Isaac Fernández de la Villa, nació en Sevilla, España, (1973), pero, según
sus propias palabras, se considera un Ciudadano del Mundo, un "audaz
Cosmopolita" que cruzó el Océano en alas del ensueño, para anclar su ligera y
peregrina barca en las aguas de nuestra linda Nicaragua.
Radicado en el remoto pero
cálido pueblo de Somoto en Madriz, desde hace algunos años, y dueño de una
aguda percepción extrasensorial colindante
con lo metafísico, de manera muy amena, pero
a la vez, con una estructura narrativa muy formal y un excelente tecnicismo
académico, Fernández de la Villa, nos conduce de la mano a
través de los intrincados caminos de nuestra desgarrada historia, a un reencuentro
con un hermoso retazo de la misma, en la que el personaje central
de esta obra, de género testimonial y biográfico, Manuelito, nos cuenta sus
peripecias y hazañas en un mundo de catacumbas como dijera el gran poeta Leonel Rugama, en un mundo incógnito, subterráneo y clandestino en el que cada paso era
dado equilibrando sobre una cuerda
floja, significando vida o muerte, así como sus dudas, sus crisis espirituales
y existenciales, sus angustias y decepciones y su profundo amor por un pueblo reprimido, humillado y
sometido bajo la bota de una de las
más sangrientas dictaduras de América Latina, como lo fue la dinastía de la tristemente célebre familia Somoza.
Manuelito Maldonado,
personaje muy popular y conocido de nuestro querido pueblo
enclavado en el corazón de las legendarias Segovias, en donde escribiera su
heroica gesta el Gral. de hombres Libres, Augusto César
Sandino, hurgando en el archivo de la memoria nos
ofrece un testimonio fiel y veraz, relatándonos, como, a pesar de
todas las circunstancias adversas que la vida siempre le puso por delante,
logró superar todos los obstáculos, incluidos el egoísmo, la ambición desmedida
y la envidia de los hombres, lastres que generalmente
arrastramos con nosotros los seres humanos, así como la
crítica destructiva, para convertirse, con mucho esfuerzo, disciplina, sacrificio
y espíritu de superación, es un invisible y desafiante “guerrero de la luz”
como diría Cohelo.
EL PEQUEÑO GIGANTE
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LOS ZAPATEROS
(1964)
(1964)
Somoto, noviembre de
1964, zona norte de Nicaragua.
Manuelito
Maldonado observó dos figuras desconocidas acercándose por la calle. Eran las
ocho de la noche, la amarillenta luz que iluminaba suavemente la terrosa calle,
provenía de un poste eléctrico a pocos metros de la vivienda. Los desconocidos
pasaron por delante de la casa y se detuvieron frente a un portón de media
altura hecho de madera, observaron disimuladamente ambos lados la calle, uno de
ellos abrió la puerta, y entraron al solar de la familia Maldonado. Serán
amigos de mi hermano, pensó Manuelito, que esperaba la cena sentado en una
piedra situada fuera de la casa; al lado izquierdo de la entrada mirando
frontalmente. Los dos individuos caminaban cada uno con una abultada bolsa de
cartón. Una vez dentro del solar, sortearon algunos árboles frutales y llegaron
a casa de Tino, que salió a recibirlos y les invitó a pasar. Manuelito, como de
costumbre, cenó y se fue a dormir, pero ni en sus sueños más atrevidos, podría
sospechar lo que aquellos dos extraños harían con su vida: La cambiarían para
siempre.
Que
llegaran extraños era tan común para Manuelito como el constante paso de
viajeros por las calles. Constantino Maldonado, su hermano, y conocido como
Tino, vivía en su casa de tablas, construida en el solar familiar al noroeste.
Allí había montado un taller de zapatería, que trabajaba con otros zapateros,
aprendices, y Manuelito. Era un lugar muy concurrido, pues aparte de los
clientes, solían llegar muchos conocidos de los zapateros para pasar el rato
charlando; también llegaban quienes en su paso por Somoto hacia otros lugares
de Nicaragua, aprovechaban la hospitalidad de la familia Maldonado para
descansar. Ir de una comunidad a otra del país, solía ser cuestión de horas e
incluso días caminando. El temor a ser asaltados no era un problema, pues poco
o nada se le puede robar a quien es tan pobre como nosotros. Si aquellos
viajeros tenían algún temor en sus largas y solitarias caminatas, era más por
causa de las numerosas leyendas; la Cegua, el Cadejo, el diablo en forma
de joven montado a caballo,... y otras historias sobrenaturales. Las casas de
conocidos y familiares, e incluso el propio camino, eran los lugares para
descansar durante aquellos trayectos.
A la
mañana siguiente, Manuelito tomó una taza de café y se fue a trabajar con Tino.
Allí estaban los extraños de la noche anterior, sentados en taburetes de
zapatero; de madera y bajos de altura, para mejorar la postura de trabajo con
las hormas. Preparados tenían el martillo, la cuchilla y otras herramientas
para fabricar zapatos. Vestían con la ropa del día anterior; pantalones de tela
azul oscuro, camisas de botones, de manga larga con rayas de colores, apagados
por demasiados lavados. Sus zapatos, que eran negros, de cordones y bien
cuidados, les daban un aire elegante que alivianaba ligeramente la pobredad
trasmitida por sus vestimentas. En una esquina de la habitación, Manuelito vio
los abultados sacos de cartón, de los utilizados para embalar cemento de
construcción. De uno de ellos sobresalía una camisa y un cepillo de dientes;
eran sus improvisadas bolsas de viaje.
En
aquél instante, llegó a la zapatería Rafael Aguilera Carrasco; zapatero que
trabajaba con los hermanos Maldonado.
Buenos
días —dijo Rafael.
Buenos
días —contestaron los presentes.
—Les
presento a dos compañeros de oficio que van a trabajar con nosotros unos días
—dijo Tino.
—Adrián
Gutiérrez, para servirles —levantándose del taburete, el hombre estrechó la
mano de Manuelito y de Rafael.
—Fausto
García, mucho gusto —dijo el otro, realizando el mismo gesto de cortesía.
Después
de las presentaciones, Tino organizó el trabajo del día. La prioridad era la
reparación de algunos zapatos cuyos dueños vendrían a retirarlos. De esta labor
se encargarían dos zapateros, el resto fabricarían varios pares de botas.
Manuelito, sentándose frente a su trozo de mesa, comenzó a dibujar patrones en
pliegues de cuero y cortar las piezas que serían montadas en las suelas. A
medida que los zapateros trabajaban, las conversaciones comenzaron a ser más
entretenidas. Fue aumentando la confianza con los nuevos compañeros, y el
ambiente de trabajo se hizo ameno; de aquellos que convierte el trabajo en
entretenimiento. Cuando se aparecía algún cliente para dejar zapatos o reparar
mientras esperaba, llegaba alguien para retirar los ya reparados, y no faltaba
quien llegaba ..4 )14) para bromear con los zapateros.
La
tarde perdió su brillo y recogieron las herramientas. Manuelito se despidió
para marcharse a descansar.
EI
día siguiente trascurrió con la misma rutina que el anterior, salvo en la
tarde.
Rafael
se había marchado temprano como de costumbre, pues estaba estudiando en el
turno de noche. En la zapatería estaban Adrián, Fausto, Tino, y Manuelito.
—Bueno...,
buenas noches tengan todos. Mañana nos vemos —dijo Manuelito después de ordenar
su zona de trabajo.
—Espera
Manuelito —dijo Adrián Gutiérrez—. No te vayas aún, que vamos a reunimos.
Manuelito
miró a su hermano extrañado, y en él vio un extrañó aire le complicidad: “Algo
sucede que desconozco” pensó.
—Estos
compañeros saben muchas cosas que no salen en los periódicos, y están
dispuestos a compartirlas con nosotros... Mejorsentate —le dijo Tino.
Fausto
García había salido a lavarse las manos y echar una ojeada a los alrededores de
la casa. Entrando, se sentó en silencio.
—Manuelito,
¿qué grado escolar tienes? —preguntó Adrián. —Tercer grado de primaria.
—Y
¿por qué crees que no has podido seguir estudiando?
–Porque
mi padre murió cuando yo era niño, Y como éramos muchos hermanos, nos quedamos
en una gran pobreza. Entonces tuve que trabajar para ayudar a la familia.
—¿Quién
crees que tiene la culpa de todo eso que te ocurrió?
—Pues...
—Manuelito pensó breves instantes—. Así lo quiere Dios —afirmó convencido.
Adrián
lo miro fijamente.
—¿Crees
que Dios es injusto?... ¿Crees realmente que Dios se entretiene haciendo daño a
las personas, impidiéndoles que puedan estudiar o haciéndoles pasar hambre y
miseria?... Si Dios nos ama como hijos suyos, ¿cómo puede un padre disfrutar
haciendo sufrir a su hijo?... Dios no tiene la culpa de nuestras desgracias. El
sistema que han implantado algunos hombres, es el que oprime, nos exprime, y
nos hace sufrir de miles formas...
Adrián
continuó hablando y explicando sobre cosas, que de algunas había oído hablar
Manuelito, pero no con la profundidad en significado y razonamiento que las
estaba tratando Adrián. De esta forma, Manuelito empezó a comprender que la
vida no sólo es lo que otros nos dicen, que existen puntos de vistas ocultos a
nuestros ojos por diversos motivos; por conveniencia de otros, porque no queremos
ver de otra manera, o porque nadie abre nuestra contaminada mente a causa de
educaciones opresoras.
Por
un lado decimos, que Dios es justo y todo amor, y por otro, seguimos echándole
14 culpa de nuestras desgracias, dándole cualidades de ogro despiadado que se
complace jugando con nuestros sufrimientos... Por sus frutos los conoceréis,
dijo Jesús... Si Dios es justo y amoroso, toda interpretación de sus actos
como maldad, nunca podrán ser parte de la intención Divina... Si vemos que
existe maldad, sólo queda como responsable la maldad del hombre en su libertad
de hacer y crear en bien o mal. Responsabilizando a Dios o a causas ajenas a
nosotros sobre lo que ríos ocurre, nos sentimos cómodos, logrando la falsa
resignación que nos dice; no podemos cambiar nuestros malos hábitos. Actuando
así, es cuando realmente estamos muertos, porque dejamos de trabajar para la
evolución natural, motor principal de la existencia. Porque nos es más fácil
dedicarnos a enterrar lo muerto que luchar por lo vivo:
Otro
discípulo le dijo: Señor, permíteme ir primero a sepultar a mi padre; pero
Jesús le respondió: Sígueme y deja a los muertos sepultar a sus muertos.(San
Mateo 8: 21,22)
*****
Manuelito
Maldonado Lovo nació el 10 de junio de 1941, en Somoto, departamento de Madriz,
localidad nicaragüense situada al noroeste del país, que contaba entonces con
algunas pocas calles de tierra. La casa familiar de Manuelito, a cuadra y media
dirección este, desde donde está en la actualidad el mercado Municipal de
Somoto, medía unos seis metros de frente por tres de fondo y estaba hecha de
taquezal; paredes con varas de madera forradas con un embarrado terroso. Tenía
tres pequeñas habitaciones, siendo una a su vez cocina y recibidor. El suelo
era de tierra y las paredes del mismo color que el barro seco. E1techo lo
formaba un entramado de tejas de barro cocido soportado por vigas y listones de
madera.
Salvador
Lovo Ponce se llamaba el padre de Manuelito. Era de Ocotal, departamento de
Nueva Segovia situado al noreste de Madriz. Julio Maldonado lo llevó a su casa
en Somoto y le presentó a su hermana Ester Maldonado Espinoza. Ester y Salvador
se gustaron y se unieron teniendo siete hijos; Luís, Constantino (Tino),
Arminda, José Santos, Manuelito, Pedro, y Francisco (Chico). Salvador, que
ejercía de albañil en Somoto fue trasladado de urgencia al hospital de Ocotal,
donde falleció dejando a su último hijo con ocho meses de vida; en Somoto aún
no había hospital. Manuelito Maldonado tenía cinco arios cuando esto sucedió.
La pobreza se hizo extrema para toda su familia, y la nutrición matutina la
daba una taza de café aguado con un poco de azúcar; y a veces, se podía
acompañar con una rosquilla de maíz. Con siete hijos que mantener, Ester
Maldonado se dedicó a panificar; construyó un horno de leña con mucho
sacrificio y hacía pan para vender. Manuelito llegaba de la escuela y a veces,
no encontrando que comer, salía a la calle con su caja de lustrar zapatos, para
obtener algo de dinero y comprar comida.
Los
hijos de Ester no solían terminar los cursos escolares, pues con la temporada
de recolección de café o algodón, dejaban la escuelapara marcharse con su madre
a trabajar. Cuando no era temporada de corte, Manuelito y sus hermanos trabajaban
donde podían para llevar sustento al hogar: Una lustrada de zapatos de mujer
costaba quince centavos, y la de varón veinticinco centavos de córdoba—moneda nicaragüense—. Lo
ganado era para comprar azúcar, café, frijoles, arroz,..., y la imprescindible
en la comida nicaragüense, tortilla — torta de maíz de unos veinte cm.
de diámetro, que sustituye al pan de los países europeos y asiáticos—.
Manuelito
y sus hermanos no conocían los zapatos, pero muy bien los piojos y pulgas de
los chanchos —cerdos—, que les provocaban en las piernas y pies,
erupciones parecidas a quistes de triquinosis. El agua, elemento imprescindible
para la vida, debía ser traída diariamente desde el río Musunce, que en esa
época corría paralelo al pueblo, siendo hoy un río agonizante por la despiadada
intervención humana. Aún no había luz eléctrica, sino candiles de aceite o
diesel; hechos de latas con mechones de fibras vegetales.
Los
hijos de Ester fueron creciendo y tres aprendieron albañilería. El mayor
aprendió el oficio con Salvador, antes que muriese, y con doce arios, Luís
Maldonado era albañil y cabeza de familia.
La
niñez y adolescencia de Manuelito, aunque dura en trabajo y sacrificio, le
proporcionaba esa sensación de felicidad, que nace cuando la familia trabaja
unida para el bien de todos sus miembros. Pero aquella unidad familiar, no le
evitaría sufrir las consecuencias de la pobreza, con sus crueles
manifestaciones físicas y psicológicas... ¿Qué niño no ha deseado el juguete
de su vecino?...
Hay
que escribir una carta al niño Dios, que es quien trae todos los regalos, decía
la abuela en vísperas de navidad., Y cuando Manuelito aprendió a escribir,
anotó en su carta al niño Dios, todos sus anhelos personales materializados en
coloridos juguetes y que en sus ilusiones, lo trasportaban a mundos lejanos,
allá, cerca del paraíso que tanto nombraba su abuelita. Pero cuando se despertó
el veinticinco de diciembre, la carta que escribió al niño Dios seguía bajo su
humilde almohada; donde la había dejado el día anterior. Sin hallar regalo
cerca, buscó y buscó por el cuarto, revisó todos los rincones de la casa, y
frustrado, finalmente salió a la calle. Allí vio los llamativos coches de
plástico de sus vecinos ricos. Los coches que él podía tener, eran los hechos
con viejas latas de sardinas, o los que tallaba su hermano mayor sobre tacos de
madera. Comenzando a llorar huyó desconsoladamente de su casa. En rechazo a la
injusticia manifiesta de un mundo, donde las respuestas culturales nos alejan
de las realidades lógicas, para plantearse las grandes preguntas con respuestas
insondables. Porque no tenemos una educación que nos, lleva a comprender
trascendentalmente nuestros sufrimientos, y los asuntos humanos de convivencia
más básicos, se camuflaron bajo crueldades inciertas de injustos dioses;
mientras la razón nos dice, que un buen padre nunca disfrutará viendo sufrir a
sus hijos...
¿Por
qué Dios no nos escucha? nos preguntamos cuando no sucede lo que
deseamos.
¡El Niño Dios no me trajo nada!... Y le escribí la
carta como me dijiste...Reprochaba Manuelito a su abuelita
cuando regresó a casa, mientras contenía esa energía de desesperación
impotente, que nace al toparnos con crueles realidades... El tiempo le
enseñaría que el niño Dios no tenía la culpa, sino la pobreza: ¿Hasta dónde es
el ser humano capaz de encontrar causas observando sus electos?
Estando
en tercer grado de primaria, Manuelito Maldonado enfermó le poliomielitis; una
peligrosa enfermedad infecciosa conocida comúnmente como Polio. El virus
que la causa entra al cuerpo por vía digestiva y se extiende por los nervios.
La rigidez cervical es una de las consecuencias, y en Manuelito provocó la
curvatura de su columna vertebral hasta darle el aspecto de jorobado; sin
permitirle crecer más de metro cincuenta. Tras 4 años de lucha contra la
enfermedad, Manuelito quedó discapacitado físicamente de por vida. No volvería
4 jugar al béisbol. Ni corrió más por el río. Ni brincó por los montes con sus
amigos en busca de animales; por donde hoy está el llamado barrió (le los
maestros o La Coyota. Su madre lo quitó de la escuela por la fuerte crisis
que le produjo la enfermedad, y una vez recuperado no lo volvió a mandar por
miedo a que lo lastimasen, y a la cruel mofa de los niños hacia los que parecen
distintos a ellos. Manuelito comenzó n trabajar lustrando zapatos en el parque,
vendiendo pan, ayudando a mercaderes en sus transportes y ventas de mercancías.
Viajó con su madre y hermanos a Chinandega, San Juan del Río Coco y Telpaneca,
para los cortes de café y algodón. En ocasiones, con su hermano José Santos
salía a vender fuera de Somoto, llevando dulce partido —dulces hechos del jugo de la caña de
azúcar— a cinco centavos de córdoba el pedazo y café molido a diez centavos la
medida. En las comunidades que no tenían dinero para pagarles hacían trueque,
cambiaban lo que llevaban por huevos o pollos. Lo importante era que nadie en
la familia pasase hambre, había que ingeniárselas para ello, y sin salirse de
unas estrictas normas morales, dadas por Ester y resumidas en: Trabajar
honestamente y en estrecha colaboración familiar.
*****
Adrián
se reunía todas las tardes con Manuelito, y le hablaba sobre temas diversos.
Explicando de forma sencilla situaciones complejas, ayudaba a que sus
exposiciones fueran comprendidas. Manuelito ya poseía la semilla revolucionaria
desde antes, pero la resignación arraigada en él era la barrera que impedía
germinarla.
—El
sistema todo lo acapara. Nos hace trabajar para después, pagarnos injustamente
por nuestro trabajo. Ellos se hacen ricos a nuestra costa, compran coches
costosos, casas lujosas, pueden mandar a sus hijos a la Universidad, comen
exquisiteces que ni sabemos que existen, y nosotros, los pobres, no podemos ni
llevar a nuestros hijos a la escuela. Y si tenemos algo de comer, es porque en
vez de ir a estudiar, los mandamos a trabajar. Y así perdemos la formación
educativa, que es la opción para salir de la miseria. Tanto Fausto como yo
tenemos las mismas dificultades que ustedes, venimos de familias rotas por la
pobreza y la falta de medicinas, esas medicinas que los burgueses tienen en
abundancia... ¿Entiendes lo que te digo?
Manuelito
entendía, pero su rostro reflejaba una duda. —¿Qué cosa es sistema? —preguntó
al fin.
—El
sistema es todo aquello que ahora nos está oprimiendo. Son normas, leyes,
obligaciones, creencias impartidas desde tiempos atrás,..., todo lo que nos
hace sumisos, resignados, y conformistas. El sistema quiere que no pensemos, y
nos creamos afortunados, mientras en realidad, tiene su pie pisándonos el
cuello. El sistema es escurridizo y no quiere que lo investiguemos como seres
racionales, por ello nos quiere ignorantes, que no estudiemos. El sistema es
manejado por pocos, para beneficio de esos pocos, e ignora y desatiende las
necesidades de muchos, porque para estos pocos, no es conveniente que los
muchos despierten de su letargo, pues les impedirían seguir enriqueciéndose a
su costa y lograr sus objetivos egoístas...
—¿Y
qué podemos hacer nosotros ante eso? —Despertar. Despertar del letargo. DESPERTAR...
Tino
también participaba de aquellas charlas, dirigidas principalmente hacia la comprensión
de Manuelito, pues Tino ya conocía aquellos temas.
Siendo
mayor que Manuelito, Tino se había ido de Somoto en busca de empleo años atrás.
Trabajó de zapatero en Rivas, Wuaspán, Chinandega, y por último en Condega;
localidad a unos treinta y dos kilómetros de Somoto dirección Estelí. Allí
decidió volver a Somoto, su ciudad natal, para trabajar en el taller de
zapatería de Roger Quintana, que era el más grande y avanzado de la zona y
tenía mayor número de trabajadores. Por entonces, Manuelito trabajaba de
mensajero en la oficina de telégrafos, donde se sentía satisfecho y aprendió la
comunicación mediante el código Morse. Incluso esperó conseguir una plaza de
telegrafista que nunca logró... Manuelito,
mejor es aprender un oficio, que estar en cargos públicos, le
recomendaba Tino de vez en cuando, hasta que un día habló con el Sr. Quintana
para que aceptase a Manuelito como aprendiz en su zapatería. Fue aceptado, y
cuando no trabajaba en la oficina de telégrafos, donde tenía turnos con días
libres de por medio, aprendía la profesión de estilista zapatero; encargado de
dibujar y cortar piezas de cuero para luego ser montadas en las suelas.
Mientras aprendía el oficio, escuchaba a su hermano y a otros zapateros hablar
contra el régimen de Somoza. Algunos quedaban embelesados escuchando
razonamientos que comprendían, sintiendo en carne propia la opresión de la que
hablaban. Otros, por el contrario, se ofendían y alejaban de ellos,
considerándolos enemigos por no compartir una idealizada admiración a la
dictadura.
Entre
los que aprendían con Manuelito y compartían las ideas de Tino, estaban Salomón
Espinoza y José Espinoza, del Guayabo, quiensería
más adelante cuñado de Tino.
En
febrero de 1963 hubo elecciones en Nicaragua, convocadas por un gobierno
opresivo que discriminaba a trabajadores, a pobres y campesinos, y no permitía
la libertad de expresión ni alternativa a su injusticia. El Frente Sandinista
de Liberación Nacional (FSLN) era un bebe recién nacido, clandestino,
perseguido y desconocido para la inmensa mayoría de un pueblo que era forzado a
votar entre varios candidatos puestos por la oligarquía Somocista. Los
empleados públicos debían votar por René Shick según las orientaciones del
gobierno. Manuelito, no sintiendo agrado por ninguno de los candidatos en las
elecciones; marionetas del mismo sistema son todos, pensaba, decidió no
votar y entró en la lista negra del gobierno, donde estaban quienes se
mostraban en su contra: Después de las elecciones fue despedido de la oficina
de telégrafos por ello.
A
finales de 1963, Roger Quintana desmantela su taller de zapatería para
marcharse a Estelí, una vez vendidas las máquinas. Tino ya tenía su esposa que
conoció en el taller de Roger, donde ella trabajaba también. En poco tiempo habían
decidido vivir juntos, en la casita que Tino construyó de madera, en el
terrenito que la madre le había dado para ello, de su propio solar.
José
Espinoza compró una máquina a Roger y montó su zapatería dando trabajo a
Manuelito. Tino, aunque cuñado de José Espinoza, decidió volver a trabajar a
Condega, pero llegaba a Somoto los fines de semana para estar con su esposa.
Con el tiempo Tino acabó instalando una zapatería en su casa, junto a su
esposa.
José
Espinoza acabó suicidándose, y Manuelito se fue a trabajar con su hermano Tino,
a pocos metros de su casa, la casa familiar de doña Ester Maldonado.
La
visión revolucionaria de Tino, le trajo amigos afines a sus ideas con los que
hablar sobre aquellos temas, que elgobierno
prohibía. Reynerio Espinoza lo visitaba y charlaban de revoluciones y
soluciones para acabar con la miseria en Nicaragua. Reynerio había vuelto de
Guatemala, donde estudió Odontología y conoció las actividades revolucionarias
de Jacobo Arbenz Guzmán; uno de los jóvenes oficiales que derrocó al dictador
Jorge Ubico Castañeda en junio de 1944. Reynerio aún vivía con sus padres, se
encargaba de llevar la producción lechera de la finca familiar a Somoto. No
ocultaba su tendencia política y distribuyó la revista gratuita M.R. (Movimiento Republicano), con ideas
opuestas al gobierno; que tenía permiso de divulgación, siendo legal.
Reynerio
llevó a la zapatería de Tino a Pablo Velásquez, hondureño que se había casado
con una muchacha Somoteña llamada Candida, conocida también por Elida. Pablo se
hizo amigó de Tino y lo visitaba de vez en cuando con su hijo pequeño a
hombros. El padrastro de Pablo había dado albergue a Santos López en Honduras
cuando Sandino fue asesinado, y siendo Pablo estudiante, Santos López ya le
hablaba sobre Sandino y sus ideales. Perseguido en Nicaragua y escondido en el país vecino, Santos trabajó
donde pudo; desde obrero en una fábrica de jabón propiedad de una adinerada
familia Alemana, hasta cuidandero en la pedrera de una empresa constructora de
carreteras.
