Al Dr. K.
Para su archivo personal
Una empleada me ha preguntado si quiero que me
encienda la luz. La obscuridad se ha
vuelto casi absoluta. Le he dicho que no. Estoy bien así,
tratando de encontrar algo de mí; una razón, un por qué me ha sucedido todo
esto.
Así como este atardecer han sido todos mis días. La
luz abandona el dormitorio. Huye por
la ventana abierta, y los objetos: mis
libros, la silla, mi cuerpo, flotan en la hora incierta. Miro con firmeza una
mesa; pero flota, está y no está, como si cambiara de lugar,
como si ni siquiera existiera.
No sé cuándo he comenzado a pensar. Cómo han
transcurrido todos estos días que no sé,
cuántos son. Mi mente es como un atardecer.
Las ideas no están claras en mí, huyen como la luz.
Hay momentos en mí, nuevos; pienso, recuerdo,
existo... En estos momentos sé, fijamente, claramente, que hay en
mí, horas de obscuridad, temor, crepúsculo, incertidumbre. De estos no recuerdo nada. Flotan, están y no están, como si
no han existido.
En la casa se alegrarían si sospecharan que estoy
mejor. Estoy mejor. Lo sé. No puedo
equivocarme; los momentos de lucidez se hacen cada vez más
frecuentes, más prolongados.
Mi mente es como una máquina proyectora de cine. Los retazos más nítidos, son los más lejanos. Aquellos en
que no aparece más que una niña. Hay
impresiones que se detienen más que otras. Cosas que inexplicablemente
han quedado en mí tiara
siempre, y hasta ahora encuentro y uno. Después todo es borroso, se pierde poco a poco. El Dr. ha venido a
visitarme. Es algo raro; su cara me es nueva y
al mismo tiempo conocida. Cuando le miró fijamente, sé que su imagen ha estado en mí desde hace mucho tiempo, desde
lejos.
Se me confunden sus gestos y su
mirada con el físico de mi padre. Como si su imagen fuera
una de las primeras. Si busco y esculco en
mis recuerdos encuentro su olor, su voz, y a pesar de esto, a veces, me extraño, cuando entra y me habla con familiaridad, con dulzura. Muchas veces me
pregunto, por qué me habla así, un
hombre que acaba de venir, que no conozco, que es un extraño. Su olor me recuerda... que debo quererle, puesto que le conozco desde niña.
El Dr. ha dicho muchas veces, que
yo podría ayudarle, si quisiera, a
curarme. Muchas veces me han dado de alta en esta clínica, y he vuelto otras tantas.
Mi casa, el jardín de mi casa; la
clínica, el jardín de la clínica todo
se me confunde en la cabeza. Mis padres, mis tíos, mis hermanos se mezclan con el
médico, las enfermeras, los enfermos.
No sé a qué ojos corresponden las
miradas; no sé a qué boca
corresponden las sonrisas que recuerdo, las voces. Trato de localizar y me cuesta saber a
cuál cuerpo pertenece este olor, aquel caminar.
Olor a
jazmín es mi casa, olor a alcohol, a desinfectantes, es la clínica.
El olfato me ayuda más que los
otros sentidos a localizarme en un lugar, a recordar.
El Dr. dice que ahora que estoy mejor trate de
cooperar, de encontrar una razón. Me ha pedido, que cuando me sienta mejor me
ponga a escribir para divertirme, todos los días que recuerdo; los lejanos y los actuales. Los
que han constituido para mí una vida, y los que por estar borrosos se han perdido.
Mi caso es fácil y difícil. El
secreto debe existir en mi mente. Debo tener guardado en algún lugar, la clave, la razón de la sinrazón. No he tratado de
cooperar, y por mi completa indiferencia, no han logrado encontrar el motivo de mi desinterés total por la existencia.
He sido hasta hoy, como una hierba
a la orilla de un camino transitado;
ni más ni menos. Como una hierba he existido, me he alimentado, me ha mecido el viento; he sentido
sobre mí el sol, la luna,
la lluvia. Si alguien ha tratado de transplantarme, de hacerme sentir como cualquier ser
humano, me he apegado a la tierra. Mis raíces se introducen en lo desconocido. Han tenido miedo siempre a forzarme, y
tronchar el débil tallo mental, que me une a los seres humanos.
El Dr. quiere que para Navidad
pueda volver para siempre a mi casa. Se ha entusiasmado por mi nueva reacción; por mi repentino
interés hacia mí misma. Quiere averiguar y encontrar en mis recuerdos. Luchar entre los
dos para posesionarme de lo que me pertenece: mi vida.
Hay un lugar en mis recuerdos...
No sé, pero repentinamente comienza la película a interrumpirse, a ser algo borroso.
Desde ese punto en adelante, los
pocos trozos que aparecen son una continua pesadilla.
Soy una niña que se despierta en
la completa oscuridad, sola; sudando helado y estática de miedo. Alguien, no puedo precisar quién, se aproxima; adivinando su
sombra me estremezco de miedo,
grito, trato de alcanzar una protección... Muchas manos me sujetan; manos
fuertes y calientes, manos suaves y frías... Olor a alcohol... voces que se acercan y se alejan, dolor de pinchazos en el brazo... calma... sueño,
indiferencia.
Esto aparece muchas veces; no sé si es una sola vez
que sucede, y
que neciamente se proyecta y se proyecta de nuevo, o si sucede varias veces.
Hay trozos,
en que la misma escena se repite con diferente fondo.
No sé, si sucede antes o después.
Se percibe un vago olor a jazmín. Una mano suave y olorosa a Ponds... voces con
el timbre de la de mis padres,
manos ansiosas y enérgicas. Me rescatan, me salvan...
El monótono mecerce de una hamaca
me tranquiliza, me adormece, y
de nuevo... las voces desconocidas, el olor a alcohol, el pinchazo en el brazo... el
sueño, la indiferencia.
Me han traído
algunas cartas de la casa. Al leerlas no encuentro nada. Son sólo palabras
frías en un papel; papel y palabras.
Por mucho tiempo he recibido estas
mismas cartas, pero es hasta hoy que
las interpreto a través de la razón. Se han puesto de acuerdo, no dicen lo que realmente
sienten. Me hablan como a un ser humano, normal y común. Nada que pueda
molestarme, nada que transmita
la terrible pena, que no por ser vieja acostumbra. Sucede que ahora no leo los
párrafos escritos, sino los párrafos en silencio; adivino todo aquello, que ellos con su
pensamiento han escrito.
Entre líneas podría leer muchas cosas.
El tiempo se ha puesto muy bonito.
He salido con una enfermera a
pasear por el jardín. He sentido una extraña nostalgia, de algo que no conozco, una vida
lejana y próxima.
