La dramática vida de Rubén Darío - 5





Capítulo V

LA GARZA MORENA

Afortunadamente, Rubén vive y pronto aparece en León, donde el corazón inexhausto de amor de doña Bernarda lo recibe, derramando lágrimas de alegría. Es en los primeros días de octubre de 1883.1
Allí están los amigos de antaño, los compañeros de la infancia, los rivales en la conquista de los corazones femeniles. Ya está incorporado a la vida intelectual de su pueblo. El licenciado Buenaventura Selva, jurisconsulto, publica un periódico La voz de Occidente, en el que desde luego colabora; 2 pero en manera alguna logra subvenir a sus gastos con lo que Selva le paga con la mejor voluntad. Mejor situación le presagia la oferta que le hace un caballero granadino, comerciante, que estuvo en Europa y allá observó la consideración que se dispensa a los hombres de letras. Ese caballero, don Ricardo Vargas, le ofrece hotel y sueldo como dependiente de su casa de comercio de Granada; 3 y él acepta conquistado por la simpatía que su llana cordialidad le inspira, que no el halago de verse tras un mostrador midiendo mantas. Vargas se siente satisfecho de servir y tener a su lado al gran poeta adolescente. Lo hospeda en el Hotel de los Leones con orden de que se le sirva al gusto. No ha sido preciso que el tiempo transcurra largamente para que el excelente señor Vargas atienda más las advertencias de su contabilidad que la voz de su generosidad. La cuenta del hotel es la del Gran Capitán, porque el vate no va en zaga a Vargas en generosidad, y diariamente ha tenido invitados con atenciones de champaña, etc. Caro siente este que paga la europeización de su criterio respecto de los poetas; pero, dispuesto a cortar por lo sano, le avisa que sus servicios no son ya necesarios.
En el ambiente político se discute con calor el problema de la unión centroamericana, que tiene como abanderado al general Justo Rufino Barrios, férreo dictador de Guatemala, glorioso, no obstante, como reformador de su país y que acrecerá su gloria como mártir de la causa unionista. Los liberales leoneses son unionistas e instan a Rubén para que escriba un canto a la Unión. Le dibujan las perspectivas: Barrios reconstruirá la Federación, sin duda, porque es gran militar, tiene un ejército poderoso y cuenta con El Salvador y Honduras; es amante del progreso y de la juventud; hay que anticiparse a los acontecimientos, haciendo méritos ante él. Además, Rubén es unionista por tradición familiar, ya ha cantado a Jerez y no hará más que afirmar su postura patriótica centroamericana. La iniciativa lo entusiasma y empieza a documentarse en conversaciones con esos amigos, que le relatan la epopeya de Morazán; le hacen la semblanza de Cabañas, el Bayardo centroamericano; de Gerardo Barrios, Valle, Barrundía; le reseñan la revolución guatemalteca de 1871, y todo lo sitúa en el esquema mental del poema que va elaborando. Por fin escribe la oda pindárica “Unión Centroamericana”, dedicada al general Justo Rufino Barrios. El poema es impreso en folleto, en diciembre de 1883, por don Justo Hernández, a cambio de versos religiosos para la “novena”, folleto de oraciones en verso que ese impresor edita y que su esposa doña Isabel Jirón de Hernández vende en las celebraciones de la Virgen. La oda la reproduce el Diario de Centro América, periódico oficial de Guatemala, y es leída por el general Barrios y los hombres, algunos de ellos ilustres, que forman su Gobierno.4
Con ese poema accede a un risco más alto con sus alas que ya se han ensayado batiendo el aire de la oda en la forma horaciana y en la pindárica. Cantar los ideales de un pueblo es la esencia de un poeta nacional, y eso hace Darío en la oda “Unión Centroamericana” que empieza con un apóstrofe a Barrios:

Señor: os hablo en nombre de una idea;
en nombre de un partido y de un derecho;
que lo soñado se convierta en hecho;
que vos lo realicéis, y que así sea.

Después describe la situación caótica de Centroamérica, exalta el anhelo de unión de los pueblos, la excelencia de la Paz; condena la obra de la Discordia, recuerda a los antecesores en la lucha por reconstruir la Patria Grande y termina con un apóstrofe similar al del principio.
El filólogo Mariano Barreto está entusiasmadísimo; a nadie cede la precedencia en la admiración a Darío, a quien llama Félix Rubén, sino ¡Feliz Rubén!, traduciendo el primer nombre.
El poema no ha caído bien en la esfera oficial, y cabe sospechar que por él y por artículos que ha publicado en La voz de Occidente, una autoridad local encuentra el medio de silenciarlo y lo acusa de vago. El señor Alcalde de Policía procura declarantes y uno de ellos es un licenciado de un ángulo mental de pocos grados, quien declara: “No conozco al joven Darío; he oído decir que es poeta y como para mí poeta es sinónimo de vago, declaro que lo es”.5 El juicio continúa hasta la sentencia condenatoria “a la pena de ocho días de obras públicas conmutables a razón de un peso por cada día, por la falta de policía de vagancia y reprensión privada”.
Rubén es profesor de Literatura en el Colegio de la Independencia, que dirige el licenciado José Nicolás Valle. Las clases empezaron en enero de 1884 y esta verdad la aduce al pedir al Prefecto del Departamento la revocación de la sentencia.6 El Prefecto oye a nuevos declarantes y estos, uno a uno, dicen conocer al joven Rubén Darío como escritor bien reputado, de buenas costumbres y conocido en Centroamérica. Por fin, el 21 de junio es relevado de la injusta sentencia, pero queda aleccionado por esta experiencia, de que en Nicaragua no se puede ser demasiado discípulo de Montalvo y Víctor Hugo, y ni aún de Máximo Jerez.
Los inquietos intelectuales leoneses trabajan desde hace algún tiempo por dotar a la ciudad de un teatro. La Municipalidad apoya la idea y ha logrado los auspicios de don Pedro J. Alvarado —el rico tío político de Rubén— a quien ahora ve interesado en una empresa que tiene que ver con el buen gusto y la cultura. Va a ser colocada la primera piedra y él pone tenso el arco de su inspiración para lanzar las flechas de sus versos más allá de donde llegó la “Ley escrita” y aun más allá de la “Oda a Bolívar”. Acaso el tío le sea propicio, máxime si con la dedicatoria se siente bañado de poesía. A él, pues, dedica el poema así: “Al señor don Pedro J. Alvarado”, cónsul general de Costa Rica en Nicaragua. Señor: A vos, que con tanto afán y entusiasmo apoyáis la necesaria empresa del Teatro de León; a vos, que protegéis todo adelanto; a vos, que deseáis el bien y prosperidad de este país, me cabe el gusto de ofrecer mi pequeño trabajo “Del Arte”. Aceptad, señor, las consideraciones de vuestro atento seguro servidor, Rubén Darío”.7
Llega el día de la ceremonia. Están reunidos los vecinos más distinguidos de León, los munícipes y los miembros del Ateneo. Los versos son escuchados con deleite; gozan los oídos con aquellas cuartetas musicales; se halaga la imaginación con las profusas imágenes y admiran orgullosos al muchacho que ya presienten como gloria nacional. Aplausos, felicitaciones, palabras, palabras; pero ni el presunto Mecenas, el tío, ni ninguno de los potentados locales hace nada que alivie su situación.
Desde León envía colaboraciones a periódicos de Managua y aunque viaja a esta ciudad, allá ha tenido que atender la necesaria reivindicación de su honra ante un tribunal de justicia, o más bien de injusticia. Bañado ya de agua lustral jurídica el camino queda aparejado para obedecer el determinismo de su vocación.
Por instancias del doctor Modesto Barrios se traslada a Managua y se instala en casa de este amigo, que dirige la Biblioteca Nacional.8 En la capital le acogen con efusivas manifestaciones de admiración sus cofrades literarios, Hernández Somoza, Medina, Riguero de Aguilar y Espinosa, y sus amistades sociales. Se sabe de sus triunfos en El Salvador y del reciente en León. Este último ha resonado lejos: el poema ha sido reproducido con comentarios elogiosos fuera de Centroamérica. En efecto, la Revista Científica y Literaria, que dirigen en la ciudad de Santo Domingo el distinguido escritor Guillermo de la Fuente y el poeta José Joaquín Pérez, comentan y reproducen “Del Arte”, “No conocíamos — dicen —el nombre de este nuevo poeta nicaragüense; pero si antes de ahora lo hubiéramos conocido, de seguro que lo habríamos proclamado uno de los primeros de nuestra tierra americana” ¡Y no saben que apenas tiene cumplidos diecisiete años!
Por el momento se siente bien; sus amigos lo atienden fraternalmente y Barrios lo hace como un padre.9 Sus amigas las Celias, Margaritas y Mercedes se muestran cariñosas, y lo más importante para su corazón es que desde el primer reencuentro con Rosario, la novia de sus quince años, ha reanudado el interrumpido amor. Ahora es un poeta a quien el renombre aureola, y ella está en todo el esplendor de su juvenil belleza. Los transportes amorosos se traducen en versos copiosos y tiernos después que se desarrollan en el único lugar de paseo que existe en la ciudad, el muelle en que atracan las embarcaciones que hacen el tráfico en el lago de Managua. Por cierto que en pocos lugares de la Naturaleza puede el espíritu humano gozar de tanta suma de belleza como allí a la hora del sol poniente. Son elementos de ese paisaje, el lago, la península de Chiltepe al Occidente, y tras de ella la cúspide del volcán Momotombo, ordinariamente encapuchado de nubes. Al atardecer el cielo se decora de las más fantásticas policromías que cabe imaginar. Es la hora propicia al ensueño y a la exaltación del amor. La hoguera amorosa crece al influjo de ese sublime espectáculo diariamente reiterado.
Se suceden los episodios idílicos que el amante poeta relata asociándolos a los encantos de la tierra y el cielo. Un beso ante el incendio del Ocaso; otro cuando la luz de la luna baña el rostro de los enamorados; una caricia de las manos contemplando mudos las flores del jardín, y llegan momentos en que el éxtasis los hace perder la noción del tiempo. Visita con la novia a un enfermo, y contra él estalla un odio que nunca ha sentido antes, cuando un amigo le dice que ellos han tenido amores.
No descuida su formación autodidáctica. Reanuda sus lecturas en la Biblioteca Nacional con ahínco ejemplar. El doctor Modesto Barrios logra incorporarlo al trabajo de su cargo con un modesto sueldo. La Biblioteca ha sido enriquecida con la estupenda Biblioteca de Autores Españoles, de Rivadeneira y la Biblioteca Clásica, de Luís Najarro, ambas publicadas en Madrid.10 Lee todos los prólogos de la serie de clásicos y muchas de las obras, y muchos también de los autores greco-latinos. La Biblioteca es su única escuela de humanidades y la aprovecha al máximo.11
El poeta Antonino Aragón12 sucede a Barrios en la Dirección de la Biblioteca; es este un poeta romántico de los que rindieron vasallaje a Fernando Velarde, a quien conoció en Guatemala y cuyo estro lo dejó deslumbrado.
Una profunda comprensión de la importancia de poseer un vocabulario rico, induce a Rubén a estudiar el Diccionario de la Academia Española y memorizar las voces que por intuición reconoce que deben ser parte infaltable del léxico de un escritor.
—Don Antonino, ya me sé el Diccionario.
¿Cómo es eso?
Sí, que ya me lo sé de memoria; pregúnteme cualquier palabra.
Veamos, Rubén.
El poeta reproduce literalmente las acepciones de todas las palabras que Aragón le pregunta, abriendo el Diccionario al azar varias
veces. Muchos años más tarde este dirá a su hijo:   
¡Qué memoria la de Rubén, Dios Santo! Se aprendió de un cabo al otro el Diccionario entero.13
Después acomete el Diccionario de Galicismos, de Rafael María de Baralt, y pronto queda ingurgitado por su portentosa memoria.
Aragón vivió años en Guatemala donde estudió, trabajó y enseñó inglés, francés e italiano; y conocía el latín que era denominador común cultural de los hombres ilustrados de su generación. Es el más útil preceptor en idiomas que Rubén puede tener en Managua, y el afecto que le cobra es el mejor testimonio, y más claros, los resultados del aprendizaje que con tan solícito maestro obtiene.
La lectura de los clásicos castellanos ocupa sus mejores horas; penetra por todos los meandros del estilo de los grandes maestros del Siglo de Oro; para mientes en los más íntimos detalles de los metros usados desde los primitivos hasta los románticos, y juzga, mide y sopesa los valores que desfilan ante sus ojos ávidos. Se detiene en Góngora más que en ningún otro. Cuando lo abandona, el volumen queda con las márgenes de sus páginas por aquí y allá cuajadas de notas, muchas de las cuales son versos, unos que son los del texto con variantes, otras que desenvuelven la idea y algunas más que son comentarios.14 Otro a quien presta atención y tiempo prolongados es Calderón, y este le merece más, un estudio, el primero que escribe sobre un autor. Es un ensayo de interpretación en que el joven crítico hace alarde de erudición en estilo de amplios períodos, que imitan a austeros escolastas peninsulares.
Este curso de literatura castellana le deja un rico saldo de conocimientos y de buen gusto; también lee con delectación los autores franceses: Musset, Gautier, Delavigne, Vigny, y sobre todo el enorme Hugo, 15 que son pan espiritual de su alma hambrienta de belleza. Hugo más que ninguno, a pesar de Quevedo, de Góngora, de Calderón, de todos. La admiración que había sentido desde las primeras lecturas infantiles de León, ha crecido y seguirá creciendo hasta cuando sienta que puede verlo frente a frente, hermano en el genio. Con motivo de uno de los últimos poemas del gran romántico, escribe: “Su última obra llena de pasmo. El profeta del porvenir saluda al gran invento (los globos aerostáticos) con una magnificencia como eco de la palabra de Dios. El siglo XX lo va a echar de menos: esto es seguro”. Y más adelante: “Cuando el poeta muera, el mundo estará de duelo. Él ha sido el representante de Dios en los modernos tiempos, como los antiguos profetas lo fueron en el pasado”.
Dos jóvenes poetas españoles despiertan su entusiasmo, el uno, Emilio Ferrari, por su poema “Pedro Abelardo”,16 en el que encuentra aciertos narrativos y líricos, que su sensibilidad de diecisiete años recibe con simpatía; y su imaginación se halaga con la visión retrospectiva del drama sentimental de Abelardo y Eloísa, a que Ferrari ha dado nueva vida. El otro es Manuel Reina, en quien Rubén intuye novedades temáticas, que en cuanto a la idea lo encuentra enmarcado en el siglo.17 En el artículo menciona a los poetas españoles de su predilección momentánea, y algunos que se la merecerán más tiempo, siquiera en forma de discreta admiración. En primer término menciona a Núñez de Arce, simplemente como cantor de la duda; Zorrilla, que lo tiene poseído con sus leyendas; “ese gigante juguetón y severo que se llama Ramón de Campoamor y Campo Osorio”; Echegaray, emperador del teatro; Manolo del Palacio “saleroso como hay pocos”, y Manuel Reina que es objeto de los párrafos prosaicos que siguen, y en los cuales los versos disimulados abundan.
El estudio del francés lo mantiene con empeño prioritario, y con tal ahínco que parece ser su designio convertirlo en su segunda lengua; y no va en zaga su dedicación al inglés, lo que revela que a esos idiomas los considera como claves de la cultura que necesita.
De los muchos autores franceses que están representados en la Biblioteca Nacional, a quien más ha leído, después de Hugo, es a Teófilo Gautier,18 a quien considera “el primer estilista del siglo” y quien le transmite el dulce dogma del amor a la belleza; mucho menos ha leído a François Coppée, pero lo considera como portador del “cetro lírico de Francia” y como “creador de cierto género poético muy especial y precioso: de unos poemitas que son joyas de orfebrería caprichosa y rara”. Prolonga el elogio del poema corto a lo Coppée como algo doctrinario propio. No hay duda que Coppée, poeta de cuarenta y tres años, ha avasallado los diecisiete del poeta.
Valiosa y oportuna es la ayuda del señor Aragón al tenaz empeño de Rubén por conocer el francés más allá de la superficie en que la semejanza con el español facilitan la comprensión general del sentido de los textos. Don Antonino conoce el francés en todos sus meandros filológicos, y de su literatura, el romanticismo le es más familiar. Consecuencias del comercio intelectual con ese director y maestro, son las traducciones que hace de los textos franceses en que están. “A la diosa de la fuerza”, de Erina; “El beso y De los amantes”, de Meleagro, y de Víctor Hugo pone en español parte de Los cuatro días de Elciis, de El fin de Satán y de Zoilo (De Los Cauterios). Gracias también al señor Aragón ha penetrado en el inglés hasta poder leer comprensivamente a Byron, Longfellow y ¡Shakespeare!, de quien traduce Venus y Adonis, tarea que, realizada, le deja un saldo de voluptuoso orgullo.19
En esta época autoformativa se le ve entregado tesoneramente al estudio. También hace escarceos en el latín, para lo cual consulta amigos que conocen la lengua del Lacio, especialmente eclesiásticos.
Empleado ya en la Secretaría Privada del Presidente de la República, doctor Adán Cárdenas,20 por la gestión del secretario privado, que lo es el escritor Pedro Ortiz, forma parte del séquito presidencial cuando el mandatario nicaragüense va a San Juan del Sur, al encuentro del doctor Rafael Zaldívar, Presidente de El Salvador, que regresa de Europa.21 Un elegante vapor, el Victoria, hace el tráfico en el lago de Nicaragua, y en esta gira tiene ocasión de saciarse de belleza durante el recorrido por los parajes más risueños que ofrece la Naturaleza. El 13 de agosto de 1884 tiene lugar la entrevista de los dos presidentes, quienes viajan hasta Corinto en barco.22 Allí hay banquete, y naturalmente brindis suyo en trece sonoras cuartetas. En la primera hace la doble alusión a sus vínculos con El Salvador y Zaldívar, con Nicaragua y Cárdenas:



