Guerrillera - Leticia Herrera


********
I PARTE:  EL AMANECER

Capítulo 1.- Huellas familiares y primeros pasos 
Como si para crecer sobraran las escaleras

E.- ¿Qué influencias recibiste de tu familia y en qué momento te posicionaste o te integraste al movimiento revolucionario?

L.- Desde que tengo uso de razón, mi casa fue un lugar donde siempre vi reuniones clandestinas, trasiego de documentos clandestinos, actividades que eran mal vistas por el gobierno y los aparatos de seguridad a su servicio. Ese fue el ambiente en el que me fui formando: escuchando a mi padre expresar sus explicaciones; sobre por qué existían las prostitutas; qué era la prostitución; por qué había tantos borrachos en las calles, cómo eran maltratados y recogidos por la guardia de Somoza.

La toma de conciencia revolucionaria para mí a diferencia de otros compañeros, es un proceso que se inicia desde mi infancia.

E. Ya naciste, lo viviste en la familia.

L. Por eso no puedo precisar una fecha, como la mayoría de los compañeros que pueden establecer las fechas y hasta los momentos, en que se integran a la lucha revolucionaria. Por ejemplo Daniel, empieza a ligarse con el sandinismo cuando está estudiando su secundaria. Vivía en un barrio popular, de la vieja Managua, ahí su padre tenía un taller de litografía. Su mamá, Doña Lidia era ama de casa, y lo común en las familias de esa época, era el esfuerzo de los padres, para sostener a sus hijos en la escuela hasta que ingresaban a la Universidad. (En relación a esto dice la Comandante que lo podés ajustar a la verificación histórica)

Por eso es que siempre, que hablo sobre este tema, me remonto a señalar que mi papá fue un emigrante nicaragüense, que tuvo como espacio de materialización de sus actividades, la zona bananera de Costa Rica. Es ahí donde conoce a mi mamá, él estaba muy jóven. Le tocó experimentar la discriminación, por ser extranjero, y bajo estas condiciones es que se integra al movimiento de izquierda, por medio de los sindicatos bananeros, que le trabajaban a la Standard Fruit Company, propiedad de norteamericanos. Por esta circunstancia nací en Puntarenas.

Mi padre era hijo de doña Francisca Osorio, una indígena de Monimbó, que se casó en algún momento con un español, que llegó a esta comunidad indígena. Mi abuela fue una persona de la que no pude disfrutar mucho, pero sí la conocí y la recuerdo. Y hay algunas cosas que yo admiré de ella, por ejemplo, el hecho de que tenía muy claramente definida la identidad de género. Para mí, es importante que una persona tenga definida esa identidad. Que conozca quién es y qué rumbo lleva.

Mi abuela, a pesar de ser una indígena medio analfabeta, tenía bien claro cuál era la posición de la mujer en la sociedad: de una total discriminación. Pero esa claridad también perjudicó a mi papá. Sobre todo, cuando distribuyó el patrimonio familiar, ya que benefició más a las mujeres en el afán de protegerlas. Ella tuvo nueve hijos. Además de estos nueve, mi abuelo le llevó dos hijos más, una mujer y un hombre y ella los crió. Con ello, se le hicieron sólo dos varones.

De tal manera que al distribuir heredó a las mujeres, y dejó por fuera a los varones. Es cierto que se preocupó de que todos sus hijos tuvieran un oficio, pero no fue equitativa en cuanto a la herencia o legado que dejaría a hijas e hijos.

Una vez que se quedó sola, porque mi abuelo la abandonó, ella se hizo cargo de toda la familia. A los que puso a trabajar en la calle fue a los varones. A las hijas mayores les enseñó oficio, disponiéndolas para el mundo laboral. Ellas trabajaron hasta que estuvieron grandes, en sus propios negocios, no para dar su servicio a otros. Esas cosas fueron importantes.

Realmente, cuando murió, mi padre estaba desheredado y tuvo que salir del entorno familiar. No tenía derecho en absoluto a reclamar nada, porqué respetaba la decisión de mi abuela. Esto es relevante, porque es uno de los factores para que mi padre desde muy temprana edad emigrara para trabajar; y es lo que lo lleva a Costa Rica.