El Dr. viene cada vez con más frecuencia Es ya un
hombre maduro,
"pequeño vigoroso". Tan seguro de sí y tan feo que resulta atractivo. Me ha
felicitado por mi trabajo, no creyó, dice, que fuera tan inteligente. Yo sé que quiere alentarme,
ayudarme. A veces cuando me nota confusa, me acaricia. Su tacto vigoroso es algo mío; lo guardo en mis
archivos. Su mano entre las otras manos, aparece impresa en mis recuerdos, la misma
caricia, el mismo olor a
germicida. Me ha contado que va a venir a la clínica un famoso especialista. Quiere que
para entonces tenga listas mis impresiones, mis recuerdos. Mi caso podría interesarle.
Todo lo que he escrito está bien;
pero el Dr. quiere que la sonda penetre más profundo, más adentro en mis pensamientos.
No quiere que escriba lo que él ya
conoce. Me ha explicado que toda la parte borrosa para mí, para ellos es muy
conocida. Resulta que
en un archivo, con diferentes letras, con diferentes colores de tinta, está escrito
todo. Desde el día que vine por primera vez. Esos trozos de vida que no he vivido,
pero que de alguna manera
me pertenecen. Ellos saben más de mí, que yo misma. Se han apropiado de algo
que sólo debía ser mío. Una vida ajena, distante, indiferente.
Le he pedido permiso al Dr. para
salir. Claro que sola no, con una enfermera. Me lo ha prometido, mientras me porte bien, me darán lo que quiera, como a una
niña.
Si escribo lo anterior, ese trozo
que es sólo mío, se apropiarán (le lo único que me ha quedado. Entrar a un lugar sagrado en mi memoria, entregarlo así, por
que sí. Mi ser se rebela. Hay millones de seres en el mundo, y sólo yo he vivido y conozco esos instantes.
Era una niña tan pequeña. Nadie me
tomaba en cuenta. He salido a la
ciudad. Todo ha cambiado. La última vez que recuerdo mi impresión fue distinta. Las
personas quedaban lejanas, las veía de abajo para arriba. Muchos hombres se han detenido
al verme pasar. ¿Se me
verá en la cara que soy enferma? No, no es eso. Me he fijado en una vitrina que reflejaba mi
imagen. Ya soy toda una mujer. ¿Por qué me miraban así? Les he sorprendido con
la misma mirada
de los niños ante un estante lleno de dulces Mirada golosa... y al mismo tiempo
sabiendo que no pueden alcanzarlos.
Tengo que averiguar muchas cosas.
Le he preguntado a María, la vieja
enfermera, si podría yo, algún día casarme, llevar una vida normal. Ha contestado demasiado rápido, que sí, ha afirmado dos
veces que está segura que sí.
He estado tanto tiempo entre psicoanálisis, que he llegado a aprender la fórmula. Siempre que
converso con alguien trato de adivinar su verdadero pensamiento; encontrar qué tanto por ciento de normalidad tiene. El
mismo Dr. piensa dos veces antes de contestarme.
Mis padres han hecho todo el viaje
desde Nicaragua. Alguien debe
haberles contado mi mejoría. Tal vez ellos mismos lo han sabido por mis cartas.
El Dr. estoy segura, no quería que
vinieran. No me lo dijo a mí, pero lo
pensó, y seguramente se los dirá a ellos. Puede estropearse todo, retroceder.
¡Qué aroma más enternecedor tienen
mis padres! Sus físicos han cambiado
con el tiempo. Se nota que algo los ha hecho sufrir terriblemente.
El aroma es el mismo, un poco más
rancio. Al aspirarlo me he vuelto a sentir niña de nuevo.
Seguramente el Dr. les ha dicho
que se fueran, pues sólo dos días y ya se han venido a despedir. Al darles un beso un
quedado como otras veces,
desamparada. He vuelto a tener una impresión ya conocida ¿Cuándo? ¿Cuándo, y donde me ha
sucedido una cosa parecida?
El mismo beso, el mismo olor, la
misma o parecida situación pero no. Debo haber soñado todo esto.
Les he prometido volver a casa
para Navidad. No sé por qué en Su mirada hay más temor que dolor, que alegría, ¿No tendrán mi misma fe?
Recuerdo cuando estaba pequeñita. Mis hermanos iban felices a la escuela, yo quedaba dueña de la casa,
de mi madre, de los juguetes.
Mis tíos me preguntaban cada vez, cuándo iría yo a la
escuela; feliz les
contestaba: "El año que viene". El año que viene, era para mí, una cosa muy distante,
lejana, casi irrealizable. Mientras viniera el año que viene, podían suceder muchas cosas;
podrían morirse mis padres, y huérfana, ¿quién me mandaría a la escuela? Cruzándome la calle rápido, y sin
volver a ver a ningún lado, un carro se encargaría de que jamás fuera a la escuela.
A la mayoría de los niños les alegra la escuela, a mí
me causaba pavor sólo pensar en ella. Ya
entonces me enfermaba con frecuencia,
debo haber sido una niña débil y muy frágil.
"El año que viene" a
pesar de encontrarse tan lejano, inesperadamente vino y me matricularon. Recuerdo que
mientras me alistaban los uniformes, me
crucé muchas veces la calle, con tan mala
suerte, que no me atropellaron. El día antes de la escuela, me tragué dos
semillas de "mamón" y una chibola de vidrio, pero no, no amanecí
muerta.
Sí, ahora recuerdo, fue
precisamente ese día... sí entonces fue...
Me fueron a dejar mis padres al colegio... me besaron y id quedarme sola... sentí ese olor de sus cuerpos que siempre he recordado y luego me sentí desamparada.
Cuando una niña sufre, nadie
parece darse cuenta, y todo, todo va sumándose.
Le he comenzado a mostrar al Dr.
lo que él quería. Estoy entregando a
plazos, lo que he guardado tan celosamente todos estos años. Me parece una tontería que quieran
saber, lo que me pasó en esa
época, ya tan lejana. Pero he prometido cooperar, haré lo posible.
Ha venido el nuevo Dr. Es algo
maravilloso. No guardo en mi memoria ninguna impresión ni
remotamente parecida. No tengo en mis
archivos ningún olor así. Huele a loción para después de rasurarse, a tabaco, a hombre.
Se ha asombrado al verme. Hizo todo lo posible por
ocultarlo pero le he
descubierto. Seguramente no esperaba verme tan normal. Tan joven. ¿Me habrá
visto guapa? Me he puesto a propósito el vestido floreado de boca redonda que huele a campo. Sé que me sienta bien. Con
seguridad ya le dieron a leer todo lo que manos indiferentes cansadas de
rutina, han escrito acerca de mí.
