La Hermelinda y otros personajes granadinos

La Hermelinda

Hermelinda recorría las calles de Granada, enseñándose cuando se sentía elegante. Era hermosa, alta, blanca con pecas en la cara, en los brazos y piernas. Nunca supe dónde vivía y si tenía familia. Era una persona que se dejaba querer. Toda la gente le regalaba cosas porque ese era su afán, que le vieran bien vestida, pintada hasta más no poder. La pintura que usaba era la de aceite, si se enteraba que alguien estaba pintando su casa, llegaba a pedir los poquitos de pintura que sobraban. Un día se le podía ver los brazos y piernas pintados de colores diferentes, las uñas —se adelantó a la moda actual— porque ella se pintaba las uñas de diferentes colores, el pelo lo usaba corte varonil, pero todo parado estilo punk, color dorado en aceite. Se ponía cualquier vestido que le regalaban para que la vieran lo guapa que andaba. 

Era tranquila, no pedía. Conversaba muy poco, pero lo hacía si tenía momentos lúcidos. Nadie nunca la molestó. Si tenía hambre, iba al mercado con ese su andar como si las calles fueran una pasarela de moda y ella la modelo principal. Esa impresión daba al verla caminar. A las muchachas vendedoras de tortillas les decía “come y comamos”, pasaba y tomaba dos tortillas y seguía diciendo, a las tortillas hay que ponerle algo, y tomaba las morongas allí nomasito, otra vez: “come y comamos”. Lo que quería comer lo tomaba con tranquilidad, todas las vendedoras ya sabían que la dejaban hacer su almuerzo de esa manera, con solo decir: “come y comamos”.

Fue muy querida por todo el mundo y ella se sabía hermosa con un alma pura se veía que amaba la vida.

Cuentan de la Hermelinda que había nacido buena de su mente, que era “cuerda”. Se volvió loca por un episodio cuando era una señorita. Tenía un novio de Managua, que venía a visitarla como tres veces por semana. Ella bien enamorada esperaba la llegada del tren los días convenidos para visitarla. Platicaba del matrimonio con gran entusiasmo y ella contaba a todo Granada de su próxima boda. El vestido de boda ya lo tenía palabreado. De la hechura, la tela, los adornos, las damas, las niñas de las flores, de todos estos menesteres se encargaron las señoritas Marcia, que eran muy pías y que temían que la Hermelinda se fuera con el novio sin casarse.

Un día de tantos no llegó el novio. Bueno, puede ser que esté enfermo, —se dijo— voy a ir a ponerle un telegrama 22-22-22 para saber si va a poder venir mañana que le toca cumplir conmigo. Llega el mentado día y el novio sin contestar el telegrama, ni dar señales de vida. Ella angustiada sin perder las esperanzas, lo sigue esperando. Sin aparecer el novio le envía un telegrama diciéndole: “Me casé hace tres días, olvidame”. Cuentan que la Hermelinda cayó al suelo de un solo, quedó como muerta, la llevaron a su tijera, le pusieron un trapito con “agua florida” a ver si así volvía del desmayo. Quedó en su cuarto como ausente, no hablaba con nadie. Así pasó como cinco días, al sexto día salió del cuarto hablando incoherencias, ya estaba loca de dolor por la traición del novio. Así se explica el por qué andaba pidiendo que se casaran con ella los señores de Granada.

A la Hermelinda de cariño se le llamaba en mi vecindario Herme, no había lugar donde ella no entrara, lo mismo le daba un banco, que una casa particular, buscaba la casa más elegante, o un negocio en el mercado. En su recorrido diario por la mañana primero pasaba por el Banco de América, directo entraba donde el gerente y le decía: 

—Ernesto —al gerente de ese entonces— ¿Por qué no te casas conmigo? dejá a la Gloria (esposa), abrí primero esa caja fuerte que está detrás de vos, sacá los reales que tenés allí y nos vamos juntos a Catedral y nos casamos por la iglesia.