Históricamente la migración nicaragüense ha sido una práctica obligada, por las necesidades económicas y para el sector poblacional de escasos recursos, Costa Rica ha sido el país de destino en la búsqueda de trabajo. Manuel Herrera Osorio, mi padre, fue uno más que emigró y eso fue aproximadamente a mediados de la década del 40.

Estando en Costa Rica, conoce a mi mamá y, a pesar de que era objeto de rechazo por parte de la familia de mi madre, ellos persistieron en lo que eran sus sentimientos y constituyeron su propia familia.

Desde que llega a Costa Rica mi papá empieza a desarrollarse como un elemento activo en la política, estableciendo contacto con dirigentes de la izquierda costarricense del Partido Vanguardia Popular, como Carlos Luis Fallas, Carmen Lira, Miguel Mora Valverde, Adán Guevara y Jaime Goldemberg, entre otros. Estando en estas actividades se da la guerra civil de 1948 entre los dos partidos tradicionales de Costa Rica. Se da una controversia que llevó a la confrontación militar entre el partido liderado por Rafael Calderón Guardia, por un lado, y el de José Figueres Ferrer, por otro. La vinculación que tuvo mi papá en esa guerra civil, es que estuvo integrado en el Partido Vanguardia Popular el cual se adhirió al partido liderado por el Doctor Rafael Calderón Guardia. Como sucede en estos juegos políticos, estas dos tendencias llegaron a establecer negociaciones. Tras esta confrontación y el arreglo posterior, los únicos perjudicados fueron los nicaragüenses que participaron en esa contienda. Debido a que en los acuerdos entre los dos bandos se estableció que los nicaragüenses, que hubiesen participado de cualquier forma en la revuelta, fueran deportados de Costa Rica. Mi papá es deportado y en esas condiciones regresamos a Nicaragua.

A estas alturas a mi padre se le han muerto dos hijos. Y llegamos buscando la protección de mi abuela paterna. Nos trasladamos a vivir a Masaya. Estando nosotros ahí mi abuela fallece. Con la muerte de la abuela Panchita, mi padre se queda sin patrimonio alguno, nos vemos obligados a salir y nos venimos a vivir a Managua.

Cuando ya estamos en Managua mi papá establece relaciones con lo que iba a ser el Partido Socialista, que con el devenir de los años se dividió, surgiendo el Partido Comunista. De esta forma, don Manuel Herrera, pasa a ser un activista y organizador de los sindicatos de la construcción y el cuero, organizaciones obreras proscritas y perseguidas por la dictadura somocista.

Lo importante es que mi padre se vuelve a activar en el trabajo organizado, y asume una posición muy definida respecto al régimen somocista imperante en Nicaragua. Estamos hablando entre 1949 y 1950.


En la década del 50 en Nicaragua se da el boom en la economía por el cultivo del algodón y se produce un auge en el sector de la construcción. Los sindicatos, las manifestaciones sindicales también entran en una etapa de desarrollo. Uno de los sindicatos más fuertes era el SCAAS, que era el sindicato de la Construcción, Albañiles, Armadores y Similares. Y otro que era también fuerte o por lo menos fue de los primeros, que se empezaron a manifestar de forma organizada, fue el sindicato del cuero. De ahí que mi padre fue uno de los primeros organizadores de los sindicatos de este país.

No obstante lo anterior, para comprender mejor las condiciones que marcaron un hito en la historia de Nicaragua, es necesario repasar algunos acontecimientos que se dieron antes de 1950.