He hecho todo
lo posible por desconcertarlo.
Es un famoso psiquiatra. Me ha
entrado la idea de reírme un poco de él. Contestarle lo que no espera. Ya debe haberse dado una idea de mi mal, con todo lo
que le han filtrado y contado. Ahora vengo yo y lo defraudo. Me comporto de cualquier modo diferente.
No, tal vez no hago bien. Me porto como una niña mala,
que no comprende que los castigos son sólo
por su bien debo cumplir mi promesa, cooperar, ayudar a curarme.
El nuevo Dr. no hace más que
conversar conmigo. Es simpático. Hemos llegado incluso a
reírnos juntos. He tratado de parecer tan
normal que a lo mejor le he dado la un impresión todo lo contrario.
En uno de sus
dedos lleva un anulo liso, debe ser de casamiento.
Quisiera un día ser lo más normal
y humana que pudiera. Una mujer
sin ningún problema mental, y que un hombre que huela a loción para después de rasurarse, a tabaco, a hombre lleve en uno de sus dedos un anillo con mi
nombre.
Se me ha despertado un sentimiento
nuevo. Debo analizarlo, preguntar de qué se trata. Es como
una sensación de cálida cosquilla por todo
mi cuerpo.
El tiempo no me ayuda a reponerme.
Llueve mucho. Es una brisa tan
persistente, que al mirar por la ventana parece como una foto muy rayada. Estoy
muy triste, no quiero comer, no quiero ver a nadie.
Algo me recuerda este día de
tristeza. Sí... si cierro los ojos me acuerdo de aquel día común, que sin embargo lo tengo
presente. Mis padres
no me mandaron a la escuela porque estaba enferma.
Estaba muy contenta, pues la calentura no me bajaba. Escuchaba semidormida la voz de mi
madre regañando a la cocinera. Me
desperté del todo cuando noté que mi madre iba a ir. Me entristeció muchísimo, pero de nada
sirvió. Mi madre lile de todos
modos, a pesar de mis sollozos.
Quedamos en
la casa silenciosa, la vieja cocinera y yo.
En la cocina se oían freír las
papas. Recuerdo que esta cocinera olía a vinagre, a manteca, a sudor y a leña.
Me puse a jugar con los soldaditos
de mis hermanos.
Estaba atontada por la calentura.
Ahora sé que todo fue mentira.
Producto de mi imaginación, de la fiebre. Por mucho tiempo le he dado vuelta al
asunto. Miraba claramente moverse a los soldaditos, se reían, hablaban. Incluso vi un
avioncito, con su piloto en
miniatura volar a la altura de mis ojos. Volaba y de repente estalló como una pompa de
jabón.
La única explicación que encuentro
ahora, es que yo soñaba y confundía
el volar de una libélula.
Con el ruido del avioncito al desintegrarse, volvió
todo a la normalidad. La vieja cocinera
cantaba, los saldaditos estaban como
siempre: rígidos.
De mi aturdimiento me sacó, el
ruido de un mueble pesado al ser corrido. Al levantar mi cabeza, noté ante mi asombro, que el reloj de péndulo se movía.
Alguien lo empujaba. Era absurdo que cambiaran de lugar un mueble, sin el
consentimiento de mi padre o de mi madre. Pero el reloj
se seguía moviendo. Ante mi espanto vi al
ser que lo empujaba. Era un monstruo negro y peludo. Perdí todo movimiento. Era el mismo ser cuya sombra me perseguiría y aterrorizaría por mucho tiempo.
Cuando volví en mí, todo estaba en
su lugar no había ningún ruido. Los
soldaditos no se movían. El reloj mecía su péndulo indiferente. Recuerdo
perfectamente como quería gritar y no podía, como quería correr y nada en mi ser respondía.
La cocinera me dijo cuando pude gritar, que no era más
que el diablo que
se llevaba a las niñas mentirosas. En silencio espere el regreso de mis padres. Nunca
les dije nada.
No quería que
se dieran cuenta que por mis mentiras estaba amenazada por el diablo.
El nuevo doctor ha venido a
interrumpir mis recuerdos. Viene casi diario a visitarme. Hoy me ha encontrado, tal y como soy: pálida, con el camisón de la
clínica. Con la cara sumergida entre los cabellos.
No ha logrado interesarme para
nada. Me ha sido indiferente todo lo que me ha contado. Creo que tengo fiebre. Le he dicho que quisiera morirme pronto. Debe
haber notado un gran cambio en mí. Como si hubiera conocido a dos personas.
Es raro, ni siquiera me ha
consolado como acostumbra mi viejo Dr.
A lo mejor mi
caso, no le interesa tanto como supongo.
El tiempo se
ha compuesto. Están modernizando toda la clínica.
Vamos a
tener métodos nuevos; nuevo personal. Los antiguos empleados no
eran más que gente común. Los que ahora vengan serán técnicos.
Por lo menos eso se rumora entre
los viejos empleados. A mí me da lo mismo. De por sí, tal vez para diciembre, ya esté lejos y nunca
más regrese.
Les he dicho
que me sentía tan mal, que han comenzado a tomarme muchas muestras para
exámenes; especialmente de sangre.
Ese pinchazo con el dedo me
recuerda también algo. Tal vez no tanto el pinchazo como la espera. Me limpian el dedo con alcohol y mientras preparan el
resto hay minutos eternos.
En esos instantes de espera es que
siento algo parecido... Sí, no es
propiamente la angustia de hoy al esperar; sino que el recuerdo de otra pero igual
angustia.
Ahora se me viene a la cabeza... Me parece que fue un poco tiempo después de la
alucinación o delirio. Comencé a consumirme de miedo, mis padres se preocuparon y
comenzaron a llevarme
al médico de la familia. Me tomaron como ahora muchas muestras de sangre.
Debo haber sido una niña
terriblemente introvertida. Quizás, si entonces yo le hubiera confiado mi
angustia a alguien, no hubiera
padecido tanto entonces y después.
Pero no... Sencillamente no podía decirle a nadie
nada. Nadie nunca supo, por qué daba gritos
durante la noche. Por qué con
frecuencia comenzaba a llorar sin motivo. Alguien me perseguía y yo... yo tenía miedo a que no m
creyeran. En medio de mi delirio me
parece recordar que gritaba "Ahí viene", "Ahí está, detrás de la puerta", mi madre siempre
me contestaba: "No hay nadie, es
sólo la sombra de la puerta". Pero mientras ella me contestaba, no podía adivinar cómo mi pequeño
corazón revoloteaba contra el pecho.
Sí, desde ese día que creí verlo,
comencé a comportarme muy raro.