Cuando
Pablo terminó sus estudios técnicos en Honduras lo llamaron para trabajar en la
empresa que pavimentaba la carretera panamericana, hasta entonces de tierra.
Trabajaría en unas oficinas situadas donde ahora está la escuela Rubén Darío,
construida en Somoto por René Shick. El trabajo se demoró por motivos
burocráticos, y estando ya en Somoto, comenzó a reunirse con Reynerio Espinoza
y fue contactado por Oscar Turcios para la lucha Sandinista. En poco tiempo, la
O.S.N. Oficinas de Seguridad del Estado) lo consideró sospechoso, y en
mayo de 1965 fue arrestado. Alguien lo acusó entre otras cosas, dellevar
dinamita para volar el depósito de agua de Somoto; en realidad lo que llevaba
era una emulsión para su hijo. Registraron su casa sin encontrar nada de qué
acusarle, aun así, lo mantuvieron incomunicado en un torreón del Comando de la
G.N.(Guardia Nacional).Su
esposa le llevaba comida y café. Logró pasarle un pequeño lápiz y papel para
comunicarse con él, en el doble fondo del termo que contenía el café; que era
revisado con un alambre antes de ser entregado al prisionero. Sin previo aviso
Pablo fue trasladado a Managua con destino desconocido, y los intentos de su
esposa y Tino por encontrarlo fueron en vano. Como último recursos Elida llamó a uno de los hermanos de Pablo,
Coronel del ejército hondureño, quien pidió permiso al gobierno de Honduras
para buscarlo a niveles políticos: Lo encontró en la quinta prisión de policía,
torturado y con tres días sin comer. Después de gestionar con el gobierno
nicaragüense su deportación a Honduras, fue puesto en libertad y se establece
en Choluteca, donde comienza a usar su vivienda coma casa de seguridad para
el Frente Sandinista. Pero a la casa de Tino no sólo llegaban personas
revolucionarias.
El
trasporte más usado por entonces eran los pies de uno mismo. Raro era la
familia que no tuviese familiares casados o viviendo en otros lugares del país.
Algunos zapateros pasaban por Somoto de paso, y Tino les daba trabajo y
hospedaje durante un tiempo, luego, descansados y con algo de dinero,
continuaban su camino. La solidaridad entre los pobres de moral honrada se
manifiesta a unos niveles desconocidos hoy día para el mundo desarrollado.
Lejos de la contaminación televisiva y publicitaria actual, fomentadora de
envidas en aquellos que no tienen lo que ven en anuncios o películas, las
personas se comprendían mejor unos a otros. A un viajero que a pie viaja para
ver a un familiar, ¿por qué no tratarlo como nosotros queríamos que nos
tratasen al viajar de igual forma?...
*****
Adrián
instruía a Manuelito por las tardes.
—«Para
cambiar el sistema hay que cambiar a quienes lo manejan. No sólo es quejarse.
Tenemos que razonar la situación, ver la realidad de nuestras necesidades,
percibir la miseria que no sólo está en la carencia de bienestar físico, sino
también en la carencia de valores que el sistema censura, como la libertad de
expresión y de pensamiento... ¡Debemos actuar!... ABRIR LOS OJOS A LOS DEMÁS
OPRIMIDOS Y ORGANIZARNOS. ESTA ES LA LABOR QUE HAY QUE HACER ANTES DE COMENZAR
LA LUCHA PARA CAMBIAR EL SISTEMA... ¡HAY QUE ACTUAR!... CON PALABRAS NO HACEMOS
NADA, LAS PALABRAS SE LAS LLEVA EL VIENTO Y NOS CONTAMINAN ALIMENTANDO LA
FRUSTRACIÓN CON SUS CRITICAS: LOS HECHOS SON LOS QUE PERDURAN PARA LA HISTORIA...
LOS HECHOS SON LO QUE CAMBIA EL MUNDO...»
Manuelito,
escuchaba y reprimía su impulso interno que gritaba: Quiero luchar, quiero
cambiar mi vida. Pero la resignación acomodada en la costumbre, muy bien
educada desde pequeño, le hacía creerse impotente.
—Nosotros
no podemos hacer nada. Somos unos pobres zapateros, que con costo tenemos para
comer. Ya estamos acostumbrados a vivir así...
No
se equivoquen, SÍ PUDEDEN HACER MUCHO, pero primero debemos conocer lo que
ocurre a nuestro alrededor, y no sólo en nuestro
pueblo; sino en el mundo entero... Si somos ignorantes de lo que ocurre a
nuestro alrededor, ¿cómo vamos a conocer lo que ocurre fuera del país?... Y a
nuestro alrededor hay muchos que viven peor pie ustedes, que tenéis donde
trabajar...
¿Cómo
va a ser eso? —interrumpió Manuelito—. No hay quienes estén peor que
nosotros... ¿Quién va a estar peor que nosotros?... Nosotros estamos en la peor
de las miserias...
Y
Adrián y Fausto acompañaban a los zapateros a las comunidades cercanas, donde,
efectivamente, vieron a quienes vivían mucho peor que ellos.
—No
debemos complacernos echándole la culpa a Dios o a nuestros padres, como si
nada se pudiese mejorar o no tuviera solución. Dios no tiene la culpa de nada
de esto, Dios es justo. El hombre en su corrupción es quien destruye a los
demás hombres con sus ambiciones y egoísmos
sin consideración —explicaba Adrián.
Los
días pasaron y aquellas conversaciones abrieron poco a poco en Manuelito, la
ventana por donde el aire fresco que todos anhelamos respirar algún día,
entraba llenando el ambiente de energías desconocidas, porque dentro de
nosotros, vivamos en opulencia o en la miseria, siempre existe un anhelo
oculto, escondido detrás de nuestras actividades diarias. Y aunque la opresión
nos censure, torture,nos esclavice con falsos sueños de grandeza, el anhelo
sigue ahí, susurrándonos en algún lugar de nuestro Ser: SÍ PODEMOS HACER ALGO
PARA CAMBIAR NUESTRAS VIDAS Y EL MUNDO.
«Muchos
fueron a la lucha revolucionaria por conciencia No por egoísmo personal, sino
por la necesidad imperante de cambiar la situación de los demás vecinos,
tremendamente empobrecidos... Dejaron hijos y esposas para luchar por un ideal
que había que llevar a la realidad. Sin rencores ni odios, sólo en busca de
justicia y libertad... Esta realidad aún existe. La lucha continúa, pero a
otros niveles».
Manuelito
Maldonado,Adrián enseñaba a Manuelito una realidad contundente, liberándolo de
sus rechazos hacia lo que escuchaba:
—Las
tierras han caído en manos de unos pocos que han usado mañas y artimañas para
robárselas a los campesinos... La salud y la educación no llegan a toda la
población,... Sólo los ricos pueden ser Médicos o Abogadas... Sólo ellos pueden
pagar las universidades... Pero has de saber, Manuelito, que NO ES DONDE SE
NACE LO QUE HACE LA DIFERENCIA... SER POBRE NO SIGNIFICA QUE NO SE TENGA
CAPACIDAD PARA SER MÉDICO... LA ECONOMÍA ES LO QUE IMPIDE A CUALQUIER CAMPESINO
SER ABOGADO O MÉDICO... TODOS LOS CEREBROS ESTÁN PREPARADOS PARA INSTRUIRSE Y
CAPACITARSE.
—¿Que
un pobre puede ser médico?...Eso es imposible —alegaba Manuelito en su
incredulidad.
El
tiempo demostraría que sí era posible, y muchas más cosas fueron posibles. Pero
los cambios requieren de esfuerzo para ser realizados: El ser humano tiene quo
dejar de lado la ignorancia y el conformismo.
Pasaron
quince días desde que Adrián y Fausto llegaron a la zapatería de Tino. El
tiempo había pasado rápido y era hora de marcharse. Adrián dejó deberes a
Manuelito.
—Tenemos
que trabajar para lograr los cambios, piensen en esto y tengan cuidado con
quien hablen de estos temas. Es peligroso hablar con todo el mundo de esto. Y a
vos, Manuelito, te encargo la tarea de encontrar a tres personas de confianza.
Debes prepararlas sobre los temas que hemos tratado estos días, para poder
reunirme con ellas cuando vuelva de Condega y seguir la instrucción.
—Está
bien, voy a ver a quienes preparo —dijo Manuelito. Al día siguiente Adrián y
Fausto se marcharon.
Manuelito
comenzó a estrechar relaciones con aquellos que él sabía contrarios al
gobierno. Igual hizo con personas disconformes con la mala situación económica.
Abordando los temas que mayor descontento causaban, lograba ganarse la simpatía
y confianza de aquellos con quien hablaba; preguntaba sobre las cosechas, las
limitaciones económicas, la imposibilidad de dar estudios a sus hijos, etc.
Manuelito analizaba la realidad del sistema social en que vivían, descrito con
la frase: Un sistema creado por pocos, para beneficio de esos poco, y
oprimiendo a muchos.
Entre
todos con quien habló, eligió a tres que preparó mentalmente para un encuentro
con Adrián, que llegaría en cualquier momento sin avisar. El alojamiento nunca
era problema. Si hay suelo hay cama. El suelo, o un trozo de piel curtida sobre
éste, solía ser la cama de quien viajaba de Uni lado a otro, o quienes no
tenían algo mejor en sus pobres casas.
Pasaron
dos semanas y Adrián llegó acompañado de Fausto y Filemón Rivera Quintero,
hermano de José Francisco Rivera; quien sería conocido arios más tarde como El
Zorro Rivera, por las tres insurrecciones que dirigió contra la GN en la
ciudad de Estelí. Adrián organizó varias reuniones discretas con quienes
Manuelito había preparado; entre ellos Augusto Cesar Salinas, conocido como El
Profesor Salinas.
Fausto
y Filemón iban de paso a la clandestinidad, hacia las montañas. Fausto moriría
en Pancasán en agosto de 1967, cuandogrupo se enfrentó a la G.N., siendo
derrotado. Junto a Fausto, cayeron Silvio Mayorga, el Dr. Carlos Tinoco, Otto
Casco, y otros guerrilleros como Rigoberto Cruz, de seudónimo Pablo Úbeda, quienyo
realizando trabajo organizativo en Raití y Bocayuna vez que en1963, la
primera experiencia guerrillera del FSLN también sufrió derrota, y llevó a que,
entre 1963 y 1967 se preparasen bases sociales para las acciones guerrilleras
en Pancasán; zona ubicada en el centro de Nicaragua, en Zelaya central. Siendo
derrotado el FSLN en esta última acción, se promulgó el llamado periodo de
silencio. La derrota obligó a realizar análisis sobre lo ocurrido, concluyendo
que debía pi pararse el terreno y a la gente antes de llevar a cabo las
acciones guerrilleras. Esto originó el nacimiento de las escuelas clandestinas
dc entrenamiento y las redes organizativas; pues una guerrilla no sobrevive si
está aislada y sin suministros, sean materiales o humanos. De aquí que las
acciones militares del FSLN se detuvieran hasta comenzar la insurrección final.
La
actitud de Manuelito sufrió un cambio radical ante su nueva visión de la vida y
el mundo. De pronto tenía una meta altamente trascendental en comparación con
su trabajo de zapatero. Sintió el poder de la realización, que dice: Para
esto he nacido. Mientras hablaba de injusticias sociales y soluciones, el
sabor de la libertad caía suavemente sobre su paladar, a la vez que expulsaba
los amargos sabores de vicios comunes y falsos sustitutos de la verdadera
felicidad: Vicios cargados de frustración, que empujan a; los seres humanos a
las bebidas alcohólicas, al tabaco, a las drogas, y a las relaciones sexuales
desmedidas; sea por placer, o por la necesidad de desahogarse de la necesidad
de tenerlas.
—Manuelito,
¿estás enfermo? —le preguntaba su madre. —No.
—Ya
no vas a las cantinas con los amigos, y apenas sales de casa. —¡Para qué andar
en eso! —contestaba Manuelito.
La
madre notaba extraños cambios de comportamiento en su hijo y se preocupaba.
Tumbado en su cama, hecha de cuerdas de fibra de pita, con cartones que
aliviaban el contacto junto a un petate de tule de 1 cm. de grosor, Manuelito
pasaba su tiempo libre leyendo libros clandestinos, con la luz de un candil y
su constante columna de humo negro. En ellos aprendía sobre formación
guerrillera y la concientización ante la opresión del sistema. Sus nuevos
compañeros de Condega se los prestaban en sus visitas. Manuelito, habiendo
sustituido la cantina por la lectura, pasaba horas con personajes literarios,
acompañándolos en sus trabajos clandestinos, llenos de altos valores humanos,
morales y solidarios. Con el libro, La madre, sentía la emoción de estar
en la Revolución Rusa con sus intricados, mecanismos, y aprendió la
funcionalidad de la propaganda política plasmada en aquel libro por un
destacado revolucionario comunista soviético, creador del realismo socialista;
Maksim Gorki [AlexéiMaxímovichPéchkov (1868 - 1936)].
*****
«Había que ser un hombre diferente. La revolución
fomenta la honestidad y el respeto hacia los compañeros. En tu Yo interno vas
cambiando, buscas cómo comportarte diferente y te vuelves diferente a los
demás. Desde esa nueva posición interna y personal, puedes observar en otros,
que aún tienen tus mismos comportamientos de antes, entonces ves aquellos
movimientos que tú hacías antes de cambiar... Y es asombroso lo errado de
muchos de esos movimientos: Es como ver actuar a un borracho estando sobrio;
borracho que tambaleándose y balbuceando, se cree andar y hablar correctamente.
Lo triste, es que así seguimos, tambaleándonos, la mayoría de los seres humanos
hoy día, sin importar su país o creencia política».
Manuelito
Maldonado.
*****
Adrián
se trasladó a Estelí para formar el centro logístico clandestino de la zona
norte de Nicaragua. A Somoto llegaba asiduamente para dar orientaciones,
marchándose el mismo día. Tino y Manuelito se habían comprometido con la causa
Sandinista.
EL ENCARGO
Managua, 1970. Mercado de
San Miguel.
Quedaban
cinco minutos para las seis de la tarde. Manuelito hacía una hora que rondaba
el punto de encuentro, había estado observando la zona, curioseando por los
puestos y recovecos del mercado. Se detuvo en la esquina acordada, lugar
relativamente tranquilo que evitaba
la aglomeración excesiva de personas. A pocos metros, los mercaderes ofrecían
sus mercancías con insistencia al paso de lostranseúntes: ¡Señora!... ¿Qué
está usted buscando, señora?... ¿No quiere un mosquitero? Se lo dejo barato...
¿Una ropa para el niño,... Ola
niña?... ¿Fresco de piña, o raspado de caramelo?...
El
movimiento de personas entretenía a Manuelito mientras esperaba. De pronto, una
voz acercándose lo sacó de su deleite.
—¡Hola
Manuelito!... ¿Qué haces tú aquí?
Manuelito
volteó la cabeza y un hombre alto, con el uniforme de la Guardia Nacional, se
detuvo frente a él. El estremecimiento inicial de ver el traje de la G.N., dejó
pasó a cierto alivio, cuando reconoció la cara del hombre.
—Pues...
aquí estoy, ya ves... vendiendo unos zapatos —contestó Improvisando.
El
Guardia era de Somoto, lo que no significaba estar a salvo. Manuelito miró de
reojo las dos cajas con botas que estaban a su lado. La situación era
comprometedora, los segundos pasaban y la operación de entrega estaba en
peligro, como podía estarlo su vida.
—Muy
bien Manuelito... —pensativo, el Guardia miraba a los alrededores—. Pero aquí
te has puesto en mal lugar, no vas a vender mucho. Conozco esta zona bien y te
recomiendo te pongas por allí —dijo mientras señalaba con el índice del brazo
derecho, un pequeñohueco entre dos puestos que vendían diferentes tipos de
ropa—. En ese sitio tendrás mucha más gente pasando por delante y podrás vender
mejor tu zapatos.
—Gracias...
ya voy para allá.
El
Guardia se despidió y marchó siguiendo su ronda.
Manuelito
comenzó a caminar hacia el lugar que le habían recomendado, pero se detuvo
cuando el Guardia se perdió de vista.1
Volviendo al punto de entrega, esperó de nuevo que alguien del Frente
Sandinista apareciese. No sabía quién llegaría, sólo sabía la hora, el sitio, y
que a diez minutos pasada la hora debía marcharse por seguridad. Ya antes había
realizado encuentros de este tipo que formaban parte de su vida como
colaborador del Frente Sandinista, en el monte, en la ciudad o las comunidades,
los encuentros eran estratégicamente planeados y él nunca había tenido
problemas.
Menos
mal que no miró dentro de las cajas, pensó Manuelito mientras
esperaba y rogaba que no volviese el Guardia. Las cajas contenían botas
militares para el entrenamiento de guerrilleros, en su mayoría campesinos en
extrema pobreza, que llegaban a la clandestinidad descalzos o con Caites —sandalias
rústicas formadas por una gruesa suela de hule con cordones de cuero, que
sujetaban el pie por el dedo gordo y el tobillo—. Las botas que llevaba
Manuelito eran fabricadas artesanalmente, y robustas, para enfrentar el duro
terreno de montaña; suelas de goma de neumático, cosidas al cuero que forma el
cuerpo de la bota, y acordonado hasta cubrir el tobillo. Manuelito y los
colaboradores del Frente Sandinista no recibían dinero alguno por sus trabajos
y colaboraciones. Todo era por liberar a Nicaragua de la dictadura.
Pasaron
diez minutos de la hora estipulada y no apareció nadie. Manuelito decidió
esperar unos minutos más, y sin dejar de observar los alrededores reflexionaba
la situación: Quizá han visto al Guardia y están tomando medidas
especiales... Quizá hayan tenido un retraso... Tras breves minutos de
reflexión, Manuelito supo que debía irse de allí. Alguien lo podía estar
vigilando para seguir sus pasos. Y si han detenido y torturado a quien debía
llegar a verme?... quizá ha comentado algo sobre este encuentro y puede que me
anden buscando, o incluso espiándome... pensó.
Tomando
las cajas con ambas manos, caminó entre los puestos de venta durante un rato,
deteniéndose y observando si alguien le seguía. Cuando vio la ocasión se
introdujo rápidamente en un taxi que había dejado varios pasajeros. Buenas
tardes, al Barrio San Luís, le indicó al taxista mientras se acomodaba en
el asiento trasero con las dos cajas.
Ir a
casa de Chico fue la opción elegida por Manuelito entre otras que había estado
manejando mientras buscaba cómo salir del mercado.
Con
las cajas sin entregar, pensaba poder entregarlas al día siguiente de alguna
otra forma. Chico, Francisco Maldonado, era el menor de los hermanos de
Manuelito. Por entonces vivía en el barrio San Luís de Managua, con algunos
compañeros de estudios. Aunque aprendió y trabajó en la zapatería de Tino, cuando
ahorró lo suficiente se fue de Managua
para seguir estudiando. Era el único que había terminado la primaria entre sus
hermanos. Todos notaron su fuerte capacidad para el estudio y su falta de
vocación para ejercer la albañilería o la zapatería. Sus hermanos decidieron apoyarlo
económicamente en sus estudios, y entró en el Instituto Técnico Vocacional,
donde eligió la carrera de Técnico en Mecánica automotriz. Con la familia
mantenía un contacto semanal, mandaba cartas y ropa sucia en autobús, y de igual
modo le devolvían ropa limpia y cosas de comer, como las famosas Rosquillas
Somoteñas. Partidario de la causa Sandinista, aún no estaba involucrado
activamente, por su dedicación estudiantil.
Manuelito
indicó al taxista donde debía dejarle, mientras miraba de vez en cuando por el
cristal trasero para comprobar que no le seguían. Al bajarse del taxi, esperó
que se marchase para dirigirse a casa de su hermano, a cuadra y media del lugar
donde se apeó.
Chico
recibió cordialmente a Manuelito, algo sorprendido por lo inesperado de la
visita. Lo invitó a pasar al salón recibidor, donde sus compañeros de estudios
y alquiler estaban sentados en una mesa cenando. Después de presentarlo, lo
llevó a su habitación, donde Mannelito aprovechó para contarle lo sucedido y
dejar las cajas. Cenaron y charlaron hasta que, entrada la noche, sonó la
puerta de la casa. Chico miró por la ventana y seguidamente abrió la puerta.
Dos jóvenes entraron y saludaron a todos los presentes, uno se llamaba Luís
Carrasco, de Somoto. Chico les ofreció asientos cerca de él y Manuelito, y se
unieron a la conversación. Al rato, Luís sugirió con disimulo cambiar de lugar;
no era prudente hablar de ciertos temas delante de los otros inquilinos, que no
debían saber de temas clandestinos. Los cuatro fueron al cuarto de Chico, y en
voz baja Luís habló dirigiéndose a Manuelito.
—Somos
de la Guardia Nacional. Ahora estamos fuera de servicio por eso vamos de civil...
La cuestión es, que pertenecemos a grupo contrario a Somoza. Nuestro movimiento
está dentro de la G.N. y el ejército, y pretendemos lo mismo que el F.S.L.N. Necesitamos
ponernos en contacto con la directiva Sandinista, ¿puede usted contactamos con la
dirección?
Luís
clavó su mirada en Manuelito como esperando un regalo de navidad, mientras,
Manuelito altamente sorprendido, supo que Chico les había hablado sobre sus
actividades clandestinas. Reflexionando, unos instantes, saltaron las alarmas
en su mente: Pueden ser infiltrados en busca de localizar la dirección del F.S.L.N.
y destruirla, pensó.
No
—contestó por fin—... No sé cómo contactar a los dirigentes del Frente.
Los
jóvenes se mostraron decepcionados.
—¿Y
no sabe con quién podemos hablar para contactamos con ellos? —insistió Luís.
—No
sé, no tengo esos conocimientos. Yo sólo tengo las ideas revolucionarias, pero
no actúo a esos niveles —contestó Manuelito reivindicándose una posición sin
importancia.
Los
siguientes intentos de Luís y su compañero para lograr información que los
llevase a contactar con el Frente Sandinista fueron en vano. La conversación se
relajó a los aspectos políticos del país, diversos problemas y posibles
soluciones. Finalmente Luís y su acompañante se despidieron y marcharon,
dejando bien claro sus deseos de servir con el Frente Sandinista en algún
momento cercano.
*****
Años
más tarde, Luís hablaría de nuevo con Manuelito Maldonado. En esta ocasión,
Luís Carrasco había sido dado de baja en la G.N.; fue arrestado durante seis
meses por perder el arma reglamentaria, diciendo que la perdió embriagado, pero
recaían varias sospechas sobre él, y no le creyeron. Durante años había estado
sustrayendo municiones, y el arma reglamentaria de la G.N. que decía haber
perdido; un Garant, en realidad lo había entregado al F.S.L.N. En esta
ocasión Manuelito confió en Luís, porque antes que él, Francisco Guzmán,
teniente de la fuerza aérea de Somoza, acordó un encuentro con Manuelito en el
río Inalí, a diez kilómetros de Somoto hacia la frontera con Honduras. En el
lugar llamado La Bruja, estuvo también Marvin Corrales, Augusto Salinas
Pinel, El Profesor, y algunos colaboradores más. Siendo aquel un lugar
muy visitado para bañarse y descansar, y con la compañía de una botella de Ron
para disimular, la reunión clandestina no levantósospecha alguna. Francisco
contó que había muchos como él, contrarios a Somoza, que había viejos Coroneles
participando con dinero y armas para acabar con el gobierno, pero necesitaba
contactar con la dirección del F.S.L.N. para coordinar y organizar las
actividades. Manuelito y los demás, por lo peligroso del asunto no dieron contestación
alguna ala petición de contactar con la directiva del Frente, y se acordó otra
reunión pasado un mes. Para entonces, Manuelito había consultado al dirigente
Román sobre el asunto, quien dijo que la propuesta del militar era buena, pero
era prematuro establecer un acercamiento con ellos; se debía esperar. Cuando
llegó el momento de la nueva reunión, Francisco no llegó.
Luís
Carrasco ayudó activamente en la logística clandestina de la zona norte de
Nicaragua. Formó casas de seguridad en Cacaulí, donde tenía familia, y
quienes lo conocían, creían que aún era de la G.N., por eso no levantaba
sospechas cuando llegaba a Somoto para hablar con Manuelito.
Después
de fracasar la entrega de las botas, Manuelito contaba con la dirección de una
colaboradora que le había dado Salvador Losa Talavera, conocido como El
Flaco.
El
Flaco llegó
a Somoto en 1966 por mano de Adrián siendo un joven inquieto. Pasó seis meses
entre la casa de Tino y una de entrenamiento en Cacaulí. Trabajaba de
zapatero, aunque no le ponía empeño. Era indisciplinado y provocaba situaciones
comprometedoras, como veremos más adelante. Aun así, llegaría a ser dirigente
del Frente en Somoto. Era alto y de fina estatura, pelo crespo y un simpático
carácter que le proporcionó varias enamoradas en el barrio de Manuelito.