Hoy dominando mi ser
están dentro de mí mismo
la justicia, el patriotismo,
la gratitud y el deber.

Llama la atención de los políticos liberales que no es Zaldívar quien se ha tomado la molestia de poner pie en tierra nicaragüense e internarse a Managua para saludar al señor Cárdenas, sino que es éste quien ha llegado a San Juan del Sur y luego ha prolongado la entrevista acompañando al gobernante salvadoreño hasta Corinto. Es que en el trasfondo de las conversaciones hay un busilis político de la mayor importancia. Centroamérica entera conoce ya la voluntad férrea del dictador de Guatemala de realizar por la fuerza de su poderoso ejército la unión política de las cinco republiquetas istmeñas. Cárdenas es separatista franco y Zaldívar unionista hipócrita, de manera que coinciden en la común convicción de oponerse a la restauración del régimen federal destruido en 1838, y allí está el meollo de la entrevista.
Darío viaja con frecuencia a León, y con motivo de fiestas populares y bodas, a Granada y Masaya. Hay que sobrentender que en las bodas las estrofas improvisadas no han faltado, y tampoco en las recepciones oficiales.
En la revista El Ensayo de marzo de 1881, publicó la oda “La ley escrita”23 que El Diario Nicaragüense acaba de reproducir, y es ahora cuando el licenciado Ricardo Contreras, desenfunda su estilete crítico para hundirlo en el tejido de esos versos, haciendo una disección de palabras, que el crítico considera impropiamente usadas, porque la semántica ortodoxa que profesa no les da la extensión significativa con que el poeta las usa. Sí se digna reconocer que la oda tiene pasajes sublimes y que Rubén es el único que en el país puede ser considerado “amigo de las musas”.
La crítica de Contreras es extemporánea; él conoció la oda cuando apareció en El Ensayo o después, y en todo caso sabe que es una de las primicias del autor. ¿Por qué no se enfrenta con la “Epístola a Montalvo?”, “¿Del Arte?” o alguno de los otros recientes poemas de Rubén? Un resultado provechoso a la posteridad de su nombre obtiene el crítico, y es que Darío le contesta con la epístola “A Ricardo Contreras”,24 en ciento cuarenta y tres tercetos rigurosamente clásicos en los que sin acrimonia y con sutil ironía exhibe al dómine, a quien estima. Después hace la demostración de que conoce a los preceptistas desde Horacio a Boileau y los respeta y acata; alega en favor de los valores poéticos americanos y de los de Centroamérica, y elogia a Grecia, el arte, la inspiración controlada y termina con el voto de que se diga “el dulce lamentar de los pastores y las odas viriles de Quintana”. Es como para quedar atolondrado por el sacudimiento mental que el asombro causa, el saber que la crítica de Contreras aparece en El Diario Nicaragüense, de Granada, el 22 de octubre de 1884, y la contestación de Rubén el 29 y en el mismo diario, y entre una y otra fecha, el 24, publica el artículo festivo “Dineros son calidad” y los versos “A unos ojos”, cuya composición hay que remitir a fecha anterior al 22.
Colaborador asiduo del Diario Nicaragüense, El Mercado y El Ferrocarril, escribe constantemente prosas y más aún versos. Los grandes poetas españoles del momento, Zorrilla, Núñez de Arce y Campoamor, son los espejos en que su estilo se mira, y a su manera, los poemas que entonces publica son de largas dimensiones, sonantes, y con la estructura usual a aquellos maestros. “La Epístola a Montalvo” tiene cuatrocientos cuarenta y siete versos; el poema “El Porvenir” seis cientos setenta y seis.25 Estos poemas son los ecos de la iniciación en la poesía social que debe al formidable combatiente de las tiranías del Ecuador y al gigante desterrado de Guernesey. El Porvenir tiene aliento épico, y los que lo leen creen que el poeta de América ha nacido ya; pero don Ricardo Contreras, que niega la posibilidad de una literatura americana en el porvenir inmediato, tampoco cree que el Homero de este Continente pueda advenir antes de mucho tiempo. El Porvenir concluye con el verso profético: “América es el porvenir del mundo”.
No pasa un mes sin que sus lectores tengan la sorpresa grata de un nuevo poema y casi no pasa día sin que escriba alguna estrofa. Todas sus amigas tienen en sus álbumes la firma suya al pie de un cumplido lírico. La novia, por supuesto, es la que mantiene su inspiración presta a fluir versos. Para ella o por ella escribe cuentos en décimas melodiosas como émulo de Zorilla y J. J. Palma. “Alí” y “La cabeza del Rabí” son relatos de dramas sentimentales, de esos que provoca el amor en las tierras del sándalo y los dátiles.26
Es muy familiar a los versificadores nicaragüenses de entonces el ovillejo, que por su singular estructura sirve como de palestra para exhibir el ingenio.27 Rubén los hace con la gracia que se ve en este dedicado a su amiga Celia Elizondo:

¿Quién hace que yo me rinda?
La linda.
¿Y es tan dulce como Ofelia?
Celia.
¿Y hay luz de su alma en el fondo?
Elizondo.
Me quedo cuando la miro
mondo y lirondo.
Y me atolondra de al tiro
la linda Celia Elizondo.

Y este otro para Manuel Riguero de Aguilar, director de uno de los periódicos managüenses:

¿Quién es un amigo fiel?
Manuel.
¿Y un cumplido caballero?
Riguero.
¿De talento singular?
Aguilar.

Lo digo sin adular,
sin exagerar lo digo:
Es un excelente amigo
Manuel Riguero Aguilar.