Durante el primer tiempo en la
casa me hacían guasa y me acompañaban. Lo terrible fue, cuando comenzaron a aburrirse.
Durante las noches me pasaba, a
veces, a dormir con mis hermanos.
Hasta que uno a uno comenzaron a cansarse. Los sofocaba, pues con todas mis fuerzas me abrazaba
a ellos. Como de miedo no
podía levantarme para ir al cuarto de baño, la mayoría del tiempo amanecíamos mi
acompañante y yo, remojados.
Cuando mi angustia traspasaba los límites
de lo tolerable, estallaba. Mi
padre me tomaba en brazos y me llevaba a dormir con él, en una hamaca.
El miedo se me volvía un hábito
pernicioso. Si me lo fomentaban,
era peor; si lo ignoraban me descomponía física y mentalmente.
Pronto, no fue sólo de noche y en la oscuridad. Sentía
horrores de
día, a plena luz.
En el día todos estaban ocupados, no podían estarme
acompañando.
Comenzó a ser un tormento tener que ir al baño. Cuando
la crisis aumentó, no podía hacer mis necesidades
fisiológicas. Llegaba al baño... y de la
puerta me volvía corriendo Estaba segura
que alguien estaba escondido detrás de la cortina del baño.
Pasaron tres días. La consecuencia vino pronto comencé
a vomitar, a marearme a tener fiebre.
Los Drs. diagnosticaron apendicitis. Me tomaron más muestras de sangre. No estoy segura, pero creo, que
fue entonces que me operaron.
Se acaban de ir los Drs. Han tenido una consulta. No
sé lo que pueda tener, pero me siento enferma.
Han dejado en la habitación sus distintos olores; es
un olor a hombres que practican medicina.
Si este olor a tabaco, a lociones, a germicidas, a
hombres, me despierta algo en medio de mi soledad.
El color del atardecer es algo violento. Están
ensangrentados los cristales de las ventanas. En
el espejo se refleja una copia exacta del celaje: pájaros,
sangre, nubes como gasas teñidas por una herida.
Este nuevo sentimiento de cálida cosquilla por mi
cuerpo, se hace más patente, más definible.
Estoy muy sola. Dios mío, qué sola estoy... quiero
ahogarme entre las sábanas, abrazarme a
las almohadas, desnudarme... si, desnudarme.
Deseo ardientemente que alguien viniera a acompañarme. Cualquiera... no
cualquiera... preferiría que fuera un hombre. Deseo que ese
alguien me acariciara me besara... no, nunca me han besado ni me han acariciado. Es más bien el deseo de una fuerza
mayor que me posea ¿Qué es Poseer? ¿Qué significan todas estas cosas?
Siento en mí como el instinto de un animal que se ha despertado.
¿Pero qué son todas estas locuras? Deben ser un nuevo producto de mi anormalidad. Una persona en posesión de
todos sus sentidos, no puede desear de
esta manera, una cosa que parece tan extraña, tan perversa.
Debo controlarme, no seguir pensando. Todo esto es muy peligroso.
Si no lograra contenerme..., no, no saldría nunca de aquí.
He apagado el radio. Puede ser que constituya esa
música tan suave y tan melancólica. Voy a tomarme las pastillas que me han dado. Son nuevas. Debe ser una nueva fórmula de tranquilizantes. Dos
de una vez.
Me he embozado en las sábanas, me he apretado la cabeza con las almohadas. Para no pensar, pero... los
latidos de mi corazón repercuten en la
almohada; siento mis pulsaciones, como los pasos rítmicos de un
centinela con tacón de metal.
En esta misma posición he estado otras veces... embozada entre las sábanas y con mi corazón dándole y
dándole... pero por otros motivos... durante todas aquellas noches de
terror.
Nuestro médico decía que yo no tenía nada. "Son
puras mañas, mimasones; sólo hay una
manera de curarla; no hacerle caso. Obligándola a dormir sola, obligándola a
comprender que nada le pasa". Fue mi sentencia.
Cuando me obligaron a dormir sola, en mi cama... cómo las barandas de mi cama, y el mosquitero, llevaban el
compás de los fuertes latidos de mi
corazón. Si miraba el mosquitero, podía contar fácilmente todas y cada una de mis pulsaciones: una, dos, tres, cuatro...
***
Mientras lloraba, los corazones de mis padres llevaban
también su ritmo, hasta... que no
se podía dormir con tanto corazón
dándole y dándole y me llegaban a rescatar.
Y todo lo que tardaban en decidirse a no hacerle caso
al Dr. Y todo lo que yo pasaba mientras
la sombra del ser negro y peludo me
acechaba. Con los ojos cerrados lo imaginaba caminando hacia mí.
La última vez que lo recuerdo con más claridad, me
llegó a tocar. Un sudor frío me cubría no podía hablar... un
sudor frío me cubría no podía hablar... no
podía moverme.
Los ojos le brillaban como a los gatos, cuando se les
ilumina con una fuerte luz. Yo quería
huir, correr, pero él me sujetaba... cuando pude gritar.., cuando pude gritar... ¡Dios mío! ... aquel grito terrible agudo, aturdió a mi propio ser aquel
grito, creo yo, se podía ver y tocar.
Cuando todos corrieron a mi cama, había perdido el conocimiento No recuerdo nada. Caí fulminada por un
rayo. Desde aquella terrible noche,
comencé a perder temporalmente la razón.
Comencé a separarme de mi existencia a vivir con indiferencia; sin querer comer, sin querer jugar, y primero espaciadas y luego más continuas las crisis de terror.
Después de cada una quedaba sin
conocimiento, como muerta. Cuando comenzaba a volver en mí, me sentía tan cansada.
Mis padres comprendieron que había algo más serio. No era maña, ni mimasón; había algo serio, pero ya era
demasiado tarde.
Me llevaron a todos los especialistas y no
especialistas. Cuantas medicinas, cuántas inyecciones.
Vitaminas, reconstituyentes, y luego los tranquilizantes.
La triste verdad se aclaraba a
medida que empeoraba. Había que internarme en una clínica. Desde entonces voy y
vengo. No sé lo que ha sucedido aquí o allá.
Todos mis recuerdos se me confunden.
I le vivido aislada. Pertenezco a un mundo propio;
ajeno, .1 plante, indigente. En mí han
experimentado muchas técnicas, muchas
medicinas y ahora que el doctor quiere que me vuelva escritora, en realidad como él dice, es una manera de divertirme, de pasar el tiempo.