*****
Manuelito
dijo a su hermano que iría a buscar a alguien para acordar un nuevo encuentro y
entregar las botas. Chico decidió acompañarle para ayudar ante algún
imprevisto. Tomaron un taxi y Manuelito indicó al conductor el lugar donde lo
esperarían. Para evitar riesgos, nadie debía saber el sitio exacto donde iba si
no era estrictamente necesario. Dos cuadras y media del lugar hacia donde se
dirigía, era distancia suficiente para comprobar si alguien los seguía. De esta
forma se evitaban riesgos para el lugar donde iba y sobre quienes lo
acompañaban.
Manuelito
se bajó y caminó hasta perder de vista el taxi al girar la primera esquina.
Siguió caminando hasta llegar a una casa de ladrillos con paredes repelladas y
pintadas en color verde claro. Era una casa esquinera con una cerca de hierro a
media altura pintada en blanco.
Manuelito
se detuvo frente al portoncito abierto, del mismo tamaño de la cerca. En el
porche observó un señor mayor bien vestido, que balanceándose en una mecedora
de madera tenía cara de pocos amigos. El hombre vio a Manuelito parado en su
entrada y detuvo el balanceo bruscamente.
¡Qué
haces ahí parado!... ¡Qué querés! —dijo con voz despectiva.
Vengo
buscando a Olga —contestó Manuelito alertado por el desagradable recibimiento.
—¿De
dónde venís? —preguntó ordenando al estilo militar mientras se ponía de pie.
—De
Chinandega —dijo Manuelito siguiendo directrices de seguridad.
—¿Cómo
te llamas?
—Manuelito—
dijo.
—Espera
ahí —ordenó—. Voy a ver si está.
El señor
entró en la casa. Manuelito observó los alrededores y lo que pudo dentro de la
casa. Con sigilo, cruzó el porche y entró al recibidor; sospechaba sobre las
verdaderas intenciones de aquél hombre. El señor había entrado en una
habitación, y Manuelito, con precaución para no ser descubierto, se desplazó a
la entrada de la misma para ver sus movimientos.
Entonces vio al señor llamando por teléfono: ¿Estará llamando a Olga?...
Umm... Esto no es normal... pensó Manuelito sintiendo un hormigueo por su
espalda: ¡Algo anda mal!... ¡Vete de aquí en seguida!... concluyó una
voz en su interior. Manuelito dio media vuelta, salió a la calle sin hacer
ruido, y aceleró su pasó lo más que pudo en busca del taxi.
—¿Qué
pasó? —preguntó Chico cuando vio a su hermano. —No estaba la persona que
buscaba.
Manuelito
no habló sobre lo sucedido y viendo que no tenía otras alternativas, decidió
regresar a Somoto. En casa de Chico tomó un billete de un córdoba y lo rompió
por la mitad.
—El
que te traiga la otra mitad será la persona a quien debes entregarle las botas
—le dijo a su hermano dándole una mitad del billete—. A nadie más debes
dárselas. Y tampoco debes hablar de este tema con nadie.
Manuelito
se marchó a Somoto.
Los
sábados llegaba José Benito Escobar a la casa de Manuelito para dar
instrucciones e informarse de la situación, quien se encargaba por entonces de
la región norte por parte del F.S.L.N.
De
seudónimo Arturo, José Benito Escobar comenzó a encargarse de la zona
norte después que Adrián Gutiérrez fuese herido en un tiroteo; como veremos más
adelante. Solía vestir con pantalón vaquero azul y camisa cuadriculada. En su
cuello colgaba un rosario con una llamativa cruz a la altura del corazón.
Obrero de la construcción, llegó a ser de la dirección nacional del Frente
Sandinista por sus estudios y entrega personal. Llevaba gafas y una Biblia en
sus manos, dándole un aspecto de pastor Evangélico, que le ayudaba a pasar
desapercibido. Conocedor de las escrituras cristianas, hablaba señalando
pasajes bíblicos, donde las virtudes humanas eran las herramientas necesarias
para luchar y vivir en libertad. Herramientas que están al alcance de todo
aquél dispuesto a comprender sus propios valores y trabajar, para desarrollarlos
en uno mismo. José Benito desprendía una fuerte aura de compromiso
revolucionario. Deseaba sustituir las choza tercermundistas por viviendas
dignas, y llevar a cabo cambio urgentes en la justicia, la educación, y la
sanidad; existentes sólo para los pudientes. Junto a Enrique Lorente participó
en la guerrilla de Zinica y Matagalpa (1970), formada en su mayoría por
campesinos. Muchos días estuvo en casa de doña Estér y Manuelito, y salía mucho
a las comunidades y al campo para hablar con los campesinos. Logró fabricar un
mimeógrafo artesanal de madera, con el que se producía volantes, comunicados y
propaganda política revolucionaria.
En
la organización Sandinista se practicaba la crítica y la autocrítica, Ir se
aprenden lecciones muy importantes para mejorar las acciones. Nadie debía de
enojarse por la crítica dirigida a su persona y sus actos, alcanzándose de esta forma una efectiva
mejora en la Lie ión personal de cada individuo, pues se modifican las
conductas lograr actuaciones más efectivas: Esto trae acontecimientos cada vez
más favorables y menos desastrosos.
***
«Las cosas y actuaciones
dañinas han de ser criticadas para que se rectifiquen y se hagan mejor ».
Manuelito
Maldonado.
***
José
Benito llegó a Somoto un sábado como de costumbre. Sabía que la entrega de
botas no se había producido. Después de saludar a los zapateros, esperó el
momento para abordar el tema.
—Hubo
algunos problemas en Managua, por eso no pudieron recoger las botas. Se rompió
la seguridad, y los compañeros tuvieron que buscar otros domicilios más
seguros.
—Yo
intenté contactar con Olga en su casa... —comenzó a explicar Manuelito.
—¿Por
qué hiciste eso? —interrumpió José alterándose de pronto.
—Fue
el contacto que me dio El Flaco, por si tenía algún problema...
Manuelito
contó en detalle lo ocurrido en casa de Olga.
—No
debiste ir... Olga ha pasado a la clandestinidad y al que vistes es su padre,
que está muy enojado con nosotros por eso. Menos mal que te fuiste, bien hecho.
Allí
estaba El Flaco escuchando la conversación. José Benito lo miro enojado.
—¡No
vuelvas a hacer eso! Comprueba bien ese tipo de información antes de darla...
Un descuido como ese nos puede comprometer a todos...
José
se dirigió de nuevo a Manuelito.
—¿Y
qué hiciste con el encargo? —preguntó refiriéndose a las cajas con las botas.
—Lo
dejé con mi hermano, en el Barrio San Luís. Le di la mitad de un billete, yo me
quedé con la otra mitad. Quien vaya a recoger las botas debe enseñársela.
—Está
bien, ya me encargo yo de las botas —dijo José. Manuelito sacó de su bolsillo
el billete doblado. —Aquí está la otra mitad del billete, tenga.
Josó
Benito tomó el trozo de córdoba y lo guardó cuidadosamente entre las pastas de
su Biblia.
Día$
más tarde, José Benito visitó a Chico y recogió las botas. Antes de irse habló
con él para conocerlo mejor: Desde ese día, Chico pasó a formar parte activa en
la red de contactos del FSLN.
LA PIRAGUA
La
casa de Ester se caía. El paso de los años y las inclemencias del tiempo habían
deteriorado las paredes de tierra hasta pasado su tiempo útil. Algunos de sus
hijos deciden derribarla y construir una de ladrillos, pero Manuelito no
confiaba en la palabra de sus hermanos; observaba que gastaban su dinero en
beber guaro (bebidas alcohólicas), y solían hablar mucho para luego no
hacer nada. Dentro de los planes de renovación, se incluía la destrucción del
viejo horno. Ester se oponía al proyecto por ello; durante años, el horno le
ayudó a sacar a sus adelante y le tenía gran aprecio. Finalmente, Manuelito y
Ester aceptaron la idea de la nueva construcción cuando Chico asumió pagar los
materiales; Con los materiales y mis hermanos albañiles, la casase construirá,
pensó Manuelito. Derribaron el horno y la casa, pero nunca terminarían la nueva construcción.
Chico
cumplió lo prometido y pagó los materiales. La casa vieja fue demolida salvo un
pequeño trozo con su techo, que serviría de cobijo mientras estaba lista la
nueva. Los hermanos construyeron los
cimientos y levantaron las estructuras de hierro, que orientadas al cielo serían futuras columnas. Una pared ya había sido levantada a media altura, todo parecía indicar que la vivienda se culminaría, pero
un día: Mira Ester, lo que yo te dije, dijo Manuelito alarmado a su madre,que por su nombre de pila tenía costumbre llamarla. Ester miró la construcción. Allí estaba uno de sus hijos albañiles, cortando los hierros de las columnas para venderlos. Cuando terminó de apilar todo el hierro, no pareciéndole suficiente, comenzó a cortar madera. Eran las vigas y tablas que formaba el armazón donde se apoyaban las tejas de la vieja casa; madera de gran calidad, que después de muchos años
seguía robusta y fuerte, y que ahora iba a ser vendida como leña para fogón. Manuelito vio que se quedaban sin lugar para vivir, y tuvo que intervenir para no perder las tablas; única alternativa para construir unrefugio y vivir resguardados de la lluvia y algo de intimidad. Muy demañana los vecinos iban al molino de maíz, y a su paso veían dormir a Ester, a Manuelito, a Julio Rivera, sobrino de Manuelito que vivía con ellos por entonces, y a quienes habían llegado a hospedarse con ellos. Sin paredes, esperando que la nueva casa se terminase, sus vidas eran un escaparate para quienes pasaban por la calle.
cimientos y levantaron las estructuras de hierro, que orientadas al cielo serían futuras columnas. Una pared ya había sido levantada a media altura, todo parecía indicar que la vivienda se culminaría, pero
un día: Mira Ester, lo que yo te dije, dijo Manuelito alarmado a su madre,que por su nombre de pila tenía costumbre llamarla. Ester miró la construcción. Allí estaba uno de sus hijos albañiles, cortando los hierros de las columnas para venderlos. Cuando terminó de apilar todo el hierro, no pareciéndole suficiente, comenzó a cortar madera. Eran las vigas y tablas que formaba el armazón donde se apoyaban las tejas de la vieja casa; madera de gran calidad, que después de muchos años
seguía robusta y fuerte, y que ahora iba a ser vendida como leña para fogón. Manuelito vio que se quedaban sin lugar para vivir, y tuvo que intervenir para no perder las tablas; única alternativa para construir unrefugio y vivir resguardados de la lluvia y algo de intimidad. Muy demañana los vecinos iban al molino de maíz, y a su paso veían dormir a Ester, a Manuelito, a Julio Rivera, sobrino de Manuelito que vivía con ellos por entonces, y a quienes habían llegado a hospedarse con ellos. Sin paredes, esperando que la nueva casa se terminase, sus vidas eran un escaparate para quienes pasaban por la calle.
Luís
Maldonado era considerado en Somoto como un buen constructor. Gracias a su gran
capacidad para la albañilería y su experiencia adquirida desde niño, nunca le
faltaba trabajo de reparación o construcción de viviendas. Sin embargo, poco a
poco fue haciéndose alcohólico, y acabó abandonando los trabajos para irse a
beber. Las personas dejaron de buscarlo para trabajar, pues su vicio, al
transformarse en enfermedad, lo llevó de ser uno de los mejores albañiles de
Somoto a un simple borracho. Y sin trabajo, no le quedó más remedio que
marcharse hacia El Sauce, departamento de León. Años después se
suicidaría en Somoto por cuestiones pasionales.
Chico
no pudo hacer nada respecto a la venta de los materiales que, había pagado.
Trabajaba en Managua desde 1969, cuando se graduó entre los mejores Técnicos
del Instituto y recomendado por ello, para trabajar en la aceitera Corona. Por
entonces ya hacía de mensajero para el Frente Sandinista. Una vez llegó a
Somoto de noche, acompañado por otro hombre y un mensaje clandestino para
Reynerio Espinoza. En una cantina, para pasar desapercibido, pidieron unas
cervezas. Ni Manuelito ni Tino podían encontrarse con ellos sin levantar
sospechas, los espías de la G.N. acechaban sus movimientos. Ester Maldonado
hizo de intermediaria, y como una madre en busca de su hijo, fue a 1 cantina
para recoger y hacer llegar luego el mensaje a casa de Reynerio La vigilancia
de la G.N. pretendía localizar a posibles guerrilleros, un señora mayor que
visitaba a sus vecinos, no era de mayor interés.
Chico
volvería a vivir en Somoto poco después del 23 de diciembre de 1972, cuando un
terremoto dejó a Managua devastada casi por completo, muriendo más de cinco mil
personas. La aceitera Corol sufrió daños y cerró temporalmente, en febrero de
1973 lo llamaron para trabajar en las reparaciones y poner la fábrica en
marcha.
Ester
y Manuelito Maldonado se quedaron sin posibilidades de tener una buena casa, y
lo peor era la penosa situación de vivir a la intemperie Manuelito decidió
construir una vivienda provisional, una especie d ranchito, choza o casa
humilde campesina. Con la madera construyó una pequeña casa destartalada de
unos tres por cuatro metros, al fondo del solar familiar. El ranchito tenía un
poste de madera en el centro, como una sombrilla, y su aspecto, aunque
rectangular, daba la impresión de ser ovalado. Manuelito puso nombre a tan
extraña construcción. Inspirado por la visión abstracta de una barca deforme,
en un trozo de madera rotuló unas letras que hoy, son parte importante de la
historia oculta de la revolución Nicaragüense. Aquella choza fue crucial para
el F.S.L.N. en la zona Norte del país. En el rótulo podía leerse “Zapatería
la Piragua”.
La
Piragua había
nacido.
Por
la proximidad de Somoto con Honduras, el lugar era de gran importancia para el tránsito
de guerrilleros y suministros clandestinos de un país a otro. Años de actuación
sigilosa y efectiva, llevaron a Manuelito a una posición relevante en la logística
del Frente Sandinista en la zona, a su disposición tenía casas de seguridad y una
red de mensajería que hizo efectivo el transito clandestino entre los dospaíses.
Las
casas de seguridad refugiaban a guerrilleros, colaboradores, o servíande escuelas de entrenamiento. Que
una vivienda común llegase funcionar como casa de seguridad no era tarea fácil,
y se requería que todos sus habitantes fuesen confiables, sin importar la edad todos
debían comprometerse con la causa sandinista. Pata conocerlas posibilidades de
una casa, se conversaba con sus habitantes, en una evaluación sutil que evitaba
agresiones a las ideas o creencias de aquellos que eran evaluados. Nunca se
debía proporcionar informaciónconprometedora, norma aplicada tanto para quien
ejercían labores decaptación, como para los ya integrados en el Frente Sandinista.
El riesgo y el esfuerzo que aportaba una casa de seguridad se veía influido por
el valor estratégico de su localización, el grado de compromiso de sus
integrantes y el entorno social de la casa.
EnCacaulí,
población cercana a Somoto, Pastor Mendoza, primo de Manuelito, hizo de su
casa un lugar de entrenamiento guerrillero, pues vivía en pleno campo. Los
entrenamientos eran de noche para
evitar llamar la atención durante el día. Elena Maldonado, conocidacomoLa
Abuela por los Guerrilleros, era su madre. El Flaco, cuandohospedaba
en casa de Manuelito solía decir: Manuelito, me voy acasa de mi abuela, y
Manuelito sabía dónde iba. Pastor y Elena vivíansolos en una casa detaquezal que formaba un único
cuarto grande,con dos corredores exteriores; uno al Norte y otro al Sur que
daba a una pequeña cocina de madera con fogón de leña. Cuando la casa se llenó
de hombres entrenándose, hicieron un cuartito provisional para que Elena
tuviese privacidad. Durante el día los guerrilleros trabajabanen una ladrillera
para ganar dinero, estrategia que evitaba sospechas. Elena les cocinaba y les
llevaba la comida al trabajo.
Las
casas de seguridad eran vitales y hacían la diferencia en machas ocasiones
entre la vida y la muerte de los revolucionarios. Adrián Gutiérrez fue herido
en un entrenamiento cuando viajaba de madrugada por una vereda hacia Somoto,
dos miembros de la Seguridad del Estado comenzaron a dispararle y él respondió
matando a uno e hiriendo al otro. Un compañero que iba con él se libró de la
emboscada y pudo socorrerlo, fue llevado a casa de La Abuela. Tino lo trasladóluego
a casa de un colaborador médico para su curación en San Marcos, Honduras, donde
el DIN; las fuerzas represivas del Ministerio del interior de Honduras, también
perseguía a los guerrilleros Sandinistas, considerados como peligrosos
bandoleros de montaña. Para su recuperación fue llevado a casa de Pablo
Velásquez y Elida, en Choluteca, donde estaría tres meses.
La
colaboración tenía sus riesgos y a veces se sufrían represalias. Adrián Gutiérrez,
Tirado López, y Jonathan fueron arrestados por el DIN en Honduras, y Pablo
Velásquez fue arrestado porque los había acogido en su casa. La intervención de
otro hermano de Pablo, capitán del ejército hondureño, conseguiría que no fuese
torturado físicamente;Sólo podemos prometer que no será torturado, pero
tenemos que interrogarlo, le dijeron al hermano cuando alegó en favor de
Pablo. Los abogados del partido comunista hondureño que ayudaron en este caso,
dieron su opinión: Si hubiese matado a ocho personas, lo podríamos sacar al
día siguiente, pero por las causas que está arrestado, no podemos hacer nada
por ahora. En ocho días, según las leyes de nuestro país, si no han encontrado
cargos para enjuiciarlo lo deben de poner
en libertad. En caso que esto no ocurra, vamos preparar manifestaciones en las
universidades... Mientras esperaba que los ocho días pasasen, Elida llevaba
comida a su esposo todos 1 días; se la tenía que dejar a los policías
hondureños que nunca se hicieron llegar a Pablo.
Llegado
el día que debían liberar a Pablo por ley, Elida fue detenido mientras
realizaba su visita diaria. Fue llevada a una oficina don podía oír gritos
estremecedores de una mujer que estaba sien torturada. Temiendo lo peor,
comenzó a recordar las indicaciones su marido para actuar en caso de
interrogatorios con vejaciones. Llegó entonces un hombre grande y rudo, que
comenzó a insultarla con violencia, acusándola de ser colaboradora de
bandoleros Sandinistas. Ella reconoció que los detenidos eran conocidos de su
marido, y alegó que habían llegado a Honduras en busca de trabajo. El hombre no
la dejaba hablar, gritaba y la insultaba mientras se movía con gestos violentos
y amenazantes; para que supiese lo que le esperaba si mentía. Elida mantuvo su
versión, reconociendo que su marido los conoció cuando trabajó en la empresa constructora
de la carretera panamericana a su paso por Nicaragua. Ellos acogieron a mi
maridoy ahora él les ha devuelto el favor, sólo es eso, argumentaba aguantando
su nerviosismo, sin lograr evitar que le temblasen laspiernas, mientras
desgarradores gritos de mujer seguían escuchándose de fondo, como película de
terror... El duro interrogatorio quedó en el ámbito psicológico, y fue llevada
a otro despacho donde tomaron las huellas de todos sus dedos y las palmas
completas. Luego fue sentada frente a un coronel del DIN.
—¿Quiere
una taza de café? —le preguntó el coronel, extremadamente amable comparado con
el trato del otro hombre.
Ella
recordaba las enseñanzas de su marido, y se dijo a sí misma: Ahora toca el
interrogatorio educado.
—No
gracias.
Usted
está aquí porque unos nicaragüenses estaban alojados en su casa. ¿Qué me puede
decir usted de eso?
Ellos
han venido a buscar trabajo, y mi marido les dio alojamiento. Los conocía de
cuando trabajó en Nicaragua y ellos le ayudaron de la misma forma.
El
interrogatorio continuó en forma suave, para que ella confiara y contase la
verdad. Elida se mantuvo en su alegación, evitando a su mente descentrarse y
salirse de lo dicho. El coronel, cuando se dio por satisfecho decidió concluir
el interrogatorio.
—Puede
irse, pero dígale a su marido que esos que albergó son bandoleros. Que no
vuelva a meter en su casa a personas de ese tipo. Infórmense bien sobre las
actividades de quienes los visitan.
Elida
se incorporó, pero antes que diese un paso, el coronel le hizo la última
pregunta.
Por
cierto... ¿dónde está el mimeógrafo?
Elida
se sorprendió. Alguien les había informado sobre el aparato.
En
casa de unas vecinas —contestó diciendo la verdad.
Haga
usted el favor de llamarlas y decirles que van a pasar a recogerlo.
Así
lo hizo, viéndose nuevamente retenida.
Unos
policías llegaron con el aparato y se lo entregaron al coronel, que comenzó a
observarlo detenidamente. Era una pequeña estructura artesanal hecha con reglas
de madera y cuerdas, usada para imprimir copias en forma casera. En pocos
instantes la cara del coronel fue cambiando hasta verse muy enojado. Finalmente
se dirigió a quienes les habían traído el mimeógrafo.
¡Hijos
de puta...! ¿Todo este jaleo que hemos montado es por esta mierda, que
cualquier niño puede fabricar?... ¡Traigan al preso ya! —les gritó con una
mirada cargada de odio.
Los
guardias trajeron a Pablo Velásquez, que llegó muy sucio, maloliente y sin
fuerzas por desnutrición severa.
Ya
se pueden ir —dirigiéndose a Elida y Pablo—. Y dejen esta mierda aquí —refiriéndose
al mimeógrafo. El cual siguió mirando, intentando descubrirle algún secreto que
justificase todas las molestias que le había causado.
Por
la intervención del hermano de Pablo, Jonathan, Adrián, y Tirado fueron
deportados de Honduras y dejados en manos de las autoridades nicaragüenses como
simples indocumentados. Fueron llevados a Somoto, donde los retendrían hasta
que pagasen una multa. Roberto Vilchez y Salomón Espinoza reunieron el dinero y
pagaron las cantidades exigidas para que fuesen liberados: Cuando salieron de
la cárcel, los tres desaparecieron de la vida pública, pues sabían que en poco
tiempo la Guardia descubriría quienes eran realmente aquellos que habían puesto
en libertad. Y efectivamente, a la semana siguiente, la G.N. montó fuertes
operativos en la zona Norte para dar con ellos.
Cuando
Pablo y su mujer llegaron a su casa en Choluteca, vieron que había sido
registrada, estaba todo revuelto por los suelos, con los muebles del revés.
Pablo sabía que su casa estaba quemada, que ya no podía usarse para
alojar guerrilleros y comenzó a organizar otros sitios que funcionasen como
casas de seguridad.
El trabajo
de Pablo, en su responsabilidad de asegurar a las personas que de él dependían,
le llevó a situaciones, que si bien no lo llevaron a una misión, pudieron tener
consecuencias nefastas. En cierta ocasión le encargaron cuidar a cierto cuadro
—dirigente— del F.S.L.N., que siendo joven aún, no veía las posibles
consecuencias de sus actos: Si a usted le pasa algo, a mí me pasan las
cuentas... no estamos jugando... le dijo Pablo a quien había dejado la casa
donde le había alojado, paradarse en la piscina de un hotel hondureño: Perdona...
tenía calor... ya no volverá a ocurrir... le dijo el joven reconociendo su
descuido.
Un
su colaboración, Pablo Velásquez ayudó y cuidó a muchaspersonas que necesitaban
ocultarse en Honduras por sus actividades revolucionarias Sandinistas. Eduardo
Contreras, Tomas Borges,Germán Pomares, Ricardo Morales y muchos otros fueron
atendidos por él. Algunos llegaron heridos como Adrián Gutiérrez, otros transportaban
armas o dinamita. En la madrugada se producían lostraslados de personas por la
frontera. Tino solía llegar con Miguel Zeledón por la parte nicaragüense, por
la hondureña, Pablo solía ir acompañado de su mujer, así evitaba las sospechas
que produciría un hombre solitario por el monte.
Miguel
Zeledón era zapatero y colaboró estrechamente con El Profesor Salinas. A fechas de 2008 trabaja
para el cuerpo de bomberos de Somoto.
Pablo
Velásquez también ayudó al F.S.L.N. falsificando pasaportes hondureños, que por
entonces se vendían en blanco para serllenados posteriormente. Él los rellenaba
con las firmas y los sellos correspondientes: Santos López y Carlos Fonseca
fueron a Cuba con pasaportes hechos por Pablo Velásquez.
Pablo
y su mujer no volverían a Nicaragua hasta el triunfo de la revolución en 1979,
cuando por orden del gobierno Hondureño, se perseguiría a todo aquel implicado
en la lucha revolucionaria del país vecino. Regalando todo lo que tenían,
marcharon a Somoto en un camión lleno de personas, sabiendo que nunca volverían
Honduras. Pablo fue nombrado delegado de inmigración y trabajó en las
fronteras. Murió disparándose accidentalmente con su fusil. La primera
investigación pretendía cerrarse con el dictamen de suicidio por lo aparente de
la escena, pero su esposa, considerando otras causas llevó el caso a una
investigación exhaustiva, para dar como resultado: Muerte accidental. Pablo
tomó vacaciones y celebró con guaro, lo que produjo el descuido fatal,
pues tenía costumbre de llevar el fusil bala en boca; que disparaba con
sólo apretar el gatillo.
