EL PEQUEÑO GIGANTE

Isaac Fernández de la Villa, nació en Sevilla, España, (1973), pero, según sus propias palabras, se considera un Ciudadano del Mundo, un "audaz Cosmopolita" que cruzó el Océano en alas del ensueño, para anclar su ligera y peregrina barca en las aguas de nuestra linda Nicaragua.

Radicado en el remoto pero cálido pueblo de Somoto en Madriz, desde hace algunos años, y dueño de una aguda percepción extrasensorial colindante con lo metafísico, de manera muy amena, pero a la vez, con una estructura narrativa muy formal y un excelente tecnicismo académico, Fernández de la Villa, nos conduce de la mano a través de los intrincados caminos de nuestra desgarrada historia, a un reencuentro con un hermoso retazo de la misma, en la que el personaje central de esta obra, de género testimonial y biográfico, Manuelito, nos cuenta sus peripecias y hazañas en un mundo de catacumbas como dijera el gran poeta Leonel Rugama, en un mundo incógnito, subterráneo y clandestino en el que cada paso era dado equilibrando sobre una cuerda floja, significando vida o muerte, así como sus dudas, sus crisis espirituales y existenciales, sus angustias y decepciones y su profundo amor por un pueblo reprimido, humillado y sometido bajo la bota de una de las más sangrientas dictaduras de América Latina, como lo fue la dinastía de la tristemente célebre familia Somoza.
Manuelito Maldonado, personaje muy popular y conocido de nuestro querido pueblo enclavado en el corazón de las legendarias Segovias, en donde escribiera su heroica gesta el Gral. de hombres Libres, Augusto César Sandino, hurgando en el archivo de la memoria nos ofrece un testimonio fiel y veraz, relatándonos, como, a pesar de todas las circunstancias adversas que la vida siempre le puso por delante, logró superar todos los obstáculos, incluidos el egoísmo, la ambición desmedida y la envidia de los hombres, lastres que generalmente arrastramos con nosotros los seres humanos, así como la crítica destructiva, para convertirse, con mucho esfuerzo, disciplina, sacrificio y espíritu de superación, es un invisible y desafiante “guerrero de la luz” como diría Cohelo.

EL PEQUEÑO GIGANTE
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LOS ZAPATEROS
(1964)
Somoto, noviembre de 1964, zona norte de Nicaragua.
Manuelito Maldonado observó dos figuras desconocidas acercándose por la calle. Eran las ocho de la noche, la amarillenta luz que iluminaba suavemente la terrosa calle, provenía de un poste eléctrico a pocos metros de la vivienda. Los desconocidos pasaron por delante de la casa y se detuvieron frente a un portón de media altura hecho de madera, observaron disimuladamente ambos lados la calle, uno de ellos abrió la puerta, y entraron al solar de la familia Maldonado. Serán amigos de mi hermano, pensó Manuelito, que esperaba la cena sentado en una piedra situada fuera de la casa; al lado izquierdo de la entrada mirando frontalmente. Los dos individuos caminaban cada uno con una abultada bolsa de cartón. Una vez dentro del solar, sortearon algunos árboles frutales y llegaron a casa de Tino, que salió a recibirlos y les invitó a pasar. Manuelito, como de costumbre, cenó y se fue a dormir, pero ni en sus sueños más atrevidos, podría sospechar lo que aquellos dos extraños harían con su vida: La cambiarían para siempre.
Que llegaran extraños era tan común para Manuelito como el constante paso de viajeros por las calles. Constantino Maldonado, su hermano, y conocido como Tino, vivía en su casa de tablas, construida en el solar familiar al noroeste. Allí había montado un taller de zapatería, que trabajaba con otros zapateros, aprendices, y Manuelito. Era un lugar muy concurrido, pues aparte de los clientes, solían llegar muchos conocidos de los zapateros para pasar el rato charlando; también llegaban quienes en su paso por Somoto hacia otros lugares de Nicaragua, aprovechaban la hospitalidad de la familia Maldonado para descansar. Ir de una comunidad a otra del país, solía ser cuestión de horas e incluso días caminando. El temor a ser asaltados no era un problema, pues poco o nada se le puede robar a quien es tan pobre como nosotros. Si aquellos viajeros tenían algún temor en sus largas y solitarias caminatas, era más por causa de las numerosas leyendas; la Cegua, el Cadejo, el diablo en forma de joven montado a caballo,... y otras historias sobrenaturales. Las casas de conocidos y familiares, e incluso el propio camino, eran los lugares para descansar durante aquellos trayectos.
A la mañana siguiente, Manuelito tomó una taza de café y se fue a trabajar con Tino. Allí estaban los extraños de la noche anterior, sentados en taburetes de zapatero; de madera y bajos de altura, para mejorar la postura de trabajo con las hormas. Preparados tenían el martillo, la cuchilla y otras herramientas para fabricar zapatos. Vestían con la ropa del día anterior; pantalones de tela azul oscuro, camisas de botones, de manga larga con rayas de colores, apagados por demasiados lavados. Sus zapatos, que eran negros, de cordones y bien cuidados, les daban un aire elegante que alivianaba ligeramente la pobredad trasmitida por sus vestimentas. En una esquina de la habitación, Manuelito vio los abultados sacos de cartón, de los utilizados para embalar cemento de construcción. De uno de ellos sobresalía una camisa y un cepillo de dientes; eran sus improvisadas bolsas de viaje.
En aquél instante, llegó a la zapatería Rafael Aguilera Carrasco; zapatero que trabajaba con los hermanos Maldonado.
Buenos días —dijo Rafael.
Buenos días —contestaron los presentes.
—Les presento a dos compañeros de oficio que van a trabajar con nosotros unos días —dijo Tino.
—Adrián Gutiérrez, para servirles —levantándose del taburete, el hombre estrechó la mano de Manuelito y de Rafael.
—Fausto García, mucho gusto —dijo el otro, realizando el mismo gesto de cortesía.
Después de las presentaciones, Tino organizó el trabajo del día. La prioridad era la reparación de algunos zapatos cuyos dueños vendrían a retirarlos. De esta labor se encargarían dos zapateros, el resto fabricarían varios pares de botas. Manuelito, sentándose frente a su trozo de mesa, comenzó a dibujar patrones en pliegues de cuero y cortar las piezas que serían montadas en las suelas. A medida que los zapateros trabajaban, las conversaciones comenzaron a ser más entretenidas. Fue aumentando la confianza con los nuevos compañeros, y el ambiente de trabajo se hizo ameno; de aquellos que convierte el trabajo en entretenimiento. Cuando se aparecía algún cliente para dejar zapatos o reparar mientras esperaba, llegaba alguien para retirar los ya reparados, y no faltaba quien llegaba ..4 )14) para bromear con los zapateros.
La tarde perdió su brillo y recogieron las herramientas. Manuelito se despidió para marcharse a descansar.
EI día siguiente trascurrió con la misma rutina que el anterior, salvo en la tarde.
Rafael se había marchado temprano como de costumbre, pues estaba estudiando en el turno de noche. En la zapatería estaban Adrián, Fausto, Tino, y Manuelito.
—Bueno..., buenas noches tengan todos. Mañana nos vemos —dijo Manuelito después de ordenar su zona de trabajo.
—Espera Manuelito —dijo Adrián Gutiérrez—. No te vayas aún, que vamos a reunimos.
Manuelito miró a su hermano extrañado, y en él vio un extrañó aire le complicidad: “Algo sucede que desconozco” pensó.
—Estos compañeros saben muchas cosas que no salen en los periódicos, y están dispuestos a compartirlas con nosotros... Mejorsentate —le dijo Tino.
Fausto García había salido a lavarse las manos y echar una ojeada a los alrededores de la casa. Entrando, se sentó en silencio.
—Manuelito, ¿qué grado escolar tienes? —preguntó Adrián. —Tercer grado de primaria.
—Y ¿por qué crees que no has podido seguir estudiando?
–Porque mi padre murió cuando yo era niño, Y como éramos muchos hermanos, nos quedamos en una gran pobreza. Entonces tuve que trabajar para ayudar a la familia.
—¿Quién crees que tiene la culpa de todo eso que te ocurrió?
—Pues... —Manuelito pensó breves instantes—. Así lo quiere Dios —afirmó convencido.
Adrián lo miro fijamente.
—¿Crees que Dios es injusto?... ¿Crees realmente que Dios se entretiene haciendo daño a las personas, impidiéndoles que puedan estudiar o haciéndoles pasar hambre y miseria?... Si Dios nos ama como hijos suyos, ¿cómo puede un padre disfrutar haciendo sufrir a su hijo?... Dios no tiene la culpa de nuestras desgracias. El sistema que han implantado algunos hombres, es el que oprime, nos exprime, y nos hace sufrir de miles formas...
Adrián continuó hablando y explicando sobre cosas, que de algunas había oído hablar Manuelito, pero no con la profundidad en significado y razonamiento que las estaba tratando Adrián. De esta forma, Manuelito empezó a comprender que la vida no sólo es lo que otros nos dicen, que existen puntos de vistas ocultos a nuestros ojos por diversos motivos; por conveniencia de otros, porque no queremos ver de otra manera, o porque nadie abre nuestra contaminada mente a causa de educaciones opresoras.
Por un lado decimos, que Dios es justo y todo amor, y por otro, seguimos echándole 14 culpa de nuestras desgracias, dándole cualidades de ogro despiadado que se complace jugando con nuestros sufrimientos... Por sus frutos los conoceréis, dijo Jesús... Si Dios es justo y amoroso, toda interpretación de sus actos como maldad, nunca podrán ser parte de la intención Divina... Si vemos que existe maldad, sólo queda como responsable la maldad del hombre en su libertad de hacer y crear en bien o mal. Responsabilizando a Dios o a causas ajenas a nosotros sobre lo que ríos ocurre, nos sentimos cómodos, logrando la falsa resignación que nos dice; no podemos cambiar nuestros malos hábitos. Actuando así, es cuando realmente estamos muertos, porque dejamos de trabajar para la evolución natural, motor principal de la existencia. Porque nos es más fácil dedicarnos a enterrar lo muerto que luchar por lo vivo:
Otro discípulo le dijo: Señor, permíteme ir primero a sepultar a mi padre; pero Jesús le respondió: Sígueme y deja a los muertos sepultar a sus muertos.(San Mateo 8: 21,22)
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Manuelito Maldonado Lovo nació el 10 de junio de 1941, en Somoto, departamento de Madriz, localidad nicaragüense situada al noroeste del país, que contaba entonces con algunas pocas calles de tierra. La casa familiar de Manuelito, a cuadra y media dirección este, desde donde está en la actualidad el mercado Municipal de Somoto, medía unos seis metros de frente por tres de fondo y estaba hecha de taquezal; paredes con varas de madera forradas con un embarrado terroso. Tenía tres pequeñas habitaciones, siendo una a su vez cocina y recibidor. El suelo era de tierra y las paredes del mismo color que el barro seco. E1techo lo formaba un entramado de tejas de barro cocido soportado por vigas y listones de madera.
Salvador Lovo Ponce se llamaba el padre de Manuelito. Era de Ocotal, departamento de Nueva Segovia situado al noreste de Madriz. Julio Maldonado lo llevó a su casa en Somoto y le presentó a su hermana Ester Maldonado Espinoza. Ester y Salvador se gustaron y se unieron teniendo siete hijos; Luís, Constantino (Tino), Arminda, José Santos, Manuelito, Pedro, y Francisco (Chico). Salvador, que ejercía de albañil en Somoto fue trasladado de urgencia al hospital de Ocotal, donde falleció dejando a su último hijo con ocho meses de vida; en Somoto aún no había hospital. Manuelito Maldonado tenía cinco arios cuando esto sucedió. La pobreza se hizo extrema para toda su familia, y la nutrición matutina la daba una taza de café aguado con un poco de azúcar; y a veces, se podía acompañar con una rosquilla de maíz. Con siete hijos que mantener, Ester Maldonado se dedicó a panificar; construyó un horno de leña con mucho sacrificio y hacía pan para vender. Manuelito llegaba de la escuela y a veces, no encontrando que comer, salía a la calle con su caja de lustrar zapatos, para obtener algo de dinero y comprar comida.
Los hijos de Ester no solían terminar los cursos escolares, pues con la temporada de recolección de café o algodón, dejaban la escuelapara marcharse con su madre a trabajar. Cuando no era temporada de corte, Manuelito y sus hermanos trabajaban donde podían para llevar sustento al hogar: Una lustrada de zapatos de mujer costaba quince centavos, y la de varón veinticinco centavos de córdoba—moneda nicaragüense—. Lo ganado era para comprar azúcar, café, frijoles, arroz,..., y la imprescindible en la comida nicaragüense, tortilla — torta de maíz de unos veinte cm. de diámetro, que sustituye al pan de los países europeos y asiáticos—.
Manuelito y sus hermanos no conocían los zapatos, pero muy bien los piojos y pulgas de los chanchos —cerdos—, que les provocaban en las piernas y pies, erupciones parecidas a quistes de triquinosis. El agua, elemento imprescindible para la vida, debía ser traída diariamente desde el río Musunce, que en esa época corría paralelo al pueblo, siendo hoy un río agonizante por la despiadada intervención humana. Aún no había luz eléctrica, sino candiles de aceite o diesel; hechos de latas con mechones de fibras vegetales.
Los hijos de Ester fueron creciendo y tres aprendieron albañilería. El mayor aprendió el oficio con Salvador, antes que muriese, y con doce arios, Luís Maldonado era albañil y cabeza de familia.
La niñez y adolescencia de Manuelito, aunque dura en trabajo y sacrificio, le proporcionaba esa sensación de felicidad, que nace cuando la familia trabaja unida para el bien de todos sus miembros. Pero aquella unidad familiar, no le evitaría sufrir las consecuencias de la pobreza, con sus crueles manifestaciones físicas y psicológicas... ¿Qué niño no ha deseado el juguete de su vecino?...
Hay que escribir una carta al niño Dios, que es quien trae todos los regalos, decía la abuela en vísperas de navidad., Y cuando Manuelito aprendió a escribir, anotó en su carta al niño Dios, todos sus anhelos personales materializados en coloridos juguetes y que en sus ilusiones, lo trasportaban a mundos lejanos, allá, cerca del paraíso que tanto nombraba su abuelita. Pero cuando se despertó el veinticinco de diciembre, la carta que escribió al niño Dios seguía bajo su humilde almohada; donde la había dejado el día anterior. Sin hallar regalo cerca, buscó y buscó por el cuarto, revisó todos los rincones de la casa, y frustrado, finalmente salió a la calle. Allí vio los llamativos coches de plástico de sus vecinos ricos. Los coches que él podía tener, eran los hechos con viejas latas de sardinas, o los que tallaba su hermano mayor sobre tacos de madera. Comenzando a llorar huyó desconsoladamente de su casa. En rechazo a la injusticia manifiesta de un mundo, donde las respuestas culturales nos alejan de las realidades lógicas, para plantearse las grandes preguntas con respuestas insondables. Porque no tenemos una educación que nos, lleva a comprender trascendentalmente nuestros sufrimientos, y los asuntos humanos de convivencia más básicos, se camuflaron bajo crueldades inciertas de injustos dioses; mientras la razón nos dice, que un buen padre nunca disfrutará viendo sufrir a sus hijos...
¿Por qué Dios no nos escucha? nos preguntamos cuando no sucede lo que deseamos.
¡El Niño Dios no me trajo nada!... Y le escribí la carta como me dijiste...Reprochaba Manuelito a su abuelita cuando regresó a casa, mientras contenía esa energía de desesperación impotente, que nace al toparnos con crueles realidades... El tiempo le enseñaría que el niño Dios no tenía la culpa, sino la pobreza: ¿Hasta dónde es el ser humano capaz de encontrar causas observando sus electos?
Estando en tercer grado de primaria, Manuelito Maldonado enfermó le poliomielitis; una peligrosa enfermedad infecciosa conocida comúnmente como Polio. El virus que la causa entra al cuerpo por vía digestiva y se extiende por los nervios. La rigidez cervical es una de las consecuencias, y en Manuelito provocó la curvatura de su columna vertebral hasta darle el aspecto de jorobado; sin permitirle crecer más de metro cincuenta. Tras 4 años de lucha contra la enfermedad, Manuelito quedó discapacitado físicamente de por vida. No volvería 4 jugar al béisbol. Ni corrió más por el río. Ni brincó por los montes con sus amigos en busca de animales; por donde hoy está el llamado barrió (le los maestros o La Coyota. Su madre lo quitó de la escuela por la fuerte crisis que le produjo la enfermedad, y una vez recuperado no lo volvió a mandar por miedo a que lo lastimasen, y a la cruel mofa de los niños hacia los que parecen distintos a ellos. Manuelito comenzó n trabajar lustrando zapatos en el parque, vendiendo pan, ayudando a mercaderes en sus transportes y ventas de mercancías. Viajó con su madre y hermanos a Chinandega, San Juan del Río Coco y Telpaneca, para los cortes de café y algodón. En ocasiones, con su hermano José Santos salía a vender fuera de Somoto, llevando dulce partido —dulces hechos del jugo de la caña de azúcar— a cinco centavos de córdoba el pedazo y café molido a diez centavos la medida. En las comunidades que no tenían dinero para pagarles hacían trueque, cambiaban lo que llevaban por huevos o pollos. Lo importante era que nadie en la familia pasase hambre, había que ingeniárselas para ello, y sin salirse de unas estrictas normas morales, dadas por Ester y resumidas en: Trabajar honestamente y en estrecha colaboración familiar.
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Adrián se reunía todas las tardes con Manuelito, y le hablaba sobre temas diversos. Explicando de forma sencilla situaciones complejas, ayudaba a que sus exposiciones fueran comprendidas. Manuelito ya poseía la semilla revolucionaria desde antes, pero la resignación arraigada en él era la barrera que impedía germinarla.
—El sistema todo lo acapara. Nos hace trabajar para después, pagarnos injustamente por nuestro trabajo. Ellos se hacen ricos a nuestra costa, compran coches costosos, casas lujosas, pueden mandar a sus hijos a la Universidad, comen exquisiteces que ni sabemos que existen, y nosotros, los pobres, no podemos ni llevar a nuestros hijos a la escuela. Y si tenemos algo de comer, es porque en vez de ir a estudiar, los mandamos a trabajar. Y así perdemos la formación educativa, que es la opción para salir de la miseria. Tanto Fausto como yo tenemos las mismas dificultades que ustedes, venimos de familias rotas por la pobreza y la falta de medicinas, esas medicinas que los burgueses tienen en abundancia... ¿Entiendes lo que te digo?
Manuelito entendía, pero su rostro reflejaba una duda. —¿Qué cosa es sistema? —preguntó al fin.
—El sistema es todo aquello que ahora nos está oprimiendo. Son normas, leyes, obligaciones, creencias impartidas desde tiempos atrás,..., todo lo que nos hace sumisos, resignados, y conformistas. El sistema quiere que no pensemos, y nos creamos afortunados, mientras en realidad, tiene su pie pisándonos el cuello. El sistema es escurridizo y no quiere que lo investiguemos como seres racionales, por ello nos quiere ignorantes, que no estudiemos. El sistema es manejado por pocos, para beneficio de esos pocos, e ignora y desatiende las necesidades de muchos, porque para estos pocos, no es conveniente que los muchos despierten de su letargo, pues les impedirían seguir enriqueciéndose a su costa y lograr sus objetivos egoístas...
—¿Y qué podemos hacer nosotros ante eso? —Despertar. Despertar del letargo. DESPERTAR...
Tino también participaba de aquellas charlas, dirigidas principalmente hacia la comprensión de Manuelito, pues Tino ya conocía aquellos temas.
Siendo mayor que Manuelito, Tino se había ido de Somoto en busca de empleo años atrás. Trabajó de zapatero en Rivas, Wuaspán, Chinandega, y por último en Condega; localidad a unos treinta y dos kilómetros de Somoto dirección Estelí. Allí decidió volver a Somoto, su ciudad natal, para trabajar en el taller de zapatería de Roger Quintana, que era el más grande y avanzado de la zona y tenía mayor número de trabajadores. Por entonces, Manuelito trabajaba de mensajero en la oficina de telégrafos, donde se sentía satisfecho y aprendió la comunicación mediante el código Morse. Incluso esperó conseguir una plaza de telegrafista que nunca logró... Manuelito, mejor es aprender un oficio, que estar en cargos públicos, le recomendaba Tino de vez en cuando, hasta que un día habló con el Sr. Quintana para que aceptase a Manuelito como aprendiz en su zapatería. Fue aceptado, y cuando no trabajaba en la oficina de telégrafos, donde tenía turnos con días libres de por medio, aprendía la profesión de estilista zapatero; encargado de dibujar y cortar piezas de cuero para luego ser montadas en las suelas. Mientras aprendía el oficio, escuchaba a su hermano y a otros zapateros hablar contra el régimen de Somoza. Algunos quedaban embelesados escuchando razonamientos que comprendían, sintiendo en carne propia la opresión de la que hablaban. Otros, por el contrario, se ofendían y alejaban de ellos, considerándolos enemigos por no compartir una idealizada admiración a la dictadura.
Entre los que aprendían con Manuelito y compartían las ideas de Tino, estaban Salomón Espinoza y José Espinoza, del Guayabo, quiensería más adelante cuñado de Tino.
En febrero de 1963 hubo elecciones en Nicaragua, convocadas por un gobierno opresivo que discriminaba a trabajadores, a pobres y campesinos, y no permitía la libertad de expresión ni alternativa a su injusticia. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) era un bebe recién nacido, clandestino, perseguido y desconocido para la inmensa mayoría de un pueblo que era forzado a votar entre varios candidatos puestos por la oligarquía Somocista. Los empleados públicos debían votar por René Shick según las orientaciones del gobierno. Manuelito, no sintiendo agrado por ninguno de los candidatos en las elecciones; marionetas del mismo sistema son todos, pensaba, decidió no votar y entró en la lista negra del gobierno, donde estaban quienes se mostraban en su contra: Después de las elecciones fue despedido de la oficina de telégrafos por ello.
A finales de 1963, Roger Quintana desmantela su taller de zapatería para marcharse a Estelí, una vez vendidas las máquinas. Tino ya tenía su esposa que conoció en el taller de Roger, donde ella trabajaba también. En poco tiempo habían decidido vivir juntos, en la casita que Tino construyó de madera, en el terrenito que la madre le había dado para ello, de su propio solar.
José Espinoza compró una máquina a Roger y montó su zapatería dando trabajo a Manuelito. Tino, aunque cuñado de José Espinoza, decidió volver a trabajar a Condega, pero llegaba a Somoto los fines de semana para estar con su esposa. Con el tiempo Tino acabó instalando una zapatería en su casa, junto a su esposa.
José Espinoza acabó suicidándose, y Manuelito se fue a trabajar con su hermano Tino, a pocos metros de su casa, la casa familiar de doña Ester Maldonado.
La visión revolucionaria de Tino, le trajo amigos afines a sus ideas con los que hablar sobre aquellos temas, que elgobierno prohibía. Reynerio Espinoza lo visitaba y charlaban de revoluciones y soluciones para acabar con la miseria en Nicaragua. Reynerio había vuelto de Guatemala, donde estudió Odontología y conoció las actividades revolucionarias de Jacobo Arbenz Guzmán; uno de los jóvenes oficiales que derrocó al dictador Jorge Ubico Castañeda en junio de 1944. Reynerio aún vivía con sus padres, se encargaba de llevar la producción lechera de la finca familiar a Somoto. No ocultaba su tendencia política y distribuyó la revista gratuita M.R. (Movimiento Republicano), con ideas opuestas al gobierno; que tenía permiso de divulgación, siendo legal.
Reynerio llevó a la zapatería de Tino a Pablo Velásquez, hondureño que se había casado con una muchacha Somoteña llamada Candida, conocida también por Elida. Pablo se hizo amigó de Tino y lo visitaba de vez en cuando con su hijo pequeño a hombros. El padrastro de Pablo había dado albergue a Santos López en Honduras cuando Sandino fue asesinado, y siendo Pablo estudiante, Santos López ya le hablaba sobre Sandino y sus ideales. Perseguido en Nicaragua y escondido en el país vecino, Santos trabajó donde pudo; desde obrero en una fábrica de jabón propiedad de una adinerada familia Alemana, hasta cuidandero en la pedrera de una empresa constructora de carreteras.
Cuando Pablo terminó sus estudios técnicos en Honduras lo llamaron para trabajar en la empresa que pavimentaba la carretera panamericana, hasta entonces de tierra. Trabajaría en unas oficinas situadas donde ahora está la escuela Rubén Darío, construida en Somoto por René Shick. El trabajo se demoró por motivos burocráticos, y estando ya en Somoto, comenzó a reunirse con Reynerio Espinoza y fue contactado por Oscar Turcios para la lucha Sandinista. En poco tiempo, la O.S.N. Oficinas de Seguridad del Estado) lo consideró sospechoso, y en mayo de 1965 fue arrestado. Alguien lo acusó entre otras cosas, dellevar dinamita para volar el depósito de agua de Somoto; en realidad lo que llevaba era una emulsión para su hijo. Registraron su casa sin encontrar nada de qué acusarle, aun así, lo mantuvieron incomunicado en un torreón del Comando de la G.N.(Guardia Nacional).Su esposa le llevaba comida y café. Logró pasarle un pequeño lápiz y papel para comunicarse con él, en el doble fondo del termo que contenía el café; que era revisado con un alambre antes de ser entregado al prisionero. Sin previo aviso Pablo fue trasladado a Managua con destino desconocido, y los intentos de su esposa y Tino por encontrarlo fueron en vano. Como último recursos Elida llamó a uno de los hermanos de Pablo, Coronel del ejército hondureño, quien pidió permiso al gobierno de Honduras para buscarlo a niveles políticos: Lo encontró en la quinta prisión de policía, torturado y con tres días sin comer. Después de gestionar con el gobierno nicaragüense su deportación a Honduras, fue puesto en libertad y se establece en Choluteca, donde comienza a usar su vivienda coma casa de seguridad para el Frente Sandinista. Pero a la casa de Tino no sólo llegaban personas revolucionarias.
