Una Historia de Nicaragua - Tomo 2





Prólogo: 

Nicaragua en el siglo XX

Presento el tomo II de Una historia de Nicaragua; comprende acontecimientos acaecidos desde el ascenso de Zelaya en 1893, hasta la muerte de Somoza García en 1956.

Los criterios utilizados para escribirlo son los mismos en ambos libros. Reitero que se trata de un texto de historia porque está fundamentado en fuentes secundarias, en lo que otros han escrito; confiando y respetando (incluso agradeciendo) plenamente el resultado de sus investigaciones, pero tomándome la libertad de interpretar los hechos. La historia, en mi opinión, no debe ser dogmática; por el contrario debe ser discutible, criticable, plural, porque polemizar sobre el pasado es la mejor forma de mantenerlo vivo iluminando el presente y configurando el futuro. Con esta visión me parece oportuno citar al autor de “Idea de la Historia”, R. G. Collingwood:

Cada nueva generación debe volver a escribir la historia a su manera; cada nuevo historiador, no contento con dar respuestas nuevas a viejas preguntas, debe revisar las preguntas mismas; y –puesto que el pensamiento histórico es un río en el que nadie puede bañarse dos veces– hasta un mismo historiador que trabaje en un mismo tema durante cierto tiempo puede, al tratar de replantearse una antigua pregunta, encontrar que la pregunta misma ha cambiado.

Introducción: 

El siglo XIX en la historia de Nicaragua es un siglo trágico; bastó que se abriera la caja de Pandora (que se marcharan las autoridades españolas) para que todos los males afloraran pese a que hombres ilustrados y ponderados dictaron normas civilizadas y democráticas de convivencia. Cuenta el mito griego que Zeus encerró en una vajilla (la Caja de Pandora) todos los males existentes y una sola virtud: la esperanza, que al abrirse la caja fue lo único que permaneció dentro (la esperanza es lo último que se pierde) y hemos vivido (¡aún en el siglo XXI!) con la esperanza de que esos males endémicos de nuestra historia desaparezcan mediante la acción en el presente.

En el siglo de la independencia no hubo conflictos con países vecinos; pero sí guerras civiles; la posindependencia durante el siglo XIX comenzó y terminó con guerras entre nicaragüenses. Las guerras fueron entre los diferentes “gobernantes” del país (casi siempre hubo simultáneamente más de uno), ambos se auto calificaban como el legítimo y verdadero gobernante, desconociendo y descalificando al otro, excluyéndolo por la fuerza; guerreaban entre sí cometiendo las tropelías de todo conquistador. No eran guerras para derrocar a un dictador ni para librarnos de tiranías; no hubo ni lo uno ni lo otro. No tuvimos entre 1821 y 1893 a ningún dictador, no hubo ningún jefe de Estado que ostentara, de forma absoluta, el monopolio de las armas utilizándolas a su antojo impunemente, no hubo ese tipo de gobernantes omnipotentes porque no tenían los recursos para serlo; los jefe de Estado se quejaban de no tener suficiente autoridad frente a las muchas libertades individuales concedidas; recordemos que el Presidente Fruto Chamorro se lamentaba porque “débil y extremadamente precaria ha sido la autoridad en Nicaragua”. En su discurso del 22 de enero de 1854 ante la Asamblea Constituyente que iba a redactar la nueva Constitución dijo “necesitamos robustecer el principio de autoridad, rodeándola de cierta pompa y majestad”.

En esos tiempos el Jefe de Estado no era al mismo tiempo el Jefe de las Armas; tal situación lo hacía débil. A fin de subsanar esta deficiencia, en la Constitución de 1858 se estableció en el artículo 55 que era facultad del Poder Ejecutivo “reunir, organizar y dirigir las fuerzas armadas...Mandar personalmente el ejército cuando lo estime conveniente…” Hasta entonces, sin ejército directamente bajo su mando, no hubo jefe de Estado con suficiente músculo para convertirse en dictador; tampoco las atribuciones concedidas en el artículo citado dieron lugar a dictaduras desde esa fecha hasta 1894.

Lo que se dio desde el primer jefe de Estado hasta 1857 fue una intolerancia entre el ganador de las elecciones, efectuadas éstas probablemente sin mecanismos suficientes para dar certeza y confianza, y el perdedor en esos comicios, siempre inconforme con el resultado adverso; en otras palabras, las elecciones servían de poco porque no garantizaban nada; entonces era preferible acceder al poder por las armas. Se comenzaba con una guerra de acusaciones y a continuación se iba a las amenazas para terminar con el levantamiento armado propio de una guerra civil. Otras veces el elegido no sabía gobernar ni los candidatos perdedores sabían cómo hacer oposición civilizada y democrática. La “solución” usual era formar otro gobierno, paralelo al surgido de las elecciones, a combatir a muerte. Era guerra entre dos “jefes de gobierno”, cada uno buscando como aniquilar al otro. El recurso fácil, aunque doloroso y trágico, siempre fue la violencia, las guerras de tierra arrasada, de incendio de ciudades, de reclutamiento forzoso, de fusilamientos y también, al quedarse sin municiones o armas, de lucha cuerpo a cuerpo y de cortes de cabeza. Así nació la rivalidad y creció el odio entre familias y ciudades que a su vez generó guerras entre agrupaciones partidarias (liberales vs conservadores), en más de una ocasión con intervenciones foráneas.

Sacudidos y afectados por las continuas crisis los políticos no tuvieron la humildad ni el sentido crítico para aceptar que ellos eran los responsables de la ruina, prefirieron atribuir el origen de todos los males a los textos constitucionales; todos los dardos tenían como blanco la constitución anterior; reformándola o cambiándola por una nueva entrábamos en el reino de los bienaventurados en la tierra. En verdad lo único que se necesitaba era lo único que no se hacía: respetarla. Nunca nadie respetó la nueva constitución que se redactaba buscando enmendar los errores de la anterior. Los problemas, tensiones y crisis continuaron ad infinitum porque el origen radicaba en las personas, en la conducta o actitud de los nicaragüenses, en el irrespeto e ignorancia supina de la Constitución, no en la Constitución misma.