*****
De
casa de seguridad en casa de seguridad, las redes clandestinas fueron las
arterias vitales de un cuerpo que crecía poco a poco con el nombre de
revolución. El Frente Sandinista de Liberación Nacional se expandía sin nada
que pudiera detenerlo. Los colaboradores fueron llegando a todas las esferas de
la sociedad nicaragüense y alcanzaba el país vecino. Ser colaborador prestando
la propia vivienda como casa de seguridad, aparte de exigir un fuerte
compromiso de veinticuatro horas al día, era una labor gratuita y solidaria: A
cualquier hora podían ser requeridos.
*****
ElCalzonetas espiaba la zapatería de
Tino y la casa de Manuelito, pero en un cuarto contiguo, un carpintero lo
espiaba a él.
Entre
otros trabajos, el carpintero construía taburetes pata de gallina, así
llamados por su peculiar diseño, con un sentadero redondoy tres patas unidas
que parecen una pata de gallina. Las paredes de loscuartos eran de madera y
tenía huecos por donde ver a su través con claridad: Tino, tenés que tener
cuidado, que te están vigilando... El guardia de enfrente te observa
constantemente... y de vez en cuando llega a visitarle un Oreja, que en más de
una ocasión, ha tomado el fusil del Guardia y te ha apuntado mientras
trabajabas, —dijo elcarpintero en una ocasión que visitó la zapatería de
Tino.
Los Orejas
eran chivatos del gobierno de Somoza. Oreja podía ser cualquier
persona. Vestían de civil y cobraban 500 córdobas mensuales por servicios de
vigilancia e información a la nefasta Oficina de Seguridad Nacional (OSN); la
inteligencia de Somoza. Los Orejas, asu vez tenían Orejas, que vigilaban a los primeros Orejas;
pues por ese salario cualquiera podría trabajar de chivato sin ser fiel al
régimen gobernante.
Con
el espía en frente, las precauciones fueron aumentadas por los Maldonado, pero
la concurrencia común que tenía la zapatería hacía muy difícil que simples
sospechas se convirtiesen en certezas sobre las que actuar. Cada día entraban y
salían muchas personas del taller, tinos encargaban reparaciones y otros
compraban calzados, como los zapatos burro; que costaban veinte
córdobas, fabricados en cuero con suelas de goma de neumático, y se amarraban
hasta el tobillo.
El
Guardia observaba los movimientos a gran distancia y poca visibilidad, tenía
que esquivar dos letrinas, un lavandero, y árboles frutales como un gran
tamarindo, naranjos, y varios jocotes. Gracias aello, la familia Maldonado pudo
seguir con normalidad sus actividades clandestinas.
El
Calzonetas estuvo espiando hasta 1979, cuando el F.S.L.N. se
apoderó de Managua y comenzó su avance hacia el Norte del país. Manuelito vería
con sus propios ojos, como, quien fue verdulero de carretón y cayó en un sueño
de poder, corrió huyendo, arrastrando literalmente a su mujer que no quería
irse de Somoto, y con la fuerza de su marido tirando, ella iba dejando caer sus
pertenencias si posibilidad de parar o dar la vuelta para recogerlas.
RODRIGO
Seudónimo
de Manuelito
(1971)
(1971)
Manuelito
Maldonado recibió instrucciones de ir al monte a cierta hora. Allí debía esperar
junto a un árbol que alguien le contactase.
Logró
llegar justo a tiempo después de haber revisado varias veces que no lo seguían.
A1 instante vio acercarse un campesino con sombrero de paja, pantalones
vaqueros azules, botas de amarrar y camisa de cuadros manga larga. El hombre
pasó cerca sin decir nada, y cuando se
perdía de vista entre unos arbustos, dio media vuelta y regresó. El contacto
sabía la descripción física de Manuelito que lo hacía inconfundible y
facilitaba los encuentros clandestinos con él aunque no lo conociesen.
—Usted
es Manuelito —dijo el campesino con certeza. —Yo soy, como está usted.
—Vengo
para darle la siguiente indicación —se detuvo un instante y observando
disimuladamente los alrededores continuó hablando—. Necesitamos otra casa de,
seguridad en Somoto. Se ha pensado que abras una zapatería en un lugar distinto
al actual. También sabemos que están aumentando la represión en el norte del
país. El enemigo se ha dado cuenta de la importancia de esta zona para el
tráfico guerrilleros. Debés aumentar las precauciones y controlar los extraños
que llegan al pueblo, posiblemente algunos sean agentes de la O.S.N., los
cuales están siendo desplegados por todo el territorio nacional. También es
importante que anotéis las matrículas de los automóviles desconocidos e
informes de estos a la directiva.
Dicho
esto, el campesino se despidió y se perdió en el bosque.
Manuelito
tomó el camino de regresó a La Piragua pensando en dónde podría montar
la nueva zapatería y cómo conseguir los recursos para ello. Entrando por las
calles de Somoto en dirección Norte, pasó por una esquina donde se alquilaban
módulos de ladrillos de color verdoso. Situados dos cuadras al Sur de las
cuatro esquinas, aquel lugar era de valor estratégico para los movimientos
clandestinos. Manuelito hacía tiempo que quería comprar una máquina para el
taller de Tino, y ahora podría comprarla e instalarla en el nuevo taller de
zapatería. En aquel momento, Marcelino Pastrana, quien era considerado como el
mejor alistador de Somoto y fue
profesor de Manuelito en el oficio cuando trabajó con Roger Quintana, estaba
desmantelando y vendiendo su taller de zapatería para marcharse a Honduras.
Chico
ayudó económicamente a Manuelito, que compró una de las máquinas que vendía
Marcelino, así como hormas de zapatos, y logró un acuerdo de alquiler en uno de
los módulos que había visto. Cuatro zapateros de confianza se fueron con
Manuelito al taller nuevo, que pronto fue bautizado con un rótulo de madera que
decía: Zapatería Manuelito Maldonado.
Un
Oreja que vivía cerca pasaba de Vez en cuando espiando las actividades de los
zapateros, pero era conocido, y a la vez, los zapateros controlaban sus
movimientos.
Algunos
contactos del Frente llegaban al taller y dejaban
mensajes ocultos en trabajos de zapatería, otros traían cestas con verduras o
mazorcas de maíz que dejaban como regalos enviados por parientes y amigos
lejanos. También llegaba quien se hacía pasar por familiar de Manuelito, pues
tenía familiares lejos de Somoto que no todos conocían.
Las
entregas camufladas levantaban pocas sospechas, por lo común de envíos
alimenticios entre familiares y amigos que viven en diferentes lugares del
país; forma económica y segura de enviar partes de cosechas u otros presentes,
que todavía se mantiene viva por los llamados encargos.
—Tome,
Manuelito. Aquí le traigo para que haga un pinolillo —le dijo un hombre mayor
con aspecto campesino, cuando le entregaba una bolsa con elotes.
—Gracias
—respondió Manuelito agarrándola y guardándola en el taller.
Tras
una breve conversación trivial, el mandadero se marchaba.
Manuelito,
aguardó el momento adecuado para sacar los elotes, y ando uno que tenía la
punta rota, y con ayuda de un destornillador o desarmador,abrió con sumo cuidado un hueco
en su centro: Allí ha el mensaje oculto que llegaba desde la dirección del Frente Sandinista.
Mientras, sus compañeros de trabajo, todos colaboradoresde confianza, seguían
en sus labores artesanas sin quitar ojo a quien pudiese venir por la calle. Una
vez desenrollado el mensaje leyó lo que fue su bautizo de lucha revolucionaria.
En aquella nota le habían dadoun seudónimo: Había nacido Rodrigo.
CONTACTO DEL GUAILO
Diciembre de 1971
Montado
en un caballo retinto, un joven se detuvo delante del cartel. Zapatería
Manuelito Maldonado, el cual leyó. Cabalgó unos metros, hasta un solar
baldío situado casi enfrente de la zapatería. Desmontó, ató su animal a un
árbol y desató un saco de la albarda que se echó al hombro. Mientras, desde la
zapatería observaban todos sus movimientos. Estaban Mauricio Cajina, José Áureo
Chacón y Miguel Zeledón.
El
muchacho de aspecto campesino, se acercó a la zapatería.
—Buenos
días, mi nombre es Máximo Jiménez, ¿puedo hablar con el encargado?
—Buenos
días... Manchito—dijo Mauricio de forma graciosa, dejando de amartillar
una horma que tenía entre sus piernas—. El dueño no está ahora, pero llegará
pronto... ¿Te podemos ayudar en algo?...
—Mejor
esperaré —respondió mientras dejaba el saco en el suelo.
Desde
ese momento, aquel joven sería llamado Manchito, diminutivo cariñoso de Mancho;
considerado sinónimo de Máximo.
Manchito
introdujo su mano derecha en un bolsillo del pantalón y sacó un pañuelo mugroso
que formaba un nudo. Después de desatarlo, tomó algunos córdobas que ahí traía,
y dándoselos a Julio Cesar Rivera, le indicó que trajese gaseosa.
Julio
Cesar Rivera era sobrino de Manuelito. Hijo de Luís Maldonado, fue criado en la
vieja casa familiar por la abuela y la madre de Manuelito. Para el tiempo en
que apareció Manuelito, era un joven estudiante que gustaba acompañar a los
zapateros. Desde niño estuvo oyendo hablar a sus tíos, con sus discursos llenos
de ideales sobre justicia, solidaridad, política, sociedad, y revolución. En la
escuela sería impulsor de una huelga de estudiantes; pretendían que echasen a
un profesor que actuaba con violencia sobre los alumnos. Una vez termino sus
estudios en el Instituto, quiso seguir estudiando, pero el sistema social se lo
impidió, obligándole a seguir en la pobreza, por ello decidió ir con Mauricio
Cajina y Áureo Chacón, alias El Gato, a la escuela clandestina
político-militar de El Rodeo; comunidad cercana a Somoto. En aquella
escuela clandestina, asombró a los encargados por su capacidad de aprendizaje y
su enérgica voluntad de lucha.
*****
Julio
Cesar murió en 1976, antes de cumplir los dieciocho años, cuando luchaba en
Santa Rosa. La escuela donde estudió fue llamada Julio Cesar Rivera, pero una
vez se produjo la derrota electoral del Frente Sandinista en las elecciones de
1990, le cambiaron el nombre por la Escuela Rubén Darío, Somoto.
Máximo
Jiménez, alias Manuelito, era el hermano menor de cinco varones y cuatro
hermanas, hijos todos de José Faustino Jiménez Méndez. Todos vivían en Las
Pilas, comunidad de El Guailo, San Lucas; municipio carretera sur de
Somoto camino a Las Sabanas y Cusmapa.
*****
Julio
Cesar trajo la gaseosa, Manchito convidó a los presentes y charlaron hasta que
apareció Manuelito.
Ahí
viene el encargado —dijo Mauricio.
—Buenos
días —dijo Manchito.
Buenos
días —contestó Manuelito estrechando la mano del joven.
Mire,
tengo este problema. Ya he visitado todas las zapaterías que conozco, y no me
han dado solución.
Manchito
le enseñó el pie derecho. Manuelito lo observó y puso cara de preocupación.
—Esta
malformación es de nacimiento y nadie se atreve a fabricarme un zapato para
este pie —explicó el joven.
—Ciertamente
se trata de un asunto complicado... El zapato izquierdo podemos hacérselo, pero
el derecho requeriría de una horma especial que no tenemos.
—No
se preocupe por la horma —contestó Manchito agachándose y metiendo sus brazos
en la talega.
Rebuscó
un instante y sacó una figura extraña; parecida a un nudo de árbol.
—Mire
esto —dijo con optimismo.
Manuelito
observó por unos instantes lo que parecía una extraña escultura de madera.
—¿Qué
cosa es eso? —preguntó al fin, cuando no supo de qué se trataba.
—Es
una horma que me hizo un campesino —respondió el joven como si hubiese
encontrado un tesoro oculto.
Manuelito
miró a Mauricio Cajina, que de cerca prestaba atención a la conversación.
Seguidamente miró de nuevo a Manchito, que esperaba aceptase el trabajo.
Manuelito, siendo estilista no se atrevió a dar respuesta al joven, pues debía
ser un experto en hormas, quien afrontara las mayores dificultades del trabajo.
Entonces miró de nuevo a Mauricio.
—Mauricio,
¿qué dices de este encargo?... ¿serás capaz de hacerlo?
Mauricio
no quiso precipitarse, y tomando la extraña horma entre sus manos comenzó a
examinarla. Mientras, Manchito no ocultaba su nerviosismo. Si aceptaban el
trabajo, sería la primera vez en su vida que estrenaría zapatos en ambos pies.
La
malformación era por la retracción hacia abajo y hacia atrás de los dedos, que
daban al pie el aspecto de mano de chimpancé, por lo que nunca había podido
llevar calzado en ese pie.
Mauricio,
después de darle varias vueltas de un lado a otro, y de arriba abajo a la
extraña horma, contestó confiado:
—¡Le
vamos a hacer los zapatos a Manchito!
Manchito
no pudo contener la alegría y para celebrar fue a comprar un litro de ron para
compartirlo con los zapateros. Antes de marcharse acordaron que volviese en
quince días.
Pasó
el tiempo y Manchito llegó de nuevo a la zapatería. Con ilusión saludó a los
zapateros, e impaciente esperó que Manuelito le mostrase sus zapatos nuevos.
Mídaselos
—le dijo Manuelito después de entregárselos.
Manchito
se sentó, y emocionado se probó primero el zapato izquierdo.
¡Magnifico!
—dijo mirando a los zapateros, que miraban con expectación.
Luego, con cuidado se colocó el zapato único; nacido
de una horma única.
¡Extraordinario!
—exclamó con ojos brillantes, a punto de llorar.
Se puso
de pie y probó a caminar. El derecho le quedaba un poco flojo, se lo quitó y
después de algunos ajustes, donde se añadió unaesponja suave para evitar se
dañara los dedos al caminar, se los probó denuevo.
¡Ahora
sí quedó tremendo! —exclamó saltando de alegría: Por primera vez en su vida,
Manchito estrenó zapatos nuevos con ambos pies.
Agradeció
y celebró el acontecimiento con todos los zapateros,cuando se alistaba para
irse camino a San Lucas, los zapateros le gastaban bromas: Ahora si se nos casa Manchito... le van a sobrar
las mujeres. No habrá jaña que se le resista...
En
febrero de 1972, Manchito apareció de nuevo por la zapatería.
—Buenos
días —saludó cuando pasó montado frente a los zapateros, dirigiéndose hacia
donde amarraría el caballo.
Cuando
se acercó a los zapateros, estos lo saludaron con alegría y preguntaron por sus zapatos. No tardó en
surgir bromas sobre las mujeres que habría enamorado gracias a ellos, y
disfrutaron la llegada de Manchito. Cuando la emoción del encuentro se apaciguó
y los zapateros continuaron sus labores, Manchito se acercó a Manuelito,pero
antes de decir nada miró a su alrededor con cara extraña, Manuelito, por la
forma y los gestos del joven comprendió que algo se traía que no debía hablarse
allí.
Tengo
que de hablar con usted, le traigo un mensaje...
Esperate
—le interrumpió Manuelito—. Aquí no es sitio para eso, ve mejor a esta
dirección dentro de una hora.
Manchito
después de charlar un rato con los zapateros, se marchó por donde vino.
Cerca
de la hora acordada Manuelito salió del taller. Había quedado con Manchito en La
Piragua, pero salió dirección contraria al camino lógico y más corto hacia
ella. Para evitar sospechas, tomó el camino de la pista de aviación que Somoza
tenía en Somoto, una explanada de suelo pedregoso.
*****
Hoy
en día, en aquella antigua pista de aviación, se ha construido el nuevo
mercado, una biblioteca municipal, y otros edificios. El Comando de la G.N.,
que estaba pegado a la pista, es hoy una sucursal de la Universidad UNAM León.
Pegado a él estaba la gasolinera donde repostaban los vehículos y los aviones
de Somoza, y hoy está el asilo de ancianos.
*****
Manuelito
entró al solar camino a la zapatería de Tino. El caballo de Manuelito estaba
amarrado en el tamarindo, un árbol viejo y grande, perfecto para que los
sábados los campesinos provenientes de diversas comunidades amarrasen sus
corceles en su tronco. En alguna ocasión, Manuelito llegó a contar hasta diez
burros atados allí. Precisamente por la abundante cantidad de estos animales en
Somoto, hoy en vía de extinción, le llamaban La ciudad de los Burros, atributo
que hasta hoy, sigue causando polémica por su doble significado, y por ello no
agrada a muchos Somoteños.
El
tiempo ha ido sustituyendo el transporte animal por los vehículos a motor, pero
quiero recordar desde aquí, que los burros pueden tener un importante sitio en
el mundo turístico actual; sólo hay que ir a la localidad llamada Mijas, en
el sur de España, donde unas de las principales atracciones turísticas son los Burro-Taxis.
Allí se cuida y revisan a los animales cada cierto tiempo para tenerlos
saludables y listos para pasear a los turistas. Quizá algún día, puedan los
turistas pasear en burros por las calles de Somoto, o por los senderos
naturales y bellos del Cañón de Somoto. El transporte animal, siempre es
menos contaminante y mucho más efectivo para disfrutar de la naturaleza que camionetas.
Manuelito
vio a Manchitohablando con tino cerca de La Piragua.A medida que se
acercó a ellos, los escuchaba charlando sobre nada concreto, asuntos sin
trascendencia. Manchito no sabía que estaba hablando con Tino, era muy
desconfiado y no hablaba ni preguntaba nada que pudiese levantar sospechas.
Manuelito saludó a ambos y los presentó. Los tres entraron en La Piragua, donde
Manchito, una vez Manuelito le indicó, comenzó a contar sobre el asunto que le
traía.
—He
sabido que estamos en la misma lucha y me han dado un encargo para ustedes. En
mi casa han estado varias personas colaboradores del Frente Sandinista como Arturo
—dijo refiriéndose a José Benito Escobar.
Manuelito
fue contando sobre el apoyo, de su familia a las actividades del Frente, y terminó
contando cómo acabó siendo mensajero aquél día.
—El viejo
Pancho —refiriéndose a Germán Pomares—, se hospedaba en mi casa mientras
realizaba un trabajo de organizació en El Guailo. Un día estábamos en el monte
con él. Allí estábamo mis hermanos Cristino, Juan, Francisco, José y yo. Don
Pancho nos instruía y hablaba bajo un árbol: “Cuando el sistema cambie todo
y va a ser diferente. Habrá tierras para los campesinos, salud y educación
gratuita, financiamiento para los productores. La prostitución desaparecerá
porque educaremos e integraremos a las mujeres al sistema laboral. La
drogadicción y el analfabetismo se terminarán.
Manuelito
conocía a Germán Pomares desde que estuvo entrenando guerrilleros en casa de La Abuela en Cacaulí. En aquella ocasión
enseñándole un Garant, el arma que usaba la G.N., le dijo a Manuelito:¡Ahora
si vamos a ganar la guerra, tenemos buenas armas!
Manchito
siguió contando sobre las reuniones con Germán. Explicó las realizaban al
terminar el trabajo cotidiano. Manuelito conocía aquel sistema de capacitación,
recordó los días en que Adrián y Fausto comenzaron a reunirse con él de la
misma forma para instruirle.
—Un
día —dijo Manuelito—, el viejo Pancho me miró el pie ydijo: Cuando
gane la revolución, te operarán el pie, y se quedó observando el zapato que
me hicistes durante un rato. Luego dijo: Por
cierto, ¿quién te ha hecho esos
zapatos? Manuelito Maldonado, le dije. ¡Cómo! dijo
sorprendido. Y le expliqué como había estado buscando zapateros sin resultados
hasta que por fin di con tu zapatería. Manuelito es nuestro compañero, y su hermano
también lo es, todos luchamos por la misma causa, nos dijo.
Después
de contar los pormenores de su conversación con Germán,concluyó diciendo que
traía un mensaje secreto para cada uno de ellos. Salió de La Piragua y
fue hacia el caballo mientras observaba losalrededores. Cuando llegó a la
montura, quitó la albarda y la metió enLa Piragua, donde protegidos de miradas
curiosas por tablones de madera, comenzó a buscar entre los peleros hasta que
sacó una bolsade plástico. En ella podían verse dos papeles de colores muy bien
doblados. Sacó los papeles, que no tenían nombre, y el de color azul lo dio a
Manuelito y el rosado a Tino. En ellos Manuelito encontrórecomendaciones e
información sobre movimientos de personas que debían apoyar. Manuelito pasó la
noche en La Piragua para evitar sospechas ante la atenta mirada
vigilante que sufría el solar de los Maldonado.
En
marzo de 1972, Manuelito fue enviado a Jalapa, departamento de Nueva Segovia,
en misión clandestina. Allí Somoza tenía sus mejores fincas y grandes empresas
tabacaleras donde trabajaban explotados y maltratados centenares de campesinos.
Germán Pomares, Elviejo Pancho, lo preparó para que realizara trabajos de
capacitación sobre los campesinos oprimidos. Después del triunfo de la
revolución Sandinista, Manuelito viajó a Bulgaria, y en dos operaciones le
compusieron el pie: ¡Miren mi pie!... El viejo Pancho sabía lo que decía...
miren, miren..., decía a todos cuando llegó a Nicaragua.
LA
ESCUELA CLANDESTINA
(1973)
(1973)
El
movimiento continuo de mensajes por la red clandestina del F.S.L.N.
proporcionaba una comunicación fluida y constante, logrando que orientaciones e
informaciones se difundiesen rápidamente. Manuelito, sin dejar de ejercer su
labor de zapatero, ya era un eslabón importante de dicha red. Por sus manos
pasaban mensajes de toda índole, desde aquellos venidos de la dirección del
Frente Sandinista, con Carlos Fonseca de secretario General, hasta los llegados
de informadores del campo. Su comunicación más constante era con Cusmapa, donde
el encargado era Augusto Salina Pinel; El Profesor Salinas.
El
Profesor fue una de las tres personas que Manuelito preparó
en 1964, cuando Adrián Gutiérrez le encargó su primera labor de captación.
Llegó a ser muy querido en Somoto trabajando como maestro de escuela, pero cayó
en sospecha de estar contra la dictadura gobernante, y el inspector de
Educación de Madriz lo trasladó a Cusmapa para aislarlo. Pero como si la
providencia jugara al ajedrez con los seres humanos, el nuevo destino de
Salinas lo llevó a ser vital para la organización Sandinista; pues Cusmapa fue
un lugar importante al ser una localidad fronteriza con Honduras. Desde allí, El
Profesor creó una red logística bien organizada que llegaba a Jalapa y se
adentraba en Honduras, hasta San Marcos de Colón en Choluteca. Augusto comenzó
a usar la cartilla campesina, organizando grupos de campesinos a los que
enseñaba a leer, a escribir y educaba en los derechos que debían tener como, la
tierra para quien la trabaja. Con Miguel Hernández —del mismo nombre que el
poeta y combatiente español muerto por tuberculosis en prisión a la edad de 34,
autor de: Viento del Pueblo, poesía pura de combate—, Elías López y Eulogio
Hernández, recorrió comunidades a caballo formando casas de seguridad, logrando
crear una senda segura para llegar a Chinandega desde Madriz. La G.N. acabaría buscándolo
desesperadamente años más tarde.
Eulogio
Hernández, siendo campesino de Cusmapa, hacía de multiplicador, llegando a los
campesinos que no confiaban en quienes venían de otras partes. Se reunía con
grupos que instruía y preparaba para que preparasen a otros campesinos y así se
multiplicasen las personas con los conocimientos que el movimiento
revolucionario les proporcionaba. Los campesinos confiaban en él por ser
campesino comoellos, lo que le ayudó a llegar a lugares más alejados de
Cusmapa.
Eulogio
Hernández sería detenido en 1975 y llevado al Comando de la Guardia, en Ocotal,
donde fue torturado:
—¿Cuantos
guerrilleros hay en Cusmapa? —le preguntaba con insistencia el Guardia que
dirigía las sesiones de tortura.
—¡TODO
EL PUEBLO! —chillaba de dolor.
—¡Como
va a ser eso! ¡Estás mintiendo!... ¿Quiénes son los 1.11e rrilleros de Cusmapa?
—¡TODO
EL PUEBLO!... ¡NO VE USTED QUE TODOS SOMOS POBRES ALLÍ!... ¡TODO EL PUEBLO
SOMOS GUERRILLEROS PORQUE TODOS SOMOS POBRES!
Y
entre sesión de tortura y tortura, Eulogio era interrogado donde había una
mesa: Cuando tenía la oportunidad, se subía en ella, bailaba cantaba
desconcertando a los Guardias.
—¿Dónde
tienen las armas los guerrilleros de Cusmapa? —le preguntaban en los
interrogatorios.
—ALLÁ
EN CUSMAPA, ALLÁ ESTÁN NUESTRAS ARMAS.
—¿Si
te llevamos sabrás decirnos donde se encuentran?... ¡CONTESTA!...
—SI,
ALLÍ ESTÁN, YO SÉ DONDE,... SI, YO SÉ DONDE...
—Alista
los vehículos que nos lo llevamos a Cusmapa —le dijo el Guardia encargado del
interrogatorio a un subordinado.
—Preparó
todo para arrestar a los guerrilleros de la zona —le preguntó a su jefe.