El trasporte más usado por entonces eran los pies de uno mismo. Raro era la familia que no tuviese familiares casados o viviendo en otros lugares del país. Algunos zapateros pasaban por Somoto de paso, y Tino les daba trabajo y hospedaje durante un tiempo, luego, descansados y con algo de dinero, continuaban su camino. La solidaridad entre los pobres de moral honrada se manifiesta a unos niveles desconocidos hoy día para el mundo desarrollado. Lejos de la contaminación televisiva y publicitaria actual, fomentadora de envidas en aquellos que no tienen lo que ven en anuncios o películas, las personas se comprendían mejor unos a otros. A un viajero que a pie viaja para ver a un familiar, ¿por qué no tratarlo como nosotros queríamos que nos tratasen al viajar de igual forma?...
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Adrián instruía a Manuelito por las tardes.
—«Para cambiar el sistema hay que cambiar a quienes lo manejan. No sólo es quejarse. Tenemos que razonar la situación, ver la realidad de nuestras necesidades, percibir la miseria que no sólo está en la carencia de bienestar físico, sino también en la carencia de valores que el sistema censura, como la libertad de expresión y de pensamiento... ¡Debemos actuar!... ABRIR LOS OJOS A LOS DEMÁS OPRIMIDOS Y ORGANIZARNOS. ESTA ES LA LABOR QUE HAY QUE HACER ANTES DE COMENZAR LA LUCHA PARA CAMBIAR EL SISTEMA... ¡HAY QUE ACTUAR!... CON PALABRAS NO HACEMOS NADA, LAS PALABRAS SE LAS LLEVA EL VIENTO Y NOS CONTAMINAN ALIMENTANDO LA FRUSTRACIÓN CON SUS CRITICAS: LOS HECHOS SON LOS QUE PERDURAN PARA LA HISTORIA... LOS HECHOS SON LO QUE CAMBIA EL MUNDO...»
Manuelito, escuchaba y reprimía su impulso interno que gritaba: Quiero luchar, quiero cambiar mi vida. Pero la resignación acomodada en la costumbre, muy bien educada desde pequeño, le hacía creerse impotente.
—Nosotros no podemos hacer nada. Somos unos pobres zapateros, que con costo tenemos para comer. Ya estamos acostumbrados a vivir así...
No se equivoquen, SÍ PUDEDEN HACER MUCHO, pero primero debemos conocer lo que ocurre a nuestro alrededor, y no sólo en nuestro pueblo; sino en el mundo entero... Si somos ignorantes de lo que ocurre a nuestro alrededor, ¿cómo vamos a conocer lo que ocurre fuera del país?... Y a nuestro alrededor hay muchos que viven peor pie ustedes, que tenéis donde trabajar...
¿Cómo va a ser eso? —interrumpió Manuelito—. No hay quienes estén peor que nosotros... ¿Quién va a estar peor que nosotros?... Nosotros estamos en la peor de las miserias...
Y Adrián y Fausto acompañaban a los zapateros a las comunidades cercanas, donde, efectivamente, vieron a quienes vivían mucho peor que ellos.
—No debemos complacernos echándole la culpa a Dios o a nuestros padres, como si nada se pudiese mejorar o no tuviera solución. Dios no tiene la culpa de nada de esto, Dios es justo. El hombre en su corrupción es quien destruye a los demás hombres con sus ambiciones y egoísmos sin consideración —explicaba Adrián.
Los días pasaron y aquellas conversaciones abrieron poco a poco en Manuelito, la ventana por donde el aire fresco que todos anhelamos respirar algún día, entraba llenando el ambiente de energías desconocidas, porque dentro de nosotros, vivamos en opulencia o en la miseria, siempre existe un anhelo oculto, escondido detrás de nuestras actividades diarias. Y aunque la opresión nos censure, torture,nos esclavice con falsos sueños de grandeza, el anhelo sigue ahí, susurrándonos en algún lugar de nuestro Ser: SÍ PODEMOS HACER ALGO PARA CAMBIAR NUESTRAS VIDAS Y EL MUNDO.
«Muchos fueron a la lucha revolucionaria por conciencia No por egoísmo personal, sino por la necesidad imperante de cambiar la situación de los demás vecinos, tremendamente empobrecidos... Dejaron hijos y esposas para luchar por un ideal que había que llevar a la realidad. Sin rencores ni odios, sólo en busca de justicia y libertad... Esta realidad aún existe. La lucha continúa, pero a otros niveles».
Manuelito Maldonado,Adrián enseñaba a Manuelito una realidad contundente, liberándolo de sus rechazos hacia lo que escuchaba:
—Las tierras han caído en manos de unos pocos que han usado mañas y artimañas para robárselas a los campesinos... La salud y la educación no llegan a toda la población,... Sólo los ricos pueden ser Médicos o Abogadas... Sólo ellos pueden pagar las universidades... Pero has de saber, Manuelito, que NO ES DONDE SE NACE LO QUE HACE LA DIFERENCIA... SER POBRE NO SIGNIFICA QUE NO SE TENGA CAPACIDAD PARA SER MÉDICO... LA ECONOMÍA ES LO QUE IMPIDE A CUALQUIER CAMPESINO SER ABOGADO O MÉDICO... TODOS LOS CEREBROS ESTÁN PREPARADOS PARA INSTRUIRSE Y CAPACITARSE.
—¿Que un pobre puede ser médico?...Eso es imposible —alegaba Manuelito en su incredulidad.
El tiempo demostraría que sí era posible, y muchas más cosas fueron posibles. Pero los cambios requieren de esfuerzo para ser realizados: El ser humano tiene quo dejar de lado la ignorancia y el conformismo.
Pasaron quince días desde que Adrián y Fausto llegaron a la zapatería de Tino. El tiempo había pasado rápido y era hora de marcharse. Adrián dejó deberes a Manuelito.
—Tenemos que trabajar para lograr los cambios, piensen en esto y tengan cuidado con quien hablen de estos temas. Es peligroso hablar con todo el mundo de esto. Y a vos, Manuelito, te encargo la tarea de encontrar a tres personas de confianza. Debes prepararlas sobre los temas que hemos tratado estos días, para poder reunirme con ellas cuando vuelva de Condega y seguir la instrucción.
—Está bien, voy a ver a quienes preparo —dijo Manuelito. Al día siguiente Adrián y Fausto se marcharon.
Manuelito comenzó a estrechar relaciones con aquellos que él sabía contrarios al gobierno. Igual hizo con personas disconformes con la mala situación económica. Abordando los temas que mayor descontento causaban, lograba ganarse la simpatía y confianza de aquellos con quien hablaba; preguntaba sobre las cosechas, las limitaciones económicas, la imposibilidad de dar estudios a sus hijos, etc. Manuelito analizaba la realidad del sistema social en que vivían, descrito con la frase: Un sistema creado por pocos, para beneficio de esos poco, y oprimiendo a muchos.
Entre todos con quien habló, eligió a tres que preparó mentalmente para un encuentro con Adrián, que llegaría en cualquier momento sin avisar. El alojamiento nunca era problema. Si hay suelo hay cama. El suelo, o un trozo de piel curtida sobre éste, solía ser la cama de quien viajaba de Uni lado a otro, o quienes no tenían algo mejor en sus pobres casas.
Pasaron dos semanas y Adrián llegó acompañado de Fausto y Filemón Rivera Quintero, hermano de José Francisco Rivera; quien sería conocido arios más tarde como El Zorro Rivera, por las tres insurrecciones que dirigió contra la GN en la ciudad de Estelí. Adrián organizó varias reuniones discretas con quienes Manuelito había preparado; entre ellos Augusto Cesar Salinas, conocido como El Profesor Salinas.
Fausto y Filemón iban de paso a la clandestinidad, hacia las montañas. Fausto moriría en Pancasán en agosto de 1967, cuandogrupo se enfrentó a la G.N., siendo derrotado. Junto a Fausto, cayeron Silvio Mayorga, el Dr. Carlos Tinoco, Otto Casco, y otros guerrilleros como Rigoberto Cruz, de seudónimo Pablo Úbeda, quienyo realizando trabajo organizativo en Raití y Bocayuna vez que en1963, la primera experiencia guerrillera del FSLN también sufrió derrota, y llevó a que, entre 1963 y 1967 se preparasen bases sociales para las acciones guerrilleras en Pancasán; zona ubicada en el centro de Nicaragua, en Zelaya central. Siendo derrotado el FSLN en esta última acción, se promulgó el llamado periodo de silencio. La derrota obligó a realizar análisis sobre lo ocurrido, concluyendo que debía pi pararse el terreno y a la gente antes de llevar a cabo las acciones guerrilleras. Esto originó el nacimiento de las escuelas clandestinas dc entrenamiento y las redes organizativas; pues una guerrilla no sobrevive si está aislada y sin suministros, sean materiales o humanos. De aquí que las acciones militares del FSLN se detuvieran hasta comenzar la insurrección final.
La actitud de Manuelito sufrió un cambio radical ante su nueva visión de la vida y el mundo. De pronto tenía una meta altamente trascendental en comparación con su trabajo de zapatero. Sintió el poder de la realización, que dice: Para esto he nacido. Mientras hablaba de injusticias sociales y soluciones, el sabor de la libertad caía suavemente sobre su paladar, a la vez que expulsaba los amargos sabores de vicios comunes y falsos sustitutos de la verdadera felicidad: Vicios cargados de frustración, que empujan a; los seres humanos a las bebidas alcohólicas, al tabaco, a las drogas, y a las relaciones sexuales desmedidas; sea por placer, o por la necesidad de desahogarse de la necesidad de tenerlas.
—Manuelito, ¿estás enfermo? —le preguntaba su madre. —No.
—Ya no vas a las cantinas con los amigos, y apenas sales de casa. —¡Para qué andar en eso! —contestaba Manuelito.
La madre notaba extraños cambios de comportamiento en su hijo y se preocupaba. Tumbado en su cama, hecha de cuerdas de fibra de pita, con cartones que aliviaban el contacto junto a un petate de tule de 1 cm. de grosor, Manuelito pasaba su tiempo libre leyendo libros clandestinos, con la luz de un candil y su constante columna de humo negro. En ellos aprendía sobre formación guerrillera y la concientización ante la opresión del sistema. Sus nuevos compañeros de Condega se los prestaban en sus visitas. Manuelito, habiendo sustituido la cantina por la lectura, pasaba horas con personajes literarios, acompañándolos en sus trabajos clandestinos, llenos de altos valores humanos, morales y solidarios. Con el libro, La madre, sentía la emoción de estar en la Revolución Rusa con sus intricados, mecanismos, y aprendió la funcionalidad de la propaganda política plasmada en aquel libro por un destacado revolucionario comunista soviético, creador del realismo socialista; Maksim Gorki [AlexéiMaxímovichPéchkov (1868 - 1936)].
*****
«Había que ser un hombre diferente. La revolución fomenta la honestidad y el respeto hacia los compañeros. En tu Yo interno vas cambiando, buscas cómo comportarte diferente y te vuelves diferente a los demás. Desde esa nueva posición interna y personal, puedes observar en otros, que aún tienen tus mismos comportamientos de antes, entonces ves aquellos movimientos que tú hacías antes de cambiar... Y es asombroso lo errado de muchos de esos movimientos: Es como ver actuar a un borracho estando sobrio; borracho que tambaleándose y balbuceando, se cree andar y hablar correctamente. Lo triste, es que así seguimos, tambaleándonos, la mayoría de los seres humanos hoy día, sin importar su país o creencia política».
Manuelito Maldonado.
*****
Adrián se trasladó a Estelí para formar el centro logístico clandestino de la zona norte de Nicaragua. A Somoto llegaba asiduamente para dar orientaciones, marchándose el mismo día. Tino y Manuelito se habían comprometido con la causa Sandinista.

EL ENCARGO
Managua, 1970. Mercado de San Miguel.
Quedaban cinco minutos para las seis de la tarde. Manuelito hacía una hora que rondaba el punto de encuentro, había estado observando la zona, curioseando por los puestos y recovecos del mercado. Se detuvo en la esquina acordada, lugar relativamente tranquilo que evitaba la aglomeración excesiva de personas. A pocos metros, los mercaderes ofrecían sus mercancías con insistencia al paso de lostranseúntes: ¡Señora!... ¿Qué está usted buscando, señora?... ¿No quiere un mosquitero? Se lo dejo barato... ¿Una ropa para el niño,... Ola niña?... ¿Fresco de piña, o raspado de caramelo?...
El movimiento de personas entretenía a Manuelito mientras esperaba. De pronto, una voz acercándose lo sacó de su deleite.
—¡Hola Manuelito!... ¿Qué haces tú aquí?
Manuelito volteó la cabeza y un hombre alto, con el uniforme de la Guardia Nacional, se detuvo frente a él. El estremecimiento inicial de ver el traje de la G.N., dejó pasó a cierto alivio, cuando reconoció la cara del hombre.
—Pues... aquí estoy, ya ves... vendiendo unos zapatos —contestó Improvisando.
El Guardia era de Somoto, lo que no significaba estar a salvo. Manuelito miró de reojo las dos cajas con botas que estaban a su lado. La situación era comprometedora, los segundos pasaban y la operación de entrega estaba en peligro, como podía estarlo su vida.
—Muy bien Manuelito... —pensativo, el Guardia miraba a los alrededores—. Pero aquí te has puesto en mal lugar, no vas a vender mucho. Conozco esta zona bien y te recomiendo te pongas por allí —dijo mientras señalaba con el índice del brazo derecho, un pequeñohueco entre dos puestos que vendían diferentes tipos de ropa—. En ese sitio tendrás mucha más gente pasando por delante y podrás vender mejor tu zapatos.
—Gracias... ya voy para allá.
El Guardia se despidió y marchó siguiendo su ronda.
Manuelito comenzó a caminar hacia el lugar que le habían recomendado, pero se detuvo cuando el Guardia se perdió de vista.1 Volviendo al punto de entrega, esperó de nuevo que alguien del Frente Sandinista apareciese. No sabía quién llegaría, sólo sabía la hora, el sitio, y que a diez minutos pasada la hora debía marcharse por seguridad. Ya antes había realizado encuentros de este tipo que formaban parte de su vida como colaborador del Frente Sandinista, en el monte, en la ciudad o las comunidades, los encuentros eran estratégicamente planeados y él nunca había tenido problemas.
Menos mal que no miró dentro de las cajas, pensó Manuelito mientras esperaba y rogaba que no volviese el Guardia. Las cajas contenían botas militares para el entrenamiento de guerrilleros, en su mayoría campesinos en extrema pobreza, que llegaban a la clandestinidad descalzos o con Caites —sandalias rústicas formadas por una gruesa suela de hule con cordones de cuero, que sujetaban el pie por el dedo gordo y el tobillo—. Las botas que llevaba Manuelito eran fabricadas artesanalmente, y robustas, para enfrentar el duro terreno de montaña; suelas de goma de neumático, cosidas al cuero que forma el cuerpo de la bota, y acordonado hasta cubrir el tobillo. Manuelito y los colaboradores del Frente Sandinista no recibían dinero alguno por sus trabajos y colaboraciones. Todo era por liberar a Nicaragua de la dictadura.
Pasaron diez minutos de la hora estipulada y no apareció nadie. Manuelito decidió esperar unos minutos más, y sin dejar de observar los alrededores reflexionaba la situación: Quizá han visto al Guardia y están tomando medidas especiales... Quizá hayan tenido un retraso... Tras breves minutos de reflexión, Manuelito supo que debía irse de allí. Alguien lo podía estar vigilando para seguir sus pasos. Y si han detenido y torturado a quien debía llegar a verme?... quizá ha comentado algo sobre este encuentro y puede que me anden buscando, o incluso espiándome... pensó.
Tomando las cajas con ambas manos, caminó entre los puestos de venta durante un rato, deteniéndose y observando si alguien le seguía. Cuando vio la ocasión se introdujo rápidamente en un taxi que había dejado varios pasajeros. Buenas tardes, al Barrio San Luís, le indicó al taxista mientras se acomodaba en el asiento trasero con las dos cajas.
Ir a casa de Chico fue la opción elegida por Manuelito entre otras que había estado manejando mientras buscaba cómo salir del mercado.
Con las cajas sin entregar, pensaba poder entregarlas al día siguiente de alguna otra forma. Chico, Francisco Maldonado, era el menor de los hermanos de Manuelito. Por entonces vivía en el barrio San Luís de Managua, con algunos compañeros de estudios. Aunque aprendió y trabajó en la zapatería de Tino, cuando ahorró lo suficiente se fue de Managua para seguir estudiando. Era el único que había terminado la primaria entre sus hermanos. Todos notaron su fuerte capacidad para el estudio y su falta de vocación para ejercer la albañilería o la zapatería. Sus hermanos decidieron apoyarlo económicamente en sus estudios, y entró en el Instituto Técnico Vocacional, donde eligió la carrera de Técnico en Mecánica automotriz. Con la familia mantenía un contacto semanal, mandaba cartas y ropa sucia en autobús, y de igual modo le devolvían ropa limpia y cosas de comer, como las famosas Rosquillas Somoteñas. Partidario de la causa Sandinista, aún no estaba involucrado activamente, por su dedicación estudiantil.
Manuelito indicó al taxista donde debía dejarle, mientras miraba de vez en cuando por el cristal trasero para comprobar que no le seguían. Al bajarse del taxi, esperó que se marchase para dirigirse a casa de su hermano, a cuadra y media del lugar donde se apeó.
Chico recibió cordialmente a Manuelito, algo sorprendido por lo inesperado de la visita. Lo invitó a pasar al salón recibidor, donde sus compañeros de estudios y alquiler estaban sentados en una mesa cenando. Después de presentarlo, lo llevó a su habitación, donde Mannelito aprovechó para contarle lo sucedido y dejar las cajas. Cenaron y charlaron hasta que, entrada la noche, sonó la puerta de la casa. Chico miró por la ventana y seguidamente abrió la puerta. Dos jóvenes entraron y saludaron a todos los presentes, uno se llamaba Luís Carrasco, de Somoto. Chico les ofreció asientos cerca de él y Manuelito, y se unieron a la conversación. Al rato, Luís sugirió con disimulo cambiar de lugar; no era prudente hablar de ciertos temas delante de los otros inquilinos, que no debían saber de temas clandestinos. Los cuatro fueron al cuarto de Chico, y en voz baja Luís habló dirigiéndose a Manuelito.
—Somos de la Guardia Nacional. Ahora estamos fuera de servicio por eso vamos de civil... La cuestión es, que pertenecemos a grupo contrario a Somoza. Nuestro movimiento está dentro de la G.N. y el ejército, y pretendemos lo mismo que el F.S.L.N. Necesitamos ponernos en contacto con la directiva Sandinista, ¿puede usted contactamos con la dirección?
Luís clavó su mirada en Manuelito como esperando un regalo de navidad, mientras, Manuelito altamente sorprendido, supo que Chico les había hablado sobre sus actividades clandestinas. Reflexionando, unos instantes, saltaron las alarmas en su mente: Pueden ser infiltrados en busca de localizar la dirección del F.S.L.N. y destruirla, pensó.
No —contestó por fin—... No sé cómo contactar a los dirigentes del Frente.
Los jóvenes se mostraron decepcionados.
—¿Y no sabe con quién podemos hablar para contactamos con ellos? —insistió Luís.
—No sé, no tengo esos conocimientos. Yo sólo tengo las ideas revolucionarias, pero no actúo a esos niveles —contestó Manuelito reivindicándose una posición sin importancia.
Los siguientes intentos de Luís y su compañero para lograr información que los llevase a contactar con el Frente Sandinista fueron en vano. La conversación se relajó a los aspectos políticos del país, diversos problemas y posibles soluciones. Finalmente Luís y su acompañante se despidieron y marcharon, dejando bien claro sus deseos de servir con el Frente Sandinista en algún momento cercano.
*****
Años más tarde, Luís hablaría de nuevo con Manuelito Maldonado. En esta ocasión, Luís Carrasco había sido dado de baja en la G.N.; fue arrestado durante seis meses por perder el arma reglamentaria, diciendo que la perdió embriagado, pero recaían varias sospechas sobre él, y no le creyeron. Durante años había estado sustrayendo municiones, y el arma reglamentaria de la G.N. que decía haber perdido; un Garant, en realidad lo había entregado al F.S.L.N. En esta ocasión Manuelito confió en Luís, porque antes que él, Francisco Guzmán, teniente de la fuerza aérea de Somoza, acordó un encuentro con Manuelito en el río Inalí, a diez kilómetros de Somoto hacia la frontera con Honduras. En el lugar llamado La Bruja, estuvo también Marvin Corrales, Augusto Salinas Pinel, El Profesor, y algunos colaboradores más. Siendo aquel un lugar muy visitado para bañarse y descansar, y con la compañía de una botella de Ron para disimular, la reunión clandestina no levantósospecha alguna. Francisco contó que había muchos como él, contrarios a Somoza, que había viejos Coroneles participando con dinero y armas para acabar con el gobierno, pero necesitaba contactar con la dirección del F.S.L.N. para coordinar y organizar las actividades. Manuelito y los demás, por lo peligroso del asunto no dieron contestación alguna ala petición de contactar con la directiva del Frente, y se acordó otra reunión pasado un mes. Para entonces, Manuelito había consultado al dirigente Román sobre el asunto, quien dijo que la propuesta del militar era buena, pero era prematuro establecer un acercamiento con ellos; se debía esperar. Cuando llegó el momento de la nueva reunión, Francisco no llegó.
Luís Carrasco ayudó activamente en la logística clandestina de la zona norte de Nicaragua. Formó casas de seguridad en Cacaulí, donde tenía familia, y quienes lo conocían, creían que aún era de la G.N., por eso no levantaba sospechas cuando llegaba a Somoto para hablar con Manuelito.
Después de fracasar la entrega de las botas, Manuelito contaba con la dirección de una colaboradora que le había dado Salvador Losa Talavera, conocido como El Flaco.
El Flaco llegó a Somoto en 1966 por mano de Adrián siendo un joven inquieto. Pasó seis meses entre la casa de Tino y una de entrenamiento en Cacaulí. Trabajaba de zapatero, aunque no le ponía empeño. Era indisciplinado y provocaba situaciones comprometedoras, como veremos más adelante. Aun así, llegaría a ser dirigente del Frente en Somoto. Era alto y de fina estatura, pelo crespo y un simpático carácter que le proporcionó varias enamoradas en el barrio de Manuelito.
*****
Manuelito dijo a su hermano que iría a buscar a alguien para acordar un nuevo encuentro y entregar las botas. Chico decidió acompañarle para ayudar ante algún imprevisto. Tomaron un taxi y Manuelito indicó al conductor el lugar donde lo esperarían. Para evitar riesgos, nadie debía saber el sitio exacto donde iba si no era estrictamente necesario. Dos cuadras y media del lugar hacia donde se dirigía, era distancia suficiente para comprobar si alguien los seguía. De esta forma se evitaban riesgos para el lugar donde iba y sobre quienes lo acompañaban.
Manuelito se bajó y caminó hasta perder de vista el taxi al girar la primera esquina. Siguió caminando hasta llegar a una casa de ladrillos con paredes repelladas y pintadas en color verde claro. Era una casa esquinera con una cerca de hierro a media altura pintada en blanco.
Manuelito se detuvo frente al portoncito abierto, del mismo tamaño de la cerca. En el porche observó un señor mayor bien vestido, que balanceándose en una mecedora de madera tenía cara de pocos amigos. El hombre vio a Manuelito parado en su entrada y detuvo el balanceo bruscamente.
¡Qué haces ahí parado!... ¡Qué querés! —dijo con voz despectiva.
Vengo buscando a Olga —contestó Manuelito alertado por el desagradable recibimiento.
—¿De dónde venís? —preguntó ordenando al estilo militar mientras se ponía de pie.
—De Chinandega —dijo Manuelito siguiendo directrices de seguridad.
—¿Cómo te llamas?
—Manuelito— dijo.
—Espera ahí —ordenó—. Voy a ver si está.
El señor entró en la casa. Manuelito observó los alrededores y lo que pudo dentro de la casa. Con sigilo, cruzó el porche y entró al recibidor; sospechaba sobre las verdaderas intenciones de aquél hombre. El señor había entrado en una habitación, y Manuelito, con precaución para no ser descubierto, se desplazó a la entrada de la misma para ver sus movimientos. Entonces vio al señor llamando por teléfono: ¿Estará llamando a Olga?... Umm... Esto no es normal... pensó Manuelito sintiendo un hormigueo por su espalda: ¡Algo anda mal!... ¡Vete de aquí en seguida!... concluyó una voz en su interior. Manuelito dio media vuelta, salió a la calle sin hacer ruido, y aceleró su pasó lo más que pudo en busca del taxi.
—¿Qué pasó? —preguntó Chico cuando vio a su hermano. —No estaba la persona que buscaba.
Manuelito no habló sobre lo sucedido y viendo que no tenía otras alternativas, decidió regresar a Somoto. En casa de Chico tomó un billete de un córdoba y lo rompió por la mitad.
—El que te traiga la otra mitad será la persona a quien debes entregarle las botas —le dijo a su hermano dándole una mitad del billete—. A nadie más debes dárselas. Y tampoco debes hablar de este tema con nadie.
Manuelito se marchó a Somoto.
Los sábados llegaba José Benito Escobar a la casa de Manuelito para dar instrucciones e informarse de la situación, quien se encargaba por entonces de la región norte por parte del F.S.L.N.