En prosa como en verso su ductilidad mental le permite escribir ora en tono solemne y elevado, bien risueño e irónico. En el ensayo crítico “Calderón de la Barca”,28 adopta la actitud grave de un académico de gafas gastadas en consultar, confrontar y analizar textos y autores. Es por eso que el estilo es el menos personal de esta época y el artículo el más colmado de aspavientos eruditos. Lo ha deslumbrado la “asombrosa versificación” del gran dramaturgo, lo compara con Moreto, con Lope, con Shakespeare; se detiene en La vida es sueño; revela que ha leído las principales obras del inglés; cita a críticos extranjeros como Levallois, Macauley, Ben Johnson, y españoles como Blas de Nasarre, Vicente García de la Huerta, Luzán, Pedro Estela, y más y más escritores y poetas clásicos y modernos, haciendo un despliegue de sabihondo de la literatura en todos sus géneros.
Los periódicos solicitan su pluma y él se prodiga en prosa y verso valido de su fertilidad mental. ¿Cuánto le paga El Ferrocarril de Managua por los poemas “A Emilio Ferrari” y “Los rizos de mi morena”, ambos publicados en el mismo número? ¿Y por “la Epístola a Juan Montalvo?” ¿Cuánto El Diario Nicaragüense, de Granada, por los largos y ya conspicuos poemas “El poeta a las musas”, “Manuel Reina”, “Epístola a Ricardo Contreras?” Es en vano intentar responder, pero el comprensivo Anselmo H. Rivas, director del Diario Nicaragüense si no es generoso, es no hay duda, ecuánime, y también Riguero de Aguilar y Carnevallini. Sin embargo, son los empleos en la Biblioteca Nacional, y en la Secretaría de la Presidencia, después, sus fuentes de subsistencia.
Al terminar el año 1884 goza de una reputación literaria que todos reconocen, aunque no falta quien discuta por tiquismiquis retóricos y gramaticales; es apreciado socialmente y en la atmósfera oficial respira aire propio.
El 18 de enero de 1885 en el que la cifra del día es la misma del número de años que cumple, está en óptimas condiciones de salud; el cerebro no tiene que macerar los poemas con penosos esfuerzos para producirlos; pero quienes lo ven no dejan de advertir su silencio y su tristeza habituales. Pasados los parabienes y las breves horas de gozo dionisíaco, vuelve a la rutina secretarial y a lo que no lo es, la creación.
De pronto el país se ve perturbado por la iniciativa de reconstrucción de la nacionalidad centroamericana, que hace el Presidente de Guatemala, general Justo Rufino Barrios. Este se ha proclamado jefe militar de Centroamérica y se dispone a rehacer la Federación por la fuerza de las armas. El Gobierno de Nicaragua, dominado por el Partido Conservador, que es separatista, se prepara a resistir al impetuoso reformador guatemalteco. Lo hace de acuerdo con Zaldívar, Presidente de El Salvador, según los términos convenidos en la entrevista de San Juan del Sur, y con el Gobierno de Costa Rica, que tradicionalmente es refractario a la unión. Darío, bajo la coacción de las circunstancias, escribe versos patrióticos y “un Himno de guerra” con su coro de ancianos como en la era clásica. Desgraciadamente para Centroamérica, el general es muerto por una bala separatista en la batalla de Chalchuapa, el 2 de abril de 1885.29 Se restablece el orden, y la quebrantada economía de Nicaragua, consecuencia de los aprestos bélicos, obliga al Gobierno a restringir los gastos. Hasta antes de esa emergencia Rubén había mantenido la esperanza de que se le diese algún destino en el exterior, y sus buenos amigos le ayudaban en ese sentido, pero en el estado que sigue a la organización y envío de tropas a la frontera, no cabe seguir manteniendo esas esperanzas.
Nuevos poemas enriquecen el acervo de su producción, siempre al amparo de los maestros españoles y con visible esfuerzo por emularlos. “La Nube de verano”, 30 narración en sextetos de endecasílabos y heptasílabos; “El ala del cuervo”31 otra narración en romance, y en El porvenir de Nicaragua, periódico del cual ha llegado a ser el alma, ensaya la narración en prosa “A orillas del Rhin”, un cuento aún inseguro, que tiempo adelante secundará con dos más: “Las albóndigas del Coronel” y “Mis primeros versos”. Las Tradiciones peruanas, de Ricardo Palma, han estado en sus manos, y como novedad, no han podido pasar por ellas sin dejar las señales de su influencia.32
En el comercio humano de que la amistad es levadura, se relaciona con dos personajes próceres; uno es el militar, diplomático y poeta salvadoreño Juan José Cañas, ya conocido suyo, que llega a Managua como Ministro de El Salvador, y el otro es el general Eloy Alfaro, 33 que peregrina impulsado por el ensueño de liberación del Ecuador de las tiranías que agobian sus libertades.
El gobierno que Cañas representa, el del doctor Rafael Zaldívar, es abatido por una revolución encabezada por el general unionista Francisco Menéndez, y por eso pierde su cargo diplomático, regresa a su país y encontrando incompatible la nueva situación con sus convicciones y adhesión al régimen anterior, regresa a Managua. Aquí goza de aprecio en el medio oficial e igualmente en el social.34
Un alargamiento de sus antenas hace hacia México, donde el diplomático dominicano, Dr. Francisco de la Fuente Ruiz publica la Revista Latinoamericana. A esa revista se propone enviar crónicas de información literaria, científica y centroamericana. La primera contiene juicios sobre los guatemaltecos Fernando Cruz y Francisco Lainfiesta, políticos que hacen versos con varia fortuna, y cita a Manuel Valle, Alberto Mencos y Salvador Barrutia. Sus opiniones son generalmente benévolas y cuando no, las dice en forma eufemística: “Lainfiesta para mí tiene en algunas de sus poesías cierto tinte de prosaísmo hallado por él quizá cuando las tímidas hijas de Helicono no osan acercarse a los regios salones del alcázar ministerial. Digo esto, porque más me placen los versos que Lainfiesta hacía antaño que los de ahora...”. “Otro sí, la edición del libro de Lainfiesta es lujosísima, hecha en la Imprenta El Progreso, propiedad del poeta”.
Proclama a El Salvador, “fecunda en ingenios y quizá la más adelantada de las repúblicas de Centro-América en materia de producción intelectual.” Celebra al sabio Dr. Chacón, calificado honrosamente por el astrónomo y escritor francés Camilo Flanmarión; llama a Francisco A. Gavidia “nuestro primer vate contemporáneo”, y dice que fue propuesto por Núñez de Arce a la Real Academia Española como miembro correspondiente, y aceptado; que Gavidia ha escrito mucho, enumera sus obras y recuerda que solo tiene diecinueve años, que en realidad son veintidós, pero esto no disminuye el merecimiento del elogio.35
Nota decaimiento intelectual en Costa Rica, a pesar de que allí están el guatemalteco Lorenzo Montúfar, el español Juan F. Ferraz y el hondureño Ramón Rosa. Nada tiene que decir de Honduras, y de Nicaragua menciona al jurisconsulto Buenaventura Selva, que acaba de publicar Instituciones del Derecho Civil Nicaragüense con prólogo de Modesto Barrios, “el literato más eximio de cuantos tenemos”. Cita los periódicos conservadores El Diario Nicaragüense, El Porvenir y El Mercado, y la omisión de los semanarios liberales que el señor De la Fuente Ruiz critica al publicar la crónica de Darío, hace a este no continuar la correspondencia para la Revista Latinoamericana. El trasfondo es que el poeta es empleado de la secretaría privada del presidente de Nicaragua y teme, sin duda, que no sea bien visto que siquiera mencione la prensa liberal. Si se sabe que distinguidos liberales apoyan al gobierno, el miedo de Darío apenas tendrá explicación en alguna circunstancia personal íntima.
Ha muerto Víctor Hugo en París el 21 de mayo. La voz del cable esparce la noticia que consterna a la intelectualidad del mundo. En Nicaragua nadie se conmueve más que Rubén Darío. Ha cumplido dieciocho años de edad y es 1885 el año del gran duelo. Se dispone a rendir al inmenso poeta el homenaje más alto de que es capaz. Pasa días elaborando la sustancia poética de un gran poema. Invocará a la naturaleza toda; uno por uno, los seres y las cosas dirán al gran lírico desaparecido, por la lengua suya, su voto porque viva y su dolor ante el supremo veredicto del Hado. ¿Y el metro? Ninguno más propio que el manejado por el gran maestro con el señorío absoluto de su numen. Elige, pues, el alejandrino, y piensa que es la oportunidad de hacerlo en castellano al modo francés, aprovechando la sugestión que Gavidia le había hecho en San Salvador dos años antes. Los cuarenta y dos sextetos que componen el poema “Víctor Hugo y la tumba”, quedan como el signo de su admiración juvenil sin límites para el pontífice del romanticismo.36
Acaso estimulado por lecturas o por ensueños premonitorios, escribe una página sorprendentemente profética, salpicada de picantes ironías sobre el progreso local, al que concretamente quiere referirse con intención crítica: “El siglo XX.”37
“A juzgar por el progreso vertiginoso de la época presente, jamás visto en los tiempos pasados, en el siglo XX habrán de realizarse maravillas increíbles. ¡Oh, si! La navegación aérea y la navegación submarina serán medios vulgares de comunicación. Zambullirse en Corinto dentro de un buquecito eléctrico y aparecer una hora después en el Callao, o en Burdeos, elevarse aquí en el globo aerostático, pasar sobre las nubes, con las tempestades bajo sus pies, y caer a pocos minutos en medio de la Plaza de la Concordia en París; ver desde Lima una representación en el teatro de la Scala de Milán; oír desde una casa americana un debate parlamentario en las Cámaras francesas; escuchar y entender desde un Instituto del Polo antártico una lección sobre alquimia que dé un sabio chino en alguna cátedra de Pekín; platicar en voz baja del uno al otro extremo del desierto del Sahara, convertido en mar y lleno de ciudades flotantes; todo esto que hoy parece extraordinario, será natural, corriente, real y verdadero.
¡Ah, el siglo XX! ¡Cuánto habremos adelantado también nosotros, por más que algunos espíritus incrédulos y pesimistas piensen lo contrario!
En León, y no se admiren, ya las telas tenues de las telarañas no estarán tapizando las tapias; ni habrá tanta devoción ni tanto clérigo, ni tanta gente llena de piedad ganando indulgencias en vez de ganar otra cosa; en Managua las calles estarán empedradas y compuestas o siquiera limpias, y habrá aceras y las ventanas no saldrán a media calle, como espiando al que pasa, y los barberos no le llevarán a uno la barba con quijada y todo. En Granada sucederá lo mismo, y además habrán desaparecido de su bonita plazuela unos postes telegráficos que la afean, y en Masaya y en Chinandega, etc., habrá mayor cultura, y más... ¿Para qué continuar? Agora los veredes, dijo Agredes...”
La producción de Rubén es ya cuantiosa, y por segunda vez se pone a organizar un volumen con los poemas que logran pasar por la criba de su propia crítica. Los ha escrito entre 1884 y 85, siguiendo las sugestiones de las vivencias, las lecturas copiosas de autores españoles y más aún franceses, y clásicos griegos y latinos.38 Canta con hiperbólica admiración a Víctor Hugo, la honda que profesa a Montalvo, la efímera a Emilio Ferrari; de aquellos dos maestros conserva las enseñanzas de amor a la libertad, al progreso, a la belleza. Su fobia antirreligiosa desaparece y hasta se duele de la pérdida de la fe y execra el escepticismo. Sin embargo, el mucho dolor que ya se ha acumulado en su corazón, lo obligan a traer a cuento perversidades cuyos colmillos ya ha sentido elevarse en su espíritu. Acepta su destino de poeta, y sin embargo... “ignoro de dónde vengo/ ni a dónde voy a parar” dice. Pero vence en él la esperanza, el bien, el amor y ¡la fe en la poesía! Este es uno de sus votos:

Que truene la profecía
en su palabra de fuego;
que cual sacrosanto riego
esparza la poesía;
que en la miel de la armonía
dé el filtro de la verdad;
que muestre a la Humanidad
lo luminoso y lo santo,
y que se escuche su canto
por toda la eternidad.