En el papel me sale fácil contar muchas cosas que
siento. Lo que no me gusta, es contar mis cosas en esos exámenes que me hacen, me preguntan tanto. ¿Qué tengo yo que contarle a nadie, lo que me ha pasado? Ami Dr. porque lo quiero, y
por qué no sé cómo me ha convencido de hacer esta tontería.
Me he calmado bastante. Tengo sueño. No quisiera que esto fuera una nueva enfermedad que me amenaza. No
debo sugestionarme. Quiero volver para
siempre a mi casa. Sentir, vivir cerca
de mí, las personas que me quieren, oír los latidos de sus corazones. Quiero reponer todo el tiempo que he
perdido. lozar del sol, de los colores. Saciarme del mundo en que se me ha dado la oportunidad de formar parte.
No sentirme amenazada. Estar libre de mis imaginarias persecuciones.
Mañana comienzan un tratamiento intensivo... No voy a tener tiempo de escribir... Quieren prepararme bien
antes de abrirme las puertas de la jaula... Como a un pájaro,
que siendo débil, quieren dejarlo libre,
abrirle las puertas... Me duermo. ¿Podrán resistir mis débiles alas? ...
No quisiera volver, pero... tengo miedo... Es triste la soledad, pero es muy
triste estar entre los otros seres...
distante, lejana, indiferente.
**
El plazo se ha cumplido. No quiero defraudar a nadie. Todos en la casa, me
esperaban con el júbilo de un recién nacido. No sé lo que en el fondo piensen; pero aparentan muy bien la
ilusiónde que me he
curado por completo. Quiero tener la misma fe. Hago el mayor esfuerzo, pero tengo en el fondo
una pequeña duda. No debo
tenerla. El Dr. dice que no debo tenerla, que estoy curada por completo.
Debo hacer de cuenta que nunca ha existido para
mi otra vida.
Quiero aprovechar plenamente este plazo. Exprimir a mi
manera toda
la felicidad.
Tengo muchos vestidos nuevos,
zapatos, todo lo que cualquier muchacha de
mi edad desea; menos, menos la seguridad. Me han
llevado a arreglar el pelo, he cambiado mucho. Dicen que me parezco a una de esas artistas famosas, que he
estado viendo últimamente en el cine.
Casi todas las amistades de la
casa han venido a visitarnos, muchos vienen, más que todo por curiosidad. Para mi casi todos son extraños, trato de sonreír, y
los dejo observarme.
A medida que observo a mis
semejantes, saco en claro, que pertenecemos a una especie de animales. La naturaleza no parece existir para muchos. Solo la toman
en cuenta, seguramente, los pájaros enjaulados, que recobran la libertad. Seguramente los ciegos que repentinamente pueden
gozar de la luz. Existe por el momento para mí.
Siento placeres y goces de cosas
pequeñas. Quiero abrirme por completo como una flor, hasta deshojarme. Que todas las abejas chupen de mi miel. Quiero que cada
uno de mis pétalos, capte la luz, el aire, hasta que de tanto abrirse lleguen a desprenderse.
Mis
padres nunca han tenido mucha felicidad conmigo. Quisiera entregarles en estos días, toda la ternura y la tranquilidad que les he desprovisto. Pero no quiero
propasarme, no hacer nada fuera de
lo normal. Si río mucho, o si me extremo en mis cariños, pueden sospechar que tengo siempre algo de anormal en mí, y entristecerse.
Me fijo en todo, observo sobre
todo a las muchachas de mi edad. No puedo tener con ninguna, una amistad que se pueda llamar íntima. Hay algo entre
ellas y yo. Un muro invisible, algo que nos separa.
Observo sus gestos y sus maneras
de comportarse en general, para tratar de imitarla. Quiero ser igual a ellas; que nadie note en mí algo raro.
Tal vez más adelante, cuando
encuentre sucesos en común que nos unan, y sobre los cuales podamos conversar y reímos, pueda intimar con alguna de ellas.
Por el momento todo esfuerzo es en vano. Soy
como una extraña entre mi misma gente.
Toda conversación es superficial.
Nadie conoce lo que he vivido en
mi cabeza. De tanto vivir sola, he madurado prematuramente;
siento que durante siglos y más siglos he existido.
Mi felicidad no es como la de la
mayoría. Es seria y triste. La gozo sola, como he vivido. Tal vez estoy mejor que en una fiesta, donde me siento
continuamente observada, tendida en una hamaca en el jardín.
Viendo cómo suben y se afanan, y
bajan las hormigas en un árbol.
Observando sin observar las nubes. Contando sin contar I os pájaros.
Leyendo sin comprender un libro. Viviendo sin vivir.
Gozando a mi manera. Con mi propia alegría: seria y triste.
He asistido a muchas fiestas. He conocido mucha clase
de gente. Me sentía
más tranquila allá en la clínica. No tenía que fingir.
No tenía que sentir las miradas
clavadas en mí, escrutadora; tengo que erguirme y sonreír cuando siento que alguien me observa.
A menudo me siento poseída de un
sentimiento tierno y triste.
Siento una nostalgia, un recuerdo.
Mis padres no encuentran qué hacer
conmigo; planean toda clase de cosas. Estoy tan bien, que duermo sola. Durante las
noches a menudo me despierto, pero estoy tranquila. No tengo miedo. He vuelto poseída de una serenidad admirable. El Dr. me
aconsejó, que poco a poco retirase la tomada de la nueva droga.
He ido a las haciendas de la familia. Nunca he sido
tan feliz.
Es allí: en el campo, donde se
respira alegría. La mía, ha sido contagiosa. Sólo íbamos por un día, pero yo he pedido
que nos traslademos
por varios días.
Las montañas tienen ya, todos sus
madroños florecidos. Mi padre dice
que habiendo visitado las haciendas casi a diario, es hasta hoy en mi compañía que
realmente descubren muchas cosas.
No lo confieso, porque podrían
creer, que todavía no he Sanado por
completo pero me gustaría hasta el olor a estiércol, vaca, a caballo, que emana del
corral.
Lo que más me ha gustado, son los
cañaverales florecidos Son como
ejércitos de estandartes victoriosos, mecidos por el viento, Cuando el Sol sale, los
estandartes son lilas nacarados; al mediodía plateado y cuando el sol comienza a
declinar, dorados.
He recorrido y gozado como una
niñita tonta. He tenido en estos picos días todas las alegrías que perdí, en mi verdadera infancia.
Si no me observaran, podría aprovechar plenamente mi plazo: pero me siento constantemente bajo
observación, y eso me impide
descargar, la tensión la burbujeante alegría que siento en mi interior.
Quiero comportarme de una manera anormal correr, reírme, gozar sin más motivo, que el de estar viva. Llegarme
hasta elrío y desnudarme, pero todo eso, es
precisamente lo que no debo I hacer.
