalar que no todas las personas son iguales, también hay gente buena en el mundo “civilizado”.
En un día como tantos en la vida de esos que inician con una mañana fresca, un hermoso sol brillante sin nubes grises en el cielo tan azul que era capaz de arrancar un suspiro. Un olor a flores y a tierra húmeda cubierta de hierba verde, una brisa apacible muy delicada que permitía, no solo sentir el aroma del campo; sino también, el dulce fresco del día.
Nadie podía adivinar o saber la tragedia que sucedería ese día tan bonito y a quienes afectaría, ni aún el desenlace mortal y lamentable que conmovería a una pequeña comarca y a sus habitantes.
Los Robinson, una familia muy conocida y querida por las personas que la rodeaban, tanto vecinos como sirvientes, pues ellos eran una de las familias más importantes de la zona.
Roger Robinson, cabeza de una familia compuesta por cinco miembros que incluyen a su joven esposa: Linda, una señora muy cariñosa, no solo con los miembros de su familia; sino también con todas las personas y animales, por ello era muy querida.
Richard, su hijo mayor de unos onces años de edad, muy serio y estudioso, aficionado a la lectura fantástica, poseía unos ojos de color verde intenso como el de las montañas donde vivían, era muy bien parecido, al igual que su padre.
Sarah cinco años una niña muy alegre y amante los animales como su madre en especial de los conejos quien le puso a una conejita nacida en casa el nombre de su madre “Linda” Y Benjamín el más pequeño de apenas seis meses de nacido era según el señor Robinson el broche de oro de su amada familia.
Ese día después de muchos meses de estar encerrados en casa sin salir de paseo por el río que atravesaba la comarca y se adentraba en el bosque decidieron ir todos, pues el pequeño Benjamín ya era un bebe robusto y fuerte que podía realizar esa actividad familiar con sus padres y hermanos. El barco del Señor Robinson era pequeño pero confortable, de vapor con una chimenea donde salía el humo y un silbato que cuando lo hacían sonar Sarah gritaba ¡Siiiiiiiiii... otra vez! El barco estaba construido casi en su totalidad de madera de cedro y tenía una barandilla torneada que daba la sensación de estar en el balcón de un castillo y navegar el río desde ahí. Unas sillas empotradas en la cubierta del barco era el lugar ideal para que la señora Robinson tuviera la oportunidad de descansar durante el viaje no descuidando claro está a ninguno de los niños menos a Sarah que se la pasaba correteando en las cubiertas de un lado a otro. En la cabina del barco el capitán Robinson quien estaba muy atento a la conducción de la nave y con el más joven de los marineros que permanecía en una cuna de cedro pintada de color celeste y empotrada a la madera del piso del barco, todo iba bien pasada las dos de la tarde el clima hasta entonces agradable se tornó oscuro y un viento fuerte empezó azotar los árboles y el pequeño barco. El señor Robinson decidió dar vuelta de regreso calculando estar en casa antes de que el río creciera pues había comenzado a llover y era seguro que pasaría pero cuando iba en dirección a casa vio que el paso estaba cerrado por un enorme árbol que había caído ante el ímpetu del viento.
—¡Dios mío y ahora que haremos! El paso está cerrado y no hay forma de que podamos continuar y aún estamos muy lejos de casa como para regresar andando. Además de eso pronto el río crecerá y la corriente podría arrastrarnos.
—El señor Robinson estaba muy preocupado y no era para menos. Hacía dos años atrás en una tormenta muy fuerte el río creció mucho y su caudal arrecio al punto que arrastro a unos leñadores en un barco más grande que el suyo por eso tenía temor pero trataba de mantener la calma para no alarmar demasiado a su familia.
—¿Está todo bien? —preguntó la señora Robinson.
—Tranquila —le contesto él— estaremos bien, pero necesito que estés pendiente de los niños no los pierdas de vista.
—La lluvia arreciaba y el río que antes estaba tranquilo y con un caudal apacible se había tornado en una fuerte corriente en un instante y amenazaba con arrastrar la pequeña embarcación de la familia Robinson.