Igual hacía con el que le gustaba, ella misma sabía lo que hacía, salía riéndose después de la propuesta de matrimonio, estaba clara que era una bandidencia.

Pastor Vado

Pastor Vado, no era demente ni por asomo, era epiléptico y luego de cada ataque fue perdiendo facultades, se volvió huraño, hablaba todo el tiempo o mejor dicho murmuraba algo y se refugió en un pasatiempo muy original, recoger culebras. Las guardaba en las bolsas del pantalón, de la camisa, a veces las traía en el cuello como collar y las besaba. Como en ese entonces no existía tratamiento para

esa enfermedad, algunas familias mantenían a sus familiares en las casas casi sin salir por miedo al ataque y que se hicieran daño. No sé qué era peor, si tenerlos o mejor dicho retenerlos en casa, o que llevaran una vida normal, como la que llevó Pastor Vado.

La Ciruela

Ésta era una mujer bajita, vivía brava, gritaba con una voz chillona. Vendía melcocha con coco, era riquísima puro dulce de rapadura. Cuando alguien se le acercaba le gritaba: ¡Ciruela! ¡Ciruela! Entonces la Ciruela levantaba los brazos furibunda gritaba una larga lista de insultos: cochón, ladrón, hijo de perra, chancho de monte, perro chingo, sopa de cusuco, nariz de mono, hijo de puta, etc., seguía inventando que más decir, hasta que quedaba ronca.

Don Medardo Romero

Era un señor mujeriego, vivía en La Otra Banda sentado en la acera, sin molestar a nadie. Los chavalos se le acercaban despacito y le gritaban: ¡Guatusa! ¡Guatusa! A don Medardo no le gustaba el apodo y furioso, salía con un palo detrás de los chavalos y otros aprovechaban para entrar a la casa en busca de un famoso tesoro que la gente decía, que estaba enterrado en el patio de la casa.

Menocal

Así era conocido este señor por su apellido. Era considerado el hombre más mentiroso del mundo. Decía que tenía un caballo cholenco que en la rabadilla le había caído una semilla de sandía y que los vecinos se subían por esa mata a comer sandía encima del caballo, todas las tardes por el rey.

Papa yuca 

Este señor era alto, flaco, amoroso, vestido de dril blanco con corbata, catrín, el problema es que siempre gritaba en las calles de Granada y su tema era gritar y gritar: ¡Dios existe! y ¡Dios no existe! Existe porque no puede negarse la existencia de las cosas y no existe porque jodido ¡nadie lo ha visto nunca! También decía: los condenados al infierno están expuestos a dos vainas, una era la vaina que estaban condenados y así tenían que estar, y la otra vaina era que decían los condenados todo el día ¡ya no aguanto! ¡Ya no aguanto más!

Cachimbón

Estaba vigente la pena de muerte y ésta se la aplicaron a Cachimbón y a su compañero de fechoría llamado Chojito. — La gente decía refiriéndose a los dos “En la puerta del panteón mataron a Cachimbón y más para allacito mataron a Chojito”.

Nariz de lata 

Este señor era de apellido Vargas. En esos pleitos de barrio, en medio de la calle, se estaban volando balas al mejor estilo de la Guerra de Mena, cuando una bala perdida le dio de refilón en la nariz. Se la desbarató, él se dio a hacer a una “nariz de lata” y desde ese entonces la familia Vargas se quedó con el nombre de “nariz de lata”, solo así se les conocía a todos ellos. De esto hace un montón de tiempo.

Micky-mony 

A este muchacho lo conocí muy bien. Siempre activo, ya fuera botando la basura, haciendo mandados, barriendo las aceras del vecindario. Nunca lo vi con camisa, su ropita era malmatada.Siempre estaba sonriente, murmuraba algo o cantaba, ¡solo él sabía qué! No discutía por su pago, le dieran lo que le dieran le daba igual. 