De seudónimo Arturo, José Benito Escobar comenzó a encargarse de la zona norte después que Adrián Gutiérrez fuese herido en un tiroteo; como veremos más adelante. Solía vestir con pantalón vaquero azul y camisa cuadriculada. En su cuello colgaba un rosario con una llamativa cruz a la altura del corazón. Obrero de la construcción, llegó a ser de la dirección nacional del Frente Sandinista por sus estudios y entrega personal. Llevaba gafas y una Biblia en sus manos, dándole un aspecto de pastor Evangélico, que le ayudaba a pasar desapercibido. Conocedor de las escrituras cristianas, hablaba señalando pasajes bíblicos, donde las virtudes humanas eran las herramientas necesarias para luchar y vivir en libertad. Herramientas que están al alcance de todo aquél dispuesto a comprender sus propios valores y trabajar, para desarrollarlos en uno mismo. José Benito desprendía una fuerte aura de compromiso revolucionario. Deseaba sustituir las choza tercermundistas por viviendas dignas, y llevar a cabo cambio urgentes en la justicia, la educación, y la sanidad; existentes sólo para los pudientes. Junto a Enrique Lorente participó en la guerrilla de Zinica y Matagalpa (1970), formada en su mayoría por campesinos. Muchos días estuvo en casa de doña Estér y Manuelito, y salía mucho a las comunidades y al campo para hablar con los campesinos. Logró fabricar un mimeógrafo artesanal de madera, con el que se producía volantes, comunicados y propaganda política revolucionaria.
En la organización Sandinista se practicaba la crítica y la autocrítica, Ir se aprenden lecciones muy importantes para mejorar las acciones. Nadie debía de enojarse por la crítica dirigida a su persona y sus  actos, alcanzándose de esta forma una efectiva mejora en la Lie ión personal de cada individuo, pues se modifican las conductas lograr actuaciones más efectivas: Esto trae acontecimientos cada vez más favorables y menos desastrosos.
***
«Las cosas y actuaciones dañinas han de ser criticadas para que se rectifiquen y se hagan mejor ».
Manuelito Maldonado.
***
José Benito llegó a Somoto un sábado como de costumbre. Sabía que la entrega de botas no se había producido. Después de saludar a los zapateros, esperó el momento para abordar el tema.
—Hubo algunos problemas en Managua, por eso no pudieron recoger las botas. Se rompió la seguridad, y los compañeros tuvieron que buscar otros domicilios más seguros.
—Yo intenté contactar con Olga en su casa... —comenzó a explicar Manuelito.
—¿Por qué hiciste eso? —interrumpió José alterándose de pronto.
—Fue el contacto que me dio El Flaco, por si tenía algún problema...
Manuelito contó en detalle lo ocurrido en casa de Olga.
—No debiste ir... Olga ha pasado a la clandestinidad y al que vistes es su padre, que está muy enojado con nosotros por eso. Menos mal que te fuiste, bien hecho.
Allí estaba El Flaco escuchando la conversación. José Benito lo miro enojado.
—¡No vuelvas a hacer eso! Comprueba bien ese tipo de información antes de darla... Un descuido como ese nos puede comprometer a todos...
José se dirigió de nuevo a Manuelito.
—¿Y qué hiciste con el encargo? —preguntó refiriéndose a las cajas con las botas.
—Lo dejé con mi hermano, en el Barrio San Luís. Le di la mitad de un billete, yo me quedé con la otra mitad. Quien vaya a recoger las botas debe enseñársela.
—Está bien, ya me encargo yo de las botas —dijo José. Manuelito sacó de su bolsillo el billete doblado. —Aquí está la otra mitad del billete, tenga.
Josó Benito tomó el trozo de córdoba y lo guardó cuidadosamente entre las pastas de su Biblia.
Día$ más tarde, José Benito visitó a Chico y recogió las botas. Antes de irse habló con él para conocerlo mejor: Desde ese día, Chico pasó a formar parte activa en la red de contactos del FSLN.

LA PIRAGUA
La casa de Ester se caía. El paso de los años y las inclemencias del tiempo habían deteriorado las paredes de tierra hasta pasado su tiempo útil. Algunos de sus hijos deciden derribarla y construir una de ladrillos, pero Manuelito no confiaba en la palabra de sus hermanos; observaba que gastaban su dinero en beber guaro (bebidas alcohólicas), y solían hablar mucho para luego no hacer nada. Dentro de los planes de renovación, se incluía la destrucción del viejo horno. Ester se oponía al proyecto por ello; durante años, el horno le ayudó a sacar a sus adelante y le tenía gran aprecio. Finalmente, Manuelito y Ester aceptaron la idea de la nueva construcción cuando Chico asumió pagar los materiales; Con los materiales y mis hermanos albañiles, la casase construirá, pensó Manuelito. Derribaron el horno y la casa, pero nunca terminarían la nueva construcción.
Chico cumplió lo prometido y pagó los materiales. La casa vieja fue demolida salvo un pequeño trozo con su techo, que serviría de cobijo mientras estaba lista la nueva. Los hermanos construyeron los
cimientos y levantaron las estructuras de hierro, que orientadas al cielo serían futuras columnas. Una pared ya había sido levantada a media altura, todo parecía indicar que la vivienda se culminaría, pero
un día: Mira Ester, lo que yo te dije, dijo Manuelito alarmado a su madre,que por su nombre de pila tenía costumbre llamarla. Ester miró la construcción. Allí estaba uno de sus hijos albañiles, cortando los hierros de las columnas para venderlos. Cuando terminó de apilar todo el hierro, no pareciéndole suficiente, comenzó a cortar madera. Eran las vigas y tablas que formaba el armazón donde se apoyaban las tejas de la vieja casa; madera de gran calidad, que después de muchos años
seguía robusta y fuerte, y que ahora iba a ser vendida como leña para fogón. Manuelito vio que se quedaban sin lugar para vivir, y tuvo que intervenir para no perder las tablas; única alternativa para construir unrefugio y vivir resguardados de la lluvia y algo de intimidad. Muy demañana los vecinos iban al molino de maíz, y a su paso veían dormir a Ester, a Manuelito, a Julio Rivera, sobrino de Manuelito que vivía con ellos por entonces, y a quienes habían llegado a hospedarse con ellos. Sin paredes, esperando que la nueva casa se terminase, sus vidas eran un escaparate para quienes pasaban por la calle.
Luís Maldonado era considerado en Somoto como un buen constructor. Gracias a su gran capacidad para la albañilería y su experiencia adquirida desde niño, nunca le faltaba trabajo de reparación o construcción de viviendas. Sin embargo, poco a poco fue haciéndose alcohólico, y acabó abandonando los trabajos para irse a beber. Las personas dejaron de buscarlo para trabajar, pues su vicio, al transformarse en enfermedad, lo llevó de ser uno de los mejores albañiles de Somoto a un simple borracho. Y sin trabajo, no le quedó más remedio que marcharse hacia El Sauce, departamento de León. Años después se suicidaría en Somoto por cuestiones pasionales.
Chico no pudo hacer nada respecto a la venta de los materiales que, había pagado. Trabajaba en Managua desde 1969, cuando se graduó entre los mejores Técnicos del Instituto y recomendado por ello, para trabajar en la aceitera Corona. Por entonces ya hacía de mensajero para el Frente Sandinista. Una vez llegó a Somoto de noche, acompañado por otro hombre y un mensaje clandestino para Reynerio Espinoza. En una cantina, para pasar desapercibido, pidieron unas cervezas. Ni Manuelito ni Tino podían encontrarse con ellos sin levantar sospechas, los espías de la G.N. acechaban sus movimientos. Ester Maldonado hizo de intermediaria, y como una madre en busca de su hijo, fue a 1 cantina para recoger y hacer llegar luego el mensaje a casa de Reynerio La vigilancia de la G.N. pretendía localizar a posibles guerrilleros, un señora mayor que visitaba a sus vecinos, no era de mayor interés.
Chico volvería a vivir en Somoto poco después del 23 de diciembre de 1972, cuando un terremoto dejó a Managua devastada casi por completo, muriendo más de cinco mil personas. La aceitera Corol sufrió daños y cerró temporalmente, en febrero de 1973 lo llamaron para trabajar en las reparaciones y poner la fábrica en marcha.


Ester y Manuelito Maldonado se quedaron sin posibilidades de tener una buena casa, y lo peor era la penosa situación de vivir a la intemperie Manuelito decidió construir una vivienda provisional, una especie d ranchito, choza o casa humilde campesina. Con la madera construyó una pequeña casa destartalada de unos tres por cuatro metros, al fondo del solar familiar. El ranchito tenía un poste de madera en el centro, como una sombrilla, y su aspecto, aunque rectangular, daba la impresión de ser ovalado. Manuelito puso nombre a tan extraña construcción. Inspirado por la visión abstracta de una barca deforme, en un trozo de madera rotuló unas letras que hoy, son parte importante de la historia oculta de la revolución Nicaragüense. Aquella choza fue crucial para el F.S.L.N. en la zona Norte del país. En el rótulo podía leerse “Zapatería la Piragua”.
La Piragua había nacido.
Por la proximidad de Somoto con Honduras, el lugar era de gran importancia para el tránsito de guerrilleros y suministros clandestinos de un país a otro. Años de actuación sigilosa y efectiva, llevaron a Manuelito a una posición relevante en la logística del Frente Sandinista en la zona, a su disposición tenía casas de seguridad y una red de mensajería que hizo efectivo el transito clandestino entre los dospaíses.
Las casas de seguridad refugiaban a guerrilleros, colaboradores, o servíande escuelas de entrenamiento. Que una vivienda común llegase funcionar como casa de seguridad no era tarea fácil, y se requería que todos sus habitantes fuesen confiables, sin importar la edad todos debían comprometerse con la causa sandinista. Pata conocerlas posibilidades de una casa, se conversaba con sus habitantes, en una evaluación sutil que evitaba agresiones a las ideas o creencias de aquellos que eran evaluados. Nunca se debía proporcionar informaciónconprometedora, norma aplicada tanto para quien ejercían labores decaptación, como para los ya integrados en el Frente Sandinista. El riesgo y el esfuerzo que aportaba una casa de seguridad se veía influido por el valor estratégico de su localización, el grado de compromiso de sus integrantes y el entorno social de la casa.
EnCacaulí, población cercana a Somoto, Pastor Mendoza, primo de Manuelito, hizo de su casa un lugar de entrenamiento guerrillero, pues vivía en pleno campo. Los entrenamientos eran de noche para evitar llamar la atención durante el día. Elena Maldonado, conocidacomoLa Abuela por los Guerrilleros, era su madre. El Flaco, cuandohospedaba en casa de Manuelito solía decir: Manuelito, me voy acasa de mi abuela, y Manuelito sabía dónde iba. Pastor y Elena vivíansolos en una casa detaquezal que formaba un único cuarto grande,con dos corredores exteriores; uno al Norte y otro al Sur que daba a una pequeña cocina de madera con fogón de leña. Cuando la casa se llenó de hombres entrenándose, hicieron un cuartito provisional para que Elena tuviese privacidad. Durante el día los guerrilleros trabajabanen una ladrillera para ganar dinero, estrategia que evitaba sospechas. Elena les cocinaba y les llevaba la comida al trabajo.
Las casas de seguridad eran vitales y hacían la diferencia en machas ocasiones entre la vida y la muerte de los revolucionarios. Adrián Gutiérrez fue herido en un entrenamiento cuando viajaba de madrugada por una vereda hacia Somoto, dos miembros de la Seguridad del Estado comenzaron a dispararle y él respondió matando a uno e hiriendo al otro. Un compañero que iba con él se libró de la emboscada y pudo socorrerlo, fue llevado a casa de La Abuela. Tino lo trasladóluego a casa de un colaborador médico para su curación en San Marcos, Honduras, donde el DIN; las fuerzas represivas del Ministerio del interior de Honduras, también perseguía a los guerrilleros Sandinistas, considerados como peligrosos bandoleros de montaña. Para su recuperación fue llevado a casa de Pablo Velásquez y Elida, en Choluteca, donde estaría tres meses.
La colaboración tenía sus riesgos y a veces se sufrían represalias. Adrián Gutiérrez, Tirado López, y Jonathan fueron arrestados por el DIN en Honduras, y Pablo Velásquez fue arrestado porque los había acogido en su casa. La intervención de otro hermano de Pablo, capitán del ejército hondureño, conseguiría que no fuese torturado físicamente;Sólo podemos prometer que no será torturado, pero tenemos que interrogarlo, le dijeron al hermano cuando alegó en favor de Pablo. Los abogados del partido comunista hondureño que ayudaron en este caso, dieron su opinión: Si hubiese matado a ocho personas, lo podríamos sacar al día siguiente, pero por las causas que está arrestado, no podemos hacer nada por ahora. En ocho días, según las leyes de nuestro país, si no han encontrado cargos para enjuiciarlo lo deben de poner en libertad. En caso que esto no ocurra, vamos preparar manifestaciones en las universidades... Mientras esperaba que los ocho días pasasen, Elida llevaba comida a su esposo todos 1 días; se la tenía que dejar a los policías hondureños que nunca se hicieron llegar a Pablo.
Llegado el día que debían liberar a Pablo por ley, Elida fue detenido mientras realizaba su visita diaria. Fue llevada a una oficina don podía oír gritos estremecedores de una mujer que estaba sien torturada. Temiendo lo peor, comenzó a recordar las indicaciones su marido para actuar en caso de interrogatorios con vejaciones. Llegó entonces un hombre grande y rudo, que comenzó a insultarla con violencia, acusándola de ser colaboradora de bandoleros Sandinistas. Ella reconoció que los detenidos eran conocidos de su marido, y alegó que habían llegado a Honduras en busca de trabajo. El hombre no la dejaba hablar, gritaba y la insultaba mientras se movía con gestos violentos y amenazantes; para que supiese lo que le esperaba si mentía. Elida mantuvo su versión, reconociendo que su marido los conoció cuando trabajó en la empresa constructora de la carretera panamericana a su paso por Nicaragua. Ellos acogieron a mi maridoy ahora él les ha devuelto el favor, sólo es eso, argumentaba aguantando su nerviosismo, sin lograr evitar que le temblasen laspiernas, mientras desgarradores gritos de mujer seguían escuchándose de fondo, como película de terror... El duro interrogatorio quedó en el ámbito psicológico, y fue llevada a otro despacho donde tomaron las huellas de todos sus dedos y las palmas completas. Luego fue sentada frente a un coronel del DIN.
—¿Quiere una taza de café? —le preguntó el coronel, extremadamente amable comparado con el trato del otro hombre.
Ella recordaba las enseñanzas de su marido, y se dijo a sí misma: Ahora toca el interrogatorio educado.
—No gracias.
Usted está aquí porque unos nicaragüenses estaban alojados en su casa. ¿Qué me puede decir usted de eso?
Ellos han venido a buscar trabajo, y mi marido les dio alojamiento. Los conocía de cuando trabajó en Nicaragua y ellos le ayudaron de la misma forma.
El interrogatorio continuó en forma suave, para que ella confiara y contase la verdad. Elida se mantuvo en su alegación, evitando a su mente descentrarse y salirse de lo dicho. El coronel, cuando se dio por satisfecho decidió concluir el interrogatorio.
—Puede irse, pero dígale a su marido que esos que albergó son bandoleros. Que no vuelva a meter en su casa a personas de ese tipo. Infórmense bien sobre las actividades de quienes los visitan.
Elida se incorporó, pero antes que diese un paso, el coronel le hizo la última pregunta.
Por cierto... ¿dónde está el mimeógrafo?
Elida se sorprendió. Alguien les había informado sobre el aparato.
En casa de unas vecinas —contestó diciendo la verdad.
Haga usted el favor de llamarlas y decirles que van a pasar a recogerlo.
Así lo hizo, viéndose nuevamente retenida.
Unos policías llegaron con el aparato y se lo entregaron al coronel, que comenzó a observarlo detenidamente. Era una pequeña estructura artesanal hecha con reglas de madera y cuerdas, usada para imprimir copias en forma casera. En pocos instantes la cara del coronel fue cambiando hasta verse muy enojado. Finalmente se dirigió a quienes les habían traído el mimeógrafo.
¡Hijos de puta...! ¿Todo este jaleo que hemos montado es por esta mierda, que cualquier niño puede fabricar?... ¡Traigan al preso ya! —les gritó con una mirada cargada de odio.
Los guardias trajeron a Pablo Velásquez, que llegó muy sucio, maloliente y sin fuerzas por desnutrición severa.
Ya se pueden ir —dirigiéndose a Elida y Pablo—. Y dejen esta mierda aquí —refiriéndose al mimeógrafo. El cual siguió mirando, intentando descubrirle algún secreto que justificase todas las molestias que le había causado.
Por la intervención del hermano de Pablo, Jonathan, Adrián, y Tirado fueron deportados de Honduras y dejados en manos de las autoridades nicaragüenses como simples indocumentados. Fueron llevados a Somoto, donde los retendrían hasta que pagasen una multa. Roberto Vilchez y Salomón Espinoza reunieron el dinero y pagaron las cantidades exigidas para que fuesen liberados: Cuando salieron de la cárcel, los tres desaparecieron de la vida pública, pues sabían que en poco tiempo la Guardia descubriría quienes eran realmente aquellos que habían puesto en libertad. Y efectivamente, a la semana siguiente, la G.N. montó fuertes operativos en la zona Norte para dar con ellos.
Cuando Pablo y su mujer llegaron a su casa en Choluteca, vieron que había sido registrada, estaba todo revuelto por los suelos, con los muebles del revés. Pablo sabía que su casa estaba quemada, que ya no podía usarse para alojar guerrilleros y comenzó a organizar otros sitios que funcionasen como casas de seguridad.
El trabajo de Pablo, en su responsabilidad de asegurar a las personas que de él dependían, le llevó a situaciones, que si bien no lo llevaron a una misión, pudieron tener consecuencias nefastas. En cierta ocasión le encargaron cuidar a cierto cuadro —dirigente— del F.S.L.N., que siendo joven aún, no veía las posibles consecuencias de sus actos: Si a usted le pasa algo, a mí me pasan las cuentas... no estamos jugando... le dijo Pablo a quien había dejado la casa donde le había alojado, paradarse en la piscina de un hotel hondureño: Perdona... tenía calor... ya no volverá a ocurrir... le dijo el joven reconociendo su descuido.
Un su colaboración, Pablo Velásquez ayudó y cuidó a muchaspersonas que necesitaban ocultarse en Honduras por sus actividades revolucionarias Sandinistas. Eduardo Contreras, Tomas Borges,Germán Pomares, Ricardo Morales y muchos otros fueron atendidos por él. Algunos llegaron heridos como Adrián Gutiérrez, otros transportaban armas o dinamita. En la madrugada se producían lostraslados de personas por la frontera. Tino solía llegar con Miguel Zeledón por la parte nicaragüense, por la hondureña, Pablo solía ir acompañado de su mujer, así evitaba las sospechas que produciría un hombre solitario por el monte.
Miguel Zeledón era zapatero y colaboró estrechamente con El Profesor Salinas. A fechas de 2008 trabaja para el cuerpo de bomberos de Somoto.
Pablo Velásquez también ayudó al F.S.L.N. falsificando pasaportes hondureños, que por entonces se vendían en blanco para serllenados posteriormente. Él los rellenaba con las firmas y los sellos correspondientes: Santos López y Carlos Fonseca fueron a Cuba con pasaportes hechos por Pablo Velásquez.
Pablo y su mujer no volverían a Nicaragua hasta el triunfo de la revolución en 1979, cuando por orden del gobierno Hondureño, se perseguiría a todo aquel implicado en la lucha revolucionaria del país vecino. Regalando todo lo que tenían, marcharon a Somoto en un camión lleno de personas, sabiendo que nunca volverían Honduras. Pablo fue nombrado delegado de inmigración y trabajó en las fronteras. Murió disparándose accidentalmente con su fusil. La primera investigación pretendía cerrarse con el dictamen de suicidio por lo aparente de la escena, pero su esposa, considerando otras causas llevó el caso a una investigación exhaustiva, para dar como resultado: Muerte accidental. Pablo tomó vacaciones y celebró con guaro, lo que produjo el descuido fatal, pues tenía costumbre de llevar el fusil bala en boca; que disparaba con sólo apretar el gatillo.
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De casa de seguridad en casa de seguridad, las redes clandestinas fueron las arterias vitales de un cuerpo que crecía poco a poco con el nombre de revolución. El Frente Sandinista de Liberación Nacional se expandía sin nada que pudiera detenerlo. Los colaboradores fueron llegando a todas las esferas de la sociedad nicaragüense y alcanzaba el país vecino. Ser colaborador prestando la propia vivienda como casa de seguridad, aparte de exigir un fuerte compromiso de veinticuatro horas al día, era una labor gratuita y solidaria: A cualquier hora podían ser requeridos.
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ElCalzonetas espiaba la zapatería de Tino y la casa de Manuelito, pero en un cuarto contiguo, un carpintero lo espiaba a él.
Entre otros trabajos, el carpintero construía taburetes pata de gallina, así llamados por su peculiar diseño, con un sentadero redondoy tres patas unidas que parecen una pata de gallina. Las paredes de loscuartos eran de madera y tenía huecos por donde ver a su través con claridad: Tino, tenés que tener cuidado, que te están vigilando... El guardia de enfrente te observa constantemente... y de vez en cuando llega a visitarle un Oreja, que en más de una ocasión, ha tomado el fusil del Guardia y te ha apuntado mientras trabajabas, —dijo elcarpintero en una ocasión que visitó la zapatería de Tino.
Los Orejas eran chivatos del gobierno de Somoza. Oreja podía ser cualquier persona. Vestían de civil y cobraban 500 córdobas mensuales por servicios de vigilancia e información a la nefasta Oficina de Seguridad Nacional (OSN); la inteligencia de Somoza. Los Orejas, asu vez tenían Orejas, que vigilaban a los primeros Orejas; pues por ese salario cualquiera podría trabajar de chivato sin ser fiel al régimen gobernante.
Con el espía en frente, las precauciones fueron aumentadas por los Maldonado, pero la concurrencia común que tenía la zapatería hacía muy difícil que simples sospechas se convirtiesen en certezas sobre las que actuar. Cada día entraban y salían muchas personas del taller, tinos encargaban reparaciones y otros compraban calzados, como los zapatos burro; que costaban veinte córdobas, fabricados en cuero con suelas de goma de neumático, y se amarraban hasta el tobillo.
El Guardia observaba los movimientos a gran distancia y poca visibilidad, tenía que esquivar dos letrinas, un lavandero, y árboles frutales como un gran tamarindo, naranjos, y varios jocotes. Gracias aello, la familia Maldonado pudo seguir con normalidad sus actividades clandestinas.
El Calzonetas estuvo espiando hasta 1979, cuando el F.S.L.N. se apoderó de Managua y comenzó su avance hacia el Norte del país. Manuelito vería con sus propios ojos, como, quien fue verdulero de carretón y cayó en un sueño de poder, corrió huyendo, arrastrando literalmente a su mujer que no quería irse de Somoto, y con la fuerza de su marido tirando, ella iba dejando caer sus pertenencias si posibilidad de parar o dar la vuelta para recogerlas.

RODRIGO
Seudónimo de Manuelito
(1971)
Manuelito Maldonado recibió instrucciones de ir al monte a cierta hora. Allí debía esperar junto a un árbol que alguien le contactase.
Logró llegar justo a tiempo después de haber revisado varias veces que no lo seguían. A1 instante vio acercarse un campesino con sombrero de paja, pantalones vaqueros azules, botas de amarrar y camisa de cuadros manga larga. El hombre pasó cerca sin decir nada, y cuando se perdía de vista entre unos arbustos, dio media vuelta y regresó. El contacto sabía la descripción física de Manuelito que lo hacía inconfundible y facilitaba los encuentros clandestinos con él aunque no lo conociesen.
—Usted es Manuelito —dijo el campesino con certeza. —Yo soy, como está usted.
—Vengo para darle la siguiente indicación —se detuvo un instante y observando disimuladamente los alrededores continuó hablando—. Necesitamos otra casa de, seguridad en Somoto. Se ha pensado que abras una zapatería en un lugar distinto al actual. También sabemos que están aumentando la represión en el norte del país. El enemigo se ha dado cuenta de la importancia de esta zona para el tráfico guerrilleros. Debés aumentar las precauciones y controlar los extraños que llegan al pueblo, posiblemente algunos sean agentes de la O.S.N., los cuales están siendo desplegados por todo el territorio nacional. También es importante que anotéis las matrículas de los automóviles desconocidos e informes de estos a la directiva.
Dicho esto, el campesino se despidió y se perdió en el bosque.
Manuelito tomó el camino de regresó a La Piragua pensando en dónde podría montar la nueva zapatería y cómo conseguir los recursos para ello. Entrando por las calles de Somoto en dirección Norte, pasó por una esquina donde se alquilaban módulos de ladrillos de color verdoso. Situados dos cuadras al Sur de las cuatro esquinas, aquel lugar era de valor estratégico para los movimientos clandestinos. Manuelito hacía tiempo que quería comprar una máquina para el taller de Tino, y ahora podría comprarla e instalarla en el nuevo taller de zapatería. En aquel momento, Marcelino Pastrana, quien era considerado como el mejor alistador de Somoto y fue profesor de Manuelito en el oficio cuando trabajó con Roger Quintana, estaba desmantelando y vendiendo su taller de zapatería para marcharse a Honduras.
Chico ayudó económicamente a Manuelito, que compró una de las máquinas que vendía Marcelino, así como hormas de zapatos, y logró un acuerdo de alquiler en uno de los módulos que había visto. Cuatro zapateros de confianza se fueron con Manuelito al taller nuevo, que pronto fue bautizado con un rótulo de madera que decía: Zapatería Manuelito Maldonado.
Un Oreja que vivía cerca pasaba de Vez en cuando espiando las actividades de los zapateros, pero era conocido, y a la vez, los zapateros controlaban sus movimientos.
Algunos contactos del Frente llegaban al taller y dejaban mensajes ocultos en trabajos de zapatería, otros traían cestas con verduras o mazorcas de maíz que dejaban como regalos enviados por parientes y amigos lejanos. También llegaba quien se hacía pasar por familiar de Manuelito, pues tenía familiares lejos de Somoto que no todos conocían.
Las entregas camufladas levantaban pocas sospechas, por lo común de envíos alimenticios entre familiares y amigos que viven en diferentes lugares del país; forma económica y segura de enviar partes de cosechas u otros presentes, que todavía se mantiene viva por los llamados encargos.
—Tome, Manuelito. Aquí le traigo para que haga un pinolillo —le dijo un hombre mayor con aspecto campesino, cuando le entregaba una bolsa con elotes.
—Gracias —respondió Manuelito agarrándola y guardándola en el taller.