—Mami tengo miedo —dijo la pequeña Sarah muy asustada. ¿Ya vamos a casa? —preguntó— pronto cariño, pronto —la tranquilizó su madre.
— ¡Papá! —gritó alarmado el joven Richard— el agua está entrando al barco y el motor está soltando humo.
Era de esperarse, el señor Robinson acelerada la maquina a toda potencia y el pequeño motor no resistió el esfuerzo.
—No hay forma, —dijo el señor Robinson— estamos a merced de la tormenta y el río.
Y así era, no había solución. Toda la familia estaba en la cabina del capitán para no estar expuestos a la lluvia y en ese momento tan angustioso, el pequeño Benjamín comenzó a llorar. La señora Robinson trataba de consolarlo pero era inútil, el niño no para de llorar. En ese momento se sintió un golpe por el lado izquierdo del barco, un tronco enorme lo golpeó y del impacto todos, a excepción del pequeño Benjamín que estaba en su cuna empotrada en el piso del barco, cayeron.
El barco comenzó a girar arrastrado por la corriente, entraba mucha agua, pues el golpe abrió un agujero enorme y esto causaba, no solo que el barco girara sin control, sino que se estuviera hundiendo muy de prisa y cada vez crecía el río más y más.
El señor Robinson tomó a Richard y a Sarah de la mano y la señora Robinson tomó entre sus brazos al pequeño Benjamín.
—El barco se hunde —dijo el señor Robinson—, no hay nada más que hacer, solo aguantar lo más que podamos.
El barco se hundía y ellos también, hasta que en la oscuridad de la tenebrosa noche que empezó a cubrirlo todo, se perdieron.
Al día siguiente de la impetuosa tormenta que causó el desastre en el que los Robinson se perdieron, algunos pobladores al ver que no regresaban salieron en su búsqueda a lo largo del río o por lo menos hasta donde podían entrar ya que una gran parte de este era inaccesible por la maleza y las fuertes corrientes además de una gigantesca cascada, así que cuando no dieron con su rastro concluyeron de que no había forma de que hubieran sobrevivido y menos cuando encontraron estrellado en un árbol cercano al río un gran fragmento del pequeño barco. Regresaron y así concluyo la búsqueda muchas lloraron y se lamentaban por lo sucedido y solo quedaban los bonitos recuerdos de la familia Robinson.
CAPITULO II
UN RUIDO EXTRAÑO EN EL BOSQUE
En lo profundo del bosque era otra historia, ahí ya todo estaba en calma, la tormenta causó algunos inconvenientes pero nada que los habitantes del bosque no hayan vivido antes, aunque muchas veces sus vidas corren gran peligro es lo más natural y lo aceptan sea cual sea el resultado. Pero esa, mañana no todo era calma, se escuchaba un ruido fuerte y constante, era un sonido desconocido, nunca antes lo habían escuchado en esa parte tan profunda del bosque ¿Qué es y de donde proviene? Es lo que todas las criaturas del lugar se preguntaban.
El sonido era agudo y fuerte tanto que alertó a todos. Era un llanto fuerte y lastimero que provenía del río o al menos eso pensaron los animales al escucharlo.
Los primeros en llegar al lugar fueron unos monos traviesos y juguetones que balanceándose de rama en rama llegaron al sitio de dónde provenía aquel sonido extraño. Luego se les unieron ardillas, venados, tejones, loros, ratones; en fin una gran cantidad de animalitos, los cuales eran los habitantes de aquel majestuoso bosque.
Aunque los monos llegaron primero al lugar no fueron ellos quienes descubrieron quien hacía todo ese escándalo, fueron unos chimpancés, una pareja en realidad, que tenía una pequeña cría que se agarraba con fuerza a su madre. Fueron ellos quienes al buscar el origen del sonido extraño descubrieron al intérprete.
—¡Un bebé humano! Dijo el chimpancé macho, el cual se llamaba Calox. Su amada hembra y madre de su hija se llamaba Sila y su cría se llamaba Mara.
