Confidencias al caimito

PRÓLOGO DEL LIBRO

Desde su título, sencillo pero muy sugerente, este libro de Gilberto Rodolfo, toma distancia de todo afán pretensioso. Sus Confidencias al caimito expresan la necesidad de comunicar al lector una visión del arte poética como instrumento de reflexión sobre la autenticidad del Ser. Su mirada sobre la naturaleza y lo humano pretende llevarnos de la exterioridad material de las cosas a su esencia metafísica. Y lo logra en su poesía como lo ha logrado en sus pinturas y en su música.

Porque cuando hablamos de Gilberto Rodolfo, nos estamos refiriendo a un artista total y a un auténtico revolucionario. Aunque su profesión original es la de publicista creativo o administrador publicitario, su ambición artística lo ha llevado a incursionar con similar fortuna en la música, el dibujo, la pintura y la literatura. De la misma manera, su sensibilidad social y sus inquietudes políticas lo arrastraron tempranamente a la lucha contra la dictadura somocista y a la militancia revolucionaria comprometida.

Como cantante y compositor, Gilberto Rodolfo ha cosechado éxitos prácticamente desde su adolescencia. Fue fundador al menos de un grupo musical, ha cantado con grupos prestigiosos de la música nicaragüense y ha grabado al menos cuatro álbumes con temáticas y estilos diversos, que van de lo romántico a lo testimonial y de lo típico a lo experimental.

Como artista plástico, ha incursionado en diversos estilos y técnicas sin estancarse en ninguna. Él mismo se refiere a su estilo actual como colorismo mágico, que viene siendo una mezcla de expresionismo surrealista y abstracto, y pretende, según sus palabras, “penetrar en nuestra realidad de ver- dad, la realidad del Ser, de nuestros orígenes cósmicos y de nuestra familia verdadera”.


Como escritor, Gilberto Rodolfo ha sido más bien tardío, al menos en darse a conocer. Apenas en 1999 publicó un primer poemario titulado Prosemas, una selección de poemas mayormente testimoniales que su autor presenta como preámbulo de un libro más ambicioso que se titularía Florencio Quiroz. De esa misma época es otro proyecto que, inexplicablemente, no ha visto la luz: su novela tragicómica El mecate. Ahora, por fin, se decide a entregarnos una muestra significativa de su obra poética bajo el título Confidencias al caimito (poesía esencialista). Es una poesía al mismo tiempo romántica y metafísica, erótica y testimonial, paisajista y reflexiva.

Es, en fin, una síntesis de las principales inquietudes de su autor a lo largo de una vida volcada al arte. ¿Cómo clasificar a Gilberto Rodolfo en el contexto actual de la poesía nicaragüense?

Difícil etiquetarlo por su incursión tardía en el género, pero no tan difícil al emparentarlo con algunos de nuestros mejores poetas. Pienso en uno de los colosos de nuestra literatura con el que lo une más de una faceta: Manolo Cuadra (1907- 1957), quien a pesar de sus inicios vanguardistas escribió una obra muy personal, impulsado por su espíritu romántico y sus firmes convicciones ideológicas. Salvando las diferencias circunstanciales en el tiempo y en el espacio, Gilberto Rodolfo se nos presenta, igual que Manolo, como un poeta vital, desinteresado en figurar como miembro de ninguna escuela o corriente poética particular. Su poesía es suya en sí, diríamos parafraseando a Rubén Darío, ajena a las modas pasajeras y consecuentes con la necesidad vital de darle una salida expresiva a sus ideas y sentimientos.

Como Manolo, que entre otros oficios ejerció el de guardia nacional en la constabularia creada por los yanquis para combatir a Sandino, Gilberto Rodolfo ha ejercido por más de treinta años la profesión de policía, pero en el cuerpo militar creado tras el triunfo revolucionario; sandinista del 79, y como Manolo, no se dejó endurecer por la experiencia militar, Gilberto Rodolfo ha salvaguardado su sensibilidad artística de todo el impersonalismo que a veces conlleva este tipo de profesión. Por ello le calza como anillo al dedo la auto semblanza que un día escribió Manolo Cuadra para resumir su arte poética:


PERFIL

Yo soy triste como un policía
de esos que florecen en las esquinas,
con un frío glacial en el estómago
y una gran nostalgia en las pupilas.
Pero yo olvidé la clava
y me puse el alma en la mano
……………………….

Yo soy triste como un policía
de esos que florecen en las esquinas,
con un frío glacial en el estómago
y una gran nostalgia en las pupilas.
Pero yo olvidé el silbato
y me puse el alma en los labios.

En sus Confidencias al caimito, Gilberto Rodolfo se ha inventado un interlocutor acorde a la sencillez y profundidad de sus reflexiones líricas. En vez de un árbol “prestigioso”, como un pino, un ciprés, un olmo, por ejemplo, o un ceibo, un laurel, un chilamate o un malinche, mimados de la literatura universal o nacional, ha adoptado como confidente receptor de su desahogo lírico a uno de los más humildes árboles silvestres del ardiente trópico nicaragüense. Lo adopta y lo coloca en el centro de un ritual en el que la poesía es concebida como un cultopersonal:

Baila y baila y yo celebro con exclamaciones interiores de alborozo, con libaciones íntimas y vítores furtivos que sólo pertenecen al ámbito de mis alucinaciones; ¿y qué?... ¿acaso no me asiste el derecho de inventar mi propia fiesta y mis propias candilejas a la sombra del caimito, que es mi grandote pero párvulo amigo?