—¡Es
que estás loco vos también! Ni aunque nos llevemos todos los camiones podremos
traernos a todos los habitantes del lugar, y menos con tan sólo la palabra de este
pobre loco. Sólo vamos por las armas, y arrestaremos a quienes encontremos
implicados cuando lleguemos.
Los
Guardias prepararon un convoy para que Eulogio lo guiara hacia las armas de la
guerrilla en Cusmapa, y partieron hacia la localidad fronteriza con Honduras.
Eulogio los llevó a un descampado, lejos delpueblo.
Ahí
están las armas —les indicó señalando un lugar del terreno. —¡Estás seguro! ¡Cómo
nos mientas sabrás lo que es bueno!
Seguro,
seguro, ahí están las armas, sólo tienen que excavar. Y los guardias excavaron
donde Eulogio les había indicado. —Hemos encontrado algo —indicó quien estaba
con la pala.
Comenzaron
a desenterrar las ansiadas armas, pero eran de juguete. Eran las usadas por los
guerrilleros para entrenar mientras se les daba estrategia militar. Los
Guardias se enojaron de sobremanera. Poco tiempo después, tras ver que no
conseguían nada de las torturas sobre Eulogio, y éste, seguía cantando y
bailando, subiéndose a las mesas que se ponían a su alcance, lo soltaron por
loco.
Eulogio
Hernández se hizo el loco para librarse de su cautiverio pero nunca lo estuvo,
y a 2008, con una edad que ronda los ochenta arios, sigue viviendo en Cusmapa
como Campesino y trabajando para el desarrollo y erradicación de la pobreza que
azota la zona; viviendo de la ayuda que proyectos de diversas organizaciones
dirigen haciaese terreno.
La
iglesia católica tuvo su propia bicha revolucionaria, y a la profesora Nidia
Fiallo de Quintana, involucrada con los trabajos eclesiásticos para la
liberación del campesinado, le sucedió igual que al profesor Augusto Salina
Pinel; cayó en sospechas como colaboradora insurreccional y fue trasladada a
Cusmapa. Allí conoció y colaboró con los trabajos que El profesor Salinas
realizó en aquella comunidad.
Revolución
y cristianismo se estrecharon las manos en aquellos tiempos de miseria para
luchar contra un mismo enemigo y en favor de los más desfavorecidos. De ahí que
naciesen temas musicales como La misa campesina, que aludiremos más
adelante.
El
propio padre Suaso, sacerdote que trabajaba con los campesinos, reuniéndose con
ellos para capacitarlos en temas agropecuarios, fue detenido por sospechoso de
preparar a guerrilleros en sus reuniones. La cural era el lugar donde el
movimiento cristiano se reunía para organizar las labores de ayuda al
campesinado, reuniones donde participaron alguna vez, El profesor Salinas y
Manuelito Maldonado, que en calidad de profesor y zapatero, nadie sospechaba de
sus colaboraciones con el Frente Sandinista. En ellas, Manuelito pudo ver la
similitud de la lucha cristiana con la revolucionaria, donde las reflexiones
eran dirigidas a encontrar fórmulas para mejorar la miserable situación del
campesinado. Y al igual que muchos llegaron y colaboraron en aquellos trabajos,
también hubo quienes se retiraron y calificaron aquellas reuniones de
Comunistas; al no compartir las ideas que se planteaban.
En
1973, la organización Sandinista ya era grande, sólida, y poseía ingeniosos
métodos de mensajería propios de película de espías.
—Ese
tacón está suelto, hay que repararlo... ¡casi me caigo hace un rato! —dijo la
señora que así indicaba el lugar donde traía el mensajeoculto.
—No
se preocupe señora, en breve se lo reparamos —le contestó un zapatero
comenzando a revisar los zapatos.
Con
cualquier excusa, el zapatero se llevaba el calzado a un lugar seguro, donde
extraía el mensaje de su escondite. Después de repararlo, lo devolvía a su
dueño.
—Aquí
tiene señora. Su tacón como nuevo. —Gracias, cuanto le debo.
Manuelito
y sus compañeros zapateros notaban rápidamente quien traía un mensaje, y por la
forma de encargar los trabajos, determinabandonde estaba oculto. Los mensajes
podían llegar hasta en un tubo de pasta de dientes, que una vez abierto por
debajo, recibía el mensaje y era sellado de nuevo. Algunos llegaban
dentro de alguna herramienta que regalaban a los zapateros, o bien se habían
llevado prestada con anterioridad, y al ser regresada, en el interior del mango
estaba la información. Cuando llegaba un mensaje debía leerse rápidamente y destruirse
la evidencia. Ante la más ligera sospecha, cualquier Oreja podía hacer que la
GN o la Seguridad Nacional del Estado, irrumpiesen en la zapatería registrando
y deteniendo a todos los presentes. Entonces no se usaba la frase, todo el
mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, sino; todo el
mundo es culpable hasta que se demuestre lo contrario, o bien; mátenlo
primero e investíguenlo después.
La
forma en que llegaba el mensaje y la persona que lo traía, solía
determinar su procedencia. Recorriendo toda la red clandestina del norte de
Nicaragua como correo, estaba Gregorio Oliva, conocido como Goyito. Campesino
humilde de edad avanzada que caminaba con sombrero y llevaba casi siempre, una
camiseta roja remetida en los pantalones. Él comenzó a luchar por la libertad
de Nicaragua mucho antes que existiese el Frente Sandinista, por su gran
conocimiento de toda la zona norte fue reclutado para esta labor. En sus largas
caminatas llegaba hasta San Marcos de Colón, en Honduras.
No
todos los mensajes que llegaban a manos de Manuelito eran para él, los había
para ser reenviados a otros lugares y Manuelito no tenía acceso a la
información que contenían, sólo hacía de intermediario. La radio también era
usada para trasmitir mensajes. En la radio Frontera estaba Francisco Ríos, que
trasmitía los avisos del tipo; ¡Aviso a mi tía que no puedo llegar!, y otros
por el estilo que ayudaba a la población a comunicarse a larga distancia. Entre
estos mensajes comunes, los había con indicaciones ocultas en su contenido,
dirigido para quienes sabían interpretarlos.
A
medida que el F.S.L.N. crecía dentro de la sociedad nicaragüense, aumentaron
las acciones de la G.N. y el O.S.N. para destruirlo. Los colaboradores corrían
mucho más peligro que en la década de los sesenta, por ello los entrenamientos
clandestinos exigían alta diligencia y cuidarse de cometer descuidos; que
aunque pareciesen insignificantes a simple vista, podían ser fatales.
El
Profesor Salinas con José Áureo; que fue otro de los tres
primeros captados por Manuelito, asistieron a entrenamientos clandestinos en la
montaña.
—Vamos
a tener que fusilarlo —decía el encargado de la instrucción, refiriéndose a
José Áureo.
—¡Por
Favor!... ¡Tengo familia!... ¡Ya no sucederá más, lo prometo!...
—Esto
no puede ocurrir de ningún modo, vas a pagar tus descuidos con la vida...
—¡No,
por Favor!... ¡Por favor!...
El
miedo y el dolor, en la capacidad que tienen para hacernos aprender en pocos
instantes lo que tardaría horas o días, son buenos maestros; y sus lecciones
quedan marcadas para toda la vida como hierro incandescente en la carne.
—...
Bueno, está bien, pueden soltarlo. Y espero que hayas aprendido que no estamos
jugando. Cualquier descuido o indisciplina nos puede costar la vida a todos.
—Entendido,
entendido, no pasará más...
José
Áureo había perdido una pieza del rifle calibre 22 que tenía asignado para su
entrenamiento. La enseñanza militar clandestina, no eran excursiones de un
domingo soleado al río. Conseguir armas y municiones era cuestión de
sacrificios que no permitían margen para la perdida, derroche o maltrato. Los
guerrilleros debían cuidar sus armas como a un hijo que algún día, podría
salvarles la vida. La disciplina militar del guerrillero incluía el valor del
compañerismo, y cuando se reunían, se colocaba un paquete de cigarros para que
cada cual tomase una cantidad previamente asignada. Pero en cierta ocasión,
cuando José Áureo se encargaba de controlar las asignaciones del tabaco, éste agarró
dos cigarros cuando le correspondía uno. La infracción fue sancionada con
aumento de posta; turno de vigilancia o guardia, que avisa si llega el
enemigo y evitar así caer en emboscadas.
Los
entrenamientos clandestinos se realizaban en zonas apartadas de núcleos urbanos
o fuera de Nicaragua; y aunque las escuelas variasen en importancia y tamaño,
en todas se exigía un alto nivel disciplinario y compañerismo: Si había sólo
un cigarro, de él fumaban todos.
***
«Para ser un buen
revolucionario hay que tener un alto grado de conciencia, disciplina y
Moralidad».
Manuelito Maldonado
***
El
Profesor Salinas llegó a la zapatería de Manuelito con Miguel
Zeledón. Venían de entrenarse política y militarmente durante quince días.
—Hola
Manuelito. ¿Cómo estás?
—Bien,
profesor... Lo veo alegre hoy.
—Tiene
razón, he conocido a varios dirigentes y he aprendido muchas cosas...
El
Profesor contó a Manuelito algunas de las actividades que
había realizado y aprendido. Manuelito le escuchó contagiándose del entusiasmo
que su compañero le trasmitía, y al final tenía sorpresa.
—...Y
le traigo unas indicaciones. Tiene que estar usted con Ricardo Valdelomar,
—somoteño, aprendiz de zapatería de 15 años— y José Áureo Chacón, en San
Isidro. Allí los recogerán y los llevarán a la escuela de entrenamiento. Y es
importante que no os retraséis en ningún momento durante la llegada o los
traslados, pues no esperarán...
El
Profesor indicó el lugar, la fecha y la hora exacta donde
serían recogidos. Manuelito memorizó todas las indicaciones con cuidado de no
olvidarse de nada, y El Profesor se fue a Cusmapa.
Manuelito
organizó el viaje con sus compañeros, a quienes preparó en las medidas de
seguridad que debían tomar cuando se marchasen, pues desaparecer de pronto sin
que nadie supiese nada al respecto, daba pie a especulaciones: Desapareció
hace unos días, de seguro se fue a la montaña con la guerrilla..., podían
decir sin escrúpulos los Orejas a sus contactos en la Seguridad Nacional, al
desconocer el paradero de alguien.
Manuelito
dijo a todos que iba a ver a sus familiares de Chinandega, y llegada la hora,
los tres se marcharon a San Isidro en autobús. Cada uno llevaba una bolsa de
cartón con algunas pertenencias; ropa limpia y artículos de aseo personal. A
las cuatro de la tarde llegaron a San Isidro y a las seis esperaban que los
recogiesen, pero el tiempo pasaba y se acercaba la hora de dejar el lugar. En
esta ocasión, por las condiciones del encuentro y las variadas circunstancias
que podían motivar retrasos, los diez minutos máximos de espera recomendados
habían sido alargados hasta una hora. Por seguridad, una escuela clandestina de
aquél nivel debía estar bien lejos del punto de encuentro, así se evitaba que
cualquier filtración sobre el lugar de recogida llevase al descubrimiento de la
misma, pues las fuerzas Somocistas movilizaban grandes cantidades de efectivos
en esos casos, donde no les importaba invadir casas o arrestar a cualquier
sospechoso para torturarlo. Con un punto de recogida lejano se evitaba el radio
de intervención.
Mientras
esperaban que los recogiesen, los zapateros especulaban sobre el caso de que no
llegasen por ellos. Sólo había dos líneas al día que conectaban diariamente
Somoto con Managua; trayecto de doscientos diecisiete kilómetros que se
recorrían en más de seis horas. La última línea hacia Somoto ya había pasado
por San Isidro, y si no los recogían no podrían regresar a Somoto aquél día.
Pasaron
las siete y Manuelito decidió que lo mejor sería quedarse en la única pensión
que había en San Isidro.
—Buenas
tardes —saludó Manuelito a la dependienta—, ¿tiene usted habitación para que
pasemos la noche?
La
mujer los miró desconfiada: ¿Qué tramarán estos tres personajes aquí?...
¿Tendrán dinero para pagar con esas pintas?
Manuelito,
notando las sospechas de la mujer intentó explicarle la situación para
calmarla.
—Quedamos
con unos primos de vernos aquí. Aunque parece que algo les ha sucedido y no han
venido a recogernos. ¿Tiene alguna habitación para pasar la noche? Mañana nos
iremos.
—Sí,
tengo un cuarto ahí mismo.
La
mujer señaló una puerta a pocos metros de donde estaban. —Díganme sus nombres
para anotarlo en el libro de inquilinos.
—Mi
nombre es Rodrigo Rodríguez —dijo Manuelito dando el Seudónimo y el apellido
que le había indicado El Profesor que diese para la ocasión.
Los
otros dos zapateros dieron cada cual el seudónimo con su falso apellido
correspondiente.
—¿Y
sólo piensan quedarse hasta mañana?
—Sí,
hasta mañana en la mañana, si no vienen a buscarnos antes.
Manuelito
sabía que aún podían llegar a recogerlos, y si así era, los buscarían en
aquella pensión.
—¿En
el precio les incluyo la cena? —Sí, gracias.
—Aquella
puerta da al comedor, cuando quieran pueden pedir que les atiendan, la cena
está lista —la mujer señaló un pequeño pasillo que daba a una puerta abierta al
fondo.
—En
cuanto paguen les doy la llave —dijo la encargada, que no se fiaba de la
disposición económica de los humildes zapateros.
Manuelito
pagó la estancia de todos hasta el día siguiente, con cena incluida. La señora
les acompañó hasta la habitación, abrió la puerta y les entregó las llaves.
Cada cual eligió una de las cuatro camas que había, y acomodando sus
pertenencias, probaron un instante los camastros. ¿Qué habría pasado?...
¿Estaremos en peligro de ser descubiertos?... La imaginación de Manuelito
especulaba sobre posibles circunstancias, donde se veían implicados en
situaciones complicadas y peligrosas. ¿ Será Oreja esta dependienta?...
Puede delatarnos cuando estemos durmiendo... Espero que no haya sospechado lo
suficiente...
Antes
de salir de la habitación para cenar, Manuelito explico a sus compañeros las
nuevas circunstancias.
—Tenemos
que tener mucho cuidado, no conocemos las personas que pueden estar escuchando
nuestras conversaciones. Hemos de ser muy prudentes. No nombren de dónde
venimos en ningún momento. No podemos llamarnos por nuestros nombres, sólo
usaremos nuestros seudónimos, hemos de estar conscientes de ello en todo este
tiempo. Pensad con tiempo todo lo que vais a decir antes de hablar...
Después
de las advertencias de Manuelito, se dirigieron al comedor y pidieron la cena.
Mientras
conversaban de cosas sin importancia, notaron que la dependienta escuchaba con
disimulo; se paseaba constantemente de un lado a otro, como vigilante de
supermercado. Después de comer regresaron a la habitación y se tumbaron a
descansar mientras hablaban en voz baja.
Alas
nueve de la noche la pensión cerró sus puertas, pero la dependienta seguía en
su puesto de recepcionista, cerca de la habitación. Pasó una hora media y
varios golpes en la entrada de la pensión, interrumpieron el descanso de los
zapateros. Alguien llamaba a la puerta y parecía no tener paciencia por la
insistencia en que le abriesen.
—YA
VOY, YA VOY,... —gritó la encargada que desde el comedor se dirigía a la puerta
a paso ligero.
Los
tres zapateros se habían sobresaltado con los golpes y Manuelito se levantó de
la cama alertado y se acercó a la puerta de la habitación para escuchar lo que
sucedía. Quién o quienes tienen tanta prisa por entrar en la pensión? ¿Sabe
la GN que estamos aquí y vienen a detenernos?..., pensaba Manuelito en el
improvisado ambiente de suspense creado antes que la señora abriese la puerta.
Manuelito, haciendo el gesto de no hacer ruido a sus compañeros, acercó su oído
a la madera de la puerta para escuchar mejor. La puerta de la pensión se abrió.
—Buenas
noches, señora. Estamos buscando a tres personas que pueden estar aquí
alojados. Han debido llegar esta tarde —dijo una voz con un tono rudo.
—Sí,
aquí llegaron tres hombres esta tarde —contestó la dependienta algo molesta—.
¿Y quién los busca?
—Pues...
¿Pero uno de ellos se llama Rodrigo Rodríguez? —preguntó ignorando su pregunta
y con el mismo tono rudo.
La
señora dudó antes de decir nada, conteniendo su enojo.
—Aquí
estoy —gritó Manuelito después de abrir rápidamente la puerta, una vez estuvo
seguro que no venían a detenerlos, ya que la G.N. no hubiesen dudado en entrar
a registrar la pensión sin importar las objeciones de la señora.
Manuelito
sabía que con su falsa historia sobre los primos podían quedar al descubierto,
y se acercó rápidamente a la puerta, donde parado había un hombre grande; el
dirigente del F.S.L.N. en Chinandega en esa época de sobresaltos y
clandestinidad, el legendario Oscar Turcios.
Oscar
Turcios estudió con Carlos Fonseca, Silvio Mayorga y Tomás Borges. Ellos fueron
el grupo fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional en el año 1962.
Manuelito
se acercó a Oscar.
—Hola
primo como estás, creí que ya no vendrías por nosotros.
La
señora observaba con desconcierto: ¿Cómo va a ser este hombre tan alto y
grande primo de este enano?
Oscar
no conocía a Manuelito, pero tenía referencias sobre su físico, Augusto le
había hablado de la discapacidad y malformación de columna que padecía.
—¡La
cagamos Rodrigo! se nos averió el carro —Oscar se veía claramente preocupado y
enojado—, pero hay que “hacerle güevo”. Tenemos que irnos aunque
nos quedemos parados por el camino... Esperemos que no sea así.
Oscar
miró a la encargada que seguía muy atenta a todo lo que sucedía. Los otros
zapateros salieron de la habitación por indicación .le Manuelito.
Si
se nos estropea el carro, estos hombres volverán a la pensión —dijo Oscar a la
señora.
—¡Ni
hablar!... que aquí no vuelvan —contestó disgustada.
—Ya
le han pagado y usted debe atenderlos —alegó Oscar.
—¡Vámonos
mejor! —interrumpió Manuelito—. Déjalo así. No importa, mejor vámonos.
Un
escándalo era lo menos conveniente para aquellos movimientos clandestinos.
Todos podían acabar durmiendo en prisión por una simple discusión, y la
investigación sobre cada preso sería exhaustiva, más aún si los arrestados eran
desconocidos y provenientes de otra zona de Nicaragua.
Oscar
Turcios supo que ciertamente era mejor largarse de allí lo antes posible. Un
Volkswagen escarabajo color crema —el único de ese tipo que tuvo el Frente
Sandinista— les esperaba a poca distancia con un conductor. Una vez montados
todos, tomó dirección LeónChinandega, desviándose de la carretera hacia
Managua. Después de viajar un rato se detuvieron en un lugar solitario. Oscar y
el compañero conductor taparon los ojos de cada zapatero con algodones y un
trapo negro bien atado en la parte posterior de la cabeza.
—¿Conocen
ustedes esta zona? —les preguntó Oscar Turcios.
—No
—contestaron los tres, aunque Manuelito si la conocía, pero lo negó por temor a
ser rechazado del curso.
Aquella
carretera la conocía bien desde niño, de cuando viajaba por ella para ir a los
cortes de algodón, y también tenía familia en Chinandega, a la que visitaba en
ocasiones.
A
todos nos gusta saber dónde nos llevan, sobre todo cuando cualquier imprevisto
puede acabar con nosotros en un lugar indeterminado, sin saber qué dirección
tomar. Elpeligro aumenta cuando se colabora enuna organización clandestina,
donde la confianza en desconocido suele ser a veces cuestión de vida o muerte.
Manuelito
calculaba mentalmente por donde iban. El Volkswagen se paro en una gasolinera,
era el cruce donde se podía elegir dirección León al frente, o Chinandega si
giraban a la derecha. Serían las once y media de la noche cuando el vehículo se
puso en marcha de nuevo. Manuelito advirtió que daban vueltas alrededor de la
gasolinera; quieren despistarnos, pensó, pero sintiendo los giros y
ayudado por una tenue luz que traspasaba el trapo y los algodones, determinó
que finalmente tomaron hacia Chinandega. Llegó un momento en que los cálculos
de Manuelito le indicaban que habían pasado la ciudad. A poca distancia de ella
se detuvieron. Cuando les quitaron las vendas, Manuelito vio que estaban en una
calle pedregosa, iluminada levemente por un alumbrado público distante. Allí
les esperaba un señor alto, fuerte, y de unos setenta años de edad. Síganme,
les indicó. Oscar Turcios y su acompañante se marcharon en el vehículo una
vez se despidieron de los zapateros. Los cuatro hombres cruzaron un solar
baldío y anduvieron dos cuadras y media antes de entrar en una casa.
—Descansen
un poco en esos sofás. A las cuatro salimos de viaje —dijo el señor.
Manuelito
y sus dos compañeros no habían notado el cansancio hasta que se acomodaron. Las
emociones del día y los suspenses sucesivos los habían mantenido alertas. El
cansancio se apoderó de ellos y rápidamente se durmieron hasta que una mano los
despertó con leves golpes en los hombros. Sintiendo haber dormido unos pocos
segundos, una voz ya les instaba a levantarse.
—Levántense,
ya es hora de irnos.
Los
tres zapateros tomaron sus pertenencias.
—Síganme
haciendo el menor ruido posible.
Salieron
de la casa siguiendo al señor, que llevaba en su mano izquierda una lata
metálica vacía de tamaño medio. Para qué será esa lata, se decía
Manuelito sin atreverse a preguntar al hombre. Salieron de la zona habitada y
la oscuridad se hizo total; era una noche sin luna y las nubes impedían ver las
estrellas. Uno detrás de otro caminaban los zapateros con cuidado de no
tropezar. El señor que los guiaba pronto se alejó de ellos con paso ágil. Como
siga corriendo de esta forma nos perderemos, pensaron los tres zapateros,
mientras con torpeza y sin poder ver el camino, procuraban no salirse de él.
Era
un camino ancho, por donde debían pasar carretas y animales, pues la tierra
parecía haber sido molida hasta convertirse en un polvo muy fino. Durante un
rato caminaron sin saber dónde estaba el guía, procurando seguir el camino
polvoso y confiando que él si supiese donde estaban ellos. De pronto, a varios
metros por delante escucharon uno suaves golpecitos; Pom, pom, pom,... era
el guía que golpeaba la lata para guiarlos en la oscuridad. Siguiendo el sonido
metálico, continuaron avanzando en esa dirección. Manuelito tropezó con algo
que casi acaba derribándolo.
—¡Cuidado!
—dijo la voz de José Áureo Chacón.
—¿Qué
sucede? —preguntó Manuelito susurrando con sorpresa y palpando un bulto delante
suyo—. ¡¿Qué estás haciendo hay agachado?! —los ojos Manuelito se esforzaron
para ajustarse a la oscuridad hasta notar suavemente el perfil agachado de su
compañero.
vSe
me calló la caja —refiriéndose al contenedor donde llevaba el cepillo de
dientes, un peine y otros enseres de aseo personal.
—¡Déjalo
ahí que nos dejan! ¡Corre, más bien! —le ordenó Manuelito con preocupación.
La
lata sonaba cada vez más lejos. Manuelito sabía que circunstancias aparentemente
sencillas podían complicarse mucho con algún descuido, y caminar hacia una
escuela clandestina de alto nivel no era cosa de bromas; el guía no dudaría en
abandonarlos si no seguían su ritmo.
Siguieron
caminando y un leve descenso en la temperatura anunciaba la cercanía del alba.
Llegaron
a una cerca de alambre donde les esperaba un hombre, y el señor que los había
guiado hasta allí, se marchó rápidamente por donde habían venido. Los zapateros
sortearon la alambrada y siguieron a sunuevo guía hasta una finca. Varios
jóvenes entrenaban en la entrada. Defensa
personal, dijo el guía cuando pasaron cerca de ellos.
Entraron
en la finca. —Esperen aquí, siéntense.
Las
horas pasaron, y en un corredor estuvieron hasta las nueve de la mañana. La
emoción de estar allí alejó el cansancio evitando una espera incomoda.
—Tomen,
seguro tendrán hambre —les dijo un hombre que les dio frijoles, arroz, cuajada,
tortilla de maíz y café amargo.
Comieron
con gran apetito.
—Pasen
de uno en uno a este cuarto —les indicó otro señor después que comieron.
En
el cuarto, les explicaron individualmente el mecanismo de la escuela, y les
hicieron preguntas para conocer a los nuevos estudiantes.
—No
se puede salir de la casa durante el día. —¿Y si nos da un apretón?
—Para
asuntos menores hay un depósito de plástico que luego os enseñaré. Para los
asuntos mayores debéis esperar a que oscurezca. Procurad sincronizar el reloj
fisiológico a estas normas... Durante el día está prohibido asomarse a ventanas
y puertas que den al exterior. Por la noche se dará el entrenamiento físico,
donde se aprenderá a luchar cuerpo a cuerpo. Hay que estar dentro de la casa
antes del alba. Toda conversación que aquí se tenga debe realizarse mediante
seudónimos, no deben desvelar sus nombres verdaderos ni los de sus compañeros;
tampoco el de los profesores si ya los conocéis. Esto es de vital importancia,
mientras menos sepan ustedes unos de otros, mayor será vuestra propia
seguridad... ¿Tiene usted alguna dificultad para cumplir estas normas?...