—¿Bebé humano? ¿Cómo sabes que es un bebé humano?
—Lo sé porque un día que buscaba un árbol de higos maduros que había visto antes, pude ver a un grupo de hombres que caminaban en el bosque y una de sus hembras llevaba cargando algo igual a eso y lo llamó mi bebé. No supe que era hasta que lo vi y estoy seguro que eso es un bebé de hombre, mejor dicho su cachorro.
—Así que será mejor que nos alejemos lo más pronto posible —dijo Calox con un tono nervioso.
—¡Queeee! ¿Y lo dejaremos aquí solo? No puedo creer lo que escuché —dijo Sila a la vez que apretaba a su cría contra sí misma con delicadeza—, no puedes estar hablando en serio.
—Entiende, no podemos hacer nada por él, además ya deben de estar buscándolo y si lo encuentran cerca de nosotros correremos gran peligro. El hombre no razona solo actúa de una forma despiadada y gracias a cielo esta parte del bosque es difícil de penetrar y nos proporciona protección. Ya saben todo lo que los humanos les hacen a las criaturas que caen en sus trampas.
—Cariño pero no podemos dejarlo solo aquí en el río.
Ya en ese momento el pequeño había dejado de llorar, pues mamá chimpancé lo tomó entre sus brazos y éste se pegó a sus pechos y se estaba alimentando como la pequeña Mara lo hace. El niño es Benjamín él bebé del señor y la señora Robinson, pero los animales desconocían su nombre y de qué familia de hombres procede. Pero milagrosamente se ha salvado, suerte que al parecer no comparte el resto de su familia, pues al momento de ser arrastrado por el río los demás cayeron al agua y perecieron, pero el bebé que estaba en su cuna empotrada en el piso del barco, logró salvarse.
—¿Ustedes que opinan amigos? —preguntó el señor chimpancé— ¿Debemos salvar a este cachorro de humanos y cuidarlo? ¿O lo dejamos aquí y que su suerte guíe su destino? Tal vez lo vengan a buscar los suyos y pueda sobrevivir.
Todos miraban al pequeño con ternura, después de un silencio absoluto una ardilla dijo: —No creo que nadie venga, si así fuera ya hubieran venido. Además llegar hasta aquí es muy difícil y arriesgado para los hombres. ¿Por qué no lo ayudamos nosotros? Todos podríamos colaborar.
Al escuchar estas palabras, el resto de los animales comenzaron a gritar: — ¡Salvarlo, salvarlo!
En ese momento el señor chimpancé dijo: —Entonces nosotros seremos ahora su nueva familia, pero todos nosotros cuidaremos de él, y ya que será una parte de todos le llamaremos Elim “El hijo del bosque”.
CAPITULO III
EN EL BOSQUE
Después de acordar de forma unánime que todos cuidarían del pequeño Elim, surgió una pregunta: ¿Dónde dormiría? Al principio se dijo que sería bueno que se quedara con los chimpancés, pero estos dormían en los árboles y el niño no podía quedarse ahí al igual que ellos. Así que iniciaron una búsqueda de un lugar adecuado para el pequeño. Buscaron, hasta que un venado dijo: —Yo recuerdo la cueva de un risco de fácil acceso, era la cueva donde vivía un lobo, pero hace mucho tiempo que está deshabitada y es un lugar donde todos podríamos velar por el pequeño Elim.
—¿Cueva? —preguntó Calox— ¿Podríamos ir ahora a verla?
—Si claro —dijo el venado.
—Pues vamos ahora mismo, la noche ya casi llega y Elim no puede pasar la noche al aire libre.