En la carta que escribe a don Ricardo Contreras, muy cariñosa, a pesar de la crítica a La Ley Escrita, le informa que entre los originales del libro están una traducción de Venus y Adonis de Shakespeare y otra parte de un poema de “La leyenda de los siglos”, el primero de “Los cuatro días de Elciis”.
En estas y otras traducciones hay que ver el provechoso magisterio ejercido por don Antonino Aragón en Rubén durante un año en la Biblioteca Nacional.
El libro empieza a ser saludado antes de salir a luz, pero no sale este año de 1885, y tampoco en el siguiente, sino en 1888, y sin el título de Epístolas y poemas, que es el original. La desidia, el desorden o la mala voluntad de algún intonso funcionario retrasa la impresión, la que al fin se hace, pero solo con un tercio del contenido y con el título de Primeras Notas, gracias a Pedro Ortiz.
El próximo aniversario del nacimiento de Bolívar, el 24 de julio, lo celebra con un extenso artículo de comentarios a los poemas de dos de los poetas que lo han cantado. En “Bolívar y sus cantores”39 menciona a Abigaíl Lozano, Luís Vargas Tejada, Miguel Antonio Caro, Rafael Pombo y José Joaquín de Ortiz. Celebra, ante todo, a Olmedo, aunque haciendo notar que el exordio de su magnífico “Canto a Junín” está calcado en la “Oda V”, de Horacio, lo cual prueba comparativamente, copiando el texto del poeta ecuatoriano y el del latino; y después a José Rivas Groot, a quien asigna el segundo lugar, y para demostrarlo hace citas de varios trozos de su poema. Rivas Groot es un poeta colombiano de veintiún años de edad, de ya alta inspiración, pero que haya dejado atrás a Miguel Antonio Caro es difícil aceptar.
A pesar de su relativo bienestar, no puede cubrir sus compromisos económicos, y más de una vez tiene que cuidarse de no ser visto por este o aquel acreedor. Hay veces en que la crisis se agudiza, y tiene que descubrir un medio ingenioso para proveerse de dinero. En uno de esos trances recurre al doctor Jerónimo Ramírez en la siguiente forma:

La profecía de Horacio


Al amigo doctor don Jerónimo Ramírez
Para evitar un desastre
estos versos no publico;
pero a usted se los dedico
por consejo de mi sastre…

I
Queridísimo doctor:
escuche usted un momento,
que voy a contarle un cuento
para pedirle un favor.

Reinando el soberbio Augusto
allá en la tierra de Lacio,
junto a sí tenía a Horacio,
a quien daba todo gusto.
Y cuenta una rara historia
unas preciosas escenas
que hubo entre Horacio y Mecenas
y que yo sé de memoria.

Póngame usted atención,
que esto es muy interesante:
con que vamos adelante,
que empieza mi narración:
II
Por ciertas habladurías
que le contaron a Augusto,
tuvo este un serio disgusto
con Horacio y sus poesías.

Y mandó a recoger todas
las obras del pobre Horacio,
y le echó de su palacio
con sus epístolas y odas.

Horacio, un tanto apenado,
fue a la casa de Mecenas,
y recibió a manos llenas
favores del potentado.

A millares los sestercios
recién hechos en los cuños;
las ricas joyas por puños,
y las clámides por tercios.
Tanto, que Horacio, en muy buenas
odas y epístolas largas,
dándole versos por cargas,
inmortalizó a Mecenas.

III

Pues bien: ya de alguna edad
el gran poeta latino,
de su hacienda en el camino,
le atacó una enfermedad.
Y aunque médicos magníficos,
siguiendo su propedéutica,
estudiaron terapéutica
y aplicaron específicos,

de gran confusión en medio,
dijeron, echando un taco:
“El amigo Horacio Flaco
se nos muere sin remedio”.

Y la enfermedad aprieta;
y de tal guisa apretó,
que a poco rato llegó
la agonía del poeta.

Mas cuando el vate latino
vio que se iba a morir,
reclamó para escribir,
un trozo de pergamino.

Escribió algo... y mandó
que en un cajón de granito
enterraran lo ya escrito,
y lo escrito se enterró.

Pasaron siglos; y Roma,
la Roma de los patricios,
sucumbió, pues de los vicios
la minaba la carcoma.

Pero hace muy pocos meses
que en las romanas regiones,
en unas excavaciones,
unos obreros franceses…

hallaron en una caja
de granito un pergamino
del viejo tiempo latino
que es para el museo alhaja.

Renán, a fuerza de afán,
tradujo el escrito aquel;
y he aquí una copia fiel
de lo que sacó Renán:

IV

La profecía de Horacio:
día de los otoñales.
Principio de Lupercales…
Tierra, la tierra de Lacio…

Yo el poeta Horacio Flaco,
por los dioses protegido,
que respetuoso he sido
con Jove, Venus y Baco;

yo, ya del sepulcro enfrente,
por médicos desahuciado
y por Apolo inspirado,
profetizo lo siguiente:

Vendrán, dicen los profetas,
en tiempos que están muy largos ...
vendrán días muy amargos
para todos los poetas.

Y en una tierra que está
perdida aún en el agua
en tierras de Nicaragua,
un poeta nacerá.

Y parirá con dolor
versos; y será no obstante,
a parte post y a parte ante,
pelado, mi buen señor.

Y un día se llegará
en que moleste a un doctor,
y le pedirá un favor;
y no se lo negará.

El poeta en sus apuros,
y en días del mes de enero,
al doctor que me refiero
le pedirá “veinte duros”.

Y el susodicho doctor,
esa corta cantidad
se la mandará en verdad
con el mismo portador.

Y este hecho se escribirá
en letras de gratitud,
que ni del tiempo el alud
con su curso borrará...

Aquí acabó. Y con razón,
ese escrito al encontrar,
se lo envío hoy a mostrar
porque me dé su opinión...40


El año de 1886 se inicia, como todos los suyos, con el feliz suceso de la celebración de su natalicio el día 18, que sus amigos no dejan pasar inadvertido, antes bien lo subrayan con sonoros brindis alrededor de una mesa de manteles largos. Pero antes, el día 8, ha empezado a circular el nuevo semanario El Imparcial fundado por dos periodistas experimentados; Eugenio López y Pedro Ortiz asociados a él.41 Todo cuanto es literario en El Imparcial tiene como responsable a Rubén, como es el folletín en que los lectores leen Piel de Zapa, de Honorato de Balzac. Como dictador literario de su periódico, allí publica hasta gacetillas humorísticas en prosa y en verso. A poco el poeta costarricense Aquileo Echeverría se incorpora como administrador.
Algunos amigos leoneses fruncen el ceño al ver a Rubén afirmando su actitud antiliberal en un periódico conservador y por tanto afecto al gobierno que preside el doctor Adán Cárdenas. Pero no tienen razón, porque el poeta no es militante político y el gobierno hace labor administrativa más bien liberal. Desde 1860, después de la dura prueba a que sometió al país el filibustero yanqui Guillermo Walker, los presidentes conservadores se han consagrado con honestidad y celo patriótico a reconstruir a Nicaragua y ponerla al nivel de los progresos del siglo, y mucho lo han logrado con la introducción del telégrafo, ferrocarriles, teléfonos y vapores a los lagos, fundando escuelas de segunda enseñanza para ambos sexos con muy selecto profesorado extranjero, respetando el principio democrático de la libertad de expresión, fomentando el cultivo del café, del tabaco y el algodón, con lo cual han procurado una base económica al florecimiento cultural, que en el marco de la humildad propia de un país pequeño y afligido por medio siglo de guerras civiles, es brillante. Las principales ciudades tienen periódicos en cuyos editoriales los autores revelan claramente que están instruidos en letras clásicas, que se han nutrido de la doctrina de su preferencia y que tienen aptitud para exponer sus ideas en lenguaje que trasciende la corrección gramatical.42
En la pequeña ciudad de Rivas, José Dolores Gámez reúne papeles antañones que le servirán para redactar volúmenes de historia nacional; en Granada Enrique Guzmán tiene plantada su cátedra de purismo idiomático, Anselmo H. Rivas funda con Rigoberto Cabezas, un joven que llevará sus dotes intelectuales hasta el heroísmo cívico, el primer diario de Nicaragua—y que ese nombre recibió—; Carlos Selva, igual que Rivas, es periodista que maneja la dialéctica con habilidad de esgrimista. En León, los hombres de letras, los del foro, los de la tribuna, son muchos; algunos pertenecen a la generación anterior, que sobreviven como para transmitir a los jóvenes su mucho saber y darles el ejemplo de su noble conducta: Tomás Ayón, ilustre historiador, su hijo Alfonso, jurisconsulto y filólogo; Buenaventura Selva es el Tertuliano de la legislación nicaragüense; Mariano Barreto es el rival de Enrique Guzmán y llegará a superarlo en obra escrita valiosa sobre problemas del idioma; Modesto Barrios es el orador excelentemente dotado, que habla tan bien como escribe; Francisco Quiñones, Felipe Ibarra, José Francisco Aguilar, Bruno H. Buitrago, como todos los anteriores son individuos del foro, tocados de diversas inquietudes intelectuales que satisfacen con loable pasión. En Masaya, un historiador, Jerónimo Pérez; y otro historiador, Francisco Arancibia, desentrañan hechos pretéritos; y poetas de tono menor acompañan con sus cantos el rumor de la campiña local: Cesáreo Salinas, Félix Medina, Carmen Díaz, Antonino Aragón, y dos amigos entrañables de Rubén, que tienen aficiones médicas y él los tiene contagiados de apolonismo: Manuel Maldonado y Luís H. Debayle.
Un mexicano, Ricardo Contreras, hace labor múltiple de pedagogo, periodista y crítico; un alemán, Enrique H. Gottel, funda el primer periódico independiente, El porvenir de Nicaragua (1866), quincenal; un italiano, Fabio Carnevallini, continúa la labor del anterior, hasta 1885; un cubano, José María Izaguirre, educador eminente, llega como escultor de caracteres; Desiderio Fajardo Ortiz, también cubano, pedagogo y poeta, paralítico, a quien la persecución por su amor a la independencia de Cuba, lleva y trae de su patria a España, a Estados Unidos y a Nicaragua. Otros dos cubanos tienen actuación útil al país en Masaya: Don Antonio Hidalgo, ex-estudiante de Medicina de la Universidad de La Habana, emigrado en Veracruz, México, por su adhesión al independentismo cubano, fue contratado por el presidente Pedro Joaquín Chamorro para enseñar el cultivo del tabaco; y su compatriota, Miguel Cedeño, capitán en las huestes de Maceo durante la Guerra Grande, 1868-78, enseña la técnica cubana de la elaboración de cigarros-puros y el cultivo del algodón. Estos se radican definitivamente en el país, y gozan de aprecio y respeto. Un español, Manuel J. Riguero de Aguilar, maestro de la juventud y periodista, contribuye con su doble actividad al movimiento cultural de esta época. Managua, como sede de los Poderes del Estado, agrupa a la mayoría de los hombres sobresalientes del país a unos temporalmente por razón de funciones públicas de nombramiento o de elección, y a otros de manera permanente; los más son originarios de provincia y los menos son managüenses: Miguel Ramírez Goyena es sabio, sin quitar al término ninguna arista de su connotación como lo proclamará con elocuencia su Flora Nicaragüense; Alberto Gámez ahonda en las matemáticas y es zahorí del mundo oculto; Pedro Ortiz, el amigo y protector de Darío, tiene su obra dispersa en la prensa; Adolfo y Adán Vivas son hermanos por la sangre y por la inquieta afición a las letras, quienes, como otros de su generación, no perseverarán.
Darío no está en un erial como rosal único, sino como una espiga que despunta con más promesa de granos en un denso trigal.
Es don Enrique Guzmán un escritor local de estilo diz que limpio como de vasallo incondicional de la Academia Española. Este señor, nutrido de gramática, se burla de Darío, porque en una composición escribió “derramar la simpatía”. Guzmán dice: “mal gusto el mío ha de ser, pero ni el poeta niño me hará tragar la simpatía derramada”.43
Darío le contesta largamente, y después de unas frases lisonjeras para el crítico, le advierte: “Si Guzmán duda que lo abstracto, que la simpatía, el amor, la pasión, la tristeza, el dolor, la vida, el pavor, etc., pueden derramarse, póngame cuidado, percátese que es falible y escuche”. Y luego la lápida con citas de Gutiérrez de Cetina, Cristóbal de Castillejo, Antonio Enrique Gómez, Mira de Mescua, Espinel, Soto de Rojas, Gálvez de Montalvo, Juan de Castellanos, Calodrero de Villalobos, Herrera, Arriaza, Reynoso, Lista, Campoamor y Valera, que han usado expresiones similares y aun puede citar a un poeta de aquí no más, el general Cañas, que en Chile escribió un soneto a la cantante Bulli Paoli, diciéndole en el terceto final:

Dulce, tierna, terrible, majestuosa
cuando tu voz divina se derrama
la mujer se transforma en una diosa.