Una
vez recibidas las primeras instrucciones, los zapateros fueron llevados a
través de un corredor de madera sin ventanas hasta una habitación.
—Aquí
se alojarán —les dijo su acompañante, que luego se marchó. Observaron la
habitación y se acomodaron.
Oscar
Turcios llegó al rato.
—Buenos
días, vengan conmigo.
En
el corredor de madera, de unos dos metros y medio de ancho por u nos seis de
largo, estaban sentados otros compañeros: Estos
han de haber venido a lo mismo que nosotros, pensó Manuelito cuando
vio sus caras expectantes.
—Siéntense
por ahí —les dijo Oscar señalando varias sillas vacías. Los zapateros se
sentaron. Oscar estaba frente a los allí reunidos.
—En
estas dos semanas que vais a estar aquí, recibiréis entrenamiento político y
militar. Se darán clases teóricas sobre política, economía y aspectos
socio-económicos de las sociedades, y entrenamiento militar nocturno. La teoría
se dará en este corredor, que es el aula durante el día —Oscar miró a Manuelito
y siguió hablando—. La única excepción para no realizar el entrenamiento
militar, es la de nuestro compañero Rodrigo. Su condición física le hace
exento. ¿Alguna pregunta?...
Nadie
se atrevió a decir nada y las clases comenzaron.
Alfonso,Juan José Quezada, se
encargaba de enseñar la Historia de Nicaragua y otros profesores explicaban
diversos temas como el Capitalismo, Economía, Políticas sociales, etc. Los
temas tratados emocionaban a los participantes, que ignorantes de ellos en su
mayoría, sentían estar de vacaciones por países desconocidos, lejanos, y llenos
de posibilidades infinitas para crear un mundo distinto, mejor al que habían
conocido hasta ahora.
Manuelito
dormía junto a una pared che madera que daba a la habitación del mandador, o
encargado de cuidar y administrar la finca. Al tercer día escuchó una fuerte
discusión entre éste y su mujer.
—Lo
que estamos haciendo es muy peligroso... Todas esas personas que están aquí nos
ponen en riesgo. ¿Qué pasa si viene un registro delos Guardias y nos ven aquí?
Nos arrestarán por colaboradores de esos campesinos en sus juegos de
redentores.
La
mujer del mandador recriminaba al marido sobre el peligro de ser cómplice de
actividades clandestinas. La señora estaba claramente en contra de los
guerrilleros, pero la conversación fue suavizándose a medida que su marido la
convencía de que no ocurriría nada.
El
dueño de la finca había prestado sus terrenos para aquellos entrenamientos
clandestinos. El mandador era el encargado de la finca en ausencia del dueño y
simpatizaba con las ideas revolucionarias. Cuando llegaba de Chinandega traía
frutas que repartía entre los alumnos del curso. Él era el único que podía
salir y entrar de la finca durante el día.
Oscar
Turcios llegó el sábado al oscurecer para evaluar el trabajo de la semana.
Habían pasado siete días de entrenamiento, y ese mismo día en la mañana, la
mujer del mandador se había marchado después de una fuerte discusión con su
marido.
—YA
NO AGUANTO MÁS ESTA SITUACIÓN... Eres un desgraciado y vas a arruinar nuestras
vidas por culpa de esos salvajes...
Despertándose
sobresaltado por el escándalo, Manuelito oyó de nuevo, cómo la mujer atacaba
con dureza a su marido. Manuelito se sintió incómodo con las agresivas palabras
que oyó en boca de la mujer contra los guerrilleros y el Frente Sandinista. En
medio de un ambiente incierto, buscó mirar por una rendija entre las tablas
para observar la magnitud del problema. Cuando logró ver por una pequeña
apertura, notó que la mujer llenaba una maleta con sus ropas mientras maldecía
e increpaba a su marido. Al terminar de llenarla, la tomó con fuerza y se fue
sin dejar de renegar; eran las diez de la mañana cuando esto ocurrió. Un mal
presentimiento abatió a Manuelito durante el resto del día, y estuvo pendiente
que la mujer volviese arrepentida de su decisión, pero Oscar Turcios llegó y la
mujer no había regresado.
Oscar
realizó sus evaluaciones y llamó a Manuelito. —Acompañáme a fuera —le dijo.
Ambos
salieron de la hacienda y se sentaron en las enormes raíces de un viejo árbol
de Guanacaste.
—Necesito
los nombres de las personas que están colaborando con nosotros en Somoto... Y
también los nombres de sus familiares.
Manuelito
se extrañó por la pregunta, y pensó antes de contestar.
—No
puedo dárselas, eso sería muy peligroso. Si los descubren acabarían con todos
ellos.
Ya
tenemos experiencia en esto, no te preocupes, no vamos a caer en las garras del
enemigo.
Bueno...
Si está usted tan seguro, está bien, compañero. Con nosotros están
colaborando...
Manuelito
fue dando los nombres y datos solicitados por el dirigente del Frente. Después
charlaron sobre la lucha Sandinista, y Oscar le reveló que iban a emprender
acciones de concientización y recaudación de fondos en los colegios e institutos.
Hemos de reforzar la economía y las
colaboraciones, dijo.
—¿Qué
te parece el funcionamiento de este lugar?
Está
muy bien, he aprendido mucho esta semana...
Cuando
hablaba, Manuelito fue asaltado por la preocupación. La imagen de la mujer del mandador
surgió en su mente con fuerza haciendo que su rostro cambiase de golpe.
—He
observado algo preocupante —dijo Manuelito. —Cuéntame, puedes contarme lo que
quieras.
—No
se lo he dicho a nadie, no vayan a creer que estoy trastornado. El caso es, que
desde el tercer día que llegué aquí, escuché a la mujer del mandador discutir
sobre nosotros con su marido... Claramente no está conforme con que estemos
aquí, pero hasta hoy no le di mayor importancia al asunto, cuando en la mañana
me despertó una discusiónmucho más fuerte que la anterior, y la mujer,
recogiendo sus pertenencias en una maleta se marchó, y que yo sepa no ha
regresado todavía.
¡CÓMO!
—gritó Oscar levantándose rápidamente. Manuelito se levantó también del susto.
—¿Que
no ha venido la mujer? —preguntó Oscar cuando ya caminaba rápidamente hacia la
casa y Manuelito lo seguía de cerca.
—Llamá
rápidamente al responsable y dile que le espero aquí fuera.
Manuelito
entró en la casa mientras Oscar andaba de un lado a otro muy preocupado. Al
poco tiempo Manuelito llegó con el responsable.
—¡Alfonso,
qué está ocurriendo, que la mujer del mandador se ha marchado hoy y no se me ha
notificado!... ¡Esto no puede ocurrir!... ¡No podemos permitirnos estos
descuidos! Cualquier cosa de estas hay que informarlas inmediatamente, por
estas pequeñeces nos han destruido grupos enteros. Recoge los fierros
—refiriéndose a las armas—, y que recojan todas sus cosas. ¡Rápido!
Oscar
se mostraba claramente afectado y agachaba la cabeza obligándose a reflexionar
mientras caminaba nerviosamente.
—Y
tú —dirigiéndose a Manuelito—, prepara a tu gente —refiriéndose a los dos
zapateros que le acompañaban—. En una hora regreso por vosotros, y ¡cuidado se
mueven de aquí!
Oscar
llegó a la hora como había dicho, y los cuatro caminaron por el mismo camino
polvoso por donde llegaron días atrás. Caminaron hasta que llegaron a una
iglesia, pasaban las ocho de la noche.
—Aquí
me esperan —dijo Oscar.
A
los diez minutos llegó en camioneta con un compañero que conducía.
—Móntense,
tenemos que irnos rápido de aquí.
Los
zapateros se acomodaron en los asientos traseros del vehículo y se marcharon
del lugar.
—¿Conocés
a alguien en Chinandega? Allí los vamos a dejar.
Sí
—contestó Manuelito.
Indícanos
la dirección, toma estos doscientos córdobas. Turcios alargó la mano y le
entregó el dinero.
Mañana
toman el autobús para Somoto, y cuidadito salís a pasear por Chinandega, es
peligroso que los vean vagando por ahí.
La
camioneta se detuvo siguiendo las indicaciones de Manuelito. Por seguridad,
Manuelito hizo que les dejasen a dos cuadras y media de la casa de su tía.
Anduvieron unos minutos y llegaron a una casita de paja.
Aquí
vive mi tía —dijo Manuelito a sus compañeros—. Llamó a la puerta y su tía
abrió.
¿Qué
andas haciendo a estas horas por aquí? —preguntó la tía, sorprendida por la
visita inesperada.
Manuelito
ya había planeado la respuesta.
Verá
tía. Vinimos con unos muchachos de Somoto que juegan al béisbol. Fuimos a dar
una vuelta después del partido, y cuando regresamos se habían marchado. Buscamos
como irnos pero no encontramos transporte y nos agarró la noche. Entonces pensé
que podríamos quedarnos aquí hasta mañana, para tomar el autobús de regreso a
Somoto.
La
tía estaba contenta de ver a su sobrino. Dio de cenar a los tres y los acomodó
para que pasaran la noche. Al día siguiente se fueron a Somoto y cada uno a su
casa.
Pasó
una semana de aquello.
Manuelito
esperó a que llegasen todos los compañeros que trabajaban con él en la
zapatería, todos de confianza. Entonces los llamó y sacó un periódico: Miren
este señor de la foto. Es quien nos llevó a la finca de entrenamiento, el que
nos guiaba golpeando una lata... El señorque los había guiado y el mandador
de la finca habían sido arrestados, la mujer del último había delatado el
centro de entrenamiento.
La
vida en la zapatería se tornó intranquila después de aquellas noticias.
Manuelito y sus compañeros no podían saber con certeza, cuanta información
había obtenido el enemigo. En aquellas redadas, de seguro habían torturado
cruelmente a los arrestados, y en ocasiones, el sufrimiento infringido rompía
la integridad de muchos hombres fuertes. Manuelito Maldonado, siempre tenía
presente que su apariencia física lo hacía blanco fácil de describir e
identificar... Pero nunca fue arrestado porque alguien lo delatase, sino por
otros motivos que narraremos a su debido tiempo.
El
señor mayor que habían visto en la foto del periódico fue puesto en libertad a
los seis meses: Torturado y vejado hasta el extremo, su fe y fuerte moral
lograron que no le sacasen información de utilidad.
A
2009, Ricardo Valdelomar sigue viviendo en Somoto y José Áureo Chacón en
Chontales.
***
En
el comienzo de la lucha revolucionaria del Frente Sandinista de Liberación
Nacional, los integrantes poseían un alto valor idealista. Creyendo firmemente
en los valores humanos, luchaban para cambiar la penosa situación social creada
por un opresor sistema de gobierno. La mayoría de los colaboradores eran
campesinos pobres, que viéndose a sí mismos y a sus vecinos en igual o mayor
pobreza que ellos, pusieron su fe en la creación de una nueva sociedad, justa y
libre. Sintiendo en cuerpo y alma que el camino revolucionario era necesario,
justo, y sacrificado, los torturados más comprometidos con la causa, parecían
tener una ayuda superior que les otorgaba cualidades sobre humanas. El dolor
físico no logró quebrantar la conciencia de muchos, iluminada con altos valores
de lealtad, justicia y libertad. Y evitaron lo que hubiera sido para ellos, la
deshonrosa vida de haber traicionado a sus compañeros de lucha, a sus hermanos.
Preferible la muerte antes que vivir con esa cruz. Pero el mundo ha cambiado
desde aquella y otras muchas luchas que la historia se ha encargado de
inmortalizar, todas ellas repletas de ideales solidarios y percusores de relaciones
surgidas en el seno de anticuadas sociedades acomodada en viejos patrones, de
opresión por la fuerza.
EVENTOS
(1966 - 1974)
(1966 - 1974)
LA VECINA
En
1966, Salvador Losa Talavera alias El
Flaco, estuvo seis meses entre la casa de Manuelito y la de
entrenamiento en Cacaulí, como
ya se mencionó con anterioridad. Dos jóvenes muchachas bien parecidas que
vivían en el solar contiguo, lo miraban lavar su ropa en el solar de Ester.
Detrás de la valla de alambre que separaba los terrenos lo observaron en varias
ocasiones y a una de ellas le gusto el joven. Con ganas de conocerlo preguntó a
Manuelito sobre el muchacho, de unos veinte años por entonces. Manuelito dijo
que era un familiar que había venido a pasar con él una temporada, y se lo
presentó ante la insistencia de la joven. La muchacha, aun teniendo novio en
Rivas, comenzó una amistad con el Flaco que
fue estrechándose día tras día. Manuelito veía la relación con preocupación, y
advertía al Flaco de los
peligros que esa relación podía ocasionar: Nos
estas poniendo en peligro a todos, si descubren que eres guerrillero la Guardia
nos apresará y acabará con toda
nuestra estructura. Le decía Manuelito, que no logró que el Flaco dejase sus escapadas nocturnas
para estar con la muchacha.
Por
la noche y casi a diario, el joven atravesaba la cerca de alambre sigilosamente
para estar con ella. Una mañana se acercó la muchacha a Manuelito, que estaba
trabajando en la zapatería.
—¡Manuelito¡
—dijo la joven con aire despechado—. Eres un gran mentiroso.
Manuelito
no sabía de qué se trataba el asunto.
—¿Por
qué? —contestó extrañado, dejando unos pliegues de cuero en la mesa.
—El Flaco no es familia tuya —afirmó con
certeza.
Manuelito
se vio entre la espada y la pared. El asunto se complicaba y reaccionó con
enojo.
—¡De
dónde has sacado eso que estás diciendo!
—Pues
ayer estaba yo en el sofá de mi casa con el Flaco, charlando, cuando él
se volteó y un fuerte golpe nos asustó. Un objeto rodaba torpemente por el
suelo. Cuando se detuvo pude verlo con claridad. ¡Era una granada de mano!
¡Casi me muero del susto!... y para que lo sepás... También vi su pistola
—concluyó la muchacha para acabar de apuntillar a su vecino.
Manuelito
no podía creer lo que oía. El mundo se le cayó encima cuando se sintió a merced
de una muchacha de dieciocho años. Sabía que ella no bromeaba, porque
ciertamente el Flaco caminaba siempre con una pistola calibre cuarenta y
cinco. Esto es grave, estamos en un fuerte aprieto..., pensaba
Manuelito.
—¡Este
asunto es peligroso, jovencita! —dijo al fin, mientras improvisaba una solución
para salvar la organización y su propia vida. Nosotros luchamos en contra de la
opresión del gobierno, y debes saber, que el Frente Sandinista no se anda con
trapos tibios —Manuelito mientras hablaba miraba a la joven con firmeza—. Y si
es necesario se eliminarán a quienes nos traicionen... Así que te quedan dos
opciones: O mantienes esto en secreto y te callas, o colaboras con nosotros. En
tus manos está la decisión —sentenció Manuelito sin saber que esperar.
La
muchacha se quedó muda ante la seriedad que el asunto había tomado. Lo que
había comenzado como simple broma juvenil, parecía haber arruinado su niñez en
un instante.
—No
diré nada... —logró decir al fin—. El Flaco ya me ha explicado la
situación —dijo mientras se daba la vuelta para marcharse, algo pálida.
Manuelito,
después del apuro con su vecina, se vio obligado a poner las correspondientes
quejas a José. Benito Escobar cuando llegó en su visita semanal, que realizaba
para orientar e informarse de la situación en la zona. José regañó al Flaco
y se lo llevó de Somoto, pero a las pocas horas estaba de vuelta en casa de
Manuelito: ¡Ese viejo a mí me quiere! dijo el Flaco refiriéndose
a José, cuando Manuelito le preguntó por su regreso.
Aunque
José no era tan viejo, su carácter serio le hacía parecer mayor. He
convencido al viejo para que me dejase regresar, le explicó a Manuelito.
Las
vecinas decidieron colaborar, pero no pudieron evitar la curiosidad y un día
abrieron un pequeño agujerito en la pared de la casa de Ester. El agujerito,
realizado en la parte que lindaba con el solar de las muchachas, dio a una
oscura habitación sin ventanas. Con gran asombro, José Benito, que estaba en
ese momento en aquella habitación, vio como aparecía de repente un haz de luz
que cortaba la oscuridad del cuarto desde la pared, y cómo seguidamente, un ojo
se acercó al hoyo para inspeccionar el habitáculo. Desde fuera sólo se lograba ver
la oscuridad del interior y el incidente no tuvo mayor repercusión que una
advertencia a las jóvenes para que controlasen sus travesuras.
EL CINE
Mauricio
Baldizón llegó de León. Venía huyendo después de participar en el asalto a un
banco con el fin de lograr fondos para la lucha revolucionaria. Su fotografía
había salido en los periódicos y tenía que esperar que el asunto se enfriase.
Durante una semana se hospedó en casa de Manuelito. En esta ocasión, la otra
joven vecina fue la que se encaprichó de él. Mauricio era un joven simpático,
de ojos claros y piel blanca. Las vecinas también lo observaban cuando lavaba
su ropa, y un día le mandaron un mensaje con un zapatero que trabajaba con
Tino. Mauricio, aunque joven, poseía una fuerte disciplina y compromiso con la
causa Sandinista, y por ello, después de leer el mensaje que le había entregado
el zapatero dijo: Yo no ando buscando mujeres, lo que estamos haciendo requiere
que no caigamos en peligrosas distracciones.
Manuelito,
sintió la dureza del encierro clandestino de Mauricio y pensó en llevarlo al
cine Iris, que estaba media cuadra al oeste de las cuatro esquinas. Aquel cine
era un galerón de madera, propiedad del entonces diputado Víctor Talavera. En
una ocasión, cuando Manuelito aún trabajaba en la oficina de telégrafos, había
sido quemado por contrarios a Somoza.
Antes
que Manuelito padeciese de Polio, su ilusión semanal era ahorrar los 25
centavos que costaba la entrada para niños en el cine Iris; el coste para
adultos era de 50 centavos de córdoba. Solía ir el sábado por la tarde o-el
domingo en sesión matutina. Por aquellos años, el cine había mejorado mucho, en
comparación con el primero que hubo en Somoto; un cine mudo que en 1932 montó
don David Ocampo. En 1938, don Álvaro Andara instaló un cine con sonido,
situado donde hoy está el Hotel Colonial. Ya se conocía el Ratón
La
historia del cine en Somoto continúa cuando en 1941, don Octavio Paguada montó
otro cine con sonido en casa de su suegra doña Josefina Armijo, viuda de Huete.
Cine que se incendió una noche y no volvió a funcionar. Para 1946, Juan José y
Carlos Molina, hermanos hondureños, montaron un cine de doble proyección,
llamado Cine Luz, por ser Luz el nombre de la hermana. Este funcionó en
casa de Germán Alfaro y posteriormente fue comprado por cuatro socios: David
Ocampo, Víctor Manuel Talavera, Martín Ordóñez y Josefina Armijo. Luego, cuando
Víctor Manuel Talavera compró las acciones de los demás socios y fue dueño
único del cine, pasó a ser llamado Cine Iris. En el mismo tiempo que
esto sucede fue abierto otro cine, en casa de Cipriano Ordóñez, que era
propiedad de Julio Vidaurre. El último cine fue el de Hernán Padilla, que fue
situado una cuadra al este del Cine Iris, donde está hoy el único
Supermercado de Somoto. El Cine Madriz, siendo mucho más moderno en
estructura y comodidad que los anteriores, pasó a llamarse Teatro
Madriz. Por todos estos cines pasaron películas que iban desde la mudas de
Charlie Chaplin, pasando por las mejicanas protagonizadas por Pedro Infante o
Cantinflas, hasta algunas más modernas; como Tarzán y Superman. A 2009 no
existen cines en Somoto, perdiéndose con ello una buena opción de
entretenimiento para la juventud, que en su aburrimiento por falta de opciones
de diversión a su alcance, o trabajo, caen en vicios dañinos como la marihuana,
el alcohol, la guerra de pandillas y la delincuencia, que ha aumentado
alarmantemente en pocos años, reafirmando así el fracaso del sistema neoliberal
capitalista impartido desde 1990 en cuestión de convivencia y el bienestar para
los seres humanos.
Manuelito
y Mauricio llegaron al cine, pagaron la entrada y sentados esperaron el
comienzo de la película. Al comenzar, Manuelito vio como un Guardia Nacional de
paisano tomaba asiento detrás de ellos. La situación era delicada y con
disimulo avisó a Mauricio para evitar comentarios que pudiesen delatarlos.
Mauricio comenzó a inquietarse y decidió que debían marcharse. Así lo hicieron
y se fueron a casa de Manuelito. Durante el camino, Mauricio no paró de
criticarse: ¡Nodebía de haber salido!... Hemos corrido un peligro
innecesario... Esto ha sido una imprudencia por mi parte... Manuelito
valoró la autocrítica auto infringida de Mauricio, y le animó intentando
quitarle importancia a lo sucedido, pero desde ese día el joven no salió de la
casa, se dedicó a leer el libro de Ernesto Che Guevara, Guerra de Guerrillas.
***
«Hoy en día se han perdidos las normas que forjaron
las bases de la lucha. Lo urgente y más importante es retomar el trato con las
personas, que se ha deteriorado mucho por las aspiraciones personales y el
abandono de la concientización en la juventud, la cual ha quedado como campo
fértil para que el sistema capitalista opresor siembre en ella sus semillas de
egoísmo. Se debería volver a instruir a la gente desde abajo, en la
conveniencia de normas éticas y morales, para erradicar la corrupción que ha
entrado en la sociedad. La corrupción no era permitida en los orígenes del
Frente Sandinista. Si se robaron bancos, nunca fue por egoísmo, sino para
luchar por la igualdad de aquellos que padecían la opresión del sistema».
Manuelito
Maldonado.
***
DINERO DE SANGRE
Estaba
José Benito Escobar en el cuarto oscuro de la vieja casa de Ester, cuando llegó
Manuelito.
Aquí
le traigo —le dijo, dejándole a un lado de la cama un plato de sopa de frijoles
con arroz y una tortilla de maíz—. Aunque sea esto vamos a comer.
Muchas
gracias, Manuelito.
En
el oscuro cuarto, sin ventanas y con la luz de un candil, estaba José contando
una gran cantidad de billetes que tenía amontonados a un lado de la cama.
—Espera
un instante, no te vayas —dijo,cuando Manuelito ya salía por la puerta.
Manuelito
se paró delante de José, que soltando ordenadamente los billetes que tenía en
sus manos lo miró fijamente.
—Vos
vas a pensar, por qué teniendo tantos reales no comemos carne, ni
bebemos leche, ni para pan siquiera los usamos... pero ¿sabes por qué no lo
gastamos en esas cosas?
Manuelito
se quedó callado intuyendo que la respuesta le sería dada.
—Este
dinero que estás viendo aquí cuesta sangre. Cuesta sacrificios y vidas humanas.
Este dinero es para una causa que necesita emprender una guerra. Y para ello se
necesitan botas, armas, y otras muchas cosas que nos ayudarán a ganarla. Así
conseguiremos la libertad que anhela el pueblo nicaragüense. Muchos han caído
ya por este dinero y por esa libertad, y no podemos defraudarlos gastando sus
sacrificios en lujos innecesarios, sino en lo imprescindible para lograr la
victoria. Así honraremos el dolor de los torturados y las familias huérfanas de
parientes fallecidos que han perecido en el camino hacia la libertad...
***
«Aquellas conversaciones que parecen poca cosa, van
abriéndole a uno la conciencia e inculcando valores solidarios: DEBEMOS PENSAR
EN LOS DEMÁS. Esto ha cambiado. Ahora se piensa más en uno mismo que en los
demás. Este egoísmo está afectando incluso a las familias.
MUCHOS LLEGARON ARRIBA CON EL TRIUNFO DE LA
REVOLUCIÓN Y SE ARRUINARON COMO PERSONAS. Aquellos que tantas veces nos habían
dicho tantas cosas para el bien de los otros, cambiaron y salieron por otros
derroteros.
La crítica y auto-crítica, el respeto a los
compañeros y compañeras, evitar lo perjudicial como beber alcohol y frecuentar
burdeles, comportarse solidariamente y ser humilde de corazón, son algunos de
los valores que se están perdiendo. Llamo a la reflexión y a la recuperación de
nuestra juventud y nuestro pueblo. Para poder alcanzar no sólo la libertad de
votar dirigentes, sino una paz y una armonía ejemplares para el resto de países
del mundo».
Manuelito
Maldonado.
***
LA
PERICA
FUERA
GRINGOS DE VIETNAM, pudo leerse en varias casas de Somoto.
El
comandante Fermín Meneses, había estado observando las pintadas en las paredes,
notando la curiosa coincidencia que se producían cuando Rudy Selva estaba en
Somoto. Rudy recorría Nicaragua fumigando con una empresa del estado, de ahí
que no siempre estuviese en el pueblo. También advirtió Meneses, que quien
pintaba debía ser alto, pues las frases estaban a buena altura. Rudy Selva
sobresalía claramente entre los posibles sospechosos y fue llevado al Comando
para ser interrogado sobre el asunto.