Fueron al lugar donde estaba la cueva que el venado había dicho, quedaba en un risco tal y como recordaba el venado por encima de un valle muy lindo, lleno de árboles muy frondosos con un pequeño riachuelo y un campo lleno de pasto verde. La cueva era amplia, estaba algo sucia, claro, pero era suficientemente grande como para albergar una familia de al menos seis integrantes. Sacaron toda la basura que se había acumulado en todo el tiempo que la cueva estuvo vacía y luego la señora chimpancé preparó un pequeño nido de ramas y hojas, lo hizo de tal forma que el pequeño estuviera cómodo. Todos estaban ayudando en la preparación del nido, menos los monos, los cuales fueron al lugar donde encontraron al niño para traer las mantas que estaban en su cuna y así llevarlas al nuevo nido y tener con qué abrigarle. Todos en el bosque estaban contentos con el recién llegado, excepto Calox, no porque no le agradara; sino porque le preocupaba que llegaran por él y los encontraran a ellos con el niño. Eso los pondría en gran riesgo y el temía más por la seguridad de Sila y la pequeña Mara. Pero en ese momento no había lugar para pensamientos siniestros y preocupantes. Otra cosa que se decidió ese día, ya casi a la hora de dormir, fue que la familia chimpancé también se trasladaran a la cueva por que Elim era muy pequeño como para pasar solo durante las noches, además pensaron y dijeron que gracias al cielo pudo sobrevivir a la noche anterior en el lugar donde lo encontraron y no se arriesgarían a que le pasara algo. En el suave y acogedor nido que le prepararon y cubierto por las mantas que trajeron los monos y bajo el cuidado de los señores chimpancés, más la supervisión de todos en el bosque, el pequeño Elim descansó y durmió tranquilamente. A la mañana siguiente todo era brillo y color, el mal tiempo había pasado y un sol brillante daba la bienvenida a un día precioso. El olor al campo era intenso, olor a flores, a humedad, a frutas silvestre, olor a hierba verde, olor a vida. En la entrada de la cueva, donde aún dormía el pequeño Elim, había una gran cantidad de comida que los animalitos recolectaron en cuanto el día tuvo un poco de luz, era un auténtico festín, bananos, mangos, higos, moras y muchas frutas más. También una concha enorme de tortuga llena de agua cálida y limpia para bañar al pequeño. Cuando este despertó comió como un auténtico rey hasta quedar satisfecho.
El tiempo no se detiene y en este caso no sería la excepción, el día y la noche se convirtieron en acontecimientos repetidos que no pararon su marcha. El pequeño fue creciendo al lado de los chimpancés y los demás animales del bosque quienes le enseñaron al niño las habilidades de cada uno de ellos, a correr, a saltar, a balancearse, a nadar, a trepar, a defenderse, en fin, a sobrevivir.
Al lado de Elim también creció Mara y ambos se veían como hermanos, jugaban juntos y ayudaban a los demás siempre unidos en todo momento.
CAPITULO IV
UNA LECCIÓN DOLOROSA
...
Mi voluntad: Relatos de Servicuo militar en Nicaragua 1988
Por: Jorge Luis Prendiz Bonilla
Prólogo
Esta es una historia de sobrevivencia que refleja una extrema fuerza de voluntad física y mental por parte del autor para lograr un propósito que al final se convertiría en su propia superación personal. Tarde o temprano nos encontramos ante situaciones difíciles de superar; entre más adversas y complicadas sean, más fuerte formarán nuestro carácter que nos harán mejores seres humanos persistiendo en los buenos principios y valores heredados de nuestra familia.
Me sorprende la memoria de Jorge, sus detalles son tan precisos, su forma narrativa es excepcional, su memoria es capaz de darnos detalles de los hechos tal y cual estuviéramos viendo una película, no se involucra en querer formular en el lector ideales políticos o de otra índole, su intención es puramente el entretenimiento narrativo, dando a conocer lo que él pasó desde su reclutamiento militar y por supuesto, nos presenta un panorama que los jóvenes vivimos en la década de los años 80 en Nicaragua, así como una perspectiva familiar con algunas anécdotas de su niñez y comentarios de profundo amor y respeto a toda su familia.