Lo que llamaría la a tensión, por proceder de mí.
Si me dejaran sola sería mucho
mejor. Dormiría sin más refugio, que
el del ciclo; sin más luces que las de las estrellas. No tendría que fingir todos mis
actos, para que todos sepan que estoy
sana. No, sería libre, y espontáneamente me sacaría de la vida. Dejaría correr libremente mi sangre, y no tendría que frenar mi corazón a riesgo de que se hiera
continuamente la boca con el freno.
Todas mis plumas, temblarían y
palpitarían como las de un pájaro.
El Dr. nunca se imaginó, al
pedirme que les relatara mis recuerdos y mis impresiones, cuán en serio iba a tomar un papel de escritora. En realidad me
alivia descargarme de esta forma. No conozco a mis semejantes. No puedo confiarle a
nadie mis pensamientos.
Sólo hay un ser que conozco plenamente; sé lo que piensa, lo que quiere: es mi
propio yo. De los otros desconfío. No sé si lograrían comprenderme.
No conozco la diferencia que pueda
existir, entre sus propios seres, no los que muestran, y mi propio ser: el que realmente existe.
Me parece que la mayoría de los
seres, fingen, esconden sus verdaderas personalidades. Por ejemplo: yo no soy como siento. No hago lo que quiero, trato de
convencer a los demás y a mímisma. No puedo comportarme de la manera salvaje,
que deseo a veces.
Tengo quedar a saber a las otras personas que soy un ser normal, y nadie sabe como yo, que
no lo soy.
A lo mejor, la diferencia no se
notaría, si conociéramos a los demás como realmente son.
Si todos fingimos, si nadie hace ni dice lo que
realmente desea, para
no parecer anormal, entonces... pertenezco a la mayoría.
No soy un caso aislado. ¿Pero cómo
saber, la verdadera verdad?
Desde que sé que puedo escribir lo que oculto, me
siento mejor.
Siempre he sido introvertida. Nunca he tratado de
pedir ayuda.
Cuantas veces, he muerto de
angustia, sola. Por gusto, puesto que siempre he estado rodeada de personas que me
quieren. Pero no puedo
hablar. No puedo comunicarme. No puedo entregar mi debilidad.
El Dr. no sabe que a lo mejor ha
inventado un nuevo método, en psiquiatría. ¿Y silo sabe? ¿Y si lo ha hecho adrede?
Insistió tanto para que me pusiera
a escribir. Me ha prometido
que salo él y el famoso especialista van a enterarse de su contenido
Ahora me ha
gustado. Me tranquiliza más escribir, que tomar las famosas pastillas.
Las fiestas de Diciembre se
continúan unas tras otras. Cuánto esfuerzo por sonreír y ser agradable. Tanto como
deseaba formar parte de la
humanidad, y ahora comprendo que ni la alegría es de verdad.
A la mayoría de los hombres les
agrado, pero pienso la reacción de
cada uno, al saber que estoy lejos de lo racional.
Antes no conocía más que una verdad, ahora estoy completamente confundida. No sé, quién está peor;
la gente normal que yo considero
bastante tarada, o yo. Por lo menos en mí, existe franqueza, verdad.
¿Pero
cuántas de las personas que me han compadecido, están peor que yo?
Mis padres me han proporcionado una gran alegría. ¡Han alquilado una casa
por un mes, a la orilla del mar; en Poneloya. Eso me hace mil veces más feliz;
prefiero a todo esto, el mar.
La sociedad ha comenzado a
cansarme en un corto mes. Tengo que estar continuamente mudándome y arreglándome el cabello. Esto no es vida.
Ya sueño con el ruido y el olor
salado del mar. Irme a la playa y desnudarme ¡Ah!, si pudiera realmente desnudarme.
Sentir la Frescura o
la tibieza de la arena, directamente en mi cuerpo.
Ya no voy a gozar plenamente en
todas estas fiestas. Mi ser está inquieto. Quisiera partir cuanto antes. Estar sola entre una inmensidad, y poder libremente
pensar, estar triste, llorar.
No me pueden ver triste. Se
afligen me preguntan qué siento, qué me pasa. No comprenden que nada me pasa. Es
sencillamente una manera de
estar alegre, de ser feliz.
A veces cuando sin motivo me pongo a llorar, me gusta observarme en el espejo, a ver cómo las lágrimas
se derraman, corren a torrentes.
Tengo que encerrarme para poder
llorar. Me observan continuamente.
Si me tardo mucho en el baño,
alguien golpea y me pregunta si estoy bien. Es absurdo que crean que un día pueda
suicidarme.
Una de mis primas me ha traído a
mostrar, el menor de sus hijitos. Es un tiernito de carne morena, y ojos
negros. He sentido en mi corazón
algo indefinible no sé, si fue dolor, dicha, ternura. Pero en mi pecho sentí corno un
estallido de placer cuando le tomé en mis brazos.
Nunca había tenido a una criatura sobre mi carne.
Es blando, caliente, dulce. Todos se sonrieron cuando
la criatura,
siempre golosa, por instinto, buscó con la boquita, mi pecho para amamantarse. Sentí
algo terrible. Como si mi corazón me enviara de un solo golpe, toda mi sangre a la cabeza. Al mismo tiempo, aquella cálida
cosquilla, se ha despertado casi feroz. ¿Cómo pudo una criatura recién nacida despertar
en mí, esto que no
sé cómo llamar?
No he podido dormir. Siento sobre
mi brazo el peso de su cabecita, y sobre mi estómago el movimiento de sus
piernas.
Quiero. Tengo el deseo de estrecharlo de nuevo; de arrullarle sin testigos, y poderle besar la
carita y los pies.
Nunca se me hubiera ocurrido
antes... ¿Podré algún día concebir y tener un hijo? Un hijo que sea sólo mío. Una criatura como esa.
Un cuerpecito caliente y dulce, a quien pueda llevar
siempre entre mis
brazos, arrullarle, besarle.
Tengo que buscar sólo una cosa. Un
camino, algo que me abra la
puerta cerrada para mí, de la maternidad. Con solo uno me bastaría. Que me dejen
tener sólo uno. No importa que después alegando motivos de salud me lo quitaran. No importa, pero sólo el saber que yo he sido
capaz de tenerlo y acercarlo por momentos a mi carne, sería suficiente para
hacerme llorar de placer.
Será este un sentimiento normal, común a todas las mujeres.
Sí, ahora comprendo el porqué de la existencia de los hombres.
El por qué,
el olor de ciertos hombres despierta en mí el mismo instinto que el pequeño
niño, tratando de agarrarse a mi pecho.
Todo está relacionado entre sí, Indudablemente he
vivido tan aislada, pero ahora comprendo.