El
padre de Rudy era Gerardo Selva, Diputado del Gobierno Somocista, con quien no
se llevaba bien. En su casa era donde se apeaba Somoza cuando visitaba Somoto.
Criado por una humilde sirvienta que le dio más cariño que sus padres físicos,
sobresalía de sus hermanos por su tendencia a reunirse y solidarizarse con los
pobres. En una ocasión, la madre lo envió a Estados Unidos para que aprendiese inglés
y evitarle problemas, pues recaían sobre él sospechas de andar con
revolucionarios. Regresó una vez aprendió el idioma.
El
Diputado fue avisado de que Rudy estaba retenido por sospechoso de las pintadas
en las paredes. Inmediatamente hizo que lo pusiesen en libertad y Rudy dejó de
pintar las paredes, pero siguió colaborando con el Frente Sandinista.
—¿Conocéis
a Rudy Selva? —preguntó José Benito en una de sus primeras visitas a la
zapatería de Tino.
—Sí
—contestaron Manuelito y su hermano.
—Tengo
que reunirme con él. Es colaborador y lo necesito para cierto asunto. Lo conocí
en León, donde ayudó a colocar varias bombas contra intereses Somocistas...
Tino
y Manuelito no salían de su asombro. Jamás hubieran pensado que el hijo de un
importante hombre del gobierno, colaborase en contra de su padre.
Rudy
fue localizado y se organizó la entrevista con José Benito, quien le pidió que
fuese a Estelí y trajese información para hacer cócteles Molotov.
Rudy
aprovechaba su trabajo de fumigador para concientizar y hacer contactos para el
FSLN. Su madre era dueña de una tienda dentro de la propia vivienda familiar,
donde vendían armas y municiones entre otros artículos. Rudy hacía desaparecer
municiones para dar a la guerrilla, incluso una vez extrajo de la tienda una
radio, que Manuelito se encargó luego de hacer llegar a Cacaulí.
El
padre de Rudy tenía una camioneta verde con placa oficial del gobierno; La
Perica, la llamaban. Cuando su padre estaba fuera de Somoto, Rudy
trasladaba guerrilleros en ella, aprovechando la protección de la placa, que
impedía ser detenida por la G.N.
En
cierta ocasión colisionó con otro vehículo cuando trasladaba guerrilleros a San
Juan del Río Coco, y Rudy pagó al colisionado para evitar lo denunciase y ser
descubierto. Aquel trayecto hacia San Juan era parte de un corredor donde
guerrilleros se trasladaban desde el departamento de Madriz hacia Jinotega y
Matagalpa.
En
1974, Rudy llevó al Profesor Augusto Salinas Pinel, a Orlando Aguilera y
a Manuelito Maldonado en La Perica. Los tres iban a El Rosario, localidad
situada en el municipio de Pueblo Nuevo, departamento de Estelí. Orlando
Aguilera había conocido a Chico y las actividades del Frente cuando estudiaba
electricidad en el vocacional de Managua. Encontrando plaza de maestro en
Condega, comenzó a colaborar desde allí activamente con el Frente Sandinista.
Rudy
los dejó en Pueblo Nuevo y se marchó. Manuelito y sus compañeros caminaron
hasta El Rosario, donde se dirigieron de inmediato a la casa de
seguridad de los hermanos Merlo. Casa por donde pasaron la mayoría de
los guerrilleros de Estelí, entre ellos Adrián Gutiérrez, quien luego llevaría
a Augusto Salinas, El Profesor.
El
Profesor iba al Rosario para reunirse con algunos campesinos, que
llamados por separado, llegaban a la casa de los Merlo para ser entrevistados.
Cuando no se concientizaba o capacitaba a los campesinos, la convivencia en la
casa era totalmente normal. Pero cuando El Profesor entrevistaba,
Manuelito y Aguilera escuchaban ocultos en una habitación contigua para no
darse a conocer y evitar los riesgos de posibles denuncias sobre las
actividades clandestinas de la vivienda; la filtración a la GN de aquellos
trabajos, eran el mayor peligro para quienes iban concientizando y para las
familias colaboradoras con casas de seguridad.
Los
hermanos Merlo vivían con su madre Hipólita Olivera, también llamada Pola. Sus
hijos eran: Concho —de Concepción—, Benito, y Herminia. Pablo Merlo era
el padre de ellos, colaborador del F.S.L.N. desde los inicios.
—¿Cómo
es posible que andes en estas cosas? —le pregunto a Manuelito la encantadora
viejita doña Pola, al ver su malformación física.
—Esta
lucha es de todos. Tenemos que triunfar para mejorar las condiciones de vida en
este país...
La
anciana le escuchó, y conmovida se levantó a buscar algo entre sus enseres.
—Tome
este presente —le dijo dándole un Nuevo Testamento—. Te protegerá del mal y te
ayudará en las tareas que emprendas para ayudar a los necesitados.
Manuelito
aún conserva aquél obsequio, y no olvida las certeras profecías de la
ancianita.
Cuando
El Profesor terminó su labor en casa de los Merlo, los tres se fueron
dirección a Yalagüina. El camino seria a pie y dormirían en otra casa de
seguridad, pero recordaron que por la zona asesinaron a un compañero mientras dormía
en una vivienda. Alguien avisó al capitán de cañada o juez de mesta, quien
lo macheteó mientras dormía.
Los
Jueces de mesta eran hombres con cierto grado de poder otorgado por Somoza.
Podían asesinar si lo creían conveniente.
Si
nos quedamos aquí es peligroso, dijo Manuelito cuando caía la noche y
estando en la casa donde habían pensado quedarse. Decidieron mejor irse a
dormir al monte.
En
su camino a Yalagüina anduvieron de comunidad en comunidad. En cierto momento
el hambre se apoderó de ellos. Aguilera decidió pedir un poco de comida en
algunas casas campesinas que se veían desde la cañada por donde caminaban. Pero
al rato regresó enojado y renegando: ... ¡No tienen qué comer!, dicen. Pero
sí tienen para comprar las baterías de la radio... y encima escuchando
la emisora de Somoza... ¡Es que somos caballos!...
La concientización
era una tarea muy común para algunos miembros del Frente Sandinista. Manuelito
se veía incapacitado físicamente para realizarla en lugares que requerían
destreza física; donde era necesario caminar largos trechos por terrenos duros,
con fuertes pendientes, ríos, y otras muchas dificultades que el terreno
presentaba para llegar a ellos. Cueros curtidos echados sobre el duro suelo,
eran la cama donde pasar la noche en la mayoría de aquellas expediciones. Todas
esas incomodidades formaban parte del entrenamiento guerrillero, y Manuelito
gustaba participar de ellas cuando se veía capaz de afrontar los retos del
camino.
En
1974 caminó hasta Cusmapa, invitado al cumpleaños de ordenamiento sacerdotal
del Padre Fabreto —que ayudaba a los desfavorecidos, y aún a 2008, su
organización sigue repartiendo alimentos y educando a las familias
necesitadas—. En aquella ocasión, y aprovechando la multitud que llegó al
evento, se reunió con El Profesor y otros colaboradores, porque
cualquier oportunidad era buena para llevar a cabo reuniones clandestinas.
***
«No es lo mismo pensar que se tiene hambre que sentirla realmente».
Manuelito
Maldonado.
***
LA CÁRCEL “LA MODELO”
(1975)
(1975)
Ester
Maldonado dejó este mundo en 1973, habiéndose ganado su lugar en la historia de
Nicaragua como otras muchas mujeres anónimas, que, atendiendo como madres a
quienes llegaban a su casa, aliviaban las penurias de la vida clandestina. Vida
que algunos de los hijos de Ester elegirían años después que ella dejase su
cuerpo físico. En su colaboración por la causa Sandinista, Ester llevó mensajes
a casas donde otros no podían ir por la estrecha vigilancia que la G.N. tenía
sobre ellas.
Tino
decidió irse a la clandestinidad en 1975.
Le
dijo a su hermano: Manuelito... Cerrá la zapatería de arriba y regresa
a La Piragua, que yo me voy al monte... Tal decisión era un paso sin
retorno que podía condenar a una vida de ocultamiento constante hasta ganar la
revolución o perder la vida. Manuelito cerró la Zapatería Manuelito
Maldonado y se instaló en La Piragua con sus compañeros de trabajo.
Una
noche.
—Adiós
Manuelito. Que tengas suerte en tu tarea... ya nos veremos.
Abrazos
de despedida hasta fechas inciertas. —Adiós hermano... Cuídate mucho.
Una
linterna y un suéter negro fueron su equipaje. Tino se alejó de La Piragua para
unirse a la guerrilla en la montaña. Allí le esperaban compañeros que le darían
el equipamiento necesario para superar el periodo de adaptación, el cual solía
durar un mes. Tino debería estar solo durante ese tiempo. Sin brújula debía
saber guiarse por el sol y las estrellas para lograr llegar a ciertos puntos
donde le dejarían algo de comida con nuevas indicaciones. Con aquel ejercicio
se ponía
a
prueba lo aprendido durante los entrenamientos de supervivencia en las escuelas
militares del Frente, que enseñaban entre otras cosas, los tipos de animales y
plantas que se podían comer y encontrar en la montaña, así como técnicas de
camuflaje; como encender fuego bajo lluvia sin llamar la atención, etc. Todo
guerrillero camino a la I clandestinidad
dejaba toda una vida a sus espaldas. Los familiares también tenían su carga de
sufrimiento ante esta decisión, manifestada en la incertidumbre de saber si
algún día volverían a verlos.
Si mi muerte sirve para no ver más familias en la miseria mientras
otros viven en la opulencia a costa de ellos, que así sea...
Tino
dejó atrás cinco hijos y su mujer, la cual comprendió que aquel sacrificio era
algo que debía hacerse, pues ciertamente hay situaciones en la vida que nos
obligan a reclamar justicia a cambio de sacrificios.
Desde
años atrás, Tino arrastraba la carga de estar fichado como colaborador del
Frente Sandinista, incluso fue detenido en una ocasión para ser interrogado en
el Comando de la GN. El Guardia encargado de arrestarlo era un conocido de la
familia Maldonado, y antes de cumplir su orden estuvo paseando por la calle de
los zapateros. Indeciso y reflexionando sobre la orden que le habían dado, su
labor se le hizo una pesada carga que tuvo que soportar, quizá por la necesidad
de alimentar a su familia: No está bien
arrestar a quien ningún mal hace, a un paisano, a un amigo... Pero
el yugo de la necesidad hace que el hombre no actúe siempre de acuerdo a su
conciencia, y sea fácilmente manipulado por otros. El Guardia entró al solar y
caminó hasta la zapatería de Tino que estaba trabajando sin camiseta como era
su costumbre. Con él estaban sus compañeros zapateros.
—Don
Tino —dijo el Guardia con voz triste—. Tengo orden de llevarle al Comando.
Tino
dejó su trabajo y observó al hombre muy afectado. —¿Y qué le pasa a usted que
le noto afligido?
El
Guardia agachó la cabeza reconociendo su malestar.
—Me
da pesar tener que llevarle arrestado —confesó—, porque sólo lo veo trabajando
con ese martillo día y noche.
—No
tenés que preocuparte. A vos sólo te mandan, no tenés la culpa de lo que otros
deciden... Si no fueses vos quien viniese por mí, sería otro, y vos también
tenés derecho a dar de comer a tu familia.
Ambos
se fueron al Comando, donde tomaron declaración a Tino. No siendo graves las
sospechas sobre él, y sin motivos de peso para retenerlo, fue dejado en
libertad: Por entonces la represión no era tan fuerte como en años sucesivos.
Para
1975, el paso de guerrilleros entre Honduras y Nicaragua había aumentado
considerablemente. Lejos quedaban aquellos años donde la adversa condición
física de Manuelito se unía a una resignación ante la opresión social que le
hacía creer incapacitado para hacer algo al respecto.
En La Piragua de nuevo, Manuelito y sus
compañeros zapateros se organizaron para comer allí. Hicieron un menú semanal
que pegaron en la pared de la zapatería. Cada día le tocaba cocinar a uno de
ellos, pero los había que nunca habían cocinado.
¡Esta comida es para chanchos!... ¡Dónde aprendiste a cocinar, Dios
mío!... El
cocinero novato había cocido los frijoles con los huevos al mismo tiempo, y el
resultado fue una extraña pasta insípida de frijoles con huevo: ¡COMÉTELA VOS... CHANCHÓN VIEJO!... Dijo
uno de los zapateros arrugando la cara después de probar el experimento...: La
convivencia causaba gozo en los zapateros.
El
pollo lo compraban a quienes por la calle pasaban vendiéndolos, aun vivos,
costaban dos córdobas con cincuenta centavos. Una libra de arroz costaba unos
cincuenta centavos, el café diez centavos, cinco centavos el pan común y diez
uno de mejor calidad, y cinco centavos la tortilla de maíz. Los Sábados
aprovechaban para hacer una sopa de res, o de garrobo, o de armadillo, pues era
el día de pago; unos sesenta córdobas semanales solían ganar.
Con
los zapateros siempre había algún que otro aprendiz, que por la afluencia de
guerrilleros y los contactos clandestinos que se manejaban, debían ser de total
confianza. Los que entraban nuevos eran concientizados poco a poco en
conversaciones sobre la injusticia social existente de la cual ellos también
eran víctimas. Luego planteaban las posibles soluciones para cambiar la
situación.
En
la zapatería, las actividades más comunes se disfrutaban enormemente. Siempre
sucedía alguna cosa chistosa o alguien contaba algo gracioso para hacer que los
presentes se rieran. Todos los días llegaban muchos borrachitos a pedir para el
trago: Los Chimaco, Toño Zurdo, José Renco, Chico Cruz, eran algunos de los
adictos al licor que solían causar y contar anécdotas divertidas con los
zapateros. Uno de ellos, Luís Alfonso Varela, solía pasar por las noches
gritando: ¡MANUELITO! ¡MANUELITO! TENGO 50 HOMBRES LISTOS PARA IR A LA
GUERRILLA PARA TERMINAR CON ESTOS PELONES...!e insultaba a los Guardias.
Una
vez se acercó a la zapatería un señor bien situado, dueño de hacienda,
terrenos, y vehículo propio.
—Buenas,
vengo a que me reparen estos zapatos —dijo el señor. Un zapatero se levantó y
recibió los zapatos para echarle un vistazo.
—Está
bien, no parece grave. ¿Va usted a esperar, o los recogerá luego?
—Esperaré
mejor. —Siéntese ahí si quiere.
El
zapatero le indicó un banco libre y el señor se sentó. Estuvo viendo cómo el
zapatero comenzaba a trabajar en los zapatos que había traído, y al rato dejó
ir su visión por el entorno. Curioseó con la vista toda La Piragua, hasta que
dio con el menú de la semana colgado en la pared, entonces comenzó a leer los
menús en voz alta.
—Frijoles
con arroz. Verduras con frijoles y cuajada. Pollo con verduras. Arroz con queso
y frijoles... y los Sábados Sopa de res o Garrobo con verduras, sopa de
mondongo, nacatamales... Umm, que hambre me está entrando... ¡Qué bonito viven
ustedes aquí! —y siguió leyendo algunos añadidos al menú que le daban el toque
informal y chistoso—. CEBOLLA SÓLO EN LOS SOBACOS, Y ACHOTE EN 1DS CACHETES...
Así da gusto... Ya veo... ¡Cuando me pelee con ¡ni mujer, me vengo a vivir con
ustedes !
El 1
de noviembre de 1975 Manuelito se lleva una gran sorpresa. Su hermano Chico
aparece en el periódico La Prensa. El titular decía: DE BACHILLER
NOCTURNO A GUERRILLERO. Francisco José Maldonado había sido capturado
después de una redada en la escuela clandestina de El Copetudo; un cerro
rocoso, alto y picudo, situado en Ococona, municipio de El Macuelizo,
departamento de Nueva Segovia. En la redada habían arrestado a
varios guerrilleros.
Chico
había regresado de Managua a finales de 1974, una vez dejó su trabajo en la
aceitera, al terminar su bachillerato en clases nocturnas. En Somoto tenía su
novia Consuelo Pineda, hija de Trino Pineda; dueño del local donde Manuelito
montó la Zapatería Manuelito Maldonado. Trino era un señor muy alegre
que contaba historias divertidas, decía que adivinaba y hacía trucos con las
cartas. También curaba con hierbas naturales, por lo que era muy visitado por
personas llegadas de muchos lugares.
Antes
de ser arrestado, Chico había desapareció de Somoto sin decir nada, salvo a
Consuelo. Todos creyeron que había regresado a Managua para trabajar, pero nada
se supo con certeza hasta que salió en el periódico. Se había marchado a la
clandestinidad.
La
vida del guerrillero tiene un atractivo especial. La incertidumbre de no saber
que ocurrirá al día siguiente, más la adrenalina que el cuerpo genera en
situaciones peligrosas, nos da una sensación de libertad, lejos de la monótona
vida que obtenemos trabajando durante años realizando lo mismo cada día. Pero
todo tiene su lado negativo, y en la vida del guerrillero, el menor descuido se
puede pagar con la muerte o torturas; e incluso sin descuidos el resultado
puede ser igual de desagradable. Pocos meses después que Manuelito regresara de
Chinandega en 1973, Oscar Turcios, Jonathan Gonzáles, y Juan José Quesada
murieron en Nandaime; localidad de Diriamba, Jinotepe. Fueron detectados
en una batida de la G.N. y huyeron por unos cafetales, pero los rodearon con el
enorme operativo que había, dirigido a la localización de focosguerrilleros en
la zona. Los persiguieron y dispararon desde helicópteros y aviones, creyendo
que eran un grupo numeroso.
Los
tres estaban intentando reinstalar la escuela de entrenamiento que fue
desmantelada en Chinandega. Ricardo Morales Avilés, profesor en la Universidad
de Managua y colaborador del Frente Sandinista fue arrestado, torturado y
asesinado en aquel operativo. Estos acontecimientos salían en los periódicos
opositores al régimen, los únicos que se atrevían a mostrar la verdadera cara
de la opresión de Somoza, donde se veían la crueles matanzas de ciudadanos en
la calle o en sus casas y las torturas con ejecuciones en los cuarteles: Y
mientras Somoza ejercía una constante violación a los derechos humanos, el
gobierno de los Estados Unidos, que aprobó en 1948 la Declaración Universal
de Derechos Humanos, pues fue aprobada unánimemente por todos los miembros
de la ONU (Organización de Naciones Unidas), apoyaba al régimen Dictador.
En
esta Declaración de Derechos Humanos se encuentran un total de treinta
artículos, entre los que podemos encontrar los siguientes:
Artículo
1: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los
unos con los otros.
Artículo
5: Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes.
Artículo
19: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este
derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de
investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin
limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Artículo
este último, que no debemos atribuirle la falsa cualidad de: libertad de
difamación, propia de algunos medios de comunicación y ramas de la llamada
prensa rosa; que ganan más dinero difamando, que lo que pagan por las demandas
perdidas ante los jueces en favor de sus víctimas difamadas.
Somoza
se volvía más represivo y despiadado con cada acción que tomaba contra los
revolucionarios. En ocasiones atacaba a la población, 1,1 torturaba y asesinaba
sin motivos. La juventud comenzó a temer al Gobierno, que los consideraba
peligro potencial, ya no podían reunirse en público por miedo a ser capturados
indiscriminadamente por los brazos armados y de inteligencia Somocistas. Con el
aumento de estas injusticias, muchos jóvenes se sublevaron contra la opresión,
sin necesidad de haber sido concientizados por el F.S.L.N., pues sufrían la
opresión en sus propias carnes. Muchos jóvenes murieron en los enfrentamientos
contra los Guardias y en honor a su valentía fue creada la canción, Los
Estudiantes, que comienza diciendo:
“Qué
vivan los estudiantes, jardín de nuestra alegría. Son aves que no se asustan de
animal ni policía; y no le asustan las balas, ni el ladrar de la jauría... “
Pasó
un tiempo antes que Manuelito supiese dónde se encontraba preso su hermano
Chico. Era muy peligroso ir preguntando por guerrilleros apresados, quien así
hacía corría el riesgo de ser interrogado y torturado por su posible
implicación con el Frente Sandinista. La opción más segura era esperar que la
información apareciese de alguna forma, yen diciembre de 1975, Manuelito recibió
una carta de René Núñez. Este le escribió desde la cárcel Modelo de Tipitapa; a
veinte kilómetros de Managua carretera norte. En ella, René decía que Chico
estaba preso con él, y que se admitían visitas de familiares los sábados
durante dos horas.
Manuelito
conocía a René Núñez desde 1974, cuando se encontró con él bajo un árbol de Guanacaste
en el desvío de la carretera panamericana hacia El Rodeo. Manuelito lo
acompañó a casa de La Abuela; tía de Manuelito, donde se encontraba el Flaco
entrenando junto a otros guerrilleros. Manuelito presentó a René como hijo
de su prima de Chinandega, aunque por entonces ya era alto dirigente del F.S.L.N.
Cuando José Benito cayó preso, René lo sustituyó en la dirección de la zona
norte de Nicaragua, y visitaba asiduamente la Zapatería Manuelito Maldonado en
aquel momento, y posteriormente La Piragua, donde dormía en un pequeño
cuartito de madera.
René
Núñez, Román de seudónimo, es a 2008, presidente de la Asamblea Nacional
de Nicaragua.
José
Benito murió antes del triunfo de la revolución, en Estelí, por mano de la
Seguridad del Estado. Había un infiltrado en su organización, y al salir de una reunión en un hotel de
una colaboradora, la Seguridad lo siguió y le disparó por la espalda en un
barrio cercano. Ese día el pueblo de Estelí, casi se levanta en armas: El
infiltrado había colmado el vaso, ya lo habían descubierto antes de provocar el
asesinato de José Benito, pero aún no se habían decidido a hacer algo al
respecto. Poco después de la muerte de José Benito, sucedió lo siguiente:
Eran
las dos de la tarde cuando Goyito llegó a la Piragua.
—Manuelito,
tengo que hablar contigo.
—Habla
pues, quienes están aquí son de confianza.
Goyito
observó con detalle y reconoció a los que allí estaban; no sintió peligro
alguno.
—Hay
una gente que quiere hablar con usted en Totogalpa, ya le esperan allí.
—Está
bien, hay un autobús que sale esta tarde. Lo tomaremos como si no nos
conociésemos...
Totogalpa
es una localidad a veinte kilómetros al norte de Somoto, carretera hacia
Ocotal, en el departamento de Madriz.
Goyito
salió de la Piragua en
dirección a la parada de autobuses. A la media hora salió Manuelito hacia el
mismo sitio. Llegado el momento, Goyito se montó en el bus y Manuelito le
siguió como si no se conociesen. En la entrada a Totogalpa el vehiculo se
detuvo. Goyito se bajó, varios pasajeros le siguieron, y Manuelito hizo lo
propio. Cuando el bus se marchó, Manuelito se acercó a Goyito y empezó a
preguntarle sobre la artesanía del lugar. Goyito fue hablándole de petates, y
caminaron entre muñecas fabricadas con tusa de maíz, calabazas pintadas, y
sombreros de fibras, como el que Goyito llevaba, de ala ancha y hecho de hojas
de palma. La charla los adentró en el pueblo, y Goyito, con disimulo, indicó a
su compañero dónde lo esperaban; una casa esquinera de color blanco. Al llegar
a su altura, Manuelito se despidió de Goyito, quien siguió su camino como si
nada.
Al
entrar en la casa, una señora y una niña estaban sentadas en el recibidor.
—Buenas
tardes —dijo Manuelito.
—Buenas
—contestó la señora—. ¿Viene solo?
—Sí,
estoy solo.
—Bien,
ahí le esperan, en ese cuarto.
La
señora le indicó con la mano una puerta. Manuelito se dirigió a ella y entró.
En su interior se encontró con un cuartito que tenía dos catres. Un hombre
estaba acostado en uno de ellos, en el otro, había otro hombre sentado, como
esperando que llegara.
—Buenas
tarde —dijo Manuelito.
—Buenas
tarde —contestaron quienes le esperaban.
—Me llaman
El niño —dijo el más joven,
quien estaba tumbado y mientras se incorporaba para sentarse.
—Yo
soy El Chino —dijo el otro.
—Manuelito Maldonado —dijo a modo de presentación.
—Hemos
requerido su presencia por necesitar cierta información —comenzó a contar el
más joven—. Venimos de las montañas a cumplir dos misiones en Somoto. Una de
ellas es el asalto al Banco y la otra, es la de ajustarle las cuentas a Marvin
Corrales. La muerte de José Benito ha sido lo último que ha sucedido por la
información que está dando a la Seguridad del Estado y a la G.N.; y no ha sido el único que ha muerto por
su causa.
Manuelito
se vio sorprendido por la noticia. Desconocía esa faceta de Marvin, a quien
consideraba un compañero más de lucha, que incluso entrenaba como guerrillero.
Al enterarse recordó la muerte de Mauricio Cajina: ¿Fue Marvin quien avisó para que relazaran aquél control donde Mauricio
perdió la vida? Se preguntó Manuelito, mientras recordaba cómo llegó
contando que había logrado escapar del control de la G.N. y que habían herido a
Mauricio, como veremos más adelante.