La lectura de estos relatos, que los considero muy equilibrados y con muchos pormenores, es una opción de enterarse de cómo fue esa parte de nuestras vidas desde que fuimos reclutados al Servicio Militar en 1988, entrenados en una base escuela en el municipio de Condega en Estelí y luego incorporados al BLI Pedro Altamirano (BLI-PA) en Nueva Guinea, Zelaya Central, hasta el triunfo de la UNO (Unión Nacional Opositora) en 1990 con Violeta Barrios de Chamorro como presidenta de la República.
Personalmente me resulta interesante haber encontrado a mi amigo Jorge, después de más de 15 años sin verlo, y digo “me resulta interesante” porque yo también había decidido escribir mis memorias de lo que viví en el Servicio Militar Patriótico (SMP), fue hasta ahora en el 2016, y gracias a las redes sociales, que nos reencontramos, al reunirnos nos dimos cuenta de las coincidencia, no solo en recordar esos acontecimientos memorables; sino de la intención de dejarlos en la perpetuidad y que sean útiles como una manera para que la juventud comprenda lo que nuestra generación tuvo que sufrir, sobreponiéndose a las adversidades y salir adelante marcando la historia, muchas veces actuando por nuestra propia voluntad. Han transcurrido 28 años y su memoria, nos recrea una gran parte de nuestras vidas en la montaña, así mismo fue capaz de detallar sucesos para hacer una lectura que, a como él dice, transporta al lector a la época, a lugares y al momento de los hechos.
Le agradezco la oportunidad de tomar en cuenta mi humilde opinión al pedirme escribir el prólogo de su libro y de que además ayudara con la edición, ya que participé en casi todos los sucesos que Jorge aquí relata, esta etapa fue también para mí, una de las más trascendentales de mi vida y sus memorias son complementos de las mías y seguramente él pensará lo mismo con respecto a mis memorias.
Al introducirme en la lectura y poder echar mano a sus escritos, ha sido para mí una forma diferente e intensa de leer un libro ya que además de ser un personaje dentro de la narrativa, he sido también, en algunos casos, el editor. Al mismo tiempo me ayudó a recordar sucesos que ya no recordaba, por lo menos no con tantos detalles o desde el punto de vista de él.
Mauricio Valdez Rivas
Introducción
Es mi deseo que el momento que hayan escogido para leer estas memorias, se encuentren gozando de salud y sosiego al lado de sus seres queridos, esa tranquilidad debe de ser el escenario para preparar su mente y puedan transportarse a un panorama de reflexión sobre lo leído. Para otros, estas anécdotas no serán de mucho interés, pero el arte de revivir algo de nuestro pasado, se encuentra en la forma de escribir lo que recordamos. Dicen -que uno vive de los recuerdos, y nada fija más intensamente un recuerdo que el deseo de olvidarlo- mi principal intención es que conozcan la verdadera historia que albergué en mi interior durante tanto tiempo. Existe mucha posibilidad de que algunos minutos, horas y tal vez días, pude haber olvidado en estos relatos; pero de lo que sí estoy seguro que con los recuerdos, pude estructurar períodos de tiempos que reviven las diferentes historias de esta obra, lográndolas proteger de las garras del olvido. Existen muchos detalles intensos que se transforman en extraordinarios y prácticos recuerdos, todos ellos fueron sucesos reales, narraciones ajustadas a la transcripción de mi memoria. En este ejercicio mental, aparecieron como fantasmas algunos acontecimientos que decidí no escribirlos, cada vez que profundizaba en algún suceso los detalles me despertaban sentimientos encontrados que es mejor no recordar, así que, por prudencia a quienes participamos de las acciones encomendadas por los altos mandos de nuestra unidad militar, omití esos hechos.
En el caso de algunos personajes que aparecen ocasionalmente en el libreto, de forma discrecional hago uso de sus apellidos para no caer en una mala interpretación. El método que utilizo en esta obra es la narrativa que ocasionalmente me provocó problemas al describir sucesos donde uno mismo es el personaje central, procurando evitar caer en el sensacionalismo o egolatría hacia mí mismo, procuré ser lo más sensato posible y darle objetividad, claridad y protagonismo a quienes se lo merecen. El texto puede ser interesante para el lector al recrearse con estas vivencias, que les aseguro no son parte del guión de alguna película de guerra hollywoodense, simplemente sucedieron. Las ganas de escribir nacen de una necesidad en mi espíritu y un buen ejercicio mental al recordar hechos acontecidos hace algunos años que en su gran mayoría no he olvidado y difícilmente olvidaré el resto de mi vida.