El doctor Fernando Silva lo conoció muy bien, intrigado por la musiquita que susurraba Micky-mony, llevó un día al maestro Santamaría para ver si él podía descifrar la cancioncita que tarareaba. El misterio quedó aclarado. Eran pequeños trocitos de lindas y bellas melodías habaneras. Nadie en Granada sabe de dónde apareció Micky-mony. Era como un niño grande, no peleaba con nadie ni nadie lo molestaba.

La Pío-Pío 

Esta era una señora toda arrugadita que recorría las calles pidiendo limosna, en vez de decir pido-pido, decía pío-pío y con ese nombre la llamaban y a ese nombre hacía caso.

La Chiricuaca

Caminaba descalza con unas naguas hasta el suelo, la acompañaba su hijo llamado José Huevo. Ella era inofensiva pero José Huevo era una amenaza pública, arrebataba lo que le gustaba, sin importarle si tuviera dueño o no. Todo mundo decía que era candidato a la cárcel.

La Chila loca

Esta era otra persona, que no estaba en sus cabales, vestida estrafalaria, pero sin hacerle daño a nadie. En las casas se le daba de comer cuando se oían las campanas de las doce y en la casa donde le tocaba, ahí comía.

La señora menudita

No recuerdo el nombre, pero una señora menudita, aseada su ropita bien almidonada. No creo que estuviera loquita, pero era rara la manera de pedir limosna. Era devota de las ánimas en pena, para enseñar de forma más espectacular el sufrimiento de las ánimas, llevaba en la mano una cajita con tres lados de vidrio el otro era una puertecita con su llavecita. Todo era chiquito, dentro de la cajita estaban como cuatro ánimas semi-desnudas metidas en un fuego con gestos de dolor. A los chavalos les daba miedo ver las ánimas en pena, anunciadas en las clases de catecismo: ¡Nunca jamás saldrás de aquí! ¡Nunca jamás! Repetía la señora una y otra vez para que le dieran limosna.

Belín

Era un señor muy viejo y sucio, nunca se bañaba ni peinaba ni se cambiaba de ropa, recorría las calles de Granada. Dicen que era descendiente de italianos. Su oficio era campanero, era el encargado de tocar las campanas de Catedral. Y cuando llegaba a hablar, porque vivía haciéndose el mudo sonso, decía muy ufano: nosotros los músicos.

Áster Robleto

Le gustaba ponerse flores, papelillos, unas grandes chapas (aretes) toda emprendegada llena de chereques. No le hacía mal a nadie, estaba loca de remate, pero le encantaban los zapatos llenos de papel de colores, salía a pasear por todo Granada gritando: ¡yo soy la Áster-hermosa!.

Cleto Curro

Era un señor mayor, estaba loco de verdad. Vivía en los alrededores de la laguna de Apoyo, fue un gran contador de cuentos, inventados. Decía que él era el enemigo que seguía más de cerca al diablo, hasta que un día como el diablo se le escondió en un rincón él se asomó al rincón y el diablo lo escupió en un ojo, dejándole tuerto. 

Otra “gracia” que tenía es que sabía del tiempo, si iba a llover o no. Era común que llegaran donde él a preguntarle si era verano, qué cuando iba a llover. Si era en invierno, le preguntaban que para qué fecha era “cordonazo de San Francisco” o cuándo se presentaría “el veranillo de San Juan”. Casi siempre la pegaba.

La Carro Fúnebre

Esta señora tenía “tema”, se vestía solo de negro. Andaba siempre con una niña detrás de ella, vestida de época. Si le decían los chavalos “Carro Fúnebre” se ponía furiosa, su rostro siempre con cara de “pocos amigos” se convertía en otra persona más brava.

La Semana Cómica

Su tema era “estrenar” cada semana un vestido tal y como aparecía en el figurín. Si este modelo estaba con una flor en la mano, así salía a la “calle tal cual”. Estaba en su sano juicio solo tenía esa tema, de allí el nombre de Semana Cómica.

----------

Tomado del libro "Mis cuentos, ahora tuyos" de Cuta Salaverry. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por sus comentarios. Recuerde ante todo ser cortés y educado.

Entradas populares