Tras una breve conversación trivial, el mandadero se marchaba.
Manuelito, aguardó el momento adecuado para sacar los elotes, y ando uno que tenía la punta rota, y con ayuda de un destornillador o desarmador,abrió con sumo cuidado un hueco en su centro: Allí ha el mensaje oculto que llegaba desde la dirección del Frente Sandinista. Mientras, sus compañeros de trabajo, todos colaboradoresde confianza, seguían en sus labores artesanas sin quitar ojo a quien pudiese venir por la calle. Una vez desenrollado el mensaje leyó lo que fue su bautizo de lucha revolucionaria. En aquella nota le habían dadoun seudónimo: Había nacido Rodrigo.

CONTACTO DEL GUAILO
Diciembre de 1971
Montado en un caballo retinto, un joven se detuvo delante del cartel. Zapatería Manuelito Maldonado, el cual leyó. Cabalgó unos metros, hasta un solar baldío situado casi enfrente de la zapatería. Desmontó, ató su animal a un árbol y desató un saco de la albarda que se echó al hombro. Mientras, desde la zapatería observaban todos sus movimientos. Estaban Mauricio Cajina, José Áureo Chacón y Miguel Zeledón.
El muchacho de aspecto campesino, se acercó a la zapatería.
—Buenos días, mi nombre es Máximo Jiménez, ¿puedo hablar con el encargado?
—Buenos días... Manchito—dijo Mauricio de forma graciosa, dejando de amartillar una horma que tenía entre sus piernas—. El dueño no está ahora, pero llegará pronto... ¿Te podemos ayudar en algo?...
—Mejor esperaré —respondió mientras dejaba el saco en el suelo.
Desde ese momento, aquel joven sería llamado Manchito, diminutivo cariñoso de Mancho; considerado sinónimo de Máximo.
Manchito introdujo su mano derecha en un bolsillo del pantalón y sacó un pañuelo mugroso que formaba un nudo. Después de desatarlo, tomó algunos córdobas que ahí traía, y dándoselos a Julio Cesar Rivera, le indicó que trajese gaseosa.
Julio Cesar Rivera era sobrino de Manuelito. Hijo de Luís Maldonado, fue criado en la vieja casa familiar por la abuela y la madre de Manuelito. Para el tiempo en que apareció Manuelito, era un joven estudiante que gustaba acompañar a los zapateros. Desde niño estuvo oyendo hablar a sus tíos, con sus discursos llenos de ideales sobre justicia, solidaridad, política, sociedad, y revolución. En la escuela sería impulsor de una huelga de estudiantes; pretendían que echasen a un profesor que actuaba con violencia sobre los alumnos. Una vez termino sus estudios en el Instituto, quiso seguir estudiando, pero el sistema social se lo impidió, obligándole a seguir en la pobreza, por ello decidió ir con Mauricio Cajina y Áureo Chacón, alias El Gato, a la escuela clandestina político-militar de El Rodeo; comunidad cercana a Somoto. En aquella escuela clandestina, asombró a los encargados por su capacidad de aprendizaje y su enérgica voluntad de lucha.
*****
Julio Cesar murió en 1976, antes de cumplir los dieciocho años, cuando luchaba en Santa Rosa. La escuela donde estudió fue llamada Julio Cesar Rivera, pero una vez se produjo la derrota electoral del Frente Sandinista en las elecciones de 1990, le cambiaron el nombre por la Escuela Rubén Darío, Somoto.
Máximo Jiménez, alias Manuelito, era el hermano menor de cinco varones y cuatro hermanas, hijos todos de José Faustino Jiménez Méndez. Todos vivían en Las Pilas, comunidad de El Guailo, San Lucas; municipio carretera sur de Somoto camino a Las Sabanas y Cusmapa.
*****
Julio Cesar trajo la gaseosa, Manchito convidó a los presentes y charlaron hasta que apareció Manuelito.
Ahí viene el encargado —dijo Mauricio.
—Buenos días —dijo Manchito.
Buenos días —contestó Manuelito estrechando la mano del joven.
Mire, tengo este problema. Ya he visitado todas las zapaterías que conozco, y no me han dado solución.
Manchito le enseñó el pie derecho. Manuelito lo observó y puso cara de preocupación.
—Esta malformación es de nacimiento y nadie se atreve a fabricarme un zapato para este pie —explicó el joven.
—Ciertamente se trata de un asunto complicado... El zapato izquierdo podemos hacérselo, pero el derecho requeriría de una horma especial que no tenemos.
—No se preocupe por la horma —contestó Manchito agachándose y metiendo sus brazos en la talega.
Rebuscó un instante y sacó una figura extraña; parecida a un nudo de árbol.
—Mire esto —dijo con optimismo.
Manuelito observó por unos instantes lo que parecía una extraña escultura de madera.
—¿Qué cosa es eso? —preguntó al fin, cuando no supo de qué se trataba.
—Es una horma que me hizo un campesino —respondió el joven como si hubiese encontrado un tesoro oculto.
Manuelito miró a Mauricio Cajina, que de cerca prestaba atención a la conversación. Seguidamente miró de nuevo a Manchito, que esperaba aceptase el trabajo. Manuelito, siendo estilista no se atrevió a dar respuesta al joven, pues debía ser un experto en hormas, quien afrontara las mayores dificultades del trabajo. Entonces miró de nuevo a Mauricio.
—Mauricio, ¿qué dices de este encargo?... ¿serás capaz de hacerlo?
Mauricio no quiso precipitarse, y tomando la extraña horma entre sus manos comenzó a examinarla. Mientras, Manchito no ocultaba su nerviosismo. Si aceptaban el trabajo, sería la primera vez en su vida que estrenaría zapatos en ambos pies.
La malformación era por la retracción hacia abajo y hacia atrás de los dedos, que daban al pie el aspecto de mano de chimpancé, por lo que nunca había podido llevar calzado en ese pie.
Mauricio, después de darle varias vueltas de un lado a otro, y de arriba abajo a la extraña horma, contestó confiado:
—¡Le vamos a hacer los zapatos a Manchito!
Manchito no pudo contener la alegría y para celebrar fue a comprar un litro de ron para compartirlo con los zapateros. Antes de marcharse acordaron que volviese en quince días.
Pasó el tiempo y Manchito llegó de nuevo a la zapatería. Con ilusión saludó a los zapateros, e impaciente esperó que Manuelito le mostrase sus zapatos nuevos.
daselos —le dijo Manuelito después de entregárselos.
Manchito se sentó, y emocionado se probó primero el zapato izquierdo.
¡Magnifico! —dijo mirando a los zapateros, que miraban con expectación.
Luego, con cuidado se colocó el zapato único; nacido de una horma única.
¡Extraordinario! —exclamó con ojos brillantes, a punto de llorar.
Se puso de pie y probó a caminar. El derecho le quedaba un poco flojo, se lo quitó y después de algunos ajustes, donde se añadió unaesponja suave para evitar se dañara los dedos al caminar, se los probó denuevo.
¡Ahora sí quedó tremendo! —exclamó saltando de alegría: Por primera vez en su vida, Manchito estrenó zapatos nuevos con ambos pies.
Agradeció y celebró el acontecimiento con todos los zapateros,cuando se alistaba para irse camino a San Lucas, los zapateros le gastaban bromas: Ahora si se nos casa Manchito... le van a sobrar las mujeres. No habrá jaña que se le resista...
En febrero de 1972, Manchito apareció de nuevo por la zapatería.
—Buenos días —saludó cuando pasó montado frente a los zapateros, dirigiéndose hacia donde amarraría el caballo.
Cuando se acercó a los zapateros, estos lo saludaron con alegría y preguntaron por sus zapatos. No tardó en surgir bromas sobre las mujeres que habría enamorado gracias a ellos, y disfrutaron la llegada de Manchito. Cuando la emoción del encuentro se apaciguó y los zapateros continuaron sus labores, Manchito se acercó a Manuelito,pero antes de decir nada miró a su alrededor con cara extraña, Manuelito, por la forma y los gestos del joven comprendió que algo se traía que no debía hablarse allí.
Tengo que de hablar con usted, le traigo un mensaje...
Esperate —le interrumpió Manuelito—. Aquí no es sitio para eso, ve mejor a esta dirección dentro de una hora.
Manchito después de charlar un rato con los zapateros, se marchó por donde vino.
Cerca de la hora acordada Manuelito salió del taller. Había quedado con Manchito en La Piragua, pero salió dirección contraria al camino lógico y más corto hacia ella. Para evitar sospechas, tomó el camino de la pista de aviación que Somoza tenía en Somoto, una explanada de suelo pedregoso.
*****
Hoy en día, en aquella antigua pista de aviación, se ha construido el nuevo mercado, una biblioteca municipal, y otros edificios. El Comando de la G.N., que estaba pegado a la pista, es hoy una sucursal de la Universidad UNAM León. Pegado a él estaba la gasolinera donde repostaban los vehículos y los aviones de Somoza, y hoy está el asilo de ancianos.
*****
Manuelito entró al solar camino a la zapatería de Tino. El caballo de Manuelito estaba amarrado en el tamarindo, un árbol viejo y grande, perfecto para que los sábados los campesinos provenientes de diversas comunidades amarrasen sus corceles en su tronco. En alguna ocasión, Manuelito llegó a contar hasta diez burros atados allí. Precisamente por la abundante cantidad de estos animales en Somoto, hoy en vía de extinción, le llamaban La ciudad de los Burros, atributo que hasta hoy, sigue causando polémica por su doble significado, y por ello no agrada a muchos Somoteños.
El tiempo ha ido sustituyendo el transporte animal por los vehículos a motor, pero quiero recordar desde aquí, que los burros pueden tener un importante sitio en el mundo turístico actual; sólo hay que ir a la localidad llamada Mijas, en el sur de España, donde unas de las principales atracciones turísticas son los Burro-Taxis. Allí se cuida y revisan a los animales cada cierto tiempo para tenerlos saludables y listos para pasear a los turistas. Quizá algún día, puedan los turistas pasear en burros por las calles de Somoto, o por los senderos naturales y bellos del Cañón de Somoto. El transporte animal, siempre es menos contaminante y mucho más efectivo para disfrutar de la naturaleza que camionetas.
Manuelito vio a Manchitohablando con tino cerca de La Piragua.A medida que se acercó a ellos, los escuchaba charlando sobre nada concreto, asuntos sin trascendencia. Manchito no sabía que estaba hablando con Tino, era muy desconfiado y no hablaba ni preguntaba nada que pudiese levantar sospechas. Manuelito saludó a ambos y los presentó. Los tres entraron en La Piragua, donde Manchito, una vez Manuelito le indicó, comenzó a contar sobre el asunto que le traía.
—He sabido que estamos en la misma lucha y me han dado un encargo para ustedes. En mi casa han estado varias personas colaboradores del Frente Sandinista como Arturo —dijo refiriéndose a José Benito Escobar.
Manuelito fue contando sobre el apoyo, de su familia a las actividades del Frente, y terminó contando cómo acabó siendo mensajero aquél día.
—El viejo Pancho —refiriéndose a Germán Pomares—, se hospedaba en mi casa mientras realizaba un trabajo de organizació en El Guailo. Un día estábamos en el monte con él. Allí estábamo mis hermanos Cristino, Juan, Francisco, José y yo. Don Pancho nos instruía y hablaba bajo un árbol: “Cuando el sistema cambie todo y va a ser diferente. Habrá tierras para los campesinos, salud y educación gratuita, financiamiento para los productores. La prostitución desaparecerá porque educaremos e integraremos a las mujeres al sistema laboral. La drogadicción y el analfabetismo se terminarán.
Manuelito conocía a Germán Pomares desde que estuvo entrenando guerrilleros en casa de La Abuela en Cacaulí. En aquella ocasión enseñándole un Garant, el arma que usaba la G.N., le dijo a Manuelito:¡Ahora si vamos a ganar la guerra, tenemos buenas armas!
Manchito siguió contando sobre las reuniones con Germán. Explicó las realizaban al terminar el trabajo cotidiano. Manuelito conocía aquel sistema de capacitación, recordó los días en que Adrián y Fausto comenzaron a reunirse con él de la misma forma para instruirle.
—Un día —dijo Manuelito—, el viejo Pancho me miró el pie ydijo: Cuando gane la revolución, te operarán el pie, y se quedó observando el zapato que me hicistes durante un rato. Luego dijo: Por cierto, ¿quién te ha hecho esos zapatos? Manuelito Maldonado, le dije. ¡Cómo! dijo sorprendido. Y le expliqué como había estado buscando zapateros sin resultados hasta que por fin di con tu zapatería. Manuelito es nuestro compañero, y su hermano también lo es, todos luchamos por la misma causa, nos dijo.
Después de contar los pormenores de su conversación con Germán,concluyó diciendo que traía un mensaje secreto para cada uno de ellos. Salió de La Piragua y fue hacia el caballo mientras observaba losalrededores. Cuando llegó a la montura, quitó la albarda y la metió enLa Piragua, donde protegidos de miradas curiosas por tablones de madera, comenzó a buscar entre los peleros hasta que sacó una bolsade plástico. En ella podían verse dos papeles de colores muy bien doblados. Sacó los papeles, que no tenían nombre, y el de color azul lo dio a Manuelito y el rosado a Tino. En ellos Manuelito encontrórecomendaciones e información sobre movimientos de personas que debían apoyar. Manuelito pasó la noche en La Piragua para evitar sospechas ante la atenta mirada vigilante que sufría el solar de los Maldonado.
En marzo de 1972, Manuelito fue enviado a Jalapa, departamento de Nueva Segovia, en misión clandestina. Allí Somoza tenía sus mejores fincas y grandes empresas tabacaleras donde trabajaban explotados y maltratados centenares de campesinos. Germán Pomares, Elviejo Pancho, lo preparó para que realizara trabajos de capacitación sobre los campesinos oprimidos. Después del triunfo de la revolución Sandinista, Manuelito viajó a Bulgaria, y en dos operaciones le compusieron el pie: ¡Miren mi pie!... El viejo Pancho sabía lo que decía... miren, miren..., decía a todos cuando llegó a Nicaragua.

LA ESCUELA CLANDESTINA
(1973)
El movimiento continuo de mensajes por la red clandestina del F.S.L.N. proporcionaba una comunicación fluida y constante, logrando que orientaciones e informaciones se difundiesen rápidamente. Manuelito, sin dejar de ejercer su labor de zapatero, ya era un eslabón importante de dicha red. Por sus manos pasaban mensajes de toda índole, desde aquellos venidos de la dirección del Frente Sandinista, con Carlos Fonseca de secretario General, hasta los llegados de informadores del campo. Su comunicación más constante era con Cusmapa, donde el encargado era Augusto Salina Pinel; El Profesor Salinas.
El Profesor fue una de las tres personas que Manuelito preparó en 1964, cuando Adrián Gutiérrez le encargó su primera labor de captación. Llegó a ser muy querido en Somoto trabajando como maestro de escuela, pero cayó en sospecha de estar contra la dictadura gobernante, y el inspector de Educación de Madriz lo trasladó a Cusmapa para aislarlo. Pero como si la providencia jugara al ajedrez con los seres humanos, el nuevo destino de Salinas lo llevó a ser vital para la organización Sandinista; pues Cusmapa fue un lugar importante al ser una localidad fronteriza con Honduras. Desde allí, El Profesor creó una red logística bien organizada que llegaba a Jalapa y se adentraba en Honduras, hasta San Marcos de Colón en Choluteca. Augusto comenzó a usar la cartilla campesina, organizando grupos de campesinos a los que enseñaba a leer, a escribir y educaba en los derechos que debían tener como, la tierra para quien la trabaja. Con Miguel Hernández —del mismo nombre que el poeta y combatiente español muerto por tuberculosis en prisión a la edad de 34, autor de: Viento del Pueblo, poesía pura de combate—, Elías López y Eulogio Hernández, recorrió comunidades a caballo formando casas de seguridad, logrando crear una senda segura para llegar a Chinandega desde Madriz. La G.N. acabaría buscándolo desesperadamente años más tarde.
Eulogio Hernández, siendo campesino de Cusmapa, hacía de multiplicador, llegando a los campesinos que no confiaban en quienes venían de otras partes. Se reunía con grupos que instruía y preparaba para que preparasen a otros campesinos y así se multiplicasen las personas con los conocimientos que el movimiento revolucionario les proporcionaba. Los campesinos confiaban en él por ser campesino comoellos, lo que le ayudó a llegar a lugares más alejados de Cusmapa.
Eulogio Hernández sería detenido en 1975 y llevado al Comando de la Guardia, en Ocotal, donde fue torturado:
—¿Cuantos guerrilleros hay en Cusmapa? —le preguntaba con insistencia el Guardia que dirigía las sesiones de tortura.
—¡TODO EL PUEBLO! —chillaba de dolor.
—¡Como va a ser eso! ¡Estás mintiendo!... ¿Quiénes son los 1.11e rrilleros de Cusmapa?
—¡TODO EL PUEBLO!... ¡NO VE USTED QUE TODOS SOMOS POBRES ALLÍ!... ¡TODO EL PUEBLO SOMOS GUERRILLEROS PORQUE TODOS SOMOS POBRES!
Y entre sesión de tortura y tortura, Eulogio era interrogado donde había una mesa: Cuando tenía la oportunidad, se subía en ella, bailaba cantaba desconcertando a los Guardias.
—¿Dónde tienen las armas los guerrilleros de Cusmapa? —le preguntaban en los interrogatorios.
—ALLÁ EN CUSMAPA, ALLÁ ESTÁN NUESTRAS ARMAS.
—¿Si te llevamos sabrás decirnos donde se encuentran?... ¡CONTESTA!...
—SI, ALLÍ ESTÁN, YO SÉ DONDE,... SI, YO SÉ DONDE...
—Alista los vehículos que nos lo llevamos a Cusmapa —le dijo el Guardia encargado del interrogatorio a un subordinado.
—Preparó todo para arrestar a los guerrilleros de la zona —le preguntó a su jefe.
—¡Es que estás loco vos también! Ni aunque nos llevemos todos los camiones podremos traernos a todos los habitantes del lugar, y menos con tan sólo la palabra de este pobre loco. Sólo vamos por las armas, y arrestaremos a quienes encontremos implicados cuando lleguemos.
Los Guardias prepararon un convoy para que Eulogio lo guiara hacia las armas de la guerrilla en Cusmapa, y partieron hacia la localidad fronteriza con Honduras. Eulogio los llevó a un descampado, lejos delpueblo.
Ahí están las armas —les indicó señalando un lugar del terreno. —¡Estás seguro! ¡Cómo nos mientas sabrás lo que es bueno!
Seguro, seguro, ahí están las armas, sólo tienen que excavar. Y los guardias excavaron donde Eulogio les había indicado. —Hemos encontrado algo —indicó quien estaba con la pala.
Comenzaron a desenterrar las ansiadas armas, pero eran de juguete. Eran las usadas por los guerrilleros para entrenar mientras se les daba estrategia militar. Los Guardias se enojaron de sobremanera. Poco tiempo después, tras ver que no conseguían nada de las torturas sobre Eulogio, y éste, seguía cantando y bailando, subiéndose a las mesas que se ponían a su alcance, lo soltaron por loco.
Eulogio Hernández se hizo el loco para librarse de su cautiverio pero nunca lo estuvo, y a 2008, con una edad que ronda los ochenta arios, sigue viviendo en Cusmapa como Campesino y trabajando para el desarrollo y erradicación de la pobreza que azota la zona; viviendo de la ayuda que proyectos de diversas organizaciones dirigen haciaese terreno.
La iglesia católica tuvo su propia bicha revolucionaria, y a la profesora Nidia Fiallo de Quintana, involucrada con los trabajos eclesiásticos para la liberación del campesinado, le sucedió igual que al profesor Augusto Salina Pinel; cayó en sospechas como colaboradora insurreccional y fue trasladada a Cusmapa. Allí conoció y colaboró con los trabajos que El profesor Salinas realizó en aquella comunidad.
Revolución y cristianismo se estrecharon las manos en aquellos tiempos de miseria para luchar contra un mismo enemigo y en favor de los más desfavorecidos. De ahí que naciesen temas musicales como La misa campesina, que aludiremos más adelante.
El propio padre Suaso, sacerdote que trabajaba con los campesinos, reuniéndose con ellos para capacitarlos en temas agropecuarios, fue detenido por sospechoso de preparar a guerrilleros en sus reuniones. La cural era el lugar donde el movimiento cristiano se reunía para organizar las labores de ayuda al campesinado, reuniones donde participaron alguna vez, El profesor Salinas y Manuelito Maldonado, que en calidad de profesor y zapatero, nadie sospechaba de sus colaboraciones con el Frente Sandinista. En ellas, Manuelito pudo ver la similitud de la lucha cristiana con la revolucionaria, donde las reflexiones eran dirigidas a encontrar fórmulas para mejorar la miserable situación del campesinado. Y al igual que muchos llegaron y colaboraron en aquellos trabajos, también hubo quienes se retiraron y calificaron aquellas reuniones de Comunistas; al no compartir las ideas que se planteaban.
En 1973, la organización Sandinista ya era grande, sólida, y poseía ingeniosos métodos de mensajería propios de película de espías.
—Ese tacón está suelto, hay que repararlo... ¡casi me caigo hace un rato! —dijo la señora que así indicaba el lugar donde traía el mensajeoculto.
—No se preocupe señora, en breve se lo reparamos —le contestó un zapatero comenzando a revisar los zapatos.
Con cualquier excusa, el zapatero se llevaba el calzado a un lugar seguro, donde extraía el mensaje de su escondite. Después de repararlo, lo devolvía a su dueño.
—Aquí tiene señora. Su tacón como nuevo. —Gracias, cuanto le debo.
Manuelito y sus compañeros zapateros notaban rápidamente quien traía un mensaje, y por la forma de encargar los trabajos, determinabandonde estaba oculto. Los mensajes podían llegar hasta en un tubo de pasta de dientes, que una vez abierto por debajo, recibía el mensaje y era sellado de nuevo. Algunos llegaban dentro de alguna herramienta que regalaban a los zapateros, o bien se habían llevado prestada con anterioridad, y al ser regresada, en el interior del mango estaba la información. Cuando llegaba un mensaje debía leerse rápidamente y destruirse la evidencia. Ante la más ligera sospecha, cualquier Oreja podía hacer que la GN o la Seguridad Nacional del Estado, irrumpiesen en la zapatería registrando y deteniendo a todos los presentes. Entonces no se usaba la frase, todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, sino; todo el mundo es culpable hasta que se demuestre lo contrario, o bien; mátenlo primero e investíguenlo después.
La forma en que llegaba el mensaje y la persona que lo traía, solía determinar su procedencia. Recorriendo toda la red clandestina del norte de Nicaragua como correo, estaba Gregorio Oliva, conocido como Goyito. Campesino humilde de edad avanzada que caminaba con sombrero y llevaba casi siempre, una camiseta roja remetida en los pantalones. Él comenzó a luchar por la libertad de Nicaragua mucho antes que existiese el Frente Sandinista, por su gran conocimiento de toda la zona norte fue reclutado para esta labor. En sus largas caminatas llegaba hasta San Marcos de Colón, en Honduras.
No todos los mensajes que llegaban a manos de Manuelito eran para él, los había para ser reenviados a otros lugares y Manuelito no tenía acceso a la información que contenían, sólo hacía de intermediario. La radio también era usada para trasmitir mensajes. En la radio Frontera estaba Francisco Ríos, que trasmitía los avisos del tipo; ¡Aviso a mi tía que no puedo llegar!, y otros por el estilo que ayudaba a la población a comunicarse a larga distancia. Entre estos mensajes comunes, los había con indicaciones ocultas en su contenido, dirigido para quienes sabían interpretarlos.
A medida que el F.S.L.N. crecía dentro de la sociedad nicaragüense, aumentaron las acciones de la G.N. y el O.S.N. para destruirlo. Los colaboradores corrían mucho más peligro que en la década de los sesenta, por ello los entrenamientos clandestinos exigían alta diligencia y cuidarse de cometer descuidos; que aunque pareciesen insignificantes a simple vista, podían ser fatales.
El Profesor Salinas con José Áureo; que fue otro de los tres primeros captados por Manuelito, asistieron a entrenamientos clandestinos en la montaña.
—Vamos a tener que fusilarlo —decía el encargado de la instrucción, refiriéndose a José Áureo.
—¡Por Favor!... ¡Tengo familia!... ¡Ya no sucederá más, lo prometo!...
—Esto no puede ocurrir de ningún modo, vas a pagar tus descuidos con la vida...
—¡No, por Favor!... ¡Por favor!...
El miedo y el dolor, en la capacidad que tienen para hacernos aprender en pocos instantes lo que tardaría horas o días, son buenos maestros; y sus lecciones quedan marcadas para toda la vida como hierro incandescente en la carne.
—... Bueno, está bien, pueden soltarlo. Y espero que hayas aprendido que no estamos jugando. Cualquier descuido o indisciplina nos puede costar la vida a todos.
—Entendido, entendido, no pasará más...
José Áureo había perdido una pieza del rifle calibre 22 que tenía asignado para su entrenamiento. La enseñanza militar clandestina, no eran excursiones de un domingo soleado al río. Conseguir armas y municiones era cuestión de sacrificios que no permitían margen para la perdida, derroche o maltrato. Los guerrilleros debían cuidar sus armas como a un hijo que algún día, podría salvarles la vida. La disciplina militar del guerrillero incluía el valor del compañerismo, y cuando se reunían, se colocaba un paquete de cigarros para que cada cual tomase una cantidad previamente asignada. Pero en cierta ocasión, cuando José Áureo se encargaba de controlar las asignaciones del tabaco, éste agarró dos cigarros cuando le correspondía uno. La infracción fue sancionada con aumento de posta; turno de vigilancia o guardia, que avisa si llega el enemigo y evitar así caer en emboscadas.
Los entrenamientos clandestinos se realizaban en zonas apartadas de núcleos urbanos o fuera de Nicaragua; y aunque las escuelas variasen en importancia y tamaño, en todas se exigía un alto nivel disciplinario y compañerismo: Si había sólo un cigarro, de él fumaban todos.