Dejar esos hechos en este testimonio, que muchos logramos recordar pero seguramente no queremos contar, para mí es un alivio subjetivo, el compartir esas experiencias militares, pero mayormente físicas y mentales de cómo sobreviví en las montañas del centro atlántico de nuestro país, en condiciones adversas y en un medio ambiente hostil, con largas horas de aburrimiento, controlando el estrés de la soledad, y extenuantes días de caminatas que terminaban en nada, absolutamente en nada, sin saber en qué día ni fecha nos encontrábamos, superando la desconfianza e imponiéndome a la adversidad para borrar de la mente lo mal que estaba viviendo y asumir con carácter positivo lo que me estaba sucediendo, traduciendo los datos que mi mente interpretaba como una estrategia de convivencia mínima entre las personas que me rodeaban, superando el agotamiento corporal provocado por el escarmiento de la intemperie y la condena de una naturaleza sin límites, ni perdón, marcándonos con el paso de sus minutos a horas, formando días eternos y noches agobiantes, creando en nuestras conciencias reductos de valentía, para calmar nuestras desesperaciones al pasar del tiempo, acumulando en nuestros “odómetros” genéticos, kilómetros de mala vida, que en algún momento debía terminar. Desde ese tiempo, hay un principio natural con el que he vivido; “Todo pasará y se terminará”. Todas esas experiencias de vida, jamás quiero volver a repetirlas y mucho menos deseo que las vivan mis hijos: Andreu y Dieck.
De todo lo que mi decisión provocó, el daño más relevante del que hasta hoy me siento culpable, es del sufrimiento de mis padres, y en especial de las travesías y humillaciones que mi padre (Agustín Préndiz Cuéndiz) sufrió en cada base o centro militar donde estuvo buscándome y donde pedía que fuese trasladado a zonas de paz, en alguno de esos lugares pudo estar conmigo, con la humildad que lo caracterizó en su vida, siempre pidiendo por mí. Estos relatos, son para recordarlo y si me permiten llamarle libro, es para dejar un recuerdo de lo que vivimos: Mi padre, mi madre, mis hermanos y yo, en esa difícil época. Acontecimientos que llevo recordando desde hace un tiempo, procurando que cada relato tenga los mayores detalles posibles para describir de forma entretenida, con la suprema intención de que el lector pueda trasladarse mentalmente a esa época no muy grata para muchos.
Debo aclarar que aunque doy detalles fieles de muchos acontecimientos, en algunos momentos introduzco un poco de ficción como método de enlazar de forma semántica y coordinada aspectos importantes de los mismos. Pido disculpas por no transcribir muchos de estos acontecimientos que no se le escapan al “Hanzaimer” que a todos nos condena, hechos que es mejor dejar en el olvido.