El muchacho hace con su defensa una demostración palmaria de que no ha leído inútilmente a los clásicos españoles en la Biblioteca
Nacional.
Y demostración semejante podría hacer del amplio mapa del conocimiento que ha logrado de los grandes nombres griegos y latinos, cuyas obras desde Homero a Horacio ha leído sin ahorro de páginas ni de tiempo. En los últimos dos años ha leído los volúmenes publicados por Luís Navarro en su grandiosa Biblioteca clásica, de autores griegos y latinos. A Darío esta Biblioteca le es de tanta importancia como la Biblioteca de Autores Españoles, de Rivadeneira, y en un sentido, más, que es el incentivo para aficionarse al suelo del acanto y el mirto, y a la cultura poblada de dioses y diosas sin función religiosa en este siglo. Y como su capacidad de asimilación y potente memoria son evidentes, es ya un humanista autoformado.
La admiración a Juan Montalvo es una llama que brilla al lado de la que mantiene encendida a Víctor Hugo; blasfemias contra esos dioses no las tolera y un devoto de Gabriel García Moreno, allá en el Ecuador, usa su bisturí de médico como pluma para herir el costado nazareno del campeador de las Catilinarias, El Espectador y los Siete Tratados. Rubén convierte su pluma en tizona y con ella golpea, aturrulla y magulla al irreverente Juan Bautista Pérez y Soto. El artículo tiene el encabezamiento de “El Águila no caza moscas”, y ojalá que el autor lo haya enviado al proscrito perpetuo a su refugio de París.44
Desde el viaje a El Salvador hasta hoy, mayo de 1886, ha escrito tanto, que casi todos los géneros ha intentado. Su aproximación al teatro ha sido la pieza cómica “Cada oveja...” que no se libra del descuido del autor, ni de la indiferencia de sus amigos, y se pierde. Dicha pieza la representa con éxito, la compañía española de José Blen. En verso el ascenso ha sido vertiginoso así en la riqueza de formas como en la de ideas y vocabulario.45
El chiquillo que a los catorce años tenía la feliz ocurrencia de llamar a las estrellas “claveles de nieve y grana” y que saluda al prohombre leonés doctor Pablo Buitrago con atrevida metáfora

Salud, salud, oh noble girondino,
de la Gironda audaz del pensamiento,

ha llegado a cobrar acento épico en “Víctor Hugo y la tumba” y un vuelo aquilino en El Porvenir. Es interesante observar que en este poema el Presente está representado por

...un rudo obrero,
vigoroso y pujante,
de músculos de acero
y mirada radiante.

Y que a los tres parlamentos, el del Pasado —un anciano—, el del Presente —un obrero— y el del Porvenir, —un ángel—, los anima un aliento social. Es que ha leído más de un autor francés sobre la cuestión social como problema preocupador que seguirá planteado, y que el obrero es el protagonista del acto presente del drama histórico del hombre.
La novedad métrica que ha puesto en práctica en Nicaragua, es el uso del alejandrino flexible con diversidad de acentos y a veces con doble cesura, que los hace ternarios, y con zancada de unos a otros:

      La Tumba, inexorable siempre, ruda y severa
      ........................................................................
      En tanto, en las alturas, las mil constelaciones
      bordaban los cambiantes de sus fulguraciones
      en el velo impalpable del esplendente azur.

Ha hecho combinaciones de variados versos en estrofas que van desde la redondilla hasta la duodécima; pero la décima tiene su favor, y después el quinteto amado de Fray Luís, y las estancias en silva y el romance de pura estirpe clásica, o sea con los versos pares de una misma asonancia del principio al fin, y libres los impares. Hiere la atención que la octava real solo la ha trabajado una vez y fue en 1882, en el “Apocalipsis de Jerez”
Es notorio que a veces elige deliberadamente construcciones estróficas difíciles, pero adaptadas al tema, por el placer de vencer dificultades. Ya lo hizo a los trece y catorce años en “A ti” y “Tú y yo”; después en “Alegoría” y “Los rizos de mi morena”, y por eso no ha desdeñado jugar al ovillejo. Ha adquirido así adiestramiento para obligar al verso a ser dúctil en sus manos, proteiforme y sumiso a la inspiración. Taciturno es, y en apariencia indolente, cuando sus aspiraciones no logran satisfacción; pero cuanto ha escrito y leído prueban su laboriosidad. Con razón Ricardo Contreras dice que “para Rubén el tiempo no es oro, sino inmortalidad” y Fabio Carnevallini asegura que “un día será cóndor que se cernirá por encima de las cumbres del Parnaso hispanoamericano”.46
Es más feliz narrador en verso que en prosa, y desde ahora las orientales: “La cabeza del Rabí” y “Alí” halagan el oído de la gente moza.
Reconciliado con el catolicismo, hace público su arrepentimiento con el poema “La plegaria” en veintiuna liras como dictadas por Fray Luís, a quien para escribirlas toma como arquetipo y lo publica en El Imparcial, su periódico.47
El Presidente Cárdenas es rivense y ha dispuesto una visita a la región meridional del país, visita que terminará en Rivas, su ciudad natal. Rubén es parte de la comitiva presidencial y cronista de la gira, que ha de ser ya la última de esta época de su vida en Nicaragua.48
Están en la pequeña y encantadora ciudad del mediodía nicaragüense. La población se alboroza con la presencia del coterráneo que rige los destinos de la nación. Ágapes, paseos a las fincas vecinas, serenatas, todo lo que la simpatía inspira se hace en honor del doctor Cárdenas y acompañantes. Rubén es requerido varias veces en público y en privado para dejar constancia lírica de su presencia en el seno de la sociedad rivense. En el acto principal que es el baile celebrado en la casa del Ayuntamiento, escribe al correr de la pluma, en honor de cada una de las muchachas más garridas que allí están, celebrando sus gracias y belleza, con sendas estrofas en las tarjetas que tienen impreso el programa de las piezas musicales.
Todavía queda en el país el recuerdo de la procesión de viajeros que atravesaba el istmo de Rivas, dirigiéndose a California en busca de la fortuna prometida por el oro que no había más que agacharse para poseerlo. Muchos nicaragüenses han estado en los Estados Unidos y le han hecho referencias de las amplias oportunidades que ofrecen.49 Piensa, pues, irse allá, pero uno de sus amigos, el general Cañas, en otro tiempo representante diplomático de El Salvador en Managua, y ahora exiliado político, le aconseja irse a Chile. Cañas conoce bien ese país en donde también representó al suyo como ministro; lo admira y quiere como a una segunda patria. Allá dejó numerosas y valiosas amistades.
—Vete a Chile, Rubén. Es el país a donde debes ir.50
—Pero, don Juan, ¿cómo me voy a Chile si no tengo los recursos
necesarios?
—Vete a nado, aunque te ahogues en el camino.
Rubén está resuelto, pero tiene tantas cosas que arreglar, tantos preparativos que hacer y, sobre todo, querría llevar impreso su libro Epístolas y poemas. Los amigos se mueven diligentemente para ayudarle en la realización de su viaje.
Una noche asiste a la vela mortuoria de un vecino. Están allí reunidos los amigos del difunto y, como es costumbre, la familia doliente obsequia a los asistentes con aguardiente, café y nacatamales. Pronto Rubén está ebrio, y como se siente con síntomas de náuseas, se dirige al patio de la casa caminando con dificultad. A punto de caer dentro de un pozo sin brocal que ahí hay, uno de los amigos que lo siguen, lo detiene cogiéndolo del brazo. Luego lo acuestan en una cama y lo dejan pasar allí la noche. Ahogado habría perecido y su nombre solo sería el vago recuerdo de un poeta malogrado.51
El Presidente de la República obtiene de la compañía naviera alemana Kosmos, de conformidad con el compromiso existente, un pasaje de primera clase de Corinto a Valparaíso, Chile, a favor de Rubén.52 Circula mucho en Nicaragua la moneda peruana, y soles peruanos colectan sus amigos para henchirle su escarcela. Un pequeño cofre es todo su equipaje, y en ella van sus escasas ropas y sus muchos papeles con los versos de Epístolas y poemas.
Lleva como bagaje intelectual un profundo conocimiento de los clásicos castellanos y grecolatinos; un conocimiento también amplio de los románticos franceses, un poquito de latín, bastante de francés e inglés; pero, sobre todo, la confianza en sí mismo. Gracias a su buena naturaleza moral lleva las huellas del cariño de las gentes de su tierra e impreso el paisaje magnífico que nunca dejará de prestarle colores a su inspiración.
Solo sabe de Chile lo que el general Juan J. Cañas le ha referido, que es bastante, porque aquel entusiasta amador del país sureño le ha hablado de su historia, de su política y de sus hombres. Por eso ya tuvo ocasión de escribir sobre un personaje chileno; fue por cierto una hazaña intelectual, que deslumbró al distinguido diplomático y militar salvadoreño, y lo movió a auspiciarle el viaje. Con motivo de la muerte del gran escritor chileno Benjamín Vicuña Mackenna,53 que había sido amigo del general Cañas, al tenerse la triste noticia en Managua, Darío y varios amigos visitaron al general para presentarle su condolencia. El general hizo un relato de la vida del ilustre desaparecido. Darío escuchó con todo el poder de su atención, e inmediatamente después escribió un artículo en el que todos los datos que Cañas había dado durante la conversación aparecían como iluminados, y la figura de Vicuña Mackenna exaltada como lo merecía su jerarquía intelectual.
¿Y la novia? De Rosario Emelina se despide con una carta que pretende ser de ruptura definitiva; pero a la vez le protesta que la ama y que siempre la amará; es decir, que no se marcha por ninguna desilusión —como dirá más tarde por evidente lapsus de memoria—, a no ser la falta de los estímulos oficiales que ha necesitado para batir sus alas en aires más propicios.54
Como despedida que le hace la naturaleza ocurre un terrible temblor en Managua a la vez que el temible Momotombo lanza enormes llamas y rugidos. Las gentes piadosas rezan, pidiendo al cielo alejar aquel espantoso peligro y que no se repitan los daños causados por otro volcán famoso, el Cosigüina, en 1835. Despedido en aquella forma por las fuerzas telúricas del país en que nació, sale de Managua para León, abraza a la excelente mujer que lo criara, doña Bernarda Sarmiento de Ramírez, se despide de los amigos más cercanos y marcha a Corinto, en donde se embarca en el vapor Uarda, de la Compañía Kosmos. A las cuatro de la tarde del 5 de junio de 1886 el vapor leva anclas. Por dos horas puede contemplar la lejana sierra que paralelamente a la costa destaca su figura ligeramente azulada. Las nubes multiformes en el poniente lo abstraen por un rato. Los pensamientos se acumulan en su cerebro y se suceden unos a otros sin lógica alguna. Es el único pasajero y es tudesca toda la tripulación. No tiene vehículo de comunicación con aquellos hombres; sin embargo, juega dominó y aprende a contar en alemán; el capitán lo obsequia con exquisitos vinos y ricos platos.
Se distrae cuanto puede, pero la tristeza lo posee como un mal espíritu. Visita todos los puertos del Pacífico en que el Uarda toca. Al pasar por Guayaquil se informa de un periódico local y reproduce la “Epístola a Juan Montalvo”.55 Ya avistando las costas chilenas se desahoga el ánimo con el poema “Ondas y Nubes”, en el que “a la tristeza que lo agobia sucede la esperanza que le consuela”.56
Llega a Valparaiso el 24 de junio.  