***
«Para ser un buen revolucionario hay que tener un alto grado de conciencia, disciplina y Moralidad».
Manuelito Maldonado
***
El Profesor Salinas llegó a la zapatería de Manuelito con Miguel Zeledón. Venían de entrenarse política y militarmente durante quince días.
—Hola Manuelito. ¿Cómo estás?
—Bien, profesor... Lo veo alegre hoy.
—Tiene razón, he conocido a varios dirigentes y he aprendido muchas cosas...
El Profesor contó a Manuelito algunas de las actividades que había realizado y aprendido. Manuelito le escuchó contagiándose del entusiasmo que su compañero le trasmitía, y al final tenía sorpresa.
—...Y le traigo unas indicaciones. Tiene que estar usted con Ricardo Valdelomar, —somoteño, aprendiz de zapatería de 15 años— y José Áureo Chacón, en San Isidro. Allí los recogerán y los llevarán a la escuela de entrenamiento. Y es importante que no os retraséis en ningún momento durante la llegada o los traslados, pues no esperarán...
El Profesor indicó el lugar, la fecha y la hora exacta donde serían recogidos. Manuelito memorizó todas las indicaciones con cuidado de no olvidarse de nada, y El Profesor se fue a Cusmapa.
Manuelito organizó el viaje con sus compañeros, a quienes preparó en las medidas de seguridad que debían tomar cuando se marchasen, pues desaparecer de pronto sin que nadie supiese nada al respecto, daba pie a especulaciones: Desapareció hace unos días, de seguro se fue a la montaña con la guerrilla..., podían decir sin escrúpulos los Orejas a sus contactos en la Seguridad Nacional, al desconocer el paradero de alguien.
Manuelito dijo a todos que iba a ver a sus familiares de Chinandega, y llegada la hora, los tres se marcharon a San Isidro en autobús. Cada uno llevaba una bolsa de cartón con algunas pertenencias; ropa limpia y artículos de aseo personal. A las cuatro de la tarde llegaron a San Isidro y a las seis esperaban que los recogiesen, pero el tiempo pasaba y se acercaba la hora de dejar el lugar. En esta ocasión, por las condiciones del encuentro y las variadas circunstancias que podían motivar retrasos, los diez minutos máximos de espera recomendados habían sido alargados hasta una hora. Por seguridad, una escuela clandestina de aquél nivel debía estar bien lejos del punto de encuentro, así se evitaba que cualquier filtración sobre el lugar de recogida llevase al descubrimiento de la misma, pues las fuerzas Somocistas movilizaban grandes cantidades de efectivos en esos casos, donde no les importaba invadir casas o arrestar a cualquier sospechoso para torturarlo. Con un punto de recogida lejano se evitaba el radio de intervención.
Mientras esperaban que los recogiesen, los zapateros especulaban sobre el caso de que no llegasen por ellos. Sólo había dos líneas al día que conectaban diariamente Somoto con Managua; trayecto de doscientos diecisiete kilómetros que se recorrían en más de seis horas. La última línea hacia Somoto ya había pasado por San Isidro, y si no los recogían no podrían regresar a Somoto aquél día.
Pasaron las siete y Manuelito decidió que lo mejor sería quedarse en la única pensión que había en San Isidro.
—Buenas tardes —saludó Manuelito a la dependienta—, ¿tiene usted habitación para que pasemos la noche?
La mujer los miró desconfiada: ¿Qué tramarán estos tres personajes aquí?... ¿Tendrán dinero para pagar con esas pintas?
Manuelito, notando las sospechas de la mujer intentó explicarle la situación para calmarla.
—Quedamos con unos primos de vernos aquí. Aunque parece que algo les ha sucedido y no han venido a recogernos. ¿Tiene alguna habitación para pasar la noche? Mañana nos iremos.
—Sí, tengo un cuarto ahí mismo.
La mujer señaló una puerta a pocos metros de donde estaban. —Díganme sus nombres para anotarlo en el libro de inquilinos.
—Mi nombre es Rodrigo Rodríguez —dijo Manuelito dando el Seudónimo y el apellido que le había indicado El Profesor que diese para la ocasión.
Los otros dos zapateros dieron cada cual el seudónimo con su falso apellido correspondiente.
—¿Y sólo piensan quedarse hasta mañana?
—Sí, hasta mañana en la mañana, si no vienen a buscarnos antes.
Manuelito sabía que aún podían llegar a recogerlos, y si así era, los buscarían en aquella pensión.
—¿En el precio les incluyo la cena? —Sí, gracias.
—Aquella puerta da al comedor, cuando quieran pueden pedir que les atiendan, la cena está lista —la mujer señaló un pequeño pasillo que daba a una puerta abierta al fondo.
—En cuanto paguen les doy la llave —dijo la encargada, que no se fiaba de la disposición económica de los humildes zapateros.
Manuelito pagó la estancia de todos hasta el día siguiente, con cena incluida. La señora les acompañó hasta la habitación, abrió la puerta y les entregó las llaves. Cada cual eligió una de las cuatro camas que había, y acomodando sus pertenencias, probaron un instante los camastros. ¿Qué habría pasado?... ¿Estaremos en peligro de ser descubiertos?... La imaginación de Manuelito especulaba sobre posibles circunstancias, donde se veían implicados en situaciones complicadas y peligrosas. ¿ Será Oreja esta dependienta?... Puede delatarnos cuando estemos durmiendo... Espero que no haya sospechado lo suficiente...
Antes de salir de la habitación para cenar, Manuelito explico a sus compañeros las nuevas circunstancias.
—Tenemos que tener mucho cuidado, no conocemos las personas que pueden estar escuchando nuestras conversaciones. Hemos de ser muy prudentes. No nombren de dónde venimos en ningún momento. No podemos llamarnos por nuestros nombres, sólo usaremos nuestros seudónimos, hemos de estar conscientes de ello en todo este tiempo. Pensad con tiempo todo lo que vais a decir antes de hablar...
Después de las advertencias de Manuelito, se dirigieron al comedor y pidieron la cena.
Mientras conversaban de cosas sin importancia, notaron que la dependienta escuchaba con disimulo; se paseaba constantemente de un lado a otro, como vigilante de supermercado. Después de comer regresaron a la habitación y se tumbaron a descansar mientras hablaban en voz baja.
Alas nueve de la noche la pensión cerró sus puertas, pero la dependienta seguía en su puesto de recepcionista, cerca de la habitación. Pasó una hora media y varios golpes en la entrada de la pensión, interrumpieron el descanso de los zapateros. Alguien llamaba a la puerta y parecía no tener paciencia por la insistencia en que le abriesen.
—YA VOY, YA VOY,... —gritó la encargada que desde el comedor se dirigía a la puerta a paso ligero.
Los tres zapateros se habían sobresaltado con los golpes y Manuelito se levantó de la cama alertado y se acercó a la puerta de la habitación para escuchar lo que sucedía. Quién o quienes tienen tanta prisa por entrar en la pensión? ¿Sabe la GN que estamos aquí y vienen a detenernos?..., pensaba Manuelito en el improvisado ambiente de suspense creado antes que la señora abriese la puerta. Manuelito, haciendo el gesto de no hacer ruido a sus compañeros, acercó su oído a la madera de la puerta para escuchar mejor. La puerta de la pensión se abrió.
—Buenas noches, señora. Estamos buscando a tres personas que pueden estar aquí alojados. Han debido llegar esta tarde —dijo una voz con un tono rudo.
—Sí, aquí llegaron tres hombres esta tarde —contestó la dependienta algo molesta—. ¿Y quién los busca?
—Pues... ¿Pero uno de ellos se llama Rodrigo Rodríguez? —preguntó ignorando su pregunta y con el mismo tono rudo.
La señora dudó antes de decir nada, conteniendo su enojo.
—Aquí estoy —gritó Manuelito después de abrir rápidamente la puerta, una vez estuvo seguro que no venían a detenerlos, ya que la G.N. no hubiesen dudado en entrar a registrar la pensión sin importar las objeciones de la señora.
Manuelito sabía que con su falsa historia sobre los primos podían quedar al descubierto, y se acercó rápidamente a la puerta, donde parado había un hombre grande; el dirigente del F.S.L.N. en Chinandega en esa época de sobresaltos y clandestinidad, el legendario Oscar Turcios.
Oscar Turcios estudió con Carlos Fonseca, Silvio Mayorga y Tomás Borges. Ellos fueron el grupo fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional en el año 1962.
Manuelito se acercó a Oscar.
—Hola primo como estás, creí que ya no vendrías por nosotros.
La señora observaba con desconcierto: ¿Cómo va a ser este hombre tan alto y grande primo de este enano?
Oscar no conocía a Manuelito, pero tenía referencias sobre su físico, Augusto le había hablado de la discapacidad y malformación de columna que padecía.
—¡La cagamos Rodrigo! se nos averió el carro —Oscar se veía claramente preocupado y enojado—, pero hay que “hacerle güevo”. Tenemos que irnos aunque nos quedemos parados por el camino... Esperemos que no sea así.
Oscar miró a la encargada que seguía muy atenta a todo lo que sucedía. Los otros zapateros salieron de la habitación por indicación .le Manuelito.
Si se nos estropea el carro, estos hombres volverán a la pensión —dijo Oscar a la señora.
—¡Ni hablar!... que aquí no vuelvan —contestó disgustada.
—Ya le han pagado y usted debe atenderlos —alegó Oscar.
—¡Vámonos mejor! —interrumpió Manuelito—. Déjalo así. No importa, mejor vámonos.
Un escándalo era lo menos conveniente para aquellos movimientos clandestinos. Todos podían acabar durmiendo en prisión por una simple discusión, y la investigación sobre cada preso sería exhaustiva, más aún si los arrestados eran desconocidos y provenientes de otra zona de Nicaragua.
Oscar Turcios supo que ciertamente era mejor largarse de allí lo antes posible. Un Volkswagen escarabajo color crema —el único de ese tipo que tuvo el Frente Sandinista— les esperaba a poca distancia con un conductor. Una vez montados todos, tomó dirección LeónChinandega, desviándose de la carretera hacia Managua. Después de viajar un rato se detuvieron en un lugar solitario. Oscar y el compañero conductor taparon los ojos de cada zapatero con algodones y un trapo negro bien atado en la parte posterior de la cabeza.
—¿Conocen ustedes esta zona? —les preguntó Oscar Turcios.
—No —contestaron los tres, aunque Manuelito si la conocía, pero lo negó por temor a ser rechazado del curso.
Aquella carretera la conocía bien desde niño, de cuando viajaba por ella para ir a los cortes de algodón, y también tenía familia en Chinandega, a la que visitaba en ocasiones.
A todos nos gusta saber dónde nos llevan, sobre todo cuando cualquier imprevisto puede acabar con nosotros en un lugar indeterminado, sin saber qué dirección tomar. Elpeligro aumenta cuando se colabora enuna organización clandestina, donde la confianza en desconocido suele ser a veces cuestión de vida o muerte.
Manuelito calculaba mentalmente por donde iban. El Volkswagen se paro en una gasolinera, era el cruce donde se podía elegir dirección León al frente, o Chinandega si giraban a la derecha. Serían las once y media de la noche cuando el vehículo se puso en marcha de nuevo. Manuelito advirtió que daban vueltas alrededor de la gasolinera; quieren despistarnos, pensó, pero sintiendo los giros y ayudado por una tenue luz que traspasaba el trapo y los algodones, determinó que finalmente tomaron hacia Chinandega. Llegó un momento en que los cálculos de Manuelito le indicaban que habían pasado la ciudad. A poca distancia de ella se detuvieron. Cuando les quitaron las vendas, Manuelito vio que estaban en una calle pedregosa, iluminada levemente por un alumbrado público distante. Allí les esperaba un señor alto, fuerte, y de unos setenta años de edad. Síganme, les indicó. Oscar Turcios y su acompañante se marcharon en el vehículo una vez se despidieron de los zapateros. Los cuatro hombres cruzaron un solar baldío y anduvieron dos cuadras y media antes de entrar en una casa.
—Descansen un poco en esos sofás. A las cuatro salimos de viaje —dijo el señor.
Manuelito y sus dos compañeros no habían notado el cansancio hasta que se acomodaron. Las emociones del día y los suspenses sucesivos los habían mantenido alertas. El cansancio se apoderó de ellos y rápidamente se durmieron hasta que una mano los despertó con leves golpes en los hombros. Sintiendo haber dormido unos pocos segundos, una voz ya les instaba a levantarse.
—Levántense, ya es hora de irnos.
Los tres zapateros tomaron sus pertenencias.
—Síganme haciendo el menor ruido posible.
Salieron de la casa siguiendo al señor, que llevaba en su mano izquierda una lata metálica vacía de tamaño medio. Para qué será esa lata, se decía Manuelito sin atreverse a preguntar al hombre. Salieron de la zona habitada y la oscuridad se hizo total; era una noche sin luna y las nubes impedían ver las estrellas. Uno detrás de otro caminaban los zapateros con cuidado de no tropezar. El señor que los guiaba pronto se alejó de ellos con paso ágil. Como siga corriendo de esta forma nos perderemos, pensaron los tres zapateros, mientras con torpeza y sin poder ver el camino, procuraban no salirse de él.
Era un camino ancho, por donde debían pasar carretas y animales, pues la tierra parecía haber sido molida hasta convertirse en un polvo muy fino. Durante un rato caminaron sin saber dónde estaba el guía, procurando seguir el camino polvoso y confiando que él si supiese donde estaban ellos. De pronto, a varios metros por delante escucharon uno suaves golpecitos; Pom, pom, pom,... era el guía que golpeaba la lata para guiarlos en la oscuridad. Siguiendo el sonido metálico, continuaron avanzando en esa dirección. Manuelito tropezó con algo que casi acaba derribándolo.
—¡Cuidado! —dijo la voz de José Áureo Chacón.
—¿Qué sucede? —preguntó Manuelito susurrando con sorpresa y palpando un bulto delante suyo—. ¡¿Qué estás haciendo hay agachado?! —los ojos Manuelito se esforzaron para ajustarse a la oscuridad hasta notar suavemente el perfil agachado de su compañero.
vSe me calló la caja —refiriéndose al contenedor donde llevaba el cepillo de dientes, un peine y otros enseres de aseo personal.
—¡Déjalo ahí que nos dejan! ¡Corre, más bien! —le ordenó Manuelito con preocupación.
La lata sonaba cada vez más lejos. Manuelito sabía que circunstancias aparentemente sencillas podían complicarse mucho con algún descuido, y caminar hacia una escuela clandestina de alto nivel no era cosa de bromas; el guía no dudaría en abandonarlos si no seguían su ritmo.
Siguieron caminando y un leve descenso en la temperatura anunciaba la cercanía del alba.
Llegaron a una cerca de alambre donde les esperaba un hombre, y el señor que los había guiado hasta allí, se marchó rápidamente por donde habían venido. Los zapateros sortearon la alambrada y siguieron a sunuevo guía hasta una finca. Varios jóvenes entrenaban en la entrada. Defensa personal, dijo el guía cuando pasaron cerca de ellos.
Entraron en la finca. —Esperen aquí, siéntense.
Las horas pasaron, y en un corredor estuvieron hasta las nueve de la mañana. La emoción de estar allí alejó el cansancio evitando una espera incomoda.
—Tomen, seguro tendrán hambre —les dijo un hombre que les dio frijoles, arroz, cuajada, tortilla de maíz y café amargo.
Comieron con gran apetito.
—Pasen de uno en uno a este cuarto —les indicó otro señor después que comieron.
En el cuarto, les explicaron individualmente el mecanismo de la escuela, y les hicieron preguntas para conocer a los nuevos estudiantes.
—No se puede salir de la casa durante el día. —¿Y si nos da un apretón?
—Para asuntos menores hay un depósito de plástico que luego os enseñaré. Para los asuntos mayores debéis esperar a que oscurezca. Procurad sincronizar el reloj fisiológico a estas normas... Durante el día está prohibido asomarse a ventanas y puertas que den al exterior. Por la noche se dará el entrenamiento físico, donde se aprenderá a luchar cuerpo a cuerpo. Hay que estar dentro de la casa antes del alba. Toda conversación que aquí se tenga debe realizarse mediante seudónimos, no deben desvelar sus nombres verdaderos ni los de sus compañeros; tampoco el de los profesores si ya los conocéis. Esto es de vital importancia, mientras menos sepan ustedes unos de otros, mayor será vuestra propia seguridad... ¿Tiene usted alguna dificultad para cumplir estas normas?...
Una vez recibidas las primeras instrucciones, los zapateros fueron llevados a través de un corredor de madera sin ventanas hasta una habitación.
—Aquí se alojarán —les dijo su acompañante, que luego se marchó. Observaron la habitación y se acomodaron.
Oscar Turcios llegó al rato.
—Buenos días, vengan conmigo.
En el corredor de madera, de unos dos metros y medio de ancho por u nos seis de largo, estaban sentados otros compañeros: Estos han de haber venido a lo mismo que nosotros, pensó Manuelito cuando vio sus caras expectantes.
—Siéntense por ahí —les dijo Oscar señalando varias sillas vacías. Los zapateros se sentaron. Oscar estaba frente a los allí reunidos.
—En estas dos semanas que vais a estar aquí, recibiréis entrenamiento político y militar. Se darán clases teóricas sobre política, economía y aspectos socio-económicos de las sociedades, y entrenamiento militar nocturno. La teoría se dará en este corredor, que es el aula durante el día —Oscar miró a Manuelito y siguió hablando—. La única excepción para no realizar el entrenamiento militar, es la de nuestro compañero Rodrigo. Su condición física le hace exento. ¿Alguna pregunta?...
Nadie se atrevió a decir nada y las clases comenzaron.
Alfonso,Juan José Quezada, se encargaba de enseñar la Historia de Nicaragua y otros profesores explicaban diversos temas como el Capitalismo, Economía, Políticas sociales, etc. Los temas tratados emocionaban a los participantes, que ignorantes de ellos en su mayoría, sentían estar de vacaciones por países desconocidos, lejanos, y llenos de posibilidades infinitas para crear un mundo distinto, mejor al que habían conocido hasta ahora.
Manuelito dormía junto a una pared che madera que daba a la habitación del mandador, o encargado de cuidar y administrar la finca. Al tercer día escuchó una fuerte discusión entre éste y su mujer.
—Lo que estamos haciendo es muy peligroso... Todas esas personas que están aquí nos ponen en riesgo. ¿Qué pasa si viene un registro delos Guardias y nos ven aquí? Nos arrestarán por colaboradores de esos campesinos en sus juegos de redentores.
La mujer del mandador recriminaba al marido sobre el peligro de ser cómplice de actividades clandestinas. La señora estaba claramente en contra de los guerrilleros, pero la conversación fue suavizándose a medida que su marido la convencía de que no ocurriría nada.
El dueño de la finca había prestado sus terrenos para aquellos entrenamientos clandestinos. El mandador era el encargado de la finca en ausencia del dueño y simpatizaba con las ideas revolucionarias. Cuando llegaba de Chinandega traía frutas que repartía entre los alumnos del curso. Él era el único que podía salir y entrar de la finca durante el día.
Oscar Turcios llegó el sábado al oscurecer para evaluar el trabajo de la semana. Habían pasado siete días de entrenamiento, y ese mismo día en la mañana, la mujer del mandador se había marchado después de una fuerte discusión con su marido.
—YA NO AGUANTO MÁS ESTA SITUACIÓN... Eres un desgraciado y vas a arruinar nuestras vidas por culpa de esos salvajes...
Despertándose sobresaltado por el escándalo, Manuelito oyó de nuevo, cómo la mujer atacaba con dureza a su marido. Manuelito se sintió incómodo con las agresivas palabras que oyó en boca de la mujer contra los guerrilleros y el Frente Sandinista. En medio de un ambiente incierto, buscó mirar por una rendija entre las tablas para observar la magnitud del problema. Cuando logró ver por una pequeña apertura, notó que la mujer llenaba una maleta con sus ropas mientras maldecía e increpaba a su marido. Al terminar de llenarla, la tomó con fuerza y se fue sin dejar de renegar; eran las diez de la mañana cuando esto ocurrió. Un mal presentimiento abatió a Manuelito durante el resto del día, y estuvo pendiente que la mujer volviese arrepentida de su decisión, pero Oscar Turcios llegó y la mujer no había regresado.
Oscar realizó sus evaluaciones y llamó a Manuelito. —Acompañáme a fuera —le dijo.
Ambos salieron de la hacienda y se sentaron en las enormes raíces de un viejo árbol de Guanacaste.
—Necesito los nombres de las personas que están colaborando con nosotros en Somoto... Y también los nombres de sus familiares.
Manuelito se extrañó por la pregunta, y pensó antes de contestar.
—No puedo dárselas, eso sería muy peligroso. Si los descubren acabarían con todos ellos.
Ya tenemos experiencia en esto, no te preocupes, no vamos a caer en las garras del enemigo.
Bueno... Si está usted tan seguro, está bien, compañero. Con nosotros están colaborando...
Manuelito fue dando los nombres y datos solicitados por el dirigente del Frente. Después charlaron sobre la lucha Sandinista, y Oscar le reveló que iban a emprender acciones de concientización y recaudación de fondos en los colegios e institutos. Hemos de reforzar la economía y las colaboraciones, dijo.
—¿Qué te parece el funcionamiento de este lugar?
Está muy bien, he aprendido mucho esta semana...
Cuando hablaba, Manuelito fue asaltado por la preocupación. La imagen de la mujer del mandador surgió en su mente con fuerza haciendo que su rostro cambiase de golpe.
—He observado algo preocupante —dijo Manuelito. —Cuéntame, puedes contarme lo que quieras.
—No se lo he dicho a nadie, no vayan a creer que estoy trastornado. El caso es, que desde el tercer día que llegué aquí, escuché a la mujer del mandador discutir sobre nosotros con su marido... Claramente no está conforme con que estemos aquí, pero hasta hoy no le di mayor importancia al asunto, cuando en la mañana me despertó una discusiónmucho más fuerte que la anterior, y la mujer, recogiendo sus pertenencias en una maleta se marchó, y que yo sepa no ha regresado todavía.
¡CÓMO! —gritó Oscar levantándose rápidamente. Manuelito se levantó también del susto.
—¿Que no ha venido la mujer? —preguntó Oscar cuando ya caminaba rápidamente hacia la casa y Manuelito lo seguía de cerca.
—Llamá rápidamente al responsable y dile que le espero aquí fuera.
Manuelito entró en la casa mientras Oscar andaba de un lado a otro muy preocupado. Al poco tiempo Manuelito llegó con el responsable.
—¡Alfonso, qué está ocurriendo, que la mujer del mandador se ha marchado hoy y no se me ha notificado!... ¡Esto no puede ocurrir!... ¡No podemos permitirnos estos descuidos! Cualquier cosa de estas hay que informarlas inmediatamente, por estas pequeñeces nos han destruido grupos enteros. Recoge los fierros —refiriéndose a las armas—, y que recojan todas sus cosas. ¡Rápido!
Oscar se mostraba claramente afectado y agachaba la cabeza obligándose a reflexionar mientras caminaba nerviosamente.
—Y tú —dirigiéndose a Manuelito—, prepara a tu gente —refiriéndose a los dos zapateros que le acompañaban—. En una hora regreso por vosotros, y ¡cuidado se mueven de aquí!
Oscar llegó a la hora como había dicho, y los cuatro caminaron por el mismo camino polvoso por donde llegaron días atrás. Caminaron hasta que llegaron a una iglesia, pasaban las ocho de la noche.
—Aquí me esperan —dijo Oscar.
A los diez minutos llegó en camioneta con un compañero que conducía.
—Móntense, tenemos que irnos rápido de aquí.
Los zapateros se acomodaron en los asientos traseros del vehículo y se marcharon del lugar.
—¿Conocés a alguien en Chinandega? Allí los vamos a dejar.
Sí —contestó Manuelito.
Indícanos la dirección, toma estos doscientos córdobas. Turcios alargó la mano y le entregó el dinero.
Mañana toman el autobús para Somoto, y cuidadito salís a pasear por Chinandega, es peligroso que los vean vagando por ahí.
La camioneta se detuvo siguiendo las indicaciones de Manuelito. Por seguridad, Manuelito hizo que les dejasen a dos cuadras y media de la casa de su tía. Anduvieron unos minutos y llegaron a una casita de paja.
Aquí vive mi tía —dijo Manuelito a sus compañeros—. Llamó a la puerta y su tía abrió.
¿Qué andas haciendo a estas horas por aquí? —preguntó la tía, sorprendida por la visita inesperada.
Manuelito ya había planeado la respuesta.
Verá tía. Vinimos con unos muchachos de Somoto que juegan al béisbol. Fuimos a dar una vuelta después del partido, y cuando regresamos se habían marchado. Buscamos como irnos pero no encontramos transporte y nos agarró la noche. Entonces pensé que podríamos quedarnos aquí hasta mañana, para tomar el autobús de regreso a Somoto.
La tía estaba contenta de ver a su sobrino. Dio de cenar a los tres y los acomodó para que pasaran la noche. Al día siguiente se fueron a Somoto y cada uno a su casa.
Pasó una semana de aquello.
Manuelito esperó a que llegasen todos los compañeros que trabajaban con él en la zapatería, todos de confianza. Entonces los llamó y sacó un periódico: Miren este señor de la foto. Es quien nos llevó a la finca de entrenamiento, el que nos guiaba golpeando una lata... El señorque los había guiado y el mandador de la finca habían sido arrestados, la mujer del último había delatado el centro de entrenamiento.
La vida en la zapatería se tornó intranquila después de aquellas noticias. Manuelito y sus compañeros no podían saber con certeza, cuanta información había obtenido el enemigo. En aquellas redadas, de seguro habían torturado cruelmente a los arrestados, y en ocasiones, el sufrimiento infringido rompía la integridad de muchos hombres fuertes. Manuelito Maldonado, siempre tenía presente que su apariencia física lo hacía blanco fácil de describir e identificar... Pero nunca fue arrestado porque alguien lo delatase, sino por otros motivos que narraremos a su debido tiempo.