No pretendo establecer ningún criterio político sobre este tema, mi único propósito es recordar lo que viví. Pienso que soy uno de esos pocos afortunados, que cierra los ojos para recordar momentos de la vida con el deseo de valorar lo realmente inolvidable y describirlo como una experiencia de vida o sobrevivencia personal, debo decir con claridad que en mi prudente juicio, todos estos hechos sirvieron para mal o para bien, formar el mal carácter que tengo, en el hombre egoísta y frío que soy, pero que de alguna forma he tratado de rehabilitarme, buscando la paz interna que a todos nos embarga en algún momento de nuestras vidas. Este relato de anécdotas, deben de servir para recordar a esos jóvenes - en su mayoría - y mujeres que de forma voluntaria o forzada, engrandecimos las filas de los llamados Batallones de Lucha Irregular (B.L.I.) por lo que, es mi obligación expresar respeto al recordar a ese gran contingente de jóvenes que dentro de la historia de nuestro país, algunos sirvieron con voluntad revolucionaria, pero; la gran mayoría fue forzada a cumplir un Servicio Militar que nadie en este país quiere recordar. Aunque estoy consciente que por haberse tratado de una Ley de la República era un deber su cumplimiento. Este modelo de pensamiento o el intento de pensar diferente al sistema, para algunos grupos de jóvenes de hoy, que no tienen idea de lo que aconteció en esos tiempos, es llamado deslealtad a la patria. Para los que vivimos esa cruda realidad en esa etapa de juventud, nada es igual, todo es diferente, los tiempos pasan y las personas cambian. Que esto sirva para recordar a esos héroes y no héroes desconocidos, anónimos, chavalos que pasaron rápidamente de ser civiles a ser militares, con poco o nada de entrenamiento para encontrarse con la soledad, la incertidumbre, la nostalgia... y en muchos casos la muerte.
Estas anécdotas, pueden ser útiles como una lectura de aventura, al darse una mínima idea, de la vida que tuvimos que afrontar algunos en cumplimiento del deber o simplemente sobrevivir el día a día y sientan la necesidad de corregir los errores que muchos cometimos y que algunos fuimos capaces de corregir, con el perdón a tanto sufrimiento que nos causaron y las angustias que provocamos. Es de humanos evolucionar, mejorando nuestro comportamiento de vida, sirviendo a la sociedad desde lugares más productivos, estando al servicio de nuestro pueblo de forma correcta moralmente, aprovechando el tiempo para educarnos, profesionalizarse y desarrollar una sociedad con mayores valores que los que hoy poseemos, fundamentalmente con los que nos rodean, nuestros padres, esposas e hijos. En base a esos principios cristianos, familiares, de buenas costumbres y tolerancia que fueron los fundamentos de mi educación y que en algún momento de la narrativa se contradicen, dedico este conjunto de párrafos, que he decidido llamar “Mi voluntad”, a la memoria de mi padre, Miguel Agustín Préndiz Cuéndiz, por el valor que me mostró en esos tiempos tan difíciles, por las agallas que tuvo para enfrentar tantas humillaciones y enfrentarse a la intemperie, por el coraje que siempre mantuvo pidiendo mi libertad civil y por el profundo amor de padre que se desbordaba cuando nos sentábamos a comer en el monte bajo la sombra de algún frondoso árbol los alimentos que preparaba mi madre Daysi Bonilla López, y que él con mucho cuidado intentaba trasladar hasta donde estuviera. Dedico estas historias, a las lágrimas que miré caer de los ojos de ese hombre cuando me miraba demacrado, desnutrido y enfermo, seguro que al regresar a casa, en su interior se transformaron en llanto junto a mí madre, ese hombre siempre estuvo a mi lado, mi Papá.
Desde su muerte el 12 de enero del año 2007, me he dedicado a recordarlo en muchas de sus facetas, el mejor recuerdo que tengo es su talento como trabajador, su instinto de protección, sus lágrimas y sus arribos a todos esos sitios que recordaré e intentaré transcribir de la mejor manera posible transportándolos a esos territorios agrestes de nuestra Nicaragua.
Al desarrollar la lectura, podrán distinguir las diversas etapas que viví como soldado. Así mismo espero que el lector pueda comprender el origen del título “Mi voluntad” para mi libro. Sin entrar al campo político y menos a la ontología del por qué nuestro país se encontraba en tan difícil situación, decidí correr el riesgo y sortear las grietas de la coyuntura que vivíamos, para no caer en apasionamientos ideológicos, me senté a recordar los momentos difíciles que superé, aventurándome a escribirlos como recuerdos extraordinarios que merecen ser compartidos, con la sana intención de perpetuar lo que pude vivir y puedo contar.
PUEDES PEDIR EL LIBRO DIRECTAMENTE AL AUTOR Jorge Luis Préndiz Bonilla
Historia de Nicaragua para niños y niñas
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