NOTAS DE ESTE CAPITULO




1.  Autobiografía XIII. En este capítulo Darío habla de la reanudación de su amorío con Rosario Emelina Murillo; sus recreos en el Lago de Managua o Xolotlán en compañía de su amigo Lisímaco Lacayo, portando sendos winchesters para cazar cocodrilos en las riberas del lago; se refiere brevemente a la guerra unionista de Barrios, al fuerte temblor atribuido al volcán de Momotombo, ocasión en que salvó la vida a una niñita, sacándola a la calle instantes antes de que una pared se desplomara. Dice: “A causa de la mayor desilusión que puede sentir un hombre enamorado, resolví salir de mi país” y la iniciativa del general Cañas para que se fuera a Chile.
2.     Buenaventura Selva y J. Camilo Gutiérrez, ambos abogados, publicaron en el semanario La Voz de Occidente, en León. La fotocopia que publica Sequeira I, p. 105, es el testimonio inequívoco de su existencia. De La Tribuna solo se conoce el nombre (Cerutti), de manera que la colaboración periodística de Rubén a su regreso de El Salvador solo pudo ser en aquel semanario.
3.     Sequeira I informa del empleo de Rubén como dependiente de comercio en Granada; pero quien primero lo hizo fue el periodista granadino Pedro Joaquín Cuadra Chamorro en Rubén Darío, Granada. (Nic). C. A. 1943, con más detalles. Estamos de acuerdo con el señor Chamorro en situar este episodio en 1883, a fines de ese año, hasta los primeros días del gobierno de Cárdenas (quien tomó posesión el 1.º de enero de 1884).
4.     Rubén Darío: Unión Centro Americana (Al Sr. Gral. J. R. Barrios), León 1883. Tip. J. Hernández. Así se lee en la carátula del folleto que reproduce Sequeira I, p. 107. El Diario de Centro América reprodujo la oda en su edición del 24 de enero de 1884.
5.     Nicolás Buitrago Matus. León, La sombra de Pedrarias, 1966. El Dr. Buitrago descubrió entre un ¡montón de papeles depositados en un cuarto del mercado de León!, el expediente de la Segunda instancia del proceso incoado a Rubén. Los documentos más aclaradores rezan así: “Sr. Prefecto del Dpto.—” He sido denunciado, procesado y sentenciado como vago. Naturalmente, yo no puedo conformarme con una resolución de tal especie, porque, a la verdad ella es infundada, ilegal y hasta inicua, pues de ninguna manera puede llamarse vago, a quien vive bajo el amparo de una madre adoptiva, consagrado al cultivo de las Letras, a quien ejerce el Profesorado de Literatura en el Colegio La Independencia, establecido bajo la dirección del Sr. Dr. Dn. Nicolás Valle, como lo comprueba el aviso que acompaño original, y quien puede vivir en cualquier parte, de sus trabajos literarios.
        Por todo lo expuesto, interpuse el recurso de apelación contra la mencionada sentencia, para que usted juzgando con mejor criterio, se sirva revocarla, teniendo este escrito, como una mejora—. “León, mayo 31 de 1884. —Rubén Darío—.”
        “En la ciudad de León a los cinco días del mes de junio de mil ochocientos ochenta y cuatro, ante mí el Prefecto del Departamento, compareció el señor Dn. Rubén Darío y dijo: que la sentencia pronunciada en su contra por el Sr. Gobernador de Policía en las diligencias que este ha seguido para declararlo vago, es injusta e infundada como lo tiene expuesto en el escrito de mejora, y que, aunque la prueba que rindió ante el Sr. Gobernador es más que suficiente para haberle declarado libre de la afrentosa nota de vago vista por un claro criterio, no cree fuera del caso que mi autoridad para mayor convicción si fuese posible, reciba las declaraciones que presente, conforme al interrogatorio que corre en las diligencias, y que en esta virtud espera que así se ordene. —“Rubén Darío”.
        “En la ciudad de León, a siete de junio de mil ochocientos ochenta y cuatro. Yo el Prefecto, vista la anterior solicitud, mando recibir pruebas por cuatro días con todos cargos”. —“S. Marín—. —“Rubén Darío. Ante mí J. Anastacio Baca”.
        “En la ciudad de León a siete de junio de mil ochocientos ochenta y cuatro, estando presente en mis oficios el Sr. Francisco Castro, le recibí juramento que hizo en forma, después de haberle explicado las penas del perjurio y ofreció decir verdad en lo que se le preguntare, y habiéndole examinado al tenor del interrogatorio presentado ante mí el Gobernador de Policía, dijo a la 1.a que es mayor de edad, vecino de esta ciudad, y que no le comprenden con el Sr. Darío los conceptos del Artículo 311 Pr., a la 2.a dijo, que es cierto y le consta por el conocimiento inmediato que tiene del joven Darío, a la 3.a dijo, que el Dr. Valle le contó que lo tiene ocupado en su establecimiento sirviendo una clase, y que aún el declarante lo ha visto; a la 4.a. dijo, que conoce bien al joven Darío y que no sabe que el joven Darío sea vicioso y tenga malas costumbres, ignorando si sea amanuense. Que lo dicho es la verdad, leída que fue su declaración se ratificó en ella y firma. —“S. Marín. —Francisco Castro. —Ante mí. —J. Anastacio Baca”.
        “En la ciudad de León a siete de junio de mil ochocientos ochenta y cuatro, estando presente en mis oficios el Sr. Dr. Dn. Nicolás Valle, le recibí juramento que hizo en forma, después de haberle advertido las penas del perjurio, prometió decir verdad en lo que se le pregunte y siéndolo con mérito al interrogatorio que se le ha mostrado, a la 1.a dijo, que es mayor de edad, vecino de esta ciudad, no le comprenden con Dn. Rubén Darío los conceptos del Artículo 311 Pr.; a la 2.a. dijo; que es cierto su contenido, a la 3.a dijo: que es cierto con excepción de que la clase de Historia aunque está a su cargo no ha comenzado el curso, pero que comenzará en el corriente mes, y que por la cátedra que desempeña le paga una pensión mensual, a la 4.a que es cierto y lo cree así porque puntualmente asiste a la hora designada a desempeñar su clase en el Colegio de la Independencia que dirige el declarante, que además le ha visto constantemente consagrado al estudio de las letras, y aun ha visto sus obras y el juicio de la prensa Centro Americana que las ha calificado de sobresalientes en la literatura, por lo que cree que esta es para el joven Darío no solamente una profesión lucrativa sino muy honrosa y que lo que ha dicho le consta de vista, que en ese concepto reúne en su concepto a las cualidades de su honradez y consagración al estudio el de un gran talento que lo aleja y mucho de la nota de vago; leída que le fue su declaración dijo ser la misma que tiene dada y se ratifica en ella, firmando conmigo por ante el infrascrito Secretario”.—“S. Marín. “J. Nicolás Valle.—“Ante mi. —J. Anastacio Baca”.
        “En la ciudad de León a siete de Junio de mil ochocientos ochenta y cuatro, estando presente en mis oficios el Sr. Dr. Dn. Julio Castro, le recibí juramento que hizo en forma, después de haberle advertido las penas del perjurio, prometió decir verdad en lo que se le pregunte, y siéndolo con mérito al interrogatorio que precede, a la 1.a dijo: que es mayor de edad, vecino de esta ciudad, no le comprenden con el interesado los conceptos del Art. 311 Pr., a la 2.a dijo, que es cierto, a la 3.a manifiesta que es cierto lo que expresa la pregunta y le consta por el conocimiento que tiene del joven Darío, a la 4.a dijo: que no sabe si el joven Darío sea vicioso y de malas costumbres, constándole que escribe con perfección. Que lo dicho es la verdad; leída que le fue su declaración y se ratificó en ella y firma”. —“S. Marín —“Julio Castro. —“Ante mí J. Anastacio Baca”.
        “En la ciudad de León a veintiuno de junio de mil ochocientos ochenta y cuatro. Vistas las presentes diligencias que han llegado en grado de apelación de la resolución dictada por el señor Gobernador de Policía, con fecha veintinueve de mayo ppdo. por la cual se condena al joven Rubén Darío, a la pena de ocho días de obras públicas, conmutables a razón de un peso por cada día por la falta de policía de Vagancia y a reprensión privada. CONSIDERANDO: que el joven Darío ha mejorado la prueba rendida en 1.a Insta. contradiciendo con testigos y hechos muy fehacientes, la circunstancia de que el joven Darío es profesor de literatura en el Colegio de la Independencia: que es estudioso y dedicado a las letras y a las ciencias: que no tiene vicios ni tampoco es de malas costumbres. Con vista de las declaraciones recibidas ante esta autoridad de las que consta que don Rubén Darío no es de malos antecedentes, y que ejerce una ocupación decente en el Colegio de la Independencia diariamente, lo que le dará recursos de qué subsistir. Con estos precedentes y de conformidad con los Artos. 559, 560 y 566 Pol. RESUELVO: revocando la sentencia de veintinueve de mayo ppdo. de que se ha hecho referencia. Devuélvase estas diligencias al Juzgado de su procedencia, con testimonio de esta resolución, para los efectos de ley”. “S. Marín. “Ante mi “J. Anastacio Baca”.