En junio de 1925 un oficial retirado del ejército norteamericano Calvin B. Carter fue nombrado Jefe de la Guardia Nacional y jefe de la Escuela de Instrucción; la misma fue desintegrada después del golpe de estado de Emiliano Chamorro a Carlos José Solórzano y el posterior levantamiento de los liberales bajo el liderazgo de José María Moncada en 1926. Un segundo intento de golpe se da en diciembre de 1927, cuando el Ministro de Relaciones Exteriores: Doctor Carlos Cuadra Pasos y el encargado de negocios norteamericanos señor Danna G. Munro, firman un proyecto de convenio para la creación de la Guardia Nacional; el primer jefe de la nueva guardia nacional fue el Coronel Roberth Rhea, del cuerpo de infantería de la Marina de los Estados Unidos. El Coronel Rhea fue sustituido por el coronel Elías R. Beadle, a quien se le impuso el grado de General de Brigada y jefe Director de la Guardia nacional. En febrero de 1929, el congreso aprobó el convenio Cuadras Pasos, el cual establecía que los oficiales del nuevo ejército serían nombrados por el Presidente de los Estados Unidos. 

En la década del 50 la dictadura somocista cuenta con 15 o 16 años en el poder. En el 34 asesinan a Sandino y Somoza García es el jefe de la Guardia Nacional. Antes de 1940 se organizan elecciones. Somoza asume la Presidencia el 1º de Enero del 1937.

Lo que realmente interesa resaltar es que ya para la década de los 50 la dictadura está consolidada, está bien asentada, arraigada. La Guardia Nacional, tiene dos décadas, por lo menos, de existir; se dan manifestaciones de la oposición, tal vez no bien organizadas. Los sindicatos son perseguidos. Hay también sindicatos blancos al servicio de la dictadura.

Este es el ambiente en que mi papá retorna al país y se asienta en Managua, empieza a tratar de crear un taller que le permita cierta actividad y solvencia económica.

Siempre las amistades que tenía mi papá estaban vinculadas con el partido socialista, con el sindicato. Mi mamá como buena mujer doméstica era muy sencilla, realmente no tenía mucha participación en las actividades de mi padre. Su aporte consistía en ser solidaria con mi papá y atender a todos los que llegaban a la casa.

Tengo que señalar que yo no fui a una escuela formal, el que me enseñó a leer fue mi padre. Y a mi hermana menor también. Yo no conocí una escuela clásica porque mi padre estableció como una medida de seguridad, no permanecer estable en un barrio. Lo que sí hizo fue mantenerse en Managua, pero se cambiaba constantente de casa, de barrio. Lo que quiere decir que siempre vivía esclavizado alquilando casa.

E. ¿Tenías conciencia que te movían de la escuela por eso?

L. No, claro que no. Era muy pequeña. De ahí que mi papá fue el que me enseñó a leer y a escribir. Recuerdo que uno de los primeros libros que leí fue el Manifiesto Comunista. ¡Imagínate!

En el 50 nació Diana Herrera, mi hermana y en el 51 mi hermano Lombardo Herrera. En esos años estamos viviendo cerca del mercado oriental, en la casa que era de la hermana de mi papá, Isabel Herrera. Era el comienzo del mercado oriental y esa tía mía los explotó al revés y al derecho. Lo que hacía mi tía era amenazar con denunciarlo de que él era comunista. Esas cosas, yo las escuchaba y, lógico, se me quedaron grabadas.

Recuerdo que cuando mi padre terminaba de trabajar, sacaba una silla, se sentaba en la acera viendo al que iba y al que venía; y en esos momentos de esparcimiento se sentaba en las piernas a Diana a un lado y a mí al otro lado y ahí estaba con nosotras.

Un día vemos desembocar, de la esquina de la parte de abajo, a un señor que lleva una bolsita de papel en la mano y se saca algo de las bolsas, el señor va caminando rápido. Al ratito desembocan dos guardias. Entonces el hombre apresura el paso. Cuando llega a la altura en que está mi papa, que está sentado, ya se ha sacado algo de la bolsa del pantalón, y lo ha echado en la bolsa de papel. Pone la bolsa de papel en mis piernas que estoy sentada en las de mi papá y le pone un dinero también. Y solamente le dice en voz baja a mi papá:

-Guárdelo. Tal vez, algún día regrese.