El señor mayor que habían visto en la foto del periódico fue puesto en libertad a los seis meses: Torturado y vejado hasta el extremo, su fe y fuerte moral lograron que no le sacasen información de utilidad.
A 2009, Ricardo Valdelomar sigue viviendo en Somoto y José Áureo Chacón en Chontales.
***
En el comienzo de la lucha revolucionaria del Frente Sandinista de Liberación Nacional, los integrantes poseían un alto valor idealista. Creyendo firmemente en los valores humanos, luchaban para cambiar la penosa situación social creada por un opresor sistema de gobierno. La mayoría de los colaboradores eran campesinos pobres, que viéndose a sí mismos y a sus vecinos en igual o mayor pobreza que ellos, pusieron su fe en la creación de una nueva sociedad, justa y libre. Sintiendo en cuerpo y alma que el camino revolucionario era necesario, justo, y sacrificado, los torturados más comprometidos con la causa, parecían tener una ayuda superior que les otorgaba cualidades sobre humanas. El dolor físico no logró quebrantar la conciencia de muchos, iluminada con altos valores de lealtad, justicia y libertad. Y evitaron lo que hubiera sido para ellos, la deshonrosa vida de haber traicionado a sus compañeros de lucha, a sus hermanos. Preferible la muerte antes que vivir con esa cruz. Pero el mundo ha cambiado desde aquella y otras muchas luchas que la historia se ha encargado de inmortalizar, todas ellas repletas de ideales solidarios y percusores de relaciones surgidas en el seno de anticuadas sociedades acomodada en viejos patrones, de opresión por la fuerza.



EVENTOS
(1966 - 1974)
LA VECINA
En 1966, Salvador Losa Talavera alias El Flaco, estuvo seis meses entre la casa de Manuelito y la de entrenamiento en Cacaulí, como ya se mencionó con anterioridad. Dos jóvenes muchachas bien parecidas que vivían en el solar contiguo, lo miraban lavar su ropa en el solar de Ester. Detrás de la valla de alambre que separaba los terrenos lo observaron en varias ocasiones y a una de ellas le gusto el joven. Con ganas de conocerlo preguntó a Manuelito sobre el muchacho, de unos veinte años por entonces. Manuelito dijo que era un familiar que había venido a pasar con él una temporada, y se lo presentó ante la insistencia de la joven. La muchacha, aun teniendo novio en Rivas, comenzó una amistad con el Flaco que fue estrechándose día tras día. Manuelito veía la relación con preocupación, y advertía al Flaco de los peligros que esa relación podía ocasionar: Nos estas poniendo en peligro a todos, si descubren que eres guerrillero la Guardia nos apresará y acabará con toda nuestra estructura. Le decía Manuelito, que no logró que el Flaco dejase sus escapadas nocturnas para estar con la muchacha.
Por la noche y casi a diario, el joven atravesaba la cerca de alambre sigilosamente para estar con ella. Una mañana se acercó la muchacha a Manuelito, que estaba trabajando en la zapatería.
—¡Manuelito¡ —dijo la joven con aire despechado—. Eres un gran mentiroso.
Manuelito no sabía de qué se trataba el asunto.
—¿Por qué? —contestó extrañado, dejando unos pliegues de cuero en la mesa.
—El Flaco no es familia tuya —afirmó con certeza.
Manuelito se vio entre la espada y la pared. El asunto se complicaba y reaccionó con enojo.
—¡De dónde has sacado eso que estás diciendo!
—Pues ayer estaba yo en el sofá de mi casa con el Flaco, charlando, cuando él se volteó y un fuerte golpe nos asustó. Un objeto rodaba torpemente por el suelo. Cuando se detuvo pude verlo con claridad. ¡Era una granada de mano! ¡Casi me muero del susto!... y para que lo sepás... También vi su pistola —concluyó la muchacha para acabar de apuntillar a su vecino.
Manuelito no podía creer lo que oía. El mundo se le cayó encima cuando se sintió a merced de una muchacha de dieciocho años. Sabía que ella no bromeaba, porque ciertamente el Flaco caminaba siempre con una pistola calibre cuarenta y cinco. Esto es grave, estamos en un fuerte aprieto..., pensaba Manuelito.
—¡Este asunto es peligroso, jovencita! —dijo al fin, mientras improvisaba una solución para salvar la organización y su propia vida. Nosotros luchamos en contra de la opresión del gobierno, y debes saber, que el Frente Sandinista no se anda con trapos tibios —Manuelito mientras hablaba miraba a la joven con firmeza—. Y si es necesario se eliminarán a quienes nos traicionen... Así que te quedan dos opciones: O mantienes esto en secreto y te callas, o colaboras con nosotros. En tus manos está la decisión —sentenció Manuelito sin saber que esperar.
La muchacha se quedó muda ante la seriedad que el asunto había tomado. Lo que había comenzado como simple broma juvenil, parecía haber arruinado su niñez en un instante.
—No diré nada... —logró decir al fin—. El Flaco ya me ha explicado la situación —dijo mientras se daba la vuelta para marcharse, algo pálida.
Manuelito, después del apuro con su vecina, se vio obligado a poner las correspondientes quejas a José. Benito Escobar cuando llegó en su visita semanal, que realizaba para orientar e informarse de la situación en la zona. José regañó al Flaco y se lo llevó de Somoto, pero a las pocas horas estaba de vuelta en casa de Manuelito: ¡Ese viejo a mí me quiere! dijo el Flaco refiriéndose a José, cuando Manuelito le preguntó por su regreso.
Aunque José no era tan viejo, su carácter serio le hacía parecer mayor. He convencido al viejo para que me dejase regresar, le explicó a Manuelito.
Las vecinas decidieron colaborar, pero no pudieron evitar la curiosidad y un día abrieron un pequeño agujerito en la pared de la casa de Ester. El agujerito, realizado en la parte que lindaba con el solar de las muchachas, dio a una oscura habitación sin ventanas. Con gran asombro, José Benito, que estaba en ese momento en aquella habitación, vio como aparecía de repente un haz de luz que cortaba la oscuridad del cuarto desde la pared, y cómo seguidamente, un ojo se acercó al hoyo para inspeccionar el habitáculo. Desde fuera sólo se lograba ver la oscuridad del interior y el incidente no tuvo mayor repercusión que una advertencia a las jóvenes para que controlasen sus travesuras.
EL CINE
Mauricio Baldizón llegó de León. Venía huyendo después de participar en el asalto a un banco con el fin de lograr fondos para la lucha revolucionaria. Su fotografía había salido en los periódicos y tenía que esperar que el asunto se enfriase. Durante una semana se hospedó en casa de Manuelito. En esta ocasión, la otra joven vecina fue la que se encaprichó de él. Mauricio era un joven simpático, de ojos claros y piel blanca. Las vecinas también lo observaban cuando lavaba su ropa, y un día le mandaron un mensaje con un zapatero que trabajaba con Tino. Mauricio, aunque joven, poseía una fuerte disciplina y compromiso con la causa Sandinista, y por ello, después de leer el mensaje que le había entregado el zapatero dijo: Yo no ando buscando mujeres, lo que estamos haciendo requiere que no caigamos en peligrosas distracciones.
Manuelito, sintió la dureza del encierro clandestino de Mauricio y pensó en llevarlo al cine Iris, que estaba media cuadra al oeste de las cuatro esquinas. Aquel cine era un galerón de madera, propiedad del entonces diputado Víctor Talavera. En una ocasión, cuando Manuelito aún trabajaba en la oficina de telégrafos, había sido quemado por contrarios a Somoza.
Antes que Manuelito padeciese de Polio, su ilusión semanal era ahorrar los 25 centavos que costaba la entrada para niños en el cine Iris; el coste para adultos era de 50 centavos de córdoba. Solía ir el sábado por la tarde o-el domingo en sesión matutina. Por aquellos años, el cine había mejorado mucho, en comparación con el primero que hubo en Somoto; un cine mudo que en 1932 montó don David Ocampo. En 1938, don Álvaro Andara instaló un cine con sonido, situado donde hoy está el Hotel Colonial. Ya se conocía el Ratón
La historia del cine en Somoto continúa cuando en 1941, don Octavio Paguada montó otro cine con sonido en casa de su suegra doña Josefina Armijo, viuda de Huete. Cine que se incendió una noche y no volvió a funcionar. Para 1946, Juan José y Carlos Molina, hermanos hondureños, montaron un cine de doble proyección, llamado Cine Luz, por ser Luz el nombre de la hermana. Este funcionó en casa de Germán Alfaro y posteriormente fue comprado por cuatro socios: David Ocampo, Víctor Manuel Talavera, Martín Ordóñez y Josefina Armijo. Luego, cuando Víctor Manuel Talavera compró las acciones de los demás socios y fue dueño único del cine, pasó a ser llamado Cine Iris. En el mismo tiempo que esto sucede fue abierto otro cine, en casa de Cipriano Ordóñez, que era propiedad de Julio Vidaurre. El último cine fue el de Hernán Padilla, que fue situado una cuadra al este del Cine Iris, donde está hoy el único Supermercado de Somoto. El Cine Madriz, siendo mucho más moderno en estructura y comodidad que los anteriores, pasó a llamarse Teatro Madriz. Por todos estos cines pasaron películas que iban desde la mudas de Charlie Chaplin, pasando por las mejicanas protagonizadas por Pedro Infante o Cantinflas, hasta algunas más modernas; como Tarzán y Superman. A 2009 no existen cines en Somoto, perdiéndose con ello una buena opción de entretenimiento para la juventud, que en su aburrimiento por falta de opciones de diversión a su alcance, o trabajo, caen en vicios dañinos como la marihuana, el alcohol, la guerra de pandillas y la delincuencia, que ha aumentado alarmantemente en pocos años, reafirmando así el fracaso del sistema neoliberal capitalista impartido desde 1990 en cuestión de convivencia y el bienestar para los seres humanos.
Manuelito y Mauricio llegaron al cine, pagaron la entrada y sentados esperaron el comienzo de la película. Al comenzar, Manuelito vio como un Guardia Nacional de paisano tomaba asiento detrás de ellos. La situación era delicada y con disimulo avisó a Mauricio para evitar comentarios que pudiesen delatarlos. Mauricio comenzó a inquietarse y decidió que debían marcharse. Así lo hicieron y se fueron a casa de Manuelito. Durante el camino, Mauricio no paró de criticarse: ¡Nodebía de haber salido!... Hemos corrido un peligro innecesario... Esto ha sido una imprudencia por mi parte... Manuelito valoró la autocrítica auto infringida de Mauricio, y le animó intentando quitarle importancia a lo sucedido, pero desde ese día el joven no salió de la casa, se dedicó a leer el libro de Ernesto Che Guevara, Guerra de Guerrillas.
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«Hoy en día se han perdidos las normas que forjaron las bases de la lucha. Lo urgente y más importante es retomar el trato con las personas, que se ha deteriorado mucho por las aspiraciones personales y el abandono de la concientización en la juventud, la cual ha quedado como campo fértil para que el sistema capitalista opresor siembre en ella sus semillas de egoísmo. Se debería volver a instruir a la gente desde abajo, en la conveniencia de normas éticas y morales, para erradicar la corrupción que ha entrado en la sociedad. La corrupción no era permitida en los orígenes del Frente Sandinista. Si se robaron bancos, nunca fue por egoísmo, sino para luchar por la igualdad de aquellos que padecían la opresión del sistema».
Manuelito Maldonado.
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DINERO DE SANGRE
Estaba José Benito Escobar en el cuarto oscuro de la vieja casa de Ester, cuando llegó Manuelito.
Aquí le traigo —le dijo, dejándole a un lado de la cama un plato de sopa de frijoles con arroz y una tortilla de maíz—. Aunque sea esto vamos a comer.
Muchas gracias, Manuelito.
En el oscuro cuarto, sin ventanas y con la luz de un candil, estaba José contando una gran cantidad de billetes que tenía amontonados a un lado de la cama.
—Espera un instante, no te vayas —dijo,cuando Manuelito ya salía por la puerta.
Manuelito se paró delante de José, que soltando ordenadamente los billetes que tenía en sus manos lo miró fijamente.
—Vos vas a pensar, por qué teniendo tantos reales no comemos carne, ni bebemos leche, ni para pan siquiera los usamos... pero ¿sabes por qué no lo gastamos en esas cosas?
Manuelito se quedó callado intuyendo que la respuesta le sería dada.
—Este dinero que estás viendo aquí cuesta sangre. Cuesta sacrificios y vidas humanas. Este dinero es para una causa que necesita emprender una guerra. Y para ello se necesitan botas, armas, y otras muchas cosas que nos ayudarán a ganarla. Así conseguiremos la libertad que anhela el pueblo nicaragüense. Muchos han caído ya por este dinero y por esa libertad, y no podemos defraudarlos gastando sus sacrificios en lujos innecesarios, sino en lo imprescindible para lograr la victoria. Así honraremos el dolor de los torturados y las familias huérfanas de parientes fallecidos que han perecido en el camino hacia la libertad...
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«Aquellas conversaciones que parecen poca cosa, van abriéndole a uno la conciencia e inculcando valores solidarios: DEBEMOS PENSAR EN LOS DEMÁS. Esto ha cambiado. Ahora se piensa más en uno mismo que en los demás. Este egoísmo está afectando incluso a las familias.
MUCHOS LLEGARON ARRIBA CON EL TRIUNFO DE LA REVOLUCIÓN Y SE ARRUINARON COMO PERSONAS. Aquellos que tantas veces nos habían dicho tantas cosas para el bien de los otros, cambiaron y salieron por otros derroteros.
La crítica y auto-crítica, el respeto a los compañeros y compañeras, evitar lo perjudicial como beber alcohol y frecuentar burdeles, comportarse solidariamente y ser humilde de corazón, son algunos de los valores que se están perdiendo. Llamo a la reflexión y a la recuperación de nuestra juventud y nuestro pueblo. Para poder alcanzar no sólo la libertad de votar dirigentes, sino una paz y una armonía ejemplares para el resto de países del mundo».
Manuelito Maldonado.
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LA PERICA
FUERA GRINGOS DE VIETNAM, pudo leerse en varias casas de Somoto.
El comandante Fermín Meneses, había estado observando las pintadas en las paredes, notando la curiosa coincidencia que se producían cuando Rudy Selva estaba en Somoto. Rudy recorría Nicaragua fumigando con una empresa del estado, de ahí que no siempre estuviese en el pueblo. También advirtió Meneses, que quien pintaba debía ser alto, pues las frases estaban a buena altura. Rudy Selva sobresalía claramente entre los posibles sospechosos y fue llevado al Comando para ser interrogado sobre el asunto.
El padre de Rudy era Gerardo Selva, Diputado del Gobierno Somocista, con quien no se llevaba bien. En su casa era donde se apeaba Somoza cuando visitaba Somoto. Criado por una humilde sirvienta que le dio más cariño que sus padres físicos, sobresalía de sus hermanos por su tendencia a reunirse y solidarizarse con los pobres. En una ocasión, la madre lo envió a Estados Unidos para que aprendiese inglés y evitarle problemas, pues recaían sobre él sospechas de andar con revolucionarios. Regresó una vez aprendió el idioma.
El Diputado fue avisado de que Rudy estaba retenido por sospechoso de las pintadas en las paredes. Inmediatamente hizo que lo pusiesen en libertad y Rudy dejó de pintar las paredes, pero siguió colaborando con el Frente Sandinista.
—¿Conocéis a Rudy Selva? —preguntó José Benito en una de sus primeras visitas a la zapatería de Tino.
—Sí —contestaron Manuelito y su hermano.
—Tengo que reunirme con él. Es colaborador y lo necesito para cierto asunto. Lo conocí en León, donde ayudó a colocar varias bombas contra intereses Somocistas...
Tino y Manuelito no salían de su asombro. Jamás hubieran pensado que el hijo de un importante hombre del gobierno, colaborase en contra de su padre.
Rudy fue localizado y se organizó la entrevista con José Benito, quien le pidió que fuese a Estelí y trajese información para hacer cócteles Molotov.
Rudy aprovechaba su trabajo de fumigador para concientizar y hacer contactos para el FSLN. Su madre era dueña de una tienda dentro de la propia vivienda familiar, donde vendían armas y municiones entre otros artículos. Rudy hacía desaparecer municiones para dar a la guerrilla, incluso una vez extrajo de la tienda una radio, que Manuelito se encargó luego de hacer llegar a Cacaulí.
El padre de Rudy tenía una camioneta verde con placa oficial del gobierno; La Perica, la llamaban. Cuando su padre estaba fuera de Somoto, Rudy trasladaba guerrilleros en ella, aprovechando la protección de la placa, que impedía ser detenida por la G.N.
En cierta ocasión colisionó con otro vehículo cuando trasladaba guerrilleros a San Juan del Río Coco, y Rudy pagó al colisionado para evitar lo denunciase y ser descubierto. Aquel trayecto hacia San Juan era parte de un corredor donde guerrilleros se trasladaban desde el departamento de Madriz hacia Jinotega y Matagalpa.
En 1974, Rudy llevó al Profesor Augusto Salinas Pinel, a Orlando Aguilera y a Manuelito Maldonado en La Perica. Los tres iban a El Rosario, localidad situada en el municipio de Pueblo Nuevo, departamento de Estelí. Orlando Aguilera había conocido a Chico y las actividades del Frente cuando estudiaba electricidad en el vocacional de Managua. Encontrando plaza de maestro en Condega, comenzó a colaborar desde allí activamente con el Frente Sandinista.
Rudy los dejó en Pueblo Nuevo y se marchó. Manuelito y sus compañeros caminaron hasta El Rosario, donde se dirigieron de inmediato a la casa de seguridad de los hermanos Merlo. Casa por donde pasaron la mayoría de los guerrilleros de Estelí, entre ellos Adrián Gutiérrez, quien luego llevaría a Augusto Salinas, El Profesor.
El Profesor iba al Rosario para reunirse con algunos campesinos, que llamados por separado, llegaban a la casa de los Merlo para ser entrevistados. Cuando no se concientizaba o capacitaba a los campesinos, la convivencia en la casa era totalmente normal. Pero cuando El Profesor entrevistaba, Manuelito y Aguilera escuchaban ocultos en una habitación contigua para no darse a conocer y evitar los riesgos de posibles denuncias sobre las actividades clandestinas de la vivienda; la filtración a la GN de aquellos trabajos, eran el mayor peligro para quienes iban concientizando y para las familias colaboradoras con casas de seguridad.
Los hermanos Merlo vivían con su madre Hipólita Olivera, también llamada Pola. Sus hijos eran: Concho —de Concepción—, Benito, y Herminia. Pablo Merlo era el padre de ellos, colaborador del F.S.L.N. desde los inicios.
—¿Cómo es posible que andes en estas cosas? —le pregunto a Manuelito la encantadora viejita doña Pola, al ver su malformación física.
—Esta lucha es de todos. Tenemos que triunfar para mejorar las condiciones de vida en este país...
La anciana le escuchó, y conmovida se levantó a buscar algo entre sus enseres.
—Tome este presente —le dijo dándole un Nuevo Testamento—. Te protegerá del mal y te ayudará en las tareas que emprendas para ayudar a los necesitados.
Manuelito aún conserva aquél obsequio, y no olvida las certeras profecías de la ancianita.
Cuando El Profesor terminó su labor en casa de los Merlo, los tres se fueron dirección a Yalagüina. El camino seria a pie y dormirían en otra casa de seguridad, pero recordaron que por la zona asesinaron a un compañero mientras dormía en una vivienda. Alguien avisó al capitán de cañada o juez de mesta, quien lo macheteó mientras dormía.
Los Jueces de mesta eran hombres con cierto grado de poder otorgado por Somoza. Podían asesinar si lo creían conveniente.
Si nos quedamos aquí es peligroso, dijo Manuelito cuando caía la noche y estando en la casa donde habían pensado quedarse. Decidieron mejor irse a dormir al monte.
En su camino a Yalagüina anduvieron de comunidad en comunidad. En cierto momento el hambre se apoderó de ellos. Aguilera decidió pedir un poco de comida en algunas casas campesinas que se veían desde la cañada por donde caminaban. Pero al rato regresó enojado y renegando: ... ¡No tienen qué comer!, dicen. Pero sí tienen para comprar las baterías de la radio... y encima escuchando la emisora de Somoza... ¡Es que somos caballos!...
La concientización era una tarea muy común para algunos miembros del Frente Sandinista. Manuelito se veía incapacitado físicamente para realizarla en lugares que requerían destreza física; donde era necesario caminar largos trechos por terrenos duros, con fuertes pendientes, ríos, y otras muchas dificultades que el terreno presentaba para llegar a ellos. Cueros curtidos echados sobre el duro suelo, eran la cama donde pasar la noche en la mayoría de aquellas expediciones. Todas esas incomodidades formaban parte del entrenamiento guerrillero, y Manuelito gustaba participar de ellas cuando se veía capaz de afrontar los retos del camino.
En 1974 caminó hasta Cusmapa, invitado al cumpleaños de ordenamiento sacerdotal del Padre Fabreto —que ayudaba a los desfavorecidos, y aún a 2008, su organización sigue repartiendo alimentos y educando a las familias necesitadas—. En aquella ocasión, y aprovechando la multitud que llegó al evento, se reunió con El Profesor y otros colaboradores, porque cualquier oportunidad era buena para llevar a cabo reuniones clandestinas.
***
«No es lo mismo pensar que se tiene hambre que sentirla realmente».
Manuelito Maldonado.
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LA CÁRCEL “LA MODELO”
(1975)
Ester Maldonado dejó este mundo en 1973, habiéndose ganado su lugar en la historia de Nicaragua como otras muchas mujeres anónimas, que, atendiendo como madres a quienes llegaban a su casa, aliviaban las penurias de la vida clandestina. Vida que algunos de los hijos de Ester elegirían años después que ella dejase su cuerpo físico. En su colaboración por la causa Sandinista, Ester llevó mensajes a casas donde otros no podían ir por la estrecha vigilancia que la G.N. tenía sobre ellas.
Tino decidió irse a la clandestinidad en 1975.
Le dijo a su hermano: Manuelito... Cerrá la zapatería de arriba y regresa a La Piragua, que yo me voy al monte... Tal decisión era un paso sin retorno que podía condenar a una vida de ocultamiento constante hasta ganar la revolución o perder la vida. Manuelito cerró la Zapatería Manuelito Maldonado y se instaló en La Piragua con sus compañeros de trabajo.
Una noche.
—Adiós Manuelito. Que tengas suerte en tu tarea... ya nos veremos.
Abrazos de despedida hasta fechas inciertas. —Adiós hermano... Cuídate mucho.
Una linterna y un suéter negro fueron su equipaje. Tino se alejó de La Piragua para unirse a la guerrilla en la montaña. Allí le esperaban compañeros que le darían el equipamiento necesario para superar el periodo de adaptación, el cual solía durar un mes. Tino debería estar solo durante ese tiempo. Sin brújula debía saber guiarse por el sol y las estrellas para lograr llegar a ciertos puntos donde le dejarían algo de comida con nuevas indicaciones. Con aquel ejercicio se ponía
a prueba lo aprendido durante los entrenamientos de supervivencia en las escuelas militares del Frente, que enseñaban entre otras cosas, los tipos de animales y plantas que se podían comer y encontrar en la montaña, así como técnicas de camuflaje; como encender fuego bajo lluvia sin llamar la atención, etc. Todo guerrillero camino a la I clandestinidad dejaba toda una vida a sus espaldas. Los familiares también tenían su carga de sufrimiento ante esta decisión, manifestada en la incertidumbre de saber si algún día volverían a verlos.
Si mi muerte sirve para no ver más familias en la miseria mientras otros viven en la opulencia a costa de ellos, que así sea...
Tino dejó atrás cinco hijos y su mujer, la cual comprendió que aquel sacrificio era algo que debía hacerse, pues ciertamente hay situaciones en la vida que nos obligan a reclamar justicia a cambio de sacrificios.
Desde años atrás, Tino arrastraba la carga de estar fichado como colaborador del Frente Sandinista, incluso fue detenido en una ocasión para ser interrogado en el Comando de la GN. El Guardia encargado de arrestarlo era un conocido de la familia Maldonado, y antes de cumplir su orden estuvo paseando por la calle de los zapateros. Indeciso y reflexionando sobre la orden que le habían dado, su labor se le hizo una pesada carga que tuvo que soportar, quizá por la necesidad de alimentar a su familia: No está bien arrestar a quien ningún mal hace, a un paisano, a un amigo... Pero el yugo de la necesidad hace que el hombre no actúe siempre de acuerdo a su conciencia, y sea fácilmente manipulado por otros. El Guardia entró al solar y caminó hasta la zapatería de Tino que estaba trabajando sin camiseta como era su costumbre. Con él estaban sus compañeros zapateros.
—Don Tino —dijo el Guardia con voz triste—. Tengo orden de llevarle al Comando.
Tino dejó su trabajo y observó al hombre muy afectado. —¿Y qué le pasa a usted que le noto afligido?
El Guardia agachó la cabeza reconociendo su malestar.
—Me da pesar tener que llevarle arrestado —confesó—, porque sólo lo veo trabajando con ese martillo día y noche.
—No tenés que preocuparte. A vos sólo te mandan, no tenés la culpa de lo que otros deciden... Si no fueses vos quien viniese por mí, sería otro, y vos también tenés derecho a dar de comer a tu familia.
Ambos se fueron al Comando, donde tomaron declaración a Tino. No siendo graves las sospechas sobre él, y sin motivos de peso para retenerlo, fue dejado en libertad: Por entonces la represión no era tan fuerte como en años sucesivos.
Para 1975, el paso de guerrilleros entre Honduras y Nicaragua había aumentado considerablemente. Lejos quedaban aquellos años donde la adversa condición física de Manuelito se unía a una resignación ante la opresión social que le hacía creer incapacitado para hacer algo al respecto.
En La Piragua de nuevo, Manuelito y sus compañeros zapateros se organizaron para comer allí. Hicieron un menú semanal que pegaron en la pared de la zapatería. Cada día le tocaba cocinar a uno de ellos, pero los había que nunca habían cocinado.