        Estos documentos permiten hacer la rectificación a la aseveración de Rubén —Auto-biografía X— de que por sus artículos en La Verdad (1881) fue procesado bajo la acusación de vagancia. Sus artículos de La Verdad no son conocidos, tampoco los de La voz de Occidente, pero pueden señalarse las circunstancias que inducen a la afirmación de que fue en este periódico donde colaboró en forma contraria a la política oficial. La voz de Occidente, que redactaban los licenciados Buenaventura Selva y J. Camilo Gutiérrez, como se ha dicho, defendía el credo unionista centroamericano que era el del general Justo Rufino Barrios, presidente de Guatemala. Cárdenas, conservador, se entendía subterráneamente con Zaldívar, de El Salvador, para oponerse a la campaña que el guatemalteco preparaba. La resonante oda de Rubén y sus artículos, sin duda, soliviantaron a las autoridades separatistas contra el poeta, cuyo unionismo era absolutamente romántico.
        El anuncio a que alude Rubén en su defensa, apareció en La voz de Occidente en varias ediciones y dice así: “Aviso de apertura del Colegio Independencia. —“Colegio de la Independencia. —“El lunes próximo, se abrirá en este establecimiento la clase de Derecho, que servirá el muy bien reputado profesor de jurisprudencia Lic. Don Ramón Ruiz. Los jóvenes que quieran aprovechar sus lecciones, concurrirán a inscribirse con anticipación para ganar el curso sobre esta materia. También se abrirá la clase de Literatura que dará el inteligente joven D. Rubén Darío, y cuyo curso comenzará el mismo día. —León, enero 26 de 1884. —El Director. José Nicolás Valle. —Calle de Morazán N.º 117.”
6.     Al Autor le parece fuera de cuestión que fue en La Voz de Occidente, periódico liberal, en el que Darío escribió artículos contra la política antiunionista del gobierno de Cárdenas, y menos cuestionable es que la “oda a la Unión Centro-Americana” desagradó a las gentes del gobierno, y que los funcionarios del régimen en León, más papistas que el Papa, urdieron el vil recurso de acusarlo de vago.
        Sepa el lector que en 1869 sufrió Nicaragua el azote, felizmente brevísimo, de un movimiento armado que encabezaron el expresidente Tomás Martínez y Máximo Jerez contra el presidente Fernando Guzmán. Martínez era conservador nacido en el departamento de León, y Jerez, en la propia ciudad de León, y era jefe del Partido Liberal. Guzmán castigó a León, una vez triunfante, privando a la Universidad de los fondos indispensables. Entonces proliferaron las escuelas privadas de Derecho y Medicina
7.     El poema “Del Arte” fue publicado en folleto. León, Febrero, de 1884. Tip. de J. C. Gurdián. “Al Sr. don Pedro J. Alvarado, Cónsul General de Costa Rica en Nicaragua”. El poema goza del honor de las reproducciones (Sequeira I.) La Revista Científica y Literaria, Santo Domingo Elogia el poema “De el Arte”.
8.     Sequeira I dice que fue Modesto Barrios quien invitó a Rubén a trasladarse a Managua y cuenta su instalación, amistades y vida intelectual: además lo incorporó como empleado de la Biblioteca Nacional.
9.     Modesto Barrios (1849-1926). Fue un varón memorable por su extensa cultura, por su conducta pública, y por sus dotes de orador y publicista. Sus numerosos artículos están en los periódicos nicaragüenses y centroamericanos de más de medio siglo; uno que otro de sus discursos, que fueron sus mejores productos mentales, se han reproducido; fue profesor de Derecho, diplomático, director de La Gaceta oficial y de la Biblioteca Nacional. Comprendió y protegió a Rubén Darío y esta fue su mejor obra.
10.   Ernesto Mejía Sánchez: Las primeras humanidades de Rubén Darío en su libro Cuestiones Rubendarianas. Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid 1970, revela por primera vez la existencia en la Biblioteca Nacional de la Biblioteca Clásica y los autores que Darío leyó; la mayoría de los cuales no están en el Catálogo de la Biblioteca Nacional, Managua 1882, lo que prueba que dicha Biblioteca fue adquisición posterior; lo mismo se puede asegurar de la colección Rivadeneira.
11.   Eduardo Zepeda Henríquez: Escorzo histórico de nuestra Biblioteca Nacional. (Revista Conservadora. N.º 100, enero 1969). El primer director de la Biblioteca Nacional fue el Dr. y general Miguel Brioso, salvadoreño, desde el 1.º de enero de 1882 hasta el 16 de mayo de 1883, fecha en que le sucedió el Dr. Modesto Barrios hasta mayo de 1885, y a este, el poeta Antonino Aragón. Esta cronología rectifica la afirmación de Rubén. —Autobiografía X— de que en la primera estancia en Managua —1882— fue empleado en la Biblioteca Nacional y cita como director a don Antonino Aragón. Es en los años 1884 hasta junio de 1886, primero bajo la dirección de Barrios y después, de Aragón, que leyó a los clásicos españoles de la colección Rivadeneira y a los autores griegos y latinos de la Biblioteca Clásica.
12.   Antonino Aragón (1835-1895). Aragón estudió en Guatemala y allá vivió desde 1856 hasta 1863. Fue profesor de inglés, francés e italiano. Sus modestas poesías están impregnadas de melancolía. Celebró a su maestro, el romántico español Fernando Velarde en “El cisne de Cantabria”, “en prueba de mi afecto y de la admiración más profunda”. Veintitrés composiciones suyas, únicas reunidas en libro, están en El Parnaso Centroamericano, compilación de José María García S., Guatemala 1882, y en la segunda edición de la Editorial José de Pineda Ibarra, Ministerio de Educación Pública, Guatemala, 1962. Aragón ayudó mucho a Rubén en el aprendizaje del francés y del inglés.
13.   La memorización del Diccionario de la lengua castellana, la refirió don León F. Aragón, hijo de don Antonino, al Autor. La memorización del Diccionario de Galicismos, la cuenta Rubén en “Historia de mis libros”: Azul... Datos sobre Antonino Aragón contiene Introducción a la cultura nicaragüense, por Mariano Vega Bolaños, a quien el Autor agradece una copia.
14.   El señor Adrián Zavala (es posible que el nombre esté errado, pero no el apellido) era director de la Biblioteca Nacional hacia 1918, y en una ocasión en que el Autor ojeaba un tomo de la Colección Rivadeneira, le mostró otro con marginalias de Darío, y le refirió que el volumen que tiene los poemas de Góngora con versos marginales de nuestro poeta, fue a parar a manos de un diplomático chileno, vendido u obsequiado por un antecesor en la dirección de la Biblioteca.
15.   R.D. “El último poema de Víctor Hugo”. El Porvenir de Nicaragua, Managua, 21 de diciembre de 1884. Sequeira I.
16.   R.D. “A Emilio Ferrari, autor del poema Pedro Abelardo”. El Ferrocarril, Managua, agosto 4, 1884.
17.   R.D. “Manuel Reina”, artículo, El Porvenir de Nicaragua, Managua, 3 de octubre de 1884.
18.   R.D.: Una advertencia. Es la presentación breve que hizo Rubén de La piel de Zapa, de Balzac, y allí calificó a Gautier como “el primer estilista del siglo”.
19.   Las traducciones del francés y del inglés —algunos poemas griegos de texto francés— se salvaron de la destrucción o pérdida, gracias a D. M. Sequeira que los recogió en su ya citada obra. Los cuatro días de Elciis empezó a traducirlo Darío en San Salvador en 1883, y es probable que en Managua haya terminado la traducción del poema, que desgraciadamente se perdió en parte con otra del material de Epístolas y poemas.
20.   Adán Cárdenas (1836-1916). Nació en Rivas, Nicaragua, médico de la Universidad de Pavía y Pisa de Italia; allá se afilió al movimiento de la unidad italiana y fue partidario de Garibaldi. Fue diplomático en Estados Unidos e Inglaterra y presidente de Nicaragua de 1883 a 1887. En 1885 se opuso al intento de unión centroamericana que Justo Rufino Barrios llevó a cabo por la vía armada. Ayudó a Rubén para su viaje a Chile.
21.   La crónica de la entrevista de Cárdenas y Zaldívar, y de la visita a Rivas del presidente Cárdenas las da a conocer Sequeira I.
22.   Sequeira I. Entrevista de los presidentes de Nicaragua y El Salvador en San Juan del Sur- Corinto, y brindis en verso de Rubén Darío.
23.   Ricardo Contreras: “Crítica literaria”. “La Ley Escrita”, “Oda de Rubén Darío”. El Diario Nicaragüense, Granada,(Nic) 24 de octubre de 1884. Sequeira I.
24.   R. D. “A Ricardo Contreras” El Diario Nicaragüense, Granada, 29 de octubre de 1884.
25.   “El Porvenir”. Primeras Notas. Managua, 1988.
26.   R. D.: “Alí” yLa cabeza del Rabí” son los poemas que más popularidad dieron a su autor en Nicaragua, y que más gustaron a la gente de su tiempo.
27.   Sequeira I. Da a conocer los ovillejos que se leen en el texto y otro. Es interesante anotar que así como en Cuba todavía es usual escribir décimas, en Nicaragua se hacen ovillejos, aunque no se publiquen.
28.   R. D.: “Calderón de la Barca”. El Diario Nicaragüense. Granada. 23-27 de septiembre de 1884.
29.   El decreto de Justo Rufino Barrios proclamándose “Supremo Jefe militar de la Unión de Centro América” es de fecha 28 de febrero de 1885. Sin duda Barrios era de temperamento tiránico, pero a la vez poseía un ardiente amor al progreso en todas sus dimensiones, y su muerte en la batalla de Chalchuapa el 2 de abril sublimó su figura histórica convirtiéndole en mártir de la Unión. El voluble carácter de Rubén, al calor de la repulsa a Barrios del gobierno de Cárdenas, lo convirtió en separatista momentáneo y escribió el “Himno de guerra” y dos cuartetas irónicas contra Barrios, que ojalá no se publiquen nunca. Para Rubén el apresto militar fue de malos efectos; la publicación de Epístolas y poemas no se hizo el año de su composición.
30.   R. D. “Nube de verano”. El Diario Nicaragüense, Granada, 27 a 30 de mayo de 1885.
31.   R. D. “El ala del cuervo”. El Mercado, Managua, 2 de junio de 1885.