***
Desde lejos
sentimos el olor salado y fresco del mar. De lejos no era más que una pequeña cima plateada;
de cerca tina
inmensidad azul y tentadora la casa es un caserón viejo de madera, pero no es eso lo que
importa. Lo que importa es lo que se nos ofrece de la casa. Esa promesa de todos estos
días por delante.
Al pararme sobre la arena, he
sentido la imperativa necesidad de desnudarme. Cada vez que algo me gusta, deseo
desvestirme. ¿Será eso
normal? Después de todo, desnuda nací. Al sentirme en contacto directo con la
naturaleza.
Me siento como un animal que no puede
esperar la próxima primavera.
Es esta primavera, no de la
estación sino de mi cuerpo, la que me urge a algo, y me mantiene en un estado de
embriaguez.
Todos los sobrinos y los vecinos
juegan en la arena. Quisiera formar parte de su infantil desenfreno. A ellos se les permiten muchas cosas. Se arrastran por la
arena, se entierran y hacen cientos de locuras. Mi edad me sitúa en una
posición definida; más que mi
edad, tal vez mis antecedentes. No importa, me basta con que me dejen sola. Descalzar
aunque sea sólo mis pies, y sentir la arena introducirse, entre mis dedos. Por encima es tibia, pero por dentro es fresca y
húmeda.
A veces se me permite bañarme
horas enteras, y así, puedo acostada
sobre la arena esperar a que cada ola me alcance. Cuando a veces se me olvida la existencia, oigo la ansiosa voz de mi madre buscándome. Ella no está tan
convencida, su mirada ansiosa me
sigue a todos lados.
La playa se llena a veces de
personas. Parece que por esta época viene mucha gente a veranear. Los verdaderos amantes de la naturaleza que huyen de la
verdadera temporada, que es acaparada por la sociedad: los compromisos, la etiqueta, etc.... y por supuesto la incomodidad.
***
Nos encontramos en el atardecer.
Físicamente no es un príncipe
soñado; no. Pero mi ser ha venido buscando desde hace siglos su ser. Es como
que hubiera soñado sus movimientos como que todo, ya nos ha sucedido en otra vida, cuando no
existía más que su ser y
mi ser, el mar y el cielo, los animales.
No me sorprenden sus gestos ni sus
palabras. Los he esperado tanto tiempo.
A mi vez no he tenido que
revelarle nada. Cuando hablo, él desde antes me ha comprendido.
Cuando no se han acostado los
pájaros, surge la luna amarilla sobre los árboles, no tenemos que decírnoslo. Entre
nosotros se ha
establecido algo así como telepatía. Es demasiado pronto para decir que nos amamos, sería
arriesgar mucho.
Pero nos hemos comprendido y desde
un principio nuestras naturalezas
se han deseado fuertemente.
Me ha encontrado en el momento
preciso. En el instante que no podía más con mi soledad. Cuando todo mi ser no esperaba más que una de sus palabras, uno de sus gestos. No sé
si es porque ha sido precisamente él, o
porque él, como cualquier otro pudo haber sido, vino precisamente
cuando lo necesitaba.
¡Dios mío! La naturaleza se empeña
en defraudarme. Hacía tantos siglos
que ya lo había olvidado, y de repente... No, no puedo soñar. No puedo contar
con un futuro. No puedo decir como otros seres: "El año que viene encontraré lo que sueño".
Lo había olvidado. Anoche me
sobrevino una crisis. Me acosté
tranquila, haciéndome ilusiones. Me desperté como otras veces aterrorizada, fuera de mí,
trastornada. Mis propios gritos me despertaron, mis propias manos desgarraron, mi
carne en un intento por salvarme.
Como otras
veces mis padres trataban de calmarme. No sé cuánto tiempo grité, no puedo apreciar cuanto sufrí sólo sé que de nuevo su sombra me perseguía, trataba de
alcanzarme.
Cuando pude apreciar claramente la situación, ya en la
habitación se sentía el olor conocido del alcohol. Otra
vez todo lo viejo, de nuevo. El brazo me dolía. Mi ser ya
estaba dominado; pero no por mi propia voluntad, sino por un agente externo: un tranquilizante.
He sufrido. Ya había casi logrado dominarme. Mi autosugestión era tan fuerte junto
con el deseo de vivir. Pero al soñar me descuidé.
De nada sirve que los otros me
observen y me cuiden; no, si v o descuido mi subconsciente, todo esfuerzo se pierde. Sólo mi propia fuerza
mental puede controlarme.
Este aviso cambia la situación. No
puedo dejar nada de lo que deseo,
para más tarde. Debo vivir hoy. Saturarme de la vida mientras, estoy viva. El cuerpo solo, sin
mente, está prematuramente muerto.
Si mañana mueren mis padres,
quizás los demás no tengan la paciencia de observarme, me podrían llegar, incluso, a tener miedo. Soy inofensiva.
Quisiera como otras veces lo he
deseado, morir. Descansar de una forma definitiva. No tener la lucha conmigo misma. Descansar en Dios.
Si Dios quisiera. Le sería tan
fácil. Nada dejo. Sería quizás un descanso para todos.
¿Y si interpretara la voluntad de
Dios? ¿Cuál sería su voluntad?
Me meto a cosas difíciles. Tal vez yo disfrute más de la vida, que otros. A nadie más que a mí produce tanto efecto la naturaleza.
He visto a muchas personas indiferentes a las puestas
del sol.
Mientras que yo... Cada vez que se hunde, le sigo
hasta el último
instante, porque tal vez mañana... Tal vez mañana no pueda apreciarlo conscientemente.
***
Nos encontramos todos los días.
Nos encontramos mejor rodeados del
silencio de las palabras. Nuestro deseo es mutuo.
Me han dejado mis padres cierta
libertad. No dicen nada si paseo
sola con él. Los dos descalzos sobre la playa. Deben comprender mi situación. Vuelvo a
veces tarde, pero ignoran mi conducta.
No tienen por qué preocuparse.
Nuestras diversiones, son simples y sencillas, Nos limitamos a pasear, o a estar sentados sobre la arena, en silencio;
enlazando nuestros pies desnudos. No nos preguntamos nada. No me importa lo que pueda
contarme de otros días.
Yo, hasta ahora existo. Mis padres conocen a su familia. Yo no quiero saber.
Cuando intenta hablar del futuro,
rompiendo el hechizo del presente, cierro
los ojos y me ausento.
A veces habla de conversar con mis
padres. No, ni un momento.