¡Esta comida es para chanchos!... ¡Dónde aprendiste a cocinar, Dios mío!... El cocinero novato había cocido los frijoles con los huevos al mismo tiempo, y el resultado fue una extraña pasta insípida de frijoles con huevo: ¡COMÉTELA VOS... CHANCHÓN VIEJO!... Dijo uno de los zapateros arrugando la cara después de probar el experimento...: La convivencia causaba gozo en los zapateros.
El pollo lo compraban a quienes por la calle pasaban vendiéndolos, aun vivos, costaban dos córdobas con cincuenta centavos. Una libra de arroz costaba unos cincuenta centavos, el café diez centavos, cinco centavos el pan común y diez uno de mejor calidad, y cinco centavos la tortilla de maíz. Los Sábados aprovechaban para hacer una sopa de res, o de garrobo, o de armadillo, pues era el día de pago; unos sesenta córdobas semanales solían ganar.
Con los zapateros siempre había algún que otro aprendiz, que por la afluencia de guerrilleros y los contactos clandestinos que se manejaban, debían ser de total confianza. Los que entraban nuevos eran concientizados poco a poco en conversaciones sobre la injusticia social existente de la cual ellos también eran víctimas. Luego planteaban las posibles soluciones para cambiar la situación.
En la zapatería, las actividades más comunes se disfrutaban enormemente. Siempre sucedía alguna cosa chistosa o alguien contaba algo gracioso para hacer que los presentes se rieran. Todos los días llegaban muchos borrachitos a pedir para el trago: Los Chimaco, Toño Zurdo, José Renco, Chico Cruz, eran algunos de los adictos al licor que solían causar y contar anécdotas divertidas con los zapateros. Uno de ellos, Luís Alfonso Varela, solía pasar por las noches gritando: ¡MANUELITO! ¡MANUELITO! TENGO 50 HOMBRES LISTOS PARA IR A LA GUERRILLA PARA TERMINAR CON ESTOS PELONES...!e insultaba a los Guardias.
Una vez se acercó a la zapatería un señor bien situado, dueño de hacienda, terrenos, y vehículo propio.
—Buenas, vengo a que me reparen estos zapatos —dijo el señor. Un zapatero se levantó y recibió los zapatos para echarle un vistazo.
—Está bien, no parece grave. ¿Va usted a esperar, o los recogerá luego?
—Esperaré mejor. —Siéntese ahí si quiere.
El zapatero le indicó un banco libre y el señor se sentó. Estuvo viendo cómo el zapatero comenzaba a trabajar en los zapatos que había traído, y al rato dejó ir su visión por el entorno. Curioseó con la vista toda La Piragua, hasta que dio con el menú de la semana colgado en la pared, entonces comenzó a leer los menús en voz alta.
—Frijoles con arroz. Verduras con frijoles y cuajada. Pollo con verduras. Arroz con queso y frijoles... y los Sábados Sopa de res o Garrobo con verduras, sopa de mondongo, nacatamales... Umm, que hambre me está entrando... ¡Qué bonito viven ustedes aquí! —y siguió leyendo algunos añadidos al menú que le daban el toque informal y chistoso—. CEBOLLA SÓLO EN LOS SOBACOS, Y ACHOTE EN 1DS CACHETES... Así da gusto... Ya veo... ¡Cuando me pelee con ¡ni mujer, me vengo a vivir con ustedes !
El 1 de noviembre de 1975 Manuelito se lleva una gran sorpresa. Su hermano Chico aparece en el periódico La Prensa. El titular decía: DE BACHILLER NOCTURNO A GUERRILLERO. Francisco José Maldonado había sido capturado después de una redada en la escuela clandestina de El Copetudo; un cerro rocoso, alto y picudo, situado en Ococona, municipio de El Macuelizo, departamento de Nueva Segovia. En la redada habían arrestado a varios guerrilleros.
Chico había regresado de Managua a finales de 1974, una vez dejó su trabajo en la aceitera, al terminar su bachillerato en clases nocturnas. En Somoto tenía su novia Consuelo Pineda, hija de Trino Pineda; dueño del local donde Manuelito montó la Zapatería Manuelito Maldonado. Trino era un señor muy alegre que contaba historias divertidas, decía que adivinaba y hacía trucos con las cartas. También curaba con hierbas naturales, por lo que era muy visitado por personas llegadas de muchos lugares.
Antes de ser arrestado, Chico había desapareció de Somoto sin decir nada, salvo a Consuelo. Todos creyeron que había regresado a Managua para trabajar, pero nada se supo con certeza hasta que salió en el periódico. Se había marchado a la clandestinidad.
La vida del guerrillero tiene un atractivo especial. La incertidumbre de no saber que ocurrirá al día siguiente, más la adrenalina que el cuerpo genera en situaciones peligrosas, nos da una sensación de libertad, lejos de la monótona vida que obtenemos trabajando durante años realizando lo mismo cada día. Pero todo tiene su lado negativo, y en la vida del guerrillero, el menor descuido se puede pagar con la muerte o torturas; e incluso sin descuidos el resultado puede ser igual de desagradable. Pocos meses después que Manuelito regresara de Chinandega en 1973, Oscar Turcios, Jonathan Gonzáles, y Juan José Quesada murieron en Nandaime; localidad de Diriamba, Jinotepe. Fueron detectados en una batida de la G.N. y huyeron por unos cafetales, pero los rodearon con el enorme operativo que había, dirigido a la localización de focosguerrilleros en la zona. Los persiguieron y dispararon desde helicópteros y aviones, creyendo que eran un grupo numeroso.
Los tres estaban intentando reinstalar la escuela de entrenamiento que fue desmantelada en Chinandega. Ricardo Morales Avilés, profesor en la Universidad de Managua y colaborador del Frente Sandinista fue arrestado, torturado y asesinado en aquel operativo. Estos acontecimientos salían en los periódicos opositores al régimen, los únicos que se atrevían a mostrar la verdadera cara de la opresión de Somoza, donde se veían la crueles matanzas de ciudadanos en la calle o en sus casas y las torturas con ejecuciones en los cuarteles: Y mientras Somoza ejercía una constante violación a los derechos humanos, el gobierno de los Estados Unidos, que aprobó en 1948 la Declaración Universal de Derechos Humanos, pues fue aprobada unánimemente por todos los miembros de la ONU (Organización de Naciones Unidas), apoyaba al régimen Dictador.
En esta Declaración de Derechos Humanos se encuentran un total de treinta artículos, entre los que podemos encontrar los siguientes:
Artículo 1: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 5: Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.
Artículo 19: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Artículo este último, que no debemos atribuirle la falsa cualidad de: libertad de difamación, propia de algunos medios de comunicación y ramas de la llamada prensa rosa; que ganan más dinero difamando, que lo que pagan por las demandas perdidas ante los jueces en favor de sus víctimas difamadas.
Somoza se volvía más represivo y despiadado con cada acción que tomaba contra los revolucionarios. En ocasiones atacaba a la población, 1,1 torturaba y asesinaba sin motivos. La juventud comenzó a temer al Gobierno, que los consideraba peligro potencial, ya no podían reunirse en público por miedo a ser capturados indiscriminadamente por los brazos armados y de inteligencia Somocistas. Con el aumento de estas injusticias, muchos jóvenes se sublevaron contra la opresión, sin necesidad de haber sido concientizados por el F.S.L.N., pues sufrían la opresión en sus propias carnes. Muchos jóvenes murieron en los enfrentamientos contra los Guardias y en honor a su valentía fue creada la canción, Los Estudiantes, que comienza diciendo:
“Qué vivan los estudiantes, jardín de nuestra alegría. Son aves que no se asustan de animal ni policía; y no le asustan las balas, ni el ladrar de la jauría... “
Pasó un tiempo antes que Manuelito supiese dónde se encontraba preso su hermano Chico. Era muy peligroso ir preguntando por guerrilleros apresados, quien así hacía corría el riesgo de ser interrogado y torturado por su posible implicación con el Frente Sandinista. La opción más segura era esperar que la información apareciese de alguna forma, yen diciembre de 1975, Manuelito recibió una carta de René Núñez. Este le escribió desde la cárcel Modelo de Tipitapa; a veinte kilómetros de Managua carretera norte. En ella, René decía que Chico estaba preso con él, y que se admitían visitas de familiares los sábados durante dos horas.
Manuelito conocía a René Núñez desde 1974, cuando se encontró con él bajo un árbol de Guanacaste en el desvío de la carretera panamericana hacia El Rodeo. Manuelito lo acompañó a casa de La Abuela; tía de Manuelito, donde se encontraba el Flaco entrenando junto a otros guerrilleros. Manuelito presentó a René como hijo de su prima de Chinandega, aunque por entonces ya era alto dirigente del F.S.L.N. Cuando José Benito cayó preso, René lo sustituyó en la dirección de la zona norte de Nicaragua, y visitaba asiduamente la Zapatería Manuelito Maldonado en aquel momento, y posteriormente La Piragua, donde dormía en un pequeño cuartito de madera.
René Núñez, Román de seudónimo, es a 2008, presidente de la Asamblea Nacional de Nicaragua.
José Benito murió antes del triunfo de la revolución, en Estelí, por mano de la Seguridad del Estado. Había un infiltrado en su organización, y al salir de una reunión en un hotel de una colaboradora, la Seguridad lo siguió y le disparó por la espalda en un barrio cercano. Ese día el pueblo de Estelí, casi se levanta en armas: El infiltrado había colmado el vaso, ya lo habían descubierto antes de provocar el asesinato de José Benito, pero aún no se habían decidido a hacer algo al respecto. Poco después de la muerte de José Benito, sucedió lo siguiente:
Eran las dos de la tarde cuando Goyito llegó a la Piragua.
—Manuelito, tengo que hablar contigo.
—Habla pues, quienes están aquí son de confianza.
Goyito observó con detalle y reconoció a los que allí estaban; no sintió peligro alguno.
—Hay una gente que quiere hablar con usted en Totogalpa, ya le esperan allí.
—Está bien, hay un autobús que sale esta tarde. Lo tomaremos como si no nos conociésemos...
Totogalpa es una localidad a veinte kilómetros al norte de Somoto, carretera hacia Ocotal, en el departamento de Madriz.
Goyito salió de la Piragua en dirección a la parada de autobuses. A la media hora salió Manuelito hacia el mismo sitio. Llegado el momento, Goyito se montó en el bus y Manuelito le siguió como si no se conociesen. En la entrada a Totogalpa el vehiculo se detuvo. Goyito se bajó, varios pasajeros le siguieron, y Manuelito hizo lo propio. Cuando el bus se marchó, Manuelito se acercó a Goyito y empezó a preguntarle sobre la artesanía del lugar. Goyito fue hablándole de petates, y caminaron entre muñecas fabricadas con tusa de maíz, calabazas pintadas, y sombreros de fibras, como el que Goyito llevaba, de ala ancha y hecho de hojas de palma. La charla los adentró en el pueblo, y Goyito, con disimulo, indicó a su compañero dónde lo esperaban; una casa esquinera de color blanco. Al llegar a su altura, Manuelito se despidió de Goyito, quien siguió su camino como si nada.
Al entrar en la casa, una señora y una niña estaban sentadas en el recibidor.
—Buenas tardes —dijo Manuelito.
—Buenas —contestó la señora—. ¿Viene solo?
—Sí, estoy solo.
—Bien, ahí le esperan, en ese cuarto.
La señora le indicó con la mano una puerta. Manuelito se dirigió a ella y entró. En su interior se encontró con un cuartito que tenía dos catres. Un hombre estaba acostado en uno de ellos, en el otro, había otro hombre sentado, como esperando que llegara.
—Buenas tarde —dijo Manuelito.
—Buenas tarde —contestaron quienes le esperaban.
—Me llaman El niño —dijo el más joven, quien estaba tumbado y mientras se incorporaba para sentarse.
—Yo soy El Chino —dijo el otro. —Manuelito Maldonado —dijo a modo de presentación.
—Hemos requerido su presencia por necesitar cierta información —comenzó a contar el más joven—. Venimos de las montañas a cumplir dos misiones en Somoto. Una de ellas es el asalto al Banco y la otra, es la de ajustarle las cuentas a Marvin Corrales. La muerte de José Benito ha sido lo último que ha sucedido por la información que está dando a la Seguridad del Estado y a la G.N.; y no ha sido el único que ha muerto por su causa.
Manuelito se vio sorprendido por la noticia. Desconocía esa faceta de Marvin, a quien consideraba un compañero más de lucha, que incluso entrenaba como guerrillero. Al enterarse recordó la muerte de Mauricio Cajina: ¿Fue Marvin quien avisó para que relazaran aquél control donde Mauricio perdió la vida? Se preguntó Manuelito, mientras recordaba cómo llegó contando que había logrado escapar del control de la G.N. y que habían herido a Mauricio, como veremos más adelante.
—Necesitamos saber cuántos Guardias tiene Somoto, y nos hagas un plano de las posibles salidas y entradas al pueblo.
—Está bien, pero no veo prudente las acciones que pretenden llevar a cabo. En la cuestión del Banco, es muy riesgoso, pues la cantidad de Guardias no es tan pequeña y el Comando queda muy cerca. Las salidas son pocas ya que la montaña está muy alejada de la ciudad, no veo posibilidad de escapar con vida después de realizar el asalto al Banco.
—Y en cuestión del traidor, que nos podés decir —preguntó el niño.
Manuelito pensó un instante buscando una respuesta que dejase a un lado su decepción y sentimiento de haber sido traicionado, para contestar objetivamente sobre las implicaciones de aquella acción.
Existe un problema en esa cuestión. Marvin habrá pasado a la G.N. toda la información de las personas con las que ha entrado en contacto. Ya sabrán quienes estamos apoyando la lucha, así que la muerte de su soplón tendrá sus consecuencias sobre nosotros, pues seremos arrestados y torturados para sacarnos la información que Marvin ya no les podrá dar. Creo que es mejor dejarlo así, aunque teniendo en cuenta la nueva situación para buscar alternativas que no provoquen reacciones en nuestra contra...
Durante un rato Manuelito expuso sus objeciones sobre las acciones que pretendían realizar, contestó a preguntas que le hicieron y alegó sobre la conveniencia de no realizarlas. Finalmente los dos guerrilleros desistieron en llevarlas a cabo.
—Está bien Manuelito, haremos informar a nuestros superiores lo que nos has dicho para que estudien otras posibilidades.
Marvin Corrales caería preso un mes después del triunfo de la revolución. Juzgado, entró en prisión hasta ser puesto en libertad por la amnistía decretada por Violeta Barrios de Chamorro en 1990.
Manuelito, una vez supo el paradero de su hermano Chico, organizó el viaje para visitarlo, y un viernes de diciembre tomó el autobús matutino Somoto-Managua. A las cuatro de la tarde llegó al mercado de San Miguel, donde le esperaba el hermano de Mauricio Cajina para llevarlo a su casa, allí pasaría la noche.
Hilaria Pérez, madre de Mauricio, era de una comunidad de Somoto que se casó con un señor de Managua. Manuelito, durante la cena con la familia de su compañero zapatero, estuvo contando sobre su hermano y la visita que realizaría al día siguiente. El hermano de Mauricio se ofreció acompañarle, y al día siguiente ambos salieron temprano hacia Tipitapa, para llegar con tiempo a la visita.
La cárcel modelo de Tipitapa había sido construida como fortaleza. Grandes tapiales de bloques y torreones de vigilancia en los costados hacían del edificio una estructura estratégicamente asegurada ante cualquier ataque militar.
Estando a unos cien metros de la entrada a la cárcel, vieron que había un control de la Guardia. Manuelito observó cómo su acompañante miraba a su alrededor y acercándose a unos arbustos con disimulo, se metió la mano en su bolsillo: Me la quitarán en el registro, dijo sacando algo del pantalón y soltándolo bajo unas ramas; era una pequeña navaja que le causaría serios problemas si los guardias se la encontraban. En el control estaban registrando uno a uno a todos los que llegaban, y tenían una gran fila de personas esperando. Unos soldados subían y bajaban una gran cadena de hierro al paso de vehículos autorizados. Mientras esperaban su turno para el registro, Manuelito reconoció en la cola a familiares de guerrilleros, originarios de varios lugares de Nicaragua.
Llegaron al control y el registro fue relativamente rápido. Manuelito y su acompañante caminaron hacia la entrada principal de la fortaleza, donde había una puerta grande para el paso de vehículos, y a su lado una pequeña puerta para el paso de personas, en ella los visitantes eran registrados de nuevo, mucho más a fondo, obligaban quitarse los zapatos para ser revisados.
La privación de libertad y torturas sobre un reo, no sólo causaba sufrimiento al preso. Aquellas mujeres sospechosas de intentar introducir algo en la prisión, eran llevadas a un cuarto para que una Mujer Guardia la registrase íntimamente. En esa habitación les
obligaban a desnudarse por completo en busca de objetos o mensajes ocultos. Incluso hacían que se agachasen y se levantasen varias veces estando desnudas, en espera que cayesen objetos... de aquello. También les revisaban entre las nalgas... y recordemos que por entonces, las tendencias sociales donde la desnudez del cuerpo se hace cada vez más común, estaban aún muy lejos. El nudismo o ponerse un simple bikini, era algo impensable. Incluso, hoy, en muchas zonas de Nicaragua no se usan trajes de baño sino camisetas y pantalones cortos. Por este motivo, aquellos desnudos obligatorios que padecían las mujeres en esos registros solía ser como una tortura para ellas: Ni siquiera delante de mi marido he enseñado de esa forma, dicen algunas que pasaron por ello.
Después del registro, donde también revisaron todo lo que Manuelito llevaba para dar a su hermano, pasaron a una sala donde esperaron la hora de visita.
En un patio interno techado y rodeado por dos pisos de celdas, treinta y dos presos políticos esperaban a sus familiares. Chico y René Núñez saludaron y abrazaron efusivamente a Manuelito cuando los dejaron pasar. René, entre conversación y conversación, fue presentándoles a varios dirigentes del Frente Sandinista.
Le dijeron que allí estaba Tomás Borges, a quien mantuvieron en paradero desconocido hasta cuarenta días después que los presos iniciasen una huelga de hambre por este motivo, pero, aunque Tomás había sido llevado a la prisión, lo tenían totalmente incomunicado.
Manuelito quedó con Chico que iría a visitarlo cada quince días, pues los doce córdobas que costaba el autobús de ida, más otros tantos de vuelta, era demasiado gasto para la pobre economía de un zapatero. Así comenzó Manuelito a visitar cada dos semanas la cárcel de Tipitapa, a veces en autobús y en ocasiones con Carlos Alfaro, quien siendo chofer de un microbús, lo llevaba a Managua permitiéndole pagar el precio del viaje cuando le fuese posible.
Aquellas visitas a la prisión eran parecidas a un patio de colegio en horas de recreo, en un espacio definido, muchas personas se reunían en pequeños grupos para hablar cada cual de sus asuntos. De lejos, siempre acechante la atenta mirada de los Guardias, observando detenidamente todos los movimientos.
El seudónimo de Manuelito Maldonado había tomado peso cuando se hablaba de la zona norte del país y los dirigentes conocían bien la labor de Rodrigo, que ahora pudieron conocerlo personalmente y lo tenían con ellos cada quince días, por lo cual, le confiaron la misión de sacar e introducir instrucciones de la prisión. En uno de los encargos, Manuelito tuvo que ir a Santo Domingo, en el Municipio de Totogalpa, a la hacienda de Alejandro López, quien estaba preso. Mauricio Cajina le acompañó en el viaje, y una vez allí se contactaron con Uriel, para decirle que preparase comida y alojamiento para varios guerrilleros que llegarían a la zona. Cuando ya habían cumplido la misión, se marcharon, pero esta vez, un juez de cañada que cuidaba la finca del Coronel Agustín Bodán los detuvo y los trasladó a la cárcel de Totogalpa, pero la providencia los protegía, y el jefe, que conocía al tío de Mauricio los dejó ir.
El progresivo y continuado acercamiento de dirigentes a Manuelito en sus visitas a la cárcel Modelo, no pasó desapercibido a los ojos de los vigilantes del patio. Los controles y registros hacia él se volvieron mucho más exhaustivos, pero Manuelito lograba ingeniárselas para introducir y sacar indicaciones e información diversa de la prisión. Una técnica que le funcionó bien, fue la de introducir y sacar los mensajes entre los pliegues del cartón, que formaba la caja donde llevaba ropas limpias, comida, y útiles de aseo para su hermano, la cual una vez vaciada, era llenada con ropa sucia para volvérsela a llevar.
En aquellas visitas, Manuelito notó que había dos Tenientes encargados de la prisión. Uno era un joven de piel blanca que tenía cierta simpatía hacia los presos. El otro, de Managua y apellido Bermúdez, siempre parecía estar enojado, y según le contaron los presos, solía propinar malos tratos. Cierto día, Manuelito salía de la prisión cuando vio de lejos al Teniente Bermúdez con una manzana en la mano —Incluso hoy una manzana es un lujo para los pobres de Nicaragua, al ser un producto de importación con precios altos—. Cuando pasó frente al Teniente, éste lo detuvo.
—Tome —le dijo entregándole la manzana.
—Gracias —contestó Manuelito mientras agarraba la fruta, muy sorprendido por el inesperado regalo.
Ya fuera de la prisión, se dispuso a morder la manzana, pero lo detuvieron algunos pensamientos que se arremolinaron en su mente. Las ganas de morder la jugosa fruta luchaba con una inquietante sensación de sospecha: Pasaron muchos por delante del Teniente y no les dio nada, ¿por qué a mi sí? pensó mientras caminaba mirando detenidamente la manzana. Finalmente la tiró a unos arbustos: No quiso caer en el viejo truco de la manzana envenenada.
Manuelito conoció a Isidoro y Teofilo Alfaro en la prisión. Las hijas de este último, Esperanza y Marta, acudían a visitar a su padre y tío procedentes de El Rodeo. Esperanza Alfaro logró la arriesgada hazaña de introducir en la prisión un disco prohibido por el gobierno. Los guardias la veían muy humildita y no solían registrarla en profundidad. Entre un montón de ropas limpias que traía para sus familiares, pasó la música revolucionaria: Un L.P. de vinilo que el calor del viaje había derretido y arrugado, el autor era Carlos Mejía Godoy. Los presos tenían un tocadiscos, y aunque no pudieron escuchar todos los temas del disco por el deterioro sufrido, en la cárcel de Tipitapa sonó La misa campesina, originándose un gran revuelo cuando se escucharon letras como:
No hay cosa más bonita que mirar,
a un pueblo reunido,
que lucha cuando quiere mejorar
porque está decidido.
No hay cosa más bonita que escuchar,
en el canto de todos,
un solo grito inmenso
de fraternidad...
Esperanza Alfaro también logró introducir una carta muy importante de Oscar; seudónimo de Bayardo Arce.
—¿Cómo lo hiciste? —le preguntó Chico asombrado por la valentía de la muchacha.
—En el calzón lo traje.
—Te arriesgaste mucho... Ya han detenido a una muchacha de Chinandega por llevar una carta escondida en el mismo sitio...
Manuelito fue amistándose con las hijas de Teófilo y comenzaron a realizar las visitas a la cárcel juntos. Ahí me cuidas a las muchachas, le decía don Teófilo cuando se marchaban.
Una vez llegaron tarde y perdieron el autobús de regreso a Somoto. Decidieron caminar en busca de algún transporte que parase y les hiciese el favor de llevarlos. Ya habían caminado un buen rato, cuando bajo una Ceiba grande vieron a un hombre con muletas acompañado de un niño.
Ese parece mi hermano Víctor —dijo Esperanza.
Se acercaron, y efectivamente, era Víctor, que saludó muy contento de ver al grupo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Esperanza.
Estábamos buscando un lugar para pasar la noche y este árbol parecía buen sitio. Estuvimos en la prisión pero no nos dejaron pasar por llegar algo pasados de hora.
Víctor perdió la pierna a causa de un fuerte golpe que sufrió en la rodilla cuando niño. Sin la atención necesaria, estuvo cojeando hasta que los dolores fueron insoportables. Lo trasladaron a León para ser examinado y descubrieron un grave problema extendido por toda la pierna derivado de la mala curación: Requería intervención quirúrgica urgente y se la amputaron desde la ingle.
Los cinco decidieron seguir caminado para avanzar lo más posible y poder llegar a Somoto aunque fuese al día siguiente. Un señor paró su camioneta cuando vio a Víctor con las muletas, confesó que sintió la necesidad de ayudarlo. El señor los llevó hasta el cruce de Boaco, allí siguieron caminando durante un rato hasta que otro vehículo se detuvo y los llevó hasta el cruce de Chontales. De poco en poco llegaron a Estelí a las once y media de la noche. Manuelito pensó que podían pasar la noche en casa de Tobías Gadea, que estaba preso en Tipitapa. Ya en varias ocasiones se había quedado a dormir allí,cuando estando por la zona se le había hecho tarde para regresar a Somoto. Fueron a la casa pero nadie contestó. La peligrosidad de la situación represiva había hecho que abrir las puertas en la noche fuese un riesgo incluso de muerte, por ello, Manuelito no quiso insistir, y todos siguieron caminando en dirección a Somoto hasta llegar al lugar llamado La Sirena. Cansados, decidieron pasar la noche en un potrero con una vegetación cómoda, que les protegería del viento frío de la noche. Las muchachas sacaron la ropa sucia de sus familiares presos para abrigarse y se acomodaron en el terreno acercándose a Manuelito para aprovechar el calor humano, pero la educación revolucionaria de respeto a las compañeras, hizo que éste se alejase de ellas y no pudo dormir en toda la noche por el frío.
A la mañana del día siguiente se acercaron a la carretera y tomaron el autobús matutino con dirección a Somoto, que acababa de salir de Estelí.

EL COPETUDO
La primera escuela de entrenamiento militar del Frente Sandinista en el municipio de Somoto, estuvo situada en El Rodeo. Por ella pasaron entre otros muchos, José Áureo Chacón, Julio Cesar, Augusto Cesar Salinas y Mauricio Cajina. Este último murió en el Tablón en 1975 cuando regresaba de Honduras después de un entrenamiento. Con él iban varios compañeros; Omar —a 2008 jefe del ejército nicaragüense—, Manuel Flores Turcios, Marvin Corrales, y Doris Tijerino, que ya tenía sus años y era considerada de las primeras mujeres guerrilleras de Nicaragua; había sido arrestada con anterioridad en varias ocasiones, siendo objeto de numerosas torturas.