32.   Ernesto Mejía Sánchez. “Los primeros cuentos de Rubén Darío” en Cuestiones Rubendarianas. Ediciones de la Revista de Occidente. Señalando su origen temático y estilístico de los primeros cuentos.
33.   R. D. “Una visita a Eloy Alfaro”. El porvenir de Nicaragua, Managua, 11 de junio de 1885. Sequeira I.
34.   Sofonías Salvatierra: “Sucesos políticos de El Salvador (1885-1911)” en Historia de Centroamérica. Tip. Progreso. Managua, 1954. Narra la caída de Zaldívar.
35.   R. D. Revista Literaria de Centro-América. Correspondencia al Dr. Francisco de la Fuente Ruiz. Managua, abril de 1885. Manuel Crespo: ¿Un poeta de El Salvador que se anticipa a Rubén Darío? Repertorio Americano, N.º 980, San José Costa Rica, 29 de enero de 1945. Reproduce la correspondencia de Darío a la Revista Latinoamericana, del Dr. Francisco de la Fuente Ruiz. Ernesto Mejía Sánchez: “Darío y Centroamérica” Revista Iberoamericana, N.º 64 “Homenaje a Rubén Darío”. 1867-1967. Reproduce la crónica de Darío en la Revista Latinoamericana y hace aclaraciones importantes como es la explicación de por qué Rubén interrumpió la correspondencia con esa Revista.
36.   “Víctor Hugo y la tumba” fue el tercer ensayo de versos alejandrinos imitados de Hugo que hizo Darío (Véase nota pertinente al Cap. IV). Es oportuno observar que Rubén ha revelado una inquietud notoria por ensayar metros y estrofas, y que la revelación del alejandrino francés que le hizo Gavidia —su Boscán— fue el cabo inicial de su determinación de emprender la reforma de la poesía española; sin embargo, no se manifiesta aún esa determinación en los muchos poemas de entonces, y “Víctor Hugo y la tumba”, que se puede señalar como excepción, fue una lógica asociación de ideas lo que impulsó a usar el metro del maestro, no un intento consciente de ejecutar un acto innovador.
37.   El artículo “El siglo XX” tiene un antecedente en un artículo de Sarmiento que no cabe suponer que Rubén conociera; pero sí que leyó a Julio Verne, cuyas obras, así como las de Camilo Flanmarión, estaban en la Biblioteca Nacional desde 1882. Apareció en El porvenir de Nicaragua, Managua, 11 de junio de 1885.
38.   Antes de promediar 1885 Rubén empezó a recopilar sus poemas de más aliento, y como en el caso de Poesías y artículos en prosa, el volumen creció con las composiciones que iba escribiendo. El contenido total lo dio a conocer a don Ricardo Contreras, quien debió escribir el prólogo, que se perdió, en la preciosa carta publicada por el diario La Prensa, de Managua, el 15 de enero de 1967 y que dice: Archivo dariano. Presentado por Ernesto Mejía Sánchez. Una carta reveladora (Las consideraciones preliminares son del Dr. Mejía Sánchez, descubridor del documento): “En la pieza necrológica, publicada en El demócrata, de México, 6 de marzo de 1916, tomo III. N.º 453, pp. 3-6 ( ¡ojo bibliógrafos!). Contreras hace afirmaciones contundentes sobre la preparación lingüística de Darío, antes de su viaje a Chile: “Salió de Nicaragua
—dice— sin haber concluido ni los estudios preparatorios aunque sabiendo con perfección el idioma francés por su afición a leer las obras francesas de la Biblioteca de Managua. Pero lo más importante de todo consta en una carta del propio Darío que se inserta en el artículo de Contreras, fechada en Managua, 26 de febrero de 1886, la cual publicamos en toda su extensión. Ciertamente se trata de una carta excepcional para el conocimiento del Darío nicaragüense de 1886. Contreras residía en León y el discípulo le exponía el plan de su libro que llevaría prólogo suyo. Es una carta bibliográfica, que describe
Epístolas y poemas en su verdadero contenido, gran parte del cual se perdió por incuria en la Tipografía Nacional, pues cuando llegó a publicarse en 1888, con el título de Primeras Notas, ya se había reducido su caudal en gran medida. Lo que más duele de esa pérdida sin duda, es la desaparición de “Venus y Adonis”, poema de Shakespeare, traducido y anotado por el joven Rubén: “Muy estimado amigo mío: Esta mañana recibí su carta, contestación a la que le dirigí en días pasados. Conforme con lo que me dice del libro, le remitiré los pliegos impresos y las pruebas de las composiciones menos malas. El plan general del volumen, es el siguiente: Parte I. Introducción. Cosa de dos composiciones en las que doy a conocer mis tendencias, escuela que me agrada seguir y eso que dice uno que no sabe cómo lo dice al caer en el maldito egoísmo. Ahí verá usted. Las introducciones son, pues, advertencias al lector antes de que este pase adelante del libro. Parte II. Epístolas. Por ser casi todas (son cuatro), sobre asuntos literarios, me pareció que las epístolas debían ir en primer término. Son: la que escribí a usted, la que escribí a Montalvo, la de Ferrari y una clasicona hecha después de leer a Menéndez Pelayo. Parte III. Poemas. Llamo así a varios trabajitos de largo aliento, pues por las ideas que en ellos desenvuelvo y por el procedimiento literario que empleo, debían llamarse como los bauticé. El primero de ellos, es El Porvenir; no le hablo de él, porque usted lo verá. El segundo es “Víctor Hugo y la Tumba”, hijo también a quien mucho quiero por lo que me cuesta y porque, será aberración, pero no me disgusta tanto. Creo que debo hablar a usted con franqueza. El tercero y el cuarto y los demás que usted examinará, unos son orientales y otros tienen temas de los que dejo al juicio de usted su apreciación, así como del traje que he podido darles. La parte de poemas es larga. Parte IV. No sé cómo llamarla; es una colección de composiciones diversas, que irán allí confundidas y sin orden alguno porque me ha sido imposible ponerlas en orden. Parte V. Composiciones ligeras, las más amorosas: Tonterías, Madrigalitos, Rimitas y cositas que clasificaría yo de hojarasca de color de rosa. Parte VI. Traducciones. Esta es la parte en que quisiera que pusiera usted más que en las otras los ojos. Son varias: las principales, por el trabajo que me cuestan y por lo largas que son, se titulan: “Venus y Adonis”, Poema de Shakespeare; la traducción está en verso libre, va con notas. La otra se llama: “El Primer día de Elciis”, y es un canto de uno de los poemas del último tomo de la Leyenda de los Siglos, de Víctor Hugo; perdone tanto de “El Primer día de Elciis”, se ha publicado ya en el folletín del Diario del Comercio, de San Salvador. Está en silva y el argumento de la obra es bellísimo, como de Víctor Hugo. Las otras traducciones son cortas y ya las verá usted”.
        “Al fin de la obra pondré, a modo de apéndice, varias notas explicativas y comentos de que hablaremos después. El prólogo de usted será lujosísima portada de mi pobre edificio. Para mí, gran honra será el ser su ahijado, porque con un padrino así, ya puede uno entrar a ciertos lugares: No deje de favorecerme con sus cartas y mientras nos vemos en esa, lo saluda desde aquí su afectísimo, amigo Rubén Darío.” El libro Epístolas y poemas no apareció hasta 1888 y meses después de Azul..., con el título de Primeras notas, Managua, Tip. Nacional 1888. El índice es: Introducción. “Epístolas”: El poeta a las musas, “A Ricardo Contreras”. “A Juan Montalvo”, “A Emilio Ferrari”, “Erasmo a Publio”. “Poemas”: “El Porvenir”, “Víctor Hugo y la tumba,” “Ecce homo”, “La cabeza del Rabí”, “La nube de Verano”, “El Ala del Cuervo”, “Alí”, y “El Arte”.
        Parece que el libro quedó reducido a menos de la mitad, y aunque varios de los poemas omitidos los reproduce Sequeira I, otros como “Venus y Adonis”, no han sido encontrados. La carta de Rubén es altamente demostrativa de la cultura que había alcanzado en su aula de humanidades o sea la Biblioteca Nacional y bajo la guía de Modesto Barrios y más de Antonino Aragón en cuanto a idiomas.
39.   R. D. “Bolívar y sus cantores”. El porvenir de Nicaragua. Managua, 19 de julio de 1885.
40.   El original de “La profecía de Horacio” fue comprado a doña Julia Ramírez de Calderón por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua por la cantidad de quinientos dólares, y así, puede decirse, que quedó saldado el adeudo de Rubén con el Dr. Jerónimo Ramírez; actualmente está en el Museo-Archivo Rubén Darío en León, Nicaragua.
41.   Festejo a Rubén el 18 de enero de 1886 y fundación del semanario El Imparcial, en Sequeira I.
42.   Sobre nicaragüenses ilustres de la época informan: R. D. “La literatura en Centro América” en Obras desconocidas de Rubén Darío, escritas en Chile. Edición de Raúl Silva Castro. Prensas de la Universidad de Chile, 1934. Manuel Castrillo Gámez: Próceres Nicaragüenses y artículos históricos, Managua. 1961; y Jorge Eduardo Arellano: Panorama de la literatura nicaragüense. Época anterior a Darío (1502-1881).en Revista Conservadora, N.º 97. Managua, octubre de 1968.
43.   “De cómo don Enrique Guzmán se va a tragar la simpatía derramada, el candor, y más que verá quien leyere.” El Imparcial, Managua, 29 de enero de 1886.
44.   R. D. “El Águila no caza moscas”. El Imparcial, N.º 5, Managua, 9 de febrero de 1886.
45.   El sainete “Cada Oveja” fue representada por la compañía del actor español José Blen el 1.º de abril de 1886 y comentada por la prensa de diversos modos, aunque toda ella felicitó al autor (Sequeira 1).
46.   Las opiniones de Ricardo Contreras y Fabio Carnevallini, en Sequeira I.
47.   “La Plegaria” apareció en El Imparcial, Managua, el 14 de marzo de 1886 (Sequeira I).
48.   R. D.: “Un viaje a Rivas, pasando por otras partes” (Artículo semipolítico y al vapor). El Imparcial, N.º 16, Managua, 20 de mayo de 1886.
49.   El viaje de Nueva York y demás Estados del Este hasta California era largo y penoso; resultaba más rápido viajar por mar hacia San Juan del Norte, en Nicaragua, aprovechar el Río San Juan y el Lago de Nicaragua y atravesar el estrecho istmo de Rivas hasta San Juan del Sur, desde donde por mar llegaban a San Francisco. Una compañía yanqui obtuvo la concesión necesaria —1849— del gobierno nicaragüense para realizar el transporte, debiendo reconocer a Nicaragua el diez por ciento de los pasajes, lo que nunca se hizo efectivo. Muchos nicaragüenses se fueron a California, que era El Dorado real. Sin duda Darío creyó que allá encontraría trabajo bien remunerado en algún periódico, y de ahí su primer pensamiento de irse también, como lo dice en su Autobiografía XIII.
50.   Autobiografía XIII. Excita Excitativa de J. J. Cañas para que se fuese a Chile, y viaje en el Uarda.
51.   El peligro de caer en el pozo sin brocal fue referido al Autor por una amiga de Rubén, testigo del incidente, cuyo nombre desgraciadamente ha olvidado.
52.   Sequeira I. Sobre la cooperación del presidente Cárdenas al viaje de Darío a Chile.
53.   R. D.: “Vicuña Mackenna”. El Imparcial, N.º 7. Managua 21 de febrero de 1886. Sequeira I.
54.   “A causa de la mayor desilusión que puede sentir un hombre desarmado, resolví salir de mi país”; estas palabras de Rubén en su Autobiografía XIII son un lapsus de su memoria, como aquel que sitúa la acusación de vago en 1881 y que fue en 1884, como quedó demostrado documentalmente. El problema de la “desilusión”, al menos esta vez, es menos oscuro: Se aducen como pruebas de ella la afirmación transcrita y los “Abrojos” 1 (...nuestro amor, siempre/ siempre/ Nuestras bodas... jamás/ ¿Quién es ese bandido/ que se vino a robar tu corona florida” y tu velo nupcial?; el 16 (Cuando cantó la culebra... entonces la pobre niña/perdió su virginidad; el 32 (Advierte si fue profundo/ un amor tan desgraciado/ que tuvo odio a un hombre honrado/ y celos de un moribundo). En el verso final de los dos primeros “abrojos” se ha querido ver una clara alusión al suceso que decidió a Rubén a alejarse de Nicaragua, y en el final del último, a lo que cuenta en la Autobiografía XI, que su novia visitaba en Managua a un enfermo amigo de él, y que cuando alguien le dijo que aquel había tenido amores con ella, sintió “celos purpúreos y trágicos...”. Esto lo he dicho concentradamente en unos cortos versos de mi hoy raro libro, publicado en Chile, Abrojos. En el curso de esta obra habrá muchas ocasiones de señalar la prontitud con que Rubén olvidaba las ofensas reales, obedeciendo involuntariamente a su naturaleza inclinada a la simpatía y al amor. El episodio de los celos pertenece a la primera época de su amor, a Rosario Murillo; pero aunque hubiese ocurrido en la segunda, sería una excepción, hacerlo público, en tan corta distancia temporal, un año, por disimulada que fuera la manera de referirse a tal episodio. La alusión solo parece clara si se tiene aceptada la versión que, por confusión cronológica, sitúa en 1886 el drama íntimo que protagonizó Rosario. Aun con todas las concesiones que haga el desmemoriado de los hechos, se hace imposible aceptar que a pesar de la “mayor desilusión que puede tener un hombre enamorado”, Rubén recordara a “su garza morena” con la exaltación febril que se lee en el cuento de Azul…” (La Libertad Electoral, Santiago, (888). La carta de despedida de Rubén, de ruptura de sus relaciones, contiene renglones que hacen dudar de que los escribiera estando tan cercano del suceso lesivo de la honra de Rosario. Le dice: ..“Rosario: Esta es la última carta que te escribo. Pronto tomaré el vapor para un país muy lejano de donde no sé si volveré. Antes pues de que nos separemos, quizá para siempre, me despido de ti con esta carta. Te conocí tal vez por desgracia mía, mucho te quise, mucho te quiero. Nuestros caracteres son muy opuestos y no obstante lo que te he amado se hace preciso que todo nuestro amor concluya ya, y como por lo que a mí toca no me sería posible dejar de quererte viéndote continuamente y sabiendo lo que sufres o lo que has sufrido, hago una resolución y me voy. Muy difícil será que yo pueda olvidarte, solo estando dentro de mí se podría comprender cómo padezco al irme, pero está resuelto mi viaje y muy pronto me despediré de Nicaragua. Mis deseos siempre fueron de realizar nuestras ilusiones. Llevo la conciencia tranquila, porque como hombre honrado nunca me imaginé que pudiera manchar la pureza de la mujer que soñaba mi esposa. Dios quiera que si llegas a amar a otro hombre encuentres los mismos sentimientos.
        “Yo no sé si vuelvo. Acaso no vuelva nunca. ¡Quién sabe si iré a morir en aquella tierra extranjera! Me voy amándote lo mismo que siempre. Te perdono tus puerilidades, tus cosas de niña, tus recelos infantiles. Te perdono que hayas llegado a dudar de lo mucho que te he querido siempre. Si tú te guardaras como hasta ahora, si moderado tu carácter y tus pequeñas ligerezas, siguiendo en la misma vía que has seguido durante nuestros amores yo volvería y volvería a realizar nuestros deseos. Tú me quisiste mucho, no sé si todavía me quieres. Son tan volubles las niñas y las mariposas”!
        Mucho me tienes que recordar si amas a otro. Ya verás. Yo no tengo otro deseo sino que seas feliz.
        Si estando como voy a estar tan lejos, me llegase la noticia de que vivías tranquila, dichosa, casada con un hombre honrado y que te quisiera, yo me llenaría de gozo y te recordaría muy dulcemente. Pero si me llegase a Santiago de Chile una noticia que con solo imaginármela se me sube la sangre al rostro, si me escribiese algún amigo que no me podrías ver frente a frente como antes... yo me avergonzaría de haber puesto mi amor en una mujer indigna de él. Pero esto no será así, estoy convencido de ello.
        Pongo a Dios por testigo que el primer beso de amor que yo he dado en mi vida fue a ti.
        Ojalá que nos podamos volver a ver con el mismo cariño de siempre, recordando lo mucho que te quise y que te quiero.
        Adiós, pues, Rosario.
        Rubén Darío
        Carta a Rosario Murillo, de mayo 12 de 1886. Ildo Sol: Rubén Darío y las Mujeres. Editorial. Estrella de Nicaragua. Managua, 1947.
55.   La fecha de publicación de la “Epístola a Montalvo” en El telégrafo de Guayaquil, Ecuador, no estaba en el recorte enviado al Autor.
56.   Los versos “Ondas y nubes” escritos a bordo del Uarda los publicó Rubén en La Época, Santiago, del 22 de agosto de 1886. (Silva Castro: Obras desconocidas de Rubén Darío, 1934). Dedicatoria: “A Eduardo Poirier”. Firmado: “A bordo del Uarda”, junio de 1886.
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