Quien gobernaba no aceptaba contrapesos –aunque la Constitución los estableciera– ni acostumbraba rendir cuenta de su administración, y el opositor o perdedor en las elecciones a voz en cuello clamaba “gobernaremos desde abajo” o con similares palabras o con hechos sediciosos; gobernar desde abajo significa sabotear por todos los medios a la autoridad legítima y en este afán no hay Constitución que valga. La consigna “gobernaremos desde abajo” no tiene su origen en febrero de 1990 cuando el FSLN perdió limpiamente las elecciones; implícitamente siempre ha sido así, desde 1821.

Exhaustos por el desangre y el hambre los nicaragüenses aceptaron, a partir de 1857, vivir en paz y dejar gobernar en paz al que le correspondiera y le correspondió a los conservadores. En la Caja de Pandora yacía la esperanza. Los conservadores despertaron esperanzas pero ellos mismos se encargaron de matarlas. Esperanzas que fueron resucitadas por un liberal, José Santos Zelaya, a finales del siglo. ¿Florecerían o se marchitarían? ¿Pervivirían o quedarían en vanas ilusiones?


PRIMERA PARTE
Del ascenso de Zelaya al “lomazo”


Capítulo 1: Minibiografía de Zelaya
Capítulo 2: Recapitulación
Capítulo 3: Zelaya, camino al poder
Capítulo 4: La libérrima constitución de Zelaya
Capítulo 5: La agenda secreta de Zelaya
Capítulo 6: La reincorporación de la Mosquitia
Capítulo 7: Zelaya. La situación económica
Capítulo 8: La política exterior de EEUU en tiempos de Zelaya
Capítulo 9 Las zalamerías de Zelaya con EEUU
Capítulo 10: La Nota Knox y la renuncia de Zelaya
Capítulo 11: José Madriz sucede a Zelaya
Capítulo 12: Juan José Estrada, sucede a Madriz
Capítulo 13: Los condicionamientos imperiales
Capítulo 14: Los Convenios Dawson
Capítulo 15: La gran piñata de los granadinos
Capítulo 16: Los empréstitos y los sucesores en la presidencia
Capítulo 17: La primera presidencia de Adolfo Díaz
Capítulo 18: La reacción de EEUU por la nueva constitución
Capitulo 19: Knox decide eliminar a Luis Mena
Capítulo 20: La guerra de Mena
Capítulo 21: Intervención armada de EU y la resistencia de Zeledón
Capítulo 22: Adolfo Díaz, candidato único, gana “elecciones”
Capítulo 23: Las indecencias de los gobernantes
Capítulo 24: Protestas por del tratado Weitzel–Chamorro
Capítulo 25: El tratado Emiliano Chamorro-William Bryan
Capítulo 26: La presidencia de Emiliano Chamorro
Capítulo 27: El tío Diego Manuel sucede al sobrino (1920)
Capítulo 29: Muere don Diego Manuel, le sucede don Bartolomé 181
Capítulo 30: Don Carlos Solórzano, presidente el 1º de enero de 1925


SEGUNDA PARTE
Las provocaciones para más guerras


Capítulo 31: El lomazo de Emiliano, un golpe de Estado
Capítulo 32: Adolfo Díaz nuevamente presidente de facto.
Capítulo 33: La guerra constitucionalista de 1926-1927
Capítulo 34: Nueve meses de guerra
Capítulo 35: Convenios en el Espino Negro
Capítulo 36: Todos menos uno. Sandino contra Moncada
Capítulo 37: Las acciones de Sandino contra San Albino y Ocotal
Capítulo 38: Se funda la Guardia Nacional (GN)
Capítulo 39: La ley electoral “chima” a Díaz
Capítulo 40: José María Moncada, presidente
Capítulo 41: Moncada con presidentitis
Capítulo 42: La GN, problemas de su apoliticidad y dirección


TERCERA PARTE
Las tres eses: Sandino, Sacasa, Somoza


Capítulo 43: Las relaciones entre Somoza, Sacasa y Sandino
Capítulo 44: Sandino y Sacasa en paz
Capítulo 45: El asesinato de Sandino
Capítulo 46: Sacasa no pudo aprender a no ser bueno


CUARTA PARTE
La Era de Somoza García

Capítulo 47: El joven Tacho Somoza
Capítulo 48: La primera presidencia de Somoza
Capítulo 49: Somoza García, presidente el 1º de enero de 1937
Capítulo 50: Extienden el período de Somoza hasta 1947
Capítulo 51: Leonardo Argüello presidente por 26 días
Capítulo 52: En busca de un mejor sustituto
Capítulo 53: Román y Reyes, nuevo presidente
Capítulo 54: El pacto de los generales: la reelección va
Capítulo 55: Conflictos. Honduras y Costa Rica
Capítulo 56: Somoza a la presidencia en mayo de 1950
Capítulo 57; La última candidatura de Somoza y su muerte
Capítulo 58; El 21 de septiembre de 1956. El atentado

“Eres lo que haces”. Breve caracterización


RESUMEN Y CONCLUSIONES

• ANEXO: 1957: LA PRESIDENCIA DE LUIS SOMOZA DEBAYLE
• 1963: LA PRESIDENCIA DE RENÉ SCHICK
• LA PRESIDENCIA DE ANASTASIO SOMOZA DEBAYLE
• 2016: ELECCIONES. REELECCIÓN DE ORTEGA

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