Mientras el grupo de guerrilleros regresaba de Honduras fueron sorprendidos por un control de la GN y se produjo un tiroteo. Marvin llegó a La Piragua de madrugada, contando que logró escapar y que Mauricio había sido herido, pero luego se enteraron que falleció.
Desde ese día la presión por espionaje de la G.N. sobre la zapatería de Manuelito aumentó considerablemente, ya que Mauricio Cajina trabajaba en La Piragua. Manuelito tuvo que dejar sus estudios, cursando cuarto año de secundaria. La presión psicológica, la muerte de su compañero, y el riesgo de ser asesinado cuando iba a clase, le llevó a tomar la decisión.
La primaria la había terminado con 34 años, habiéndola retomado por la insistencia de Adrián Gutiérrez, que hacía ver lo importante que eran los estudios para la revolución; Necesitaremos gente preparada para realizar trabajos de calidad para el pueblo, decía. Mauricio Cajina comenzó a estudiar con Manuelito y ambos iban a las clases nocturnas. Durante el día, en la zapatería, Manuelito tenía su cuaderno cerca, y mientras esperaba que se secara algún pegamento, aprovechaba para estudiar.
La escuela de entrenamiento del Rodeo fue trasladada luego al cerro Copetudo, por lo estratégico del nuevo emplazamiento. Teófilo Alfaro,padre de Esperanza y de seudónimo Fidel, se encargaba de abastecerla de suministros. Su casa era el centro de operaciones y un lugar donde los guerrilleros podían descansar antes de subir al cerro. La familia Alfaro tenía plantaciones de tomates que daban normalidad a los movimientos clandestinos por la zona, pues de un lado a otro iban y venían trabajadores y compradores de tomates proporcionando la tapadera perfecta. Teófilo subía al cerro comida, armas, y otros elementos usados para los entrenamientos y los guerrilleros aprovechaban para trabajar en los campos de tomates. Augusto Cesar Salinas, mientras entrenaba en el cerro colaboró arando y sembrando tomateras.
Las conversaciones de Manuelito en el patio de la cárcel se extendían sobre muchos temas. Las narraciones sobre las vivencias personales de cada uno servían para recopilar importantes datos de información histórica, de aquella que suelen perderse con el tiempo si no son escritas ni trasmitidas verbalmente. ¿Cómo ocurrió lo del Copetudo? —preguntó Manuelito a su hermano, y Chico le contó lo sucedido:
Durante aquellos días, además de guerrilleros entrenándose estaban allí varios dirigentes del Frente Sandinista, entre ellos Omar Cabeza y Carlos Manuel Morales. Pero el día que la Guardia nos emboscó ellos se encontraban en Totogalpa en una reunión de dirigentes en casa de Guacho Montoya —colaborador recuperado para la lucha por Carlos Fonseca—. Varios días antes del asalto, Teófilo Alfaro advirtió a Carlos Manuel Morales, que podíamos correr peligro por una señora que vivía cerca al cerro, que tenía un hijo en la GN y podría delatarlos si nos descubrí. Pero esta advertencia no se tuvo en cuenta y alguien fue a convencer a la señora para que colaborase con nosotros. Ese fue el principio del fin para el Copetudo y los más de veinte hombres que entrenaban allí cuando la Guardia los rodeó y los apresó sin posibilidad de defenderse... Todos fuimos trasladados al Comando de Ocotal —en el departamento de Nueva Segovia—, para ser torturados. Dos jóvenes estudiantes de Cusmapa fueron asesinados después de las torturas, eran Ricardo y Luciano Velásquez. En algún lugar cercano se deshicieron de sus cadáveres pero la Guardia ocultaestos hechos. Yo no estaba entrenando en el cerro cuando sucedió la emboscada. Me encontraba en las cercanías captando colaboradores y vigilando posibles movimientos sospechosos. Unos días antes del asalto, detecté una persona extraña rondando el cerro e informé a los dirigentes, pero al parecer no me prestaron mucha atención, quizá fuese un espía enviado por la Seguridad del Estado para preparar la emboscada. El exceso de confianza nos está pasando factura. A mí me capturaron de sorpresa, cuando montado en un burro me acercaba al cerro. Yo no sospechaba nada y me emboscaron tirándose varios hombres encima de mí sin darme oportunidad de reaccionar. Noventa y siete días de torturas he pasado hasta que me trajeron aquí, a la cárcel modelo. En el Comando de Ocotal torturaban a muchos campesinos que entre gritos de dolor y sufrimiento, algunos hablaban de cosas que no sabían, y para aclarar aquello que habían dicho y que muchos eran inventos de hombres desesperados, yo era torturado una y otra vez para contrastar las informaciones que obtenían. Antes de llegar aquí me trasladaron a un bodegón secreto, situado en algún lugar de Managua. Las incesantes torturas me dieron una imagen que dejarían al descubierto las deplorables actuaciones del gobierno si salía en los periódicos. Entonces me escondieron en aquel bodegón lleno de cucarachas, pulgas, y ratas, donde se respiraba un hedor insoportable. Allí nos tuvieron a varios presos, en espera de recuperarnos físicamente y tener una mejor imagen para ser fotografiados por los periodistas...
Manuelito escuchaba a su hermano y lamentaba que hubiese pasado por tan dura experiencia. El rencor causado por las vejaciones y las dolorosas torturas se notaba en sus expresiones; ojos cargados de ira, marcada en su alma a fuerza de tormentos inimaginables. De pronto la cara de Chico se entristeció y continuó contando:
...Todos los que caímos en el cerro Copetudo estamos aquí, pero según he descubierto, Tino ya no está con nosotros.
Manuelito supo al instante a qué se refería.
Según me han contado —prosiguió Chico—, Tino logró escapar al cerco de la Guardia cuando asaltaron el cerro y se dirigió a la frontera. Llegó a Icalupe —localidad situada al Noreste de Somoto—, donde con sed y hambre pidió comida en una casa, pero era la casa de un Guardia...
—Sentate, ahora te traigo de comer —le dijo el Guardia vestido de paisano y sin que Tino pudiese sospechar.
Pero el Guardia no fue por comida, sino por el juez de mesta para capturarlo entre los dos. Tino fue apresado y amarrado según vieron gentes del lugar. Luego lo llevaron al Comando de Somoto donde pasó un día.
—No me di cuenta de eso —dijo Manuelito.
Nadie se enteró de su estancia allí, salvo un Oreja que trabaja en el banco Nacional de Somoto y que fue llamado para reconocerlo. Ese mismo Oreja llegó al Comando de Ocotal para reconocer a los demás Somoteños...
Manuelito supo de quien hablaba Chico; era un vecino que se había criado con él y sus hermanos cuando eran pequeños.
Las enseñanzas guerrilleras contenían normas de conducta para los casos de interrogatorios y torturas. Entre ellas estaba la de no hablar ni señalar a personas vivas, y antes de contar algo sobre colaboradores no fichados por la Seguridad Nacional, se debía hablar sobre aquellos que ya fallecieron o estaban en la clandestinidad, por ejemplo: Si preguntaban ¿quién te reclutó? debían decir el nombre de un guerrillero fallecido o en la clandestinidad, para cuando fuesen a buscarlo no lo encontrasen. Aquellas enseñanzas y la fe de muchos guerrilleros en los ideales por los cuales entregaban sus vidas, evitaron la destrucción de las estructuras clandestinas, como la organizada por Manuelito Maldonado. Sin estas redes logísticas y de información, el movimiento Sandinista no hubiese podido cambiar el curso de la historia.
Tino también fue llevado a Ocotal para ser torturado —continuó contando Chico—, pero lo mantuvieron alejado de nosotros... Según una compañera que estuvo presa con él y vio sus torturas, Tino prefirió morir antes que decir nada... Sólo consiguieron sacarle gritos de rabia y enojo... Murió mientras lo torturaban, y sin parar de gritar una y otra vez: PATRIA LIBRE O MORIR...

LAS TENDENCIAS
Manuelito sufrió el duro golpe de saber que su hermano Tino había fallecido, pero su capacidad de sufrir ante la pérdida de un ser querido había sido desgastada. Cada vez que un compañero moría, moría algo dentro de Manuelito. El alma del zapatero se endurecía y desapegaba de las personas, pero al mismo tiempo, se hacía más sensible y fuerte para luchar contra las injusticias sociales. Las cuales, si no todas, la mayoría de ellas, son provocadas por la tendencia del ser humano a separarnos los unos de los otros; por religión, por razas, por dinero, por política, por nacionalidades,..., en vez de buscar consensos a favor del bienestar de toda la humanidad.
—¿Y qué sucedió en Nandaime? —preguntó Manuelito.
Lo que allí sucedió, fue a causa de las divisiones que estamos experimentando dentro del Frente Sandinista. Oscar Turcios y los demás murieron por estas divisiones.
¿Y qué son esas divisiones? —preguntó Manuelito, sorprendido por la noticia.
—Las divisiones están causadas por tres tendencias que siguen un mismo objetivo pero prefieren caminos distintos. Está la tendencia G.P.P. o Guerra Popular Prolongada, la originaria que trabaja concientizando para conseguir sus objetivos a largo plazo. Otra tendencia es la llamada Insurreccional, que pretende actuar con la fuerza como principal vía de acción. Y la tercera es la formada por los Terceristas, que trabajan usando las dos anteriores; la concientización y la acción.
Manuelito no daba crédito a lo que oía. El Frente Sandinista de Liberación Nacional dividido, cuando se trataba de unirse todos para un bien común, se decía sorprendido.
Chico siguió contándole:
Lo peor de la división, es que nos está perjudicando enormemente. En Nandaime por ejemplo; una tendencia había llevado a cabo una acción guerrillera en la zona, pero la división entre tendencias está cortando la comunicación entre ellas. Por esto Oscar Turcios no conocía la situación del lugar y fueron tomados por sorpresa por la GN. Las fuerzas del Estado estaban contraatacando con grandes efectivos una acción que Oscar y sus compañeros desconocían. Estos son los resultados de estas divisiones en la dirección del Frente, la muerte de nuestros propios compañeros y muchas complicaciones que se están dando en muchos lugares del país...
Manuelito, conociendo personalmente a los dirigentes de las tendencias desde años atrás, siguió trabajando sin tener en cuenta tendencia alguna; ayudando a todos por igual, como hermanos de lucha que eran, pues no está en la mente de quien busca la unidad ante la tiranía, tratar con distinción a quienes buscan un mismo objetivo solidario.
¡Qué es esa mierda de las tendencias y las divisiones!... estar ahora divididos... decía el por entonces casi anciano Gregorio Oliva; Goyito, mientras recorría a pie las redes clandestinas del norte de Nicaragua llevando y trayendo mensajes.
Manuelito Maldonado impidió que bajo su estructura existiesen divisiones, y aunque a veces le llegaron instrucciones de no recibir a tal o cual compañero por ser de diferente tendencia, todos eran bien recibidos en su organización.
***
«Se continuó trabajando como siempre: PARA TODOS... Y los integrantes de mi organización, tampoco estuvieron de acuerdo con aquellas divisiones».
Manuelito Maldonado.
***
Las acciones militares del Frente Sandinista aumentaron y la represión de Somoza se recrudeció. A Somoto llegaban cada vez más Guardias preguntando por seudónimos de diferentes colaboradores, descubiertos en documentos incautados o por boca de torturados.
Las repercusiones negativas de la división en tendencias del Frente Sandinista afectaron a cada una de ellas. Los dirigentes comprendieron que debían mantenerse unidos si querían llevar a cabo la insurrección final: Entonces buscaron la unidad y comenzaron a preparar el último golpe a la dinastía Somocista.

EL TRIUNFO
(1978 - 1979)
Pedro Joaquín Chamorro, conocido periodista y escritor contrario al régimen de Somoza, fue asesinado en Managua el 10 de enero de 1978. Todo señalaba a Somoza como culpable y se originaron desordenes y manifestaciones en contra del gobierno durante semanas. Hubo intentos de levantamientos aislados y se llevó a cabo una huelga nacional. Pero el control siguió en manos del dictador; aunque el apoyo internacional con que había contado hasta entonces, comenzó a retirarse.
El 22 de agosto de 1978, un Comando sandinista asaltó el Palacio Nacional de Managua, donde se encontraban diputados, senadores, y algunos familiares de Somoza. Muchos pobladores llegaron al lugar para apoyar a los guerrilleros y tratar de impedir la actuación de la G.N. El palacio fue minado por los asaltantes para evitar el asalto de la E.E.B.I. —Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería, grupo de elite dirigido por Anastacio Somoso Portocarrero, El Chigüín—. Las peticiones de los asaltantes para dejar el palacio fueron aceptadas por Somoza, que cambio los rehenes del palacio por un millón de dólares, la libertad de prisioneros del F.S.L.N., la difusión de una proclama por la radio sobre la lucha Sandinista, y el permiso para salir del país en avión. Cuando se difundió la proclama, toda Nicaragua se enteró de las intenciones del Frente Sandinista, constantemente desprestigiadas por el gobierno en su manipulación de medios informativos. La mayoría de los presos políticos de la cárcel modelo fueron liberados, y muchos ciudadanos fueron al aeropuerto para despedir a los guerrilleros. En el avión destino Cuba, salieron del país, tanto los guerrilleros asaltantes del Palacio, como los presos que habían sido liberados. En la cárcel de Tipitapa sólo quedaron doce presos, cuyos nombres no estuvieron en la lista entregada por los Comandos para su liberación. Entre los que se quedaron en la cárcel estaba Chico, el hermano de Manuelito... Y Manuelito siguió visitando a su hermano en la cárcel hasta la amnistía de diciembre de ese mismo año, cuando Somoza quiso amortiguar la presión internacional aparentando buenas intenciones para estabilizar la situación social del país. Ya se habían dado a conocer muchas de las atrocidades que estaba cometiendo, y el gobierno de los Estados Unidos se vio obligado a quitar su apoyo al dictador, pues ya se sabe que para ser un maestro de la hipocresía, lo único que se requiere es dar una buena imagen cara al público, aunque luego se esté podrido por dentro.
Chico fue puesto en libertad y se alojó en casa de Matilde Lorente, madre del guerrillero Amilcar Lorente, que conoció mientras él estaba en la cárcel. Matilde tenía dos hijos revolucionarios, uno de ellos había muerto luchando y su casa estaba fuertemente vigilada.
—Corré, ahora es el momento —dijo la señora Lorente observando la calle.
Tres figuras femeninas salieron deprisa de la casa para entrar en un taxi que les esperaba en la calle.
—A la embajada de Venezuela —indicó doña Matilde.
El taxi llegó a la embajada y Chico se despidió de las dos mujeres. Después de observar la calle salió del taxi y entró en la embajada. La otra mujer era una amiga que Chico conoció cuando trabajaba en la aceitera Corona.
Chico había tenido que disfrazarse por temor al llamado Pisa y corre: Técnica que usaba la Seguridad Nacional de Somoza para asesinar, donde el objetivo era perseguido y asesinado a sangre fría, sin dejar pistas que pudiesen llevar a los autores.
Chico entró aprisa en la embajada y solicitó asilo político. Desde allí, fue trasladado a Venezuela junto a otros guerrilleros. Una vez en el país hermano de Nicaragua, se dan cuenta de oportunistas nicaragüenses, que no colaborando con el Frente Sandinista, engañaban a los venezolanos sacando dinero en colectas económicas para un apoyo revolucionario, que en realidad realizaban por puro interés de lucro personal. Ante estas estafas de sus mismos paisanos, los verdaderos guerrilleros se sintieron indignados y se organizaron en una vivienda, donde formaron un centro de encuentro y reunión de guerrilleros, que detectaría a estafadores y llevaría a cabo recaudaciones reales para la lucha Sandinista. El dinero conseguido lo enviaban a Nicaragua mediante personas de confianza.
Chico y los demás compañeros exiliados en Venezuela ya no regresarían a Nicaragua hasta después del triunfo de la revolución.
Una nota clandestina anunció a Manuelito que la insurrección final estaba cerca. En poco tiempo la zona norte de Nicaragua quedó vacía de guerrilleros. Todos se desplazaron para el crucial evento.
Antes de la insurrección final, la junta de gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional tomó forma en Costa Rica. Luego se trasladó a León, una vez fue liberada la ciudad por los guerrilleros. Daniel Ortega encabezó la campaña de resistencia urbana que avanzó con rapidez hasta Managua. Los Estados Unidos, sabiendo lo que se avecinaba y con temor a un gobierno comunista parecido al de Cuba, presionó a Somoza para que renunciara al poder en favor de una coalición moderada. El dictador abandonó el país el 17 de julio de 1979, y el 19 del mismo mes, los guerrilleros Sandinistas se apoderaron de la capital Nicaragüense. El F.S.L.N. tenía el control de la capital y comenzó su avance hacia el resto del país controlado aún por el ejército de Somoza. Las batallas bélicas continuaron contra un ejército sin líder, que envuelto en fuertes combates contra los guerrilleros comenzó a huir hacia Honduras. En aquella huida, las mentes enajenadas y frustradas de algunos grupos de Guardias ante la inminente derrota, causaron masacres indiscriminadas donde asesinaron a mujeres, hombres, y niños campesinos. Saqueaban todo a su paso por venganza, y la barbarie humana se materializó con muertes, desesperación y odios.
En Nicaragua se volvía a demostrar, como tantas otras veces en la historia de la humanidad, que una minoría que gobierna gracias al poder represivo militar contra sus ciudadanos, nunca podrá contra la unión de una mayoría oprimida que reclama libertad y justicia. La Revolución Popular Nicaragüense había logrado su lugar en la historia.
En Managua se instaló definitivamente la junta de gobierno del Frente Sandinista para reconstruir la nación, el llamado Gobierno de Reconstrucción Nacional. El cargo de la presidencia no se consideraba, y en su lugar estaba el de Coordinador que ocupó el Comandante Daniel Ortega Saavedra. Aquella junta de gobierno estaba formada por una coalición, donde aparte de Daniel, había otros dos Sandinistas, el escritor Sergio Ramírez, Moisés Hassan, y otros dos miembros independientes, el empresario Alfonso Robelo Callejas y Violeta Barrios de Chamorro, viuda de Pedro Joaquín Chamorro; Mártir de las libertades públicas cuya consigna siempre fue: Nicaragua volverá a ser República.
Anastasio Somoza huyó a Miami. En 1980 llegó a Paraguay, país donde murió por un disparo de bazuka en las calles de Asunción en un atentado aparentemente promovido por el Frente Sandinista, lo que no ha evitado que surgiesen especulaciones al respecto. Algunas dicen que para el F.S.L.N. Somoza le era más útil vivo que muerto, ya que amenazaba con volver a recuperar el país y unificaba al pueblo Nicaragüense en favor del nuevo gobierno. Otras especulaciones hablan sobre el miedo que Somoza causó en sectores poderosos de Paraguay que pudieron eliminarlo por ello. También se ha escrito sobre un posible amorío con la mujer de un hombre poderoso que vengó su humillación...
A Somoto llegó la noticia que el Frente Sandinista había tomado Managua, pero la alegría no podía manifestarse. Los Guardias dominaban el pueblo y las represalias por la derrota podrían ser despiadadas.
—Manuelito, Manuelito... recoge tus cosas y vámonos, date prisa —dijo Goyito entrando en La Piragua con disimulada urgencia.
—¿Qué ocurre? —contestó Manuelito con preocupación.
—Están combatiendo en Palacagüina y luego vienen para Somoto. He venido a llevarte a Pueblo Nuevo que ya está liberado por los guerrilleros.
Pero no puedo irme, estoy esperando un grupo de compañeros que vienen de Honduras para combatir.
Pero aquí corremos mucho peligro, debemos irnos.
Los combates aún estaban lejos, Palacagüina, localidad del departamento de Madriz, estaba a veinticinco Kilómetros de Somoto.
—No voy a poder marcharme, tengo que esperar a los guerrilleros —insistió Manuelito.
Ambos no sospechaban que los Guardias en su retirada estaban más cerca de lo que Goyito sabía, y mientras discutían sobre la conveniencia o no de abandonar Somoto, escucharon el ruido de vehículos militares acercándose. El rumor que los acompañaba fue acrecentándose al igual que el temor de ambos a ser asesinados. La Piragua llevaba años siendo un lugar muy vigilado, desde que el Calzonetas se instaló enfrente como vecino.
—Ya vienen, tenemos que escondernos.
—Pero dónde, pueden entrar aquí o barrer el solar con disparos —dijo Goyito con preocupación.
Si los Guardias que conocían la zapatería de Manuelito decidían tomar represalias antes de huir, La Piragua sería el primer lugar al que irían, pues los había que siempre desearon encontrar pruebas para acabar con ella. Goyito y Manuelito estaban en gran peligro, pero ya era tarde para salir a la calle.
—Ven, agachémonos aquí y esperemos a ver qué ocurre —dijo Manuelito.
Los coches ya entraban por un lado de la calle y ambos se agacharon bajo la ventana de la zapatería. Entre las tablas miraban con temor a que entrasen y disparasen hacia todo el solar. Vieron pasar varios Jeep militares con ametralladoras, y detrás de ellos caminaba un grupo de Guardias muy tensos que apuntaban y miraban a todas partes dispuestos a disparar a la menor señal de peligro. Detrás de ellos marchaban varios camiones con heridos; algunos llevaban vendas blancas manchadas de sangre en la cabeza.
De lejos, Manuelito pudo sentir la decepción de quienes marchaban hacia un futuro incierto, muchos dejaban a sus familiares y pertenencia atrás; bajo el dominio de las líneas guerrilleras.
Aquel convoy venía de ser derrotado en Estelí, donde el Comando, una fortificación casi impenetrable, había sido tomado gracias a un tractor bomba dirigido hacia la entrada principal.
El convoy pasó. Manuelito y Goyito se sintieron aliviados de no haber sufrido represalias, y cuando salieron de su escondite, vieron al Calzonetas sacando de la casa a su mujer, a rastras, para perseguir al convoy y huir con los militares a Honduras.
El Comando de Somoto quedó vacío en poco tiempo. Todos habían huido salvo un pequeño grupo de Guardias armados que pretendían resistir la ofensiva Sandinista.
El orgullo nubla la razón cuando las destructoras energías del enojo y la rabia se apoderan de él. Pero a los valientes les duraron poco sus aires de grandeza. Comenzaron a sonar disparos cerca del parque frente al Comando. Los tiros de Garant se sucedían en ráfagas, y el miedo se apoderó de los Guardias. ¡Dios mío! ¡Ya están aquí!, gritó uno de ellos tirando su arma al suelo, para salir corriendo en busca del convoy. Las campanas de la iglesia comenzaron a repicar sin cesar: TOLÓN, TOLÓN TOLÓN... Y los que no huyeron con los disparos, se convencieron que el tiempo de la GN llegaba a su fin. Es cierto, ya están aquí... ¡Vámonos!... ¡corré, corré! Y así abandonaron el Comando sus últimos custodios, corriendo sin saber que en realidad, estaban huyendo de un grupo de lustradores, quienes disparaban unas armas que habían encontrado abandonadas por algunos Guardias en su huida; uno de ellos también tocaba las campanas.
Al ejército derrotado proveniente de Estelí se le iban sumando simpatizantes y colaboradores de la dictadura. Poco tiempo tenían de alistar algunas pertenencias y salir corriendo para alcanzar al convoy. Esto evitó las represalias contra La Piragua por aquellos que tiempo la acecharon y odiaron.
Hasta el día siguiente no entraron los guerrilleros en Somoto. Manuelito gozó enormemente la liberación de su pueblo, mientras la avanzada edad de Goyito, no le impidió brincar y bailar de alegría como nunca antes en su vida. El viejo revolucionario estaba viviendo un sueño que se había hecho realidad, y por el cual había luchado toda su vida.
Los comandos guerrilleros que llegaron a Somoto se repartieron el mando. El cuartel general fue establecido en el Comando abandonado. La primera directriz fue la búsqueda de los colaboradores del régimen Somocista y sobre todos, aquellos que participaron en acciones no gratas y de baja humanidad.
Tomaron posiciones en el club social de los obreros y en el de los ricos, donde la entrada había sido restringida hasta ese día. Sólo los socios podían entrar en ese selecto club donde el único requisito para tener el carné, era tener dinero. No importaba los orígenes de la persona, ni la raza, color de piel, o la nacionalidad. Se regía por puro clasismo económico, como sucede hoy día en los sistemas capitalistas. Se comprobó que así funcionaba cuando a un obrero Somoteño le tocó la lotería; desde entonces lo aceptaron como socio en el club.
La ciudad de Somoto no sufrió batallas bélicas gracias a su situación estratégica. La zona fue reservada como corredor por el F.S.L.N. Era un lugar clave para la movilización de guerrilleros y armamento a través de la frontera con Honduras, lleno de puntos de descanso y recuperación.
Desde Somoto se organizaba el traslado de heridos a San Marcos, ciudad hondureña, donde un médico de color, colaboraba a curar a los heridos.
Aunque la historia ensalce prioritariamente la labor de aquellos que salen en fotografías con fusil en mano, o con una bomba incendiaria a punto de ser lanzada, debemos recordar que tras las fotos están los héroes anónimos, quienes hicieron posible que tal fusil o bomba estuviesen al alcance.
En una guerra, la victoria es de todos quienes sacrificaron algo para ganar, y en la revolución sandinista, muchos entregaron sangre y vida convencidos de trabajar por una causa digna de ser alcanzada. Aquellos que sobrevivieron y forjan sus vidas con valores honestos, solidarios y lejos del egoísmo, se han hecho dignos hoy día de llamarse buenos revolucionarios.
Manuelito Maldonado comenzó a valorar la honestidad desde pequeño, cuando su madre tenía este valor como base de su educación. Y aunque los valores humanos son muchos y con muchas descripciones, la más importante de ellas, y la que quita el sentido a las demás si no está presente, es la poco valorada hoy día HONRADEZ.

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