A este “árbol triste” van dirigidos tanto los poemas románticos como los metafísicos, los eróticos como los sociales, las contemplaciones de la naturaleza como sus artes poéticas.

Con una de estas “artes poéticas” se abre el poemario: “La puerta”, cuya poesía “está en que siempre / se encuentra cerrada, / y se abre a veces, … a veces, / y solamente a veces”. Ese será el tono intimista y la actitud pudorosa predominante en este libro. Otras veces se lamentará del frustrante proceso de la creación, cuando no se alcanza el fruto deseado (“El corazón del coco”).

Aunque un poco misceláneo en la temática tratada, que pasa libremente de la contemplación de la naturaleza a la queja amorosa, de la exaltación de la mujer a la denuncia de la destrucción ecológica, de la protesta social a la reflexión metafísica, no es un libro deforme. Algunos de sus poemas alcanzan vuelos líricos comparables, por ejemplos, a los poemas domésticos de José Coronel Urtecho, o a la sutil irreverencia de un Joaquín Pasos o un Carlos Martínez Rivas, o a la profundidad reflexiva de un Alfonso Cortés.

Sólo a manera de ejemplo, véase ese magnífico elogio de las mujeres, titulado “Mujeres”, escrito a la manera de una oda amorosa al estilo de las odas elementales de Pablo Neruda:

La mujer que Dios me dio por carnal y compañera,
es algo así como esencia de rosas en el umbral de la Primavera
y semejante a un sabor de especia…

O el poema “Despedida”, que revive la angustia pecaminosa de la mujer de Lot y su amante, eternizada en un abrazo de despedida:

Te abrazo como previendo
que ya no habrá segunda vez
y te beso deseando volteemos la mirada
para ver el fuego que consume
a Sodoma, Gomorra, Seboim y Adama,
para petrificarme contigo
en el instante del último beso.

También la preocupación metafísica ocupa un lugar preponderante en poemas como “La estatua del tiempo”, una alocución al tiempo y su inexistencia:

Naciste muerto porque nunca naciste,
eres inexistente inventado y vacuo, bandido;
para robarle la vida a quien cree que eres,
que eres real, que existes, que eres máquina.

El hilo conductor que da unidad a todo el poemario es, sin embargo, la reflexión permanente sobre su propia poesía. En contrapunto con los poemas en verso, se introduce de vez en vez la voz del caimito, debatiendo con el autor. Como un auténtico alter ego vegetal, el árbol interroga al hablante lírico sobre la naturaleza de su poesía:

…a mí me gustaría saber por qué algunas veces a tus versos poco le falta para ser canciones y por momentos me parece sentir en el ambiente un olorcillo a trementina, un hálito de aguarrás que me hace sentir la compañía de un pintor trastocando su pintura en una poesía impresionista, entrando a veces y no siempre a un mundo abstracto y muy surrealista.

“Un esfuerzo por salirme con la mía ante la presunción de los estetas del último grito de la moda, dueños del dogma de la concisión la precisión y la exactitud”, se responde el poeta, pues la vitalidad de su verso no admite limitaciones o camisas de fuerza. Su arte poética tiene preferencia por el poema largo, y está en contra del rebuscamiento de la palabra exacta y la economía verbal. Defiende el derroche verbal para expresar sin mitaciones lo que piensa y lo que siente. Así lo expresa socarronamente en el poema titulado “De poesía y de poetas:

Y si no te gusta tu idioma, y si tienes tanta pereza
por qué no te buscas otra lengua o te inventas tu propia jerga.
Las palabras siempre son bonitas
lo que pasa es que hay que saber cantarlas
… … …… … … …

Les confieso que me gusta mucho la poesía vasta y encarnizada,
por ser de lontananza y grandilocuente; a uno lo deja bien informado,
rotunda y opíparamente satisfecho.

Tal es la posición de Gilberto Rodolfo sobre su manera de poetizar, que no por derrochadora de palabras es prosaica o descuidada. Más bien estaríamos frente a una poesía desbordada que quiere dar cabida a otras formas de expresión artística como la escultura, la música o la pintura. Hay poemas a los que sólo les falta la música para ser canciones, y otros que parecieran escritos con un pincel sobre un lienzo.

Invitamos al lector a compartir con Gilberto Rodolfo la ardua hazaña de desentrañar con su palabra la esencia de las cosas; a buscar con él la verdad que se esconde en cada ser, tal como lo expresa en ese magnífico poema titulado "El corazón del coco":

Herí la corteza de su cáscara adusta, con hierro sutil y suave cuanto pude;cirujano del infierno me sentí con creces, ayudando al coco a germinar como si fuese imprimiendo allegro a lo piano en sinfonía.

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Roberto Aguilar Leal. Catedrático de la literatura de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN- Managua), tiene estudios de Maestría en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Central de las Villas (UCLV) de Cuba. Ha ejercido la docencia en diversas universidades del país y ha publicado estudios críticos de autores nacionales e hispanoamericanos en publicaciones periódicas nacionales.

Roberto Aguilar Leal



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