Eso a mí me impactó. Apenas tenía cinco años. Pasaron los guardias. No había llegado el señor a la otra esquina, y ya los guardias lo habían agarrado. Se lo llevaron y mi papa guardó lo que llevaba en la bolsa: una empanada, una repostería que valía cincuenta centavos y en otra bolsita llevaba un par de calcetines y un calzoncillo. Parece que los acababa de comprar y en la bolsita de la ropa había echado unos centavos, que a lo mejor era el salario que le recién pagaron, y eso se lo dejó ahí.

Nos comimos la empanada, para que no se perdieran, pero al señor este nunca volvió y mi papá guardó lo otro.

Yo en mi ingenuidad infantil le preguntaba quién era ese señor, porque si le había dejado algo y le había dirigido la palabra yo deducía que lo conocía. Y entonces él me empezaba a explicar. Yo le preguntaba:

-¿Y por qué lo llevaron preso?

-Porque él no estaba de acuerdo seguramente, o cometió algún delito, pero es más seguro que sea por no estar de acuerdo con alguna cosa del gobierno.

Cosas como esa. Por ejemplo, los días lunes había borrachitos, gente que se perdía en el licor. Y los lunes llegaba la guardia en una zaranda a recoger y llevárselos presos. Yo le preguntaba que por qué se los llevaban, que por qué esa gente tomaba tanto. Él me lo explicaba o trataba de explicármelo:

-A veces la gente bebe, porque está frustrada o porque no tiene trabajo, porque tiene problemas, para olvidar.

-¿Pero, por qué los guardias se los llevan?

- Porque también les cobran para dejarlos salir de la cárcel.

Ese era el tipo de explicaciones que me daba. En una mente infantil eso va calando.

Cuando nosotros salimos de la casa de mi tía y pasamos a vivir a una casa que alquilamos, llegaba gente allegada a mí papá, se empiezan a hacer reuniones en mi casa. Entonces, trataba de oír qué era lo que decían en las reuniones. Y a veces estaba cabeceando por el sueño, pero estaba ahí escuchando. Como mi casa no era muy grande y no tenía muchas habitaciones (tal vez era solo la sala y después la habitación con las tijeras o las camas que teníamos), las reuniones se tenían que hacer en alguna parte de la casa y no podíamos quedar aislados nosotros. Quisiéramos o no, de alguna forma teníamos que estar cerca de la reunión.

Y así fue, cotidiano, normal para nosotros, más para mí que era la hermana mayor, el estar en contacto con ese tipo de actividades en mi casa. Lógicamente, mi papa desarrollaba otras tareas de las que yo no me daba cuenta. Hasta después que crecí, entendí.

Mi papá llego a tener un taller de zapatería bastante fuerte donde trabajaba con 6 u 8 zapateros más. Él abastecía a tiendas en los principales mercados de los departamentos. Trabajaba por encargo, llevaba una docena o dos docenas de zapatos, y solía entregarlos entre sábados y domingos. Pero esta actividad también le permitía salir a los departamentos y realizar intercambios, conexiones con gente que andaba en la misma cosa, pero que estaban en otros departamentos.

Esa vida fue la que tuvimos hasta 1956, que tuvimos que cambiar de casa con frecuencia, de ver reuniones, de ver salir y entrar personas a la casa. Algunos se convirtieron en visitadores habituales porque eran los que llegaban a las reuniones con regularidad y había otros que llegaban una o dos veces, y no los volvíamos a ver porque tal vez eran de otros departamentos. Esto fue común en la casa: ver material escrito, panfletos, folletos, periódicos que luego era distribuidos. Cuando llegaban los otros, se les arreglaba su rollo de periódicos y se iban.

En 1956, yo deduzco, que la gente, parte de las discusiones que tenían; era de qué hacer respecto a la dictadura. Realmente aquí la izquierda se planteó sólo dos alternativas: seguir impulsando la organización de la gente, para hacer una confrontación por la vía de partido y la otra, era la opción del grupo armado. Mi papa, creo que se inclinaba por la opción armada, porque solo así se explica que en 1956 cuando se da el ajusticiamiento de Somoza García, él inmediatamente toma medidas, cancela a los trabajadores que tiene y se va para Costa Rica. Él se va primero, porque la represión que se desata es feroz.