—Necesitamos
saber cuántos Guardias tiene Somoto, y nos hagas un plano de las posibles
salidas y entradas al pueblo.
—Está
bien, pero no veo prudente las acciones que pretenden llevar a cabo. En la
cuestión del Banco, es muy riesgoso, pues la cantidad de Guardias no es tan
pequeña y el Comando queda muy cerca. Las salidas son pocas ya que la montaña
está muy alejada de la ciudad, no veo posibilidad de escapar con vida después
de realizar el asalto al Banco.
—Y
en cuestión del traidor, que nos podés decir —preguntó el niño.
Manuelito
pensó un instante buscando una respuesta que dejase a un lado su decepción y
sentimiento de haber sido traicionado, para contestar objetivamente sobre las
implicaciones de aquella acción.
Existe
un problema en esa cuestión. Marvin habrá pasado a la G.N. toda la información
de las personas con las que ha entrado en contacto. Ya sabrán quienes estamos
apoyando la lucha, así que la muerte de su soplón tendrá sus consecuencias
sobre nosotros, pues seremos arrestados y torturados para sacarnos la
información que Marvin ya no les podrá dar. Creo que es mejor dejarlo así,
aunque teniendo en cuenta la nueva situación para buscar alternativas que no
provoquen reacciones en nuestra contra...
Durante
un rato Manuelito expuso sus objeciones sobre las acciones que pretendían
realizar, contestó a preguntas que le hicieron y alegó sobre la conveniencia de
no realizarlas. Finalmente los dos guerrilleros desistieron en llevarlas a
cabo.
—Está
bien Manuelito, haremos informar a nuestros superiores lo que nos has dicho
para que estudien otras posibilidades.
Marvin
Corrales caería preso un mes después del triunfo de la revolución. Juzgado,
entró en prisión hasta ser puesto en libertad por la amnistía decretada por
Violeta Barrios de Chamorro en 1990.
Manuelito,
una vez supo el paradero de su hermano Chico, organizó el viaje para visitarlo,
y un viernes de diciembre tomó el autobús matutino Somoto-Managua. A las
cuatro de la tarde llegó al mercado de San Miguel, donde le esperaba el hermano
de Mauricio Cajina para llevarlo a su casa, allí pasaría la noche.
Hilaria
Pérez, madre de Mauricio, era de una comunidad de Somoto que se casó con un
señor de Managua. Manuelito, durante la cena con la familia de su compañero
zapatero, estuvo contando sobre su hermano y la visita que realizaría al día
siguiente. El hermano de Mauricio se ofreció acompañarle, y al día siguiente
ambos salieron temprano hacia Tipitapa, para llegar con tiempo a la visita.
La
cárcel modelo de Tipitapa había sido construida como fortaleza. Grandes
tapiales de bloques y torreones de vigilancia en los costados hacían del
edificio una estructura estratégicamente asegurada ante cualquier ataque
militar.
Estando
a unos cien metros de la entrada a la cárcel, vieron que había un control de la
Guardia. Manuelito observó cómo su acompañante miraba a su alrededor y
acercándose a unos arbustos con disimulo, se metió la mano en su bolsillo: Me
la quitarán en el registro, dijo sacando algo del pantalón y soltándolo
bajo unas ramas; era una pequeña navaja que le causaría serios problemas si los
guardias se la encontraban. En el control estaban registrando uno a uno a todos
los que llegaban, y tenían una gran fila de personas esperando. Unos soldados
subían y bajaban una gran cadena de hierro al paso de vehículos autorizados.
Mientras esperaban su turno para el registro, Manuelito reconoció en la cola a
familiares de guerrilleros, originarios de varios lugares de Nicaragua.
Llegaron
al control y el registro fue relativamente rápido. Manuelito y su acompañante
caminaron hacia la entrada principal de la fortaleza, donde había una puerta
grande para el paso de vehículos, y a su lado una pequeña puerta para el paso
de personas, en ella los visitantes eran registrados de nuevo, mucho más a
fondo, obligaban quitarse los zapatos para ser revisados.
La
privación de libertad y torturas sobre un reo, no sólo causaba sufrimiento al
preso. Aquellas mujeres sospechosas de intentar introducir algo en la prisión,
eran llevadas a un cuarto para que una Mujer Guardia la registrase íntimamente.
En esa habitación les
obligaban
a desnudarse por completo en busca de objetos o mensajes ocultos. Incluso
hacían que se agachasen y se levantasen varias veces estando desnudas, en
espera que cayesen objetos... de aquello. También les revisaban entre
las nalgas... y recordemos que por entonces, las tendencias sociales donde la
desnudez del cuerpo se hace cada vez más común, estaban aún muy lejos. El
nudismo o ponerse un simple bikini, era algo impensable. Incluso, hoy, en
muchas zonas de Nicaragua no se usan trajes de baño sino camisetas y pantalones
cortos. Por este motivo, aquellos desnudos obligatorios que padecían las
mujeres en esos registros solía ser como una tortura para ellas: Ni siquiera
delante de mi marido he enseñado de esa forma, dicen algunas que pasaron
por ello.
Después
del registro, donde también revisaron todo lo que Manuelito llevaba para dar a
su hermano, pasaron a una sala donde esperaron la hora de visita.
En
un patio interno techado y rodeado por dos pisos de celdas, treinta y dos
presos políticos esperaban a sus familiares. Chico y René Núñez saludaron y
abrazaron efusivamente a Manuelito cuando los dejaron pasar. René, entre
conversación y conversación, fue presentándoles a varios dirigentes del Frente
Sandinista.
Le
dijeron que allí estaba Tomás Borges, a quien mantuvieron en paradero
desconocido hasta cuarenta días después que los presos iniciasen una huelga de
hambre por este motivo, pero, aunque Tomás había sido llevado a la prisión, lo
tenían totalmente incomunicado.
Manuelito
quedó con Chico que iría a visitarlo cada quince días, pues los doce córdobas
que costaba el autobús de ida, más otros tantos de vuelta, era demasiado gasto
para la pobre economía de un zapatero. Así comenzó Manuelito a visitar cada dos
semanas la cárcel de Tipitapa, a veces en autobús y en ocasiones con Carlos
Alfaro, quien siendo chofer de un microbús, lo llevaba a Managua permitiéndole
pagar el precio del viaje cuando le fuese posible.
Aquellas
visitas a la prisión eran parecidas a un patio de colegio en horas de recreo,
en un espacio definido, muchas personas se reunían en pequeños grupos para
hablar cada cual de sus asuntos. De lejos, siempre acechante la atenta mirada
de los Guardias, observando detenidamente todos los movimientos.
El
seudónimo de Manuelito Maldonado había tomado peso cuando se hablaba de la zona
norte del país y los dirigentes conocían bien la labor de Rodrigo, que
ahora pudieron conocerlo personalmente y lo tenían con ellos cada quince días,
por lo cual, le confiaron la misión de sacar e introducir instrucciones de la
prisión. En uno de los encargos, Manuelito tuvo que ir a Santo Domingo, en el
Municipio de Totogalpa, a la hacienda de Alejandro López, quien estaba preso.
Mauricio Cajina le acompañó en el viaje, y una vez allí se contactaron con
Uriel, para decirle que preparase comida y alojamiento para varios guerrilleros
que llegarían a la zona. Cuando ya habían cumplido la misión, se marcharon,
pero esta vez, un juez de cañada que cuidaba la finca del Coronel Agustín Bodán
los detuvo y los trasladó a la cárcel de Totogalpa, pero la providencia los
protegía, y el jefe, que conocía al tío de Mauricio los dejó ir.
El
progresivo y continuado acercamiento de dirigentes a Manuelito en sus visitas a
la cárcel Modelo, no pasó desapercibido a los ojos de los vigilantes del patio.
Los controles y registros hacia él se volvieron mucho más exhaustivos, pero
Manuelito lograba ingeniárselas para introducir y sacar indicaciones e
información diversa de la prisión. Una técnica que le funcionó bien, fue la de
introducir y sacar los mensajes entre los pliegues del cartón, que formaba la
caja donde llevaba ropas limpias, comida, y útiles de aseo para su hermano, la
cual una vez vaciada, era llenada con ropa sucia para volvérsela a llevar.
En
aquellas visitas, Manuelito notó que había dos Tenientes encargados de la
prisión. Uno era un joven de piel blanca que tenía cierta simpatía hacia los
presos. El otro, de Managua y apellido Bermúdez, siempre parecía estar enojado,
y según le contaron los presos, solía propinar malos tratos. Cierto día,
Manuelito salía de la prisión cuando vio de lejos al Teniente Bermúdez con una
manzana en la mano —Incluso hoy una manzana es un lujo para los pobres de
Nicaragua, al ser un producto de importación con precios altos—. Cuando pasó
frente al Teniente, éste lo detuvo.
—Tome
—le dijo entregándole la manzana.
—Gracias
—contestó Manuelito mientras agarraba la fruta, muy sorprendido por el
inesperado regalo.
Ya
fuera de la prisión, se dispuso a morder la manzana, pero lo detuvieron algunos
pensamientos que se arremolinaron en su mente. Las ganas de morder la jugosa
fruta luchaba con una inquietante sensación de sospecha: Pasaron muchos por
delante del Teniente y no les dio nada, ¿por qué a mi sí? pensó mientras
caminaba mirando detenidamente la manzana. Finalmente la tiró a unos arbustos:
No quiso caer en el viejo truco de la manzana envenenada.
Manuelito
conoció a Isidoro y Teofilo Alfaro en la prisión. Las hijas de este último,
Esperanza y Marta, acudían a visitar a su padre y tío procedentes de El
Rodeo. Esperanza Alfaro logró la arriesgada hazaña de introducir en la
prisión un disco prohibido por el gobierno. Los guardias la veían muy humildita
y no solían registrarla en profundidad. Entre un montón de ropas limpias que
traía para sus familiares, pasó la música revolucionaria: Un L.P. de vinilo que
el calor del viaje había derretido y arrugado, el autor era Carlos Mejía Godoy.
Los presos tenían un tocadiscos, y aunque no pudieron escuchar todos los temas
del disco por el deterioro sufrido, en la cárcel de Tipitapa sonó La misa
campesina, originándose un gran revuelo cuando se escucharon letras como:
No hay cosa más bonita
que mirar,
a un pueblo reunido,
que lucha cuando quiere mejorar
porque está decidido.
No hay cosa más bonita que escuchar,
en el canto de todos,
un solo grito inmenso
de fraternidad...
a un pueblo reunido,
que lucha cuando quiere mejorar
porque está decidido.
No hay cosa más bonita que escuchar,
en el canto de todos,
un solo grito inmenso
de fraternidad...
Esperanza
Alfaro también logró introducir una carta muy importante de Oscar; seudónimo
de Bayardo Arce.
—¿Cómo
lo hiciste? —le preguntó Chico asombrado por la valentía de la muchacha.
—En
el calzón lo traje.
—Te
arriesgaste mucho... Ya han detenido a una muchacha de Chinandega por llevar
una carta escondida en el mismo sitio...
Manuelito
fue amistándose con las hijas de Teófilo y comenzaron a realizar las visitas a
la cárcel juntos. Ahí me cuidas a las muchachas, le decía don Teófilo
cuando se marchaban.
Una
vez llegaron tarde y perdieron el autobús de regreso a Somoto. Decidieron
caminar en busca de algún transporte que parase y les hiciese el favor de
llevarlos. Ya habían caminado un buen rato, cuando bajo una Ceiba grande vieron
a un hombre con muletas acompañado de un niño.
Ese
parece mi hermano Víctor —dijo Esperanza.
Se
acercaron, y efectivamente, era Víctor, que saludó muy contento de ver al
grupo.
—¿Qué
haces aquí? —preguntó Esperanza.
Estábamos
buscando un lugar para pasar la noche y este árbol parecía buen sitio.
Estuvimos en la prisión pero no nos dejaron pasar por llegar algo pasados de
hora.
Víctor
perdió la pierna a causa de un fuerte golpe que sufrió en la rodilla cuando
niño. Sin la atención necesaria, estuvo cojeando hasta que los dolores fueron
insoportables. Lo trasladaron a León para ser examinado y descubrieron un grave
problema extendido por toda la pierna derivado de la mala curación: Requería
intervención quirúrgica urgente y se la amputaron desde la ingle.
Los
cinco decidieron seguir caminado para avanzar lo más posible y poder
llegar a Somoto aunque fuese al día siguiente. Un señor paró su camioneta
cuando vio a Víctor con las muletas, confesó que sintió la necesidad de
ayudarlo. El señor los llevó hasta el cruce de Boaco, allí siguieron caminando
durante un rato hasta que otro vehículo se detuvo y los llevó hasta el cruce de
Chontales. De poco en poco llegaron a Estelí a las once y media de la noche.
Manuelito pensó que podían pasar la noche en casa de Tobías Gadea, que estaba
preso en Tipitapa. Ya en varias ocasiones se había quedado a dormir allí,cuando
estando por la zona se le había hecho tarde para regresar a Somoto. Fueron a la
casa pero nadie contestó. La peligrosidad de la situación represiva había hecho
que abrir las puertas en la noche fuese un riesgo incluso de muerte, por ello,
Manuelito no quiso insistir, y todos siguieron caminando en dirección a Somoto
hasta llegar al lugar llamado La Sirena. Cansados,
decidieron pasar la noche en un potrero con una vegetación cómoda, que les
protegería del viento frío de la noche. Las muchachas sacaron la ropa sucia de
sus familiares presos para abrigarse y se acomodaron en el terreno acercándose
a Manuelito para aprovechar el calor humano, pero la educación revolucionaria
de respeto a las compañeras, hizo que éste se alejase de ellas y no pudo dormir
en toda la noche por el frío.
A la
mañana del día siguiente se acercaron a la carretera y tomaron el autobús
matutino con dirección a Somoto, que acababa de salir de Estelí.
EL
COPETUDO
La
primera escuela de entrenamiento militar del Frente Sandinista en el municipio
de Somoto, estuvo situada en El Rodeo. Por
ella pasaron entre otros muchos, José Áureo Chacón, Julio Cesar, Augusto Cesar
Salinas y Mauricio Cajina. Este último murió en el Tablón en 1975 cuando
regresaba de Honduras después de un entrenamiento. Con él iban varios
compañeros; Omar —a 2008 jefe del ejército nicaragüense—, Manuel Flores Turcios,
Marvin Corrales, y Doris Tijerino, que ya tenía sus años y era considerada de
las primeras mujeres guerrilleras de Nicaragua; había sido arrestada con
anterioridad en varias ocasiones, siendo objeto de numerosas torturas.
Mientras
el grupo de guerrilleros regresaba de Honduras fueron sorprendidos por un
control de la GN y se produjo un tiroteo. Marvin llegó a La Piragua de madrugada, contando que
logró escapar y que Mauricio había sido herido, pero luego se enteraron que
falleció.
Desde
ese día la presión por espionaje de la G.N. sobre la zapatería de Manuelito
aumentó considerablemente, ya que Mauricio Cajina trabajaba en La Piragua. Manuelito tuvo que dejar sus
estudios, cursando cuarto año de secundaria. La presión psicológica, la muerte
de su compañero, y el riesgo de ser asesinado cuando iba a clase, le llevó a
tomar la decisión.
La
primaria la había terminado con 34 años, habiéndola retomado por la insistencia
de Adrián Gutiérrez, que hacía ver lo importante que eran los estudios para la
revolución; Necesitaremos gente preparada
para realizar trabajos de calidad para el pueblo, decía. Mauricio
Cajina comenzó a estudiar con Manuelito y ambos iban a las clases nocturnas.
Durante el día, en la zapatería, Manuelito tenía su cuaderno cerca, y mientras
esperaba que se secara algún pegamento, aprovechaba para estudiar.
La
escuela de entrenamiento del Rodeo fue
trasladada luego al cerro Copetudo, por
lo estratégico del nuevo emplazamiento. Teófilo Alfaro,padre de Esperanza y de
seudónimo Fidel, se encargaba de abastecerla de suministros. Su casa era
el centro de operaciones y un lugar donde los guerrilleros podían descansar
antes de subir al cerro. La familia Alfaro tenía plantaciones de tomates que
daban normalidad a los movimientos clandestinos por la zona, pues de un lado a
otro iban y venían trabajadores y compradores de tomates proporcionando la
tapadera perfecta. Teófilo subía al cerro comida, armas, y otros elementos
usados para los entrenamientos y los guerrilleros aprovechaban para trabajar en
los campos de tomates. Augusto Cesar Salinas, mientras entrenaba en el cerro
colaboró arando y sembrando tomateras.
Las
conversaciones de Manuelito en el patio de la cárcel se extendían sobre muchos
temas. Las narraciones sobre las vivencias personales de cada uno servían para
recopilar importantes datos de información histórica, de aquella que suelen
perderse con el tiempo si no son escritas ni trasmitidas verbalmente. ¿Cómo
ocurrió lo del Copetudo? —preguntó Manuelito a su hermano, y Chico le contó
lo sucedido:
Durante
aquellos días, además de guerrilleros entrenándose estaban allí varios dirigentes
del Frente Sandinista, entre ellos Omar Cabeza y Carlos Manuel Morales. Pero el
día que la Guardia nos emboscó ellos se encontraban en Totogalpa en una reunión
de dirigentes en casa de Guacho Montoya —colaborador recuperado para la lucha
por Carlos Fonseca—. Varios días antes del asalto, Teófilo Alfaro advirtió a
Carlos Manuel Morales, que podíamos correr peligro por una señora que vivía
cerca al cerro, que tenía un hijo en la GN y podría delatarlos si nos descubrí.
Pero esta advertencia no se tuvo en cuenta y alguien fue a convencer a la
señora para que colaborase con nosotros. Ese fue el principio del fin para el
Copetudo y los más de veinte hombres que entrenaban allí cuando la Guardia los
rodeó y los apresó sin posibilidad de defenderse... Todos fuimos trasladados al
Comando de Ocotal —en el departamento de Nueva Segovia—, para ser torturados.
Dos jóvenes estudiantes de Cusmapa fueron asesinados después de las torturas,
eran Ricardo y Luciano Velásquez. En algún lugar cercano se deshicieron de sus
cadáveres pero la Guardia ocultaestos hechos. Yo no estaba entrenando en el
cerro cuando sucedió la emboscada. Me encontraba en las cercanías captando
colaboradores y vigilando posibles movimientos sospechosos. Unos días antes del
asalto, detecté una persona extraña rondando el cerro e informé a los
dirigentes, pero al parecer no me prestaron mucha atención, quizá fuese un
espía enviado por la Seguridad del Estado para preparar la emboscada. El exceso
de confianza nos está pasando factura. A mí me capturaron de sorpresa, cuando
montado en un burro me acercaba al cerro. Yo no sospechaba nada y me emboscaron
tirándose varios hombres encima de mí sin darme oportunidad de reaccionar.
Noventa y siete días de torturas he pasado hasta que me trajeron aquí, a la cárcel
modelo. En el Comando de Ocotal torturaban a muchos campesinos que entre gritos
de dolor y sufrimiento, algunos hablaban de cosas que no sabían, y para aclarar
aquello que habían dicho y que muchos eran inventos de hombres desesperados, yo
era torturado una y otra vez para contrastar las informaciones que obtenían.
Antes de llegar aquí me trasladaron a un bodegón secreto, situado en algún
lugar de Managua. Las incesantes torturas me dieron una imagen que dejarían al
descubierto las deplorables actuaciones del gobierno si salía en los
periódicos. Entonces me escondieron en aquel bodegón lleno de cucarachas,
pulgas, y ratas, donde se respiraba un hedor insoportable. Allí nos tuvieron a
varios presos, en espera de recuperarnos físicamente y tener una mejor imagen
para ser fotografiados por los periodistas...
Manuelito
escuchaba a su hermano y lamentaba que hubiese pasado por tan dura experiencia.
El rencor causado por las vejaciones y las dolorosas torturas se notaba en sus
expresiones; ojos cargados de ira, marcada en su alma a fuerza de tormentos
inimaginables. De pronto la cara de Chico se entristeció y continuó contando:
...Todos
los que caímos en el cerro Copetudo estamos aquí, pero según he descubierto,
Tino ya no está con nosotros.
Manuelito
supo al instante a qué se refería.
Según
me han contado —prosiguió Chico—, Tino logró escapar al cerco de la Guardia
cuando asaltaron el cerro y se dirigió a la frontera. Llegó a Icalupe
—localidad situada al Noreste de Somoto—, donde con sed y hambre pidió comida
en una casa, pero era la casa de un Guardia...
—Sentate,
ahora te traigo de comer —le dijo el Guardia vestido de paisano y sin que Tino
pudiese sospechar.
Pero
el Guardia no fue por comida, sino por el juez de mesta para capturarlo entre
los dos. Tino fue apresado y amarrado según vieron gentes del lugar. Luego lo
llevaron al Comando de Somoto donde pasó un día.
—No
me di cuenta de eso —dijo Manuelito.
Nadie
se enteró de su estancia allí, salvo un Oreja que trabaja en el banco Nacional
de Somoto y que fue llamado para reconocerlo. Ese mismo Oreja llegó al Comando
de Ocotal para reconocer a los demás Somoteños...
Manuelito
supo de quien hablaba Chico; era un vecino que se había criado con él y sus
hermanos cuando eran pequeños.
Las enseñanzas
guerrilleras contenían normas de conducta para los casos de interrogatorios y
torturas. Entre ellas estaba la de no hablar ni señalar a personas vivas, y
antes de contar algo sobre colaboradores no fichados por la Seguridad Nacional,
se debía hablar sobre aquellos que ya fallecieron o estaban en la
clandestinidad, por ejemplo: Si preguntaban ¿quién te reclutó? debían decir el
nombre de un guerrillero fallecido o en la clandestinidad, para cuando fuesen a
buscarlo no lo encontrasen. Aquellas enseñanzas y la fe de muchos guerrilleros
en los ideales por los cuales entregaban sus vidas, evitaron la destrucción de
las estructuras clandestinas, como la organizada por Manuelito Maldonado. Sin
estas redes logísticas y de información, el movimiento Sandinista no hubiese
podido cambiar el curso de la historia.
Tino
también fue llevado a Ocotal para ser torturado —continuó contando Chico—, pero
lo mantuvieron alejado de nosotros... Según una compañera que estuvo presa con
él y vio sus torturas, Tino prefirió morir antes que decir nada... Sólo
consiguieron sacarle gritos de rabia y enojo... Murió mientras lo torturaban, y
sin parar de gritar una y otra vez: PATRIA LIBRE O MORIR...
LAS
TENDENCIAS
Manuelito
sufrió el duro golpe de saber que su hermano Tino había fallecido, pero su
capacidad de sufrir ante la pérdida de un ser querido había sido desgastada.
Cada vez que un compañero moría, moría algo dentro de Manuelito. El alma del
zapatero se endurecía y desapegaba de las personas, pero al mismo tiempo, se
hacía más sensible y fuerte para luchar contra las injusticias sociales. Las
cuales, si no todas, la mayoría de ellas, son provocadas por la tendencia del
ser humano a separarnos los unos de los otros; por religión, por razas, por
dinero, por política, por nacionalidades,..., en vez de buscar consensos a
favor del bienestar de toda la humanidad.
—¿Y
qué sucedió en Nandaime? —preguntó Manuelito.
Lo
que allí sucedió, fue a causa de las divisiones que estamos experimentando
dentro del Frente Sandinista. Oscar Turcios y los demás murieron por estas
divisiones.
¿Y
qué son esas divisiones? —preguntó Manuelito, sorprendido por la noticia.
—Las
divisiones están causadas por tres tendencias que siguen un mismo objetivo pero
prefieren caminos distintos. Está la tendencia G.P.P. o Guerra Popular Prolongada,
la originaria que trabaja concientizando para conseguir sus objetivos a largo
plazo. Otra tendencia es la llamada Insurreccional, que pretende actuar con la
fuerza como principal vía de acción. Y la tercera es la formada por los
Terceristas, que trabajan usando las dos anteriores; la concientización y la
acción.
Manuelito
no daba crédito a lo que oía. El Frente Sandinista de Liberación Nacional
dividido, cuando se trataba de unirse todos para un bien común, se decía
sorprendido.
Chico
siguió contándole:
Lo
peor de la división, es que nos está perjudicando enormemente. En Nandaime por
ejemplo; una tendencia había llevado a cabo una acción guerrillera en la zona,
pero la división entre tendencias está cortando la comunicación entre ellas.
Por esto Oscar Turcios no conocía la situación del lugar y fueron tomados por
sorpresa por la GN. Las fuerzas del Estado estaban contraatacando con grandes
efectivos una acción que Oscar y sus compañeros desconocían. Estos son los
resultados de estas divisiones en la dirección del Frente, la muerte de
nuestros propios compañeros y muchas complicaciones que se están dando en
muchos lugares del país...
Manuelito,
conociendo personalmente a los dirigentes de las tendencias desde años atrás,
siguió trabajando sin tener en cuenta tendencia alguna; ayudando a todos por
igual, como hermanos de lucha que eran, pues no está en la mente de quien busca
la unidad ante la tiranía, tratar con distinción a quienes buscan un mismo
objetivo solidario.
¡Qué es esa mierda de las tendencias y las divisiones!... estar ahora