Ellos tratarían de entregarle la verdad, ¿él se quisiera arriesgar? No, no creo que se
arriesgaría. ¿Pero si él quisiera...? No, seria yo la que no lo permitiría. ¿y si los dos de
acuerdo nos quisiéramos
arriesgar? no, sería una locura. No es tanta mi felicidad la que me importa sino la de el sobre
nosotros estaría siempre una
sombra, asechándonos. No podría vivir, ni amarle con naturalidad.
Siempre me limitaría a la
conducta. Fingiría. Fingiría siempre para que no dudaran de mí. ¿Y él? Él siempre me
observaría. Además...
¿estaré mentalmente para la maternidad? es lo que más ansío, un hijo ¿y la herencia?
¿No estaría mi hijo amenazado a la locura?
Ha sido para mi mal que le he encontrado. Se ha
despertado en mí, una
necesidad, un deseo, una urgencia de vivir. Ahora y para siempre anhelaré su cercanía. Su calor, su
olor. Si nos paramos, jamás volverá a tener
finalidad mi vida. Mi deseo se marchitara
sin haber fructificado. Recordare siempre la vida que ,perdí, sin haberla tenido.
Transcurren los últimos atardeceres en una playa
solitaria.
Allí esperamos tendidos sobre la
tibia arena hasta que naufraga el
sol ensangrentado; hasta que regresan los pelícanos y los pájaros marinos; hasta que la marea creciente borra en la arena la huella de todo lo
existente.
Quisiera que la vida fuera como una playa que bastara
una ola para borrar todo lo pasado.
A veces nos bañamos cuando la luz
en su fuga comienza a diluirse. El
agua es entonces tibia, pero más fresca que nuestros cuerpos ardientes.
Estoy en un gran peligro no puedo
contenerme. En mísolo existe
un deseo inexplicable, una urgencia de entregarme. Abrirme como una flor.
Deshojarme... morir.
En mi camino solo hay una
pendiente cortada a pique. Mi corazón se ha desbocado, es inútil todo freno. Me desbordo y mi débil razón no es suficientemente
para contenerme.
Pareciera que la naturaleza ha sido nuestro cómplice.
Todo nos ha
llevado a lo inevitable.
Mi imperactivo deseo de
desnudarme. El mar brillante con la luna llena. Las olas muriendo con sonido de
silencio sobre la playa,
ribeteada por la luna.
No, no vasto el enlace de nuestros pies desnudos, no
fue másque un
preámbulo, un prólogo.
No habiéndome enseñado nadie ya lo sabía. Actuamos sin
maldad al
querer alcanzar la eternidad pero... después el mar, la noche, la continuidad
indiferente de las vidas y de las cosas; todo era como una gran tristeza que
nos acusaba de una culpabilidad producto de un segundo.
No era más que una ley de gravedad. Cuando más alto se sube, más bajo se cae.
Lo que más me entristeció fue ver toda su fortaleza,
toda su virilidad que yacía sollosante sobre la arena. Su
arrepentimiento se asemejaba a un dolor físico.
Mi piedad sólo podía comparase en tamaño con mi amor.
Se ha golpeado la cabeza con las
manos, y al reprocharse él me ha reprochado a mí. Yo que estaba supuesta a detenerlo... yo que le necesitaba tanto que no podía con mi propio corazón.
He estado
siempre sola. Nací sola y es hasta hoy que conocí la compañía.
***
Y ahora que no podemos borrar en nuestras mentes, como
el mar borra con una sola ola todo lo que se ama sobre
la arena; he llorado toda la noche. No puedo
como un ser normal asumir la responsabilidad, no, no puedo. Debo fingir ahora
que estoy loca, fingir todo lo
contrario. Me aterro ante una decisión, quiero regresar a la jaula
segura de mi locura.
Quiere venir a hablar con mis padres... no se trata de
un juego. Tengo que escoger. Ante
mi hay una vida seria, responsable. El no experimentaba en su ser, jugaba en
serio. O una vida irresponsable,
despreocupada, abandonada y obscura. No sé, a cual estoy capacitada para
enfrentarme.
¿Cómo tranquilizarme? ¿A quién contarle mí angustia? Ya los tranquilizantes químicos no me sirven. Si hoy
cayo quizás no vuelva a tener un
plazo, me trastornaría para siempre.
El doctor ha acudido ami urgente llamado. Me escribe diariouna carta. Él otra vez. Un día me sujeto en mi loco e
infantil terror; hoy acude y me ayuda. Se hace responsable. No
es más que terror a la cordura, no me sujeta, me suelta.
Según él debo arriesgarme en sus cartas me explica que
hoy nada me amenaza, que debo
comprender y sugestionarme con la verdad, no con la
ficción.
Todas mis angustias de mi adolescencia no fueron más
que un producto de mis alucinaciones y
delirios de la niñez debo saber que si toda la verdad se hubiera sabido a
tiempo, me pudieron haber curado en unos pocos
meses. O si a tiempo me hubieratratado, no mi cuerpo,
sino mi psiquis.
Debo sobreponerme comprender que todo era una mentira,
pesadilla producto de mis
delirios infantiles y de la riqueza imaginativa.
El motivo según ellos está claro. Conociendo la
verdad, no puedo temer lo que yo sé, nunca ha existido. Mis
hijos no pueden heredar tan fácilmente mis
cualidades imaginativas. Conociéndome
yo, puedo a tiempo salvarlos, si les notara alguna inclinación
deficiente.
Me pide en sus cartas que con todas las fuerzas de mi
voluntad coopere. Si hoy no logro vencerme estoy perdida para
siempre.
Con este fracaso voluntario, ellos ya no podrían
ayudarme, y perdería cualquier otra oportunidad de liberarme a mí
misma.
No debo pensar jamás en volver a la clínica. No puedo
volver puesto que estoy curada por
completo. Me suplica que deje de pensar en mí, que de ahora en adelante me entregue a los demás. Que viva una nueva etapa, no sola, sino en compañía.
Ante
mí se extiende un mar profundo y tempestuoso. El doctor me suplica, que me esfuerce a echarme a nado, que no me detenga, que no vuelva a ver atrás; aunque me sienta
exhausta, aunque me sienta morir. Haré lo
que se me pide, aunque naufrague.
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ROSARIO AGUILAR
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ROSARIO AGUILAR
(León, 1938). Es tal vez la narradora más persistente de la literatura nicaragüense.
Debutó en los aloe 60 y desde entonces ha publicado 10 títulos. Trabaja conforme a su ritmo interior, sin estar sujeta a compromisos con casas editoriales. Suele permanecer un tanto apartada de los círculos
literarios, pero tampoco los rehuye.
En su trato personal, ella es
sosegada, afable, candorosa, y
su cálida serenidad contrasta con los
destinos despeñados y estremecedores de sus protagonistas.
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