Entonces mi mamá se queda con instrucciones precisas para que venda todo lo que tiene y que también enrumbe para allá con nosotros. De modo que, en situación forzada es que volvemos a Costa Rica. Y regresamos a Costa Rica buscando el apoyo de mi abuela materna que aunque no aceptaba a mi papá, él pensó que con en el trascurso de los años podían haber cambiado.

Entonces llegamos así a Guanacaste, Nicoya y volvimos empezar a partir de cero, con mucha miseria, con muchas necesidades. Sin embargo, mi papá, como era conocido por algunos cuadros de izquierda, buscó a la gente que ya conocía. Entre ellos había un polaco que se había venido de Europa después de la segunda guerra mundial, que era perseguido por sus posiciones políticas e ideológicas; se hizo de buenos negocios y se asentó en Costa Rica. El empezó a darle la mano a mi papá. Realmente ese fue el asidero que encontró.

El empezó a trabajar. Ahí logró que entráramos a la escuela. La seguridad se la dio el hecho de que, siendo mi mamá costarricense, existía ahí un arraigo. Mis hermanos empezaron a ir desde pequeñitos a la escuela. Mi hermana Diana entró a quinto grado de la escuela y solo a mí no me puso. Yo le decía que quería ir a la escuela pero él me decía:

-Es que usted está muy grande y realmente aquí no la van a aceptar por la edad. O –me decía- si vas, tendrías que ir a un grado muy inferior en relación con la edad y eso te va a crear problemas porque vas a estar muy grande en relación con el resto de tus compañeros.

Pero a todo esto yo seguía siempre estudiando en la casa de una forma muy artesanal. Yo le decía:

-No, porque lo yo quiero es ir a la escuela.

-Pero es que, mirá, se van burlar los muchachos y las niñas.

-No me importa yo quiero ir a la escuela

Total de que en eso, mi mamá tenía buena relación con la profesora de mi hermana, doña Edith Bolaños. Para gran suerte esa señora estaba muy identificada con los nicaragüenses y buscaba cómo tener buena relación con el entorno en que estaban sus alumnos. Entonces ella se entera de que yo realmente quiero ir a la escuela y le dice a mi mamá que me mande. Así es que entro a la escuela a quinto grado. O sea, ella me hizo exámenes:

-Vamos a ver cómo está en su preparación- dijo.

Realmente mi papá el temor que tenía era que no tuviera competencia y fuera objeto de escarnio tanto de adultos como de menores. Y total que cuando me hacen la prueba doy la talla para quinto grado.

E. ¿Realmente era el grado que te tocaba?

L. Tenía ya 12 años. No estaba tan desnivelada. La cosa es que en esas condiciones yo entro a la escuela. La profesora se esmeró bastante, porque empezó también a darme clases. De tal manera, que cuando me hacen las pruebas me pasan a quinto grado. Cuando yo estoy a mediados de quinto, en se mismo año me pasan a sexto grado

E. ¿Y eso cómo lo viviste?

L. Me sentí realizada. Había pasado un buen tiempo insistiendo en que quería ir a la escuela y en un año hice el quinto y sexto, porque tenía una buena base. Mi papá no nos permitía que fuéramos a vagar. Él nos llevaba libros de cuentos y nos decía: “pónganse a leer”. Y él mismo se ponía a leer para motivarnos. Teníamos muy poca relación con gente en el barrio en que vivíamos. De tal forma que a uno lo motivaba a leer cuentos. En esos tiempos habían unos paquines con figuras, y él nos dejaba leer esos paquines. Al final lo que le interesaba era que leyéramos. Nosotros teníamos hábito de lectura. Todas las operaciones, todo lo que era matemática él nos las enseñó.

**************
Pronto saldrá la segunda edición del libro.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por sus comentarios. Recuerde ante todo ser cortés y educado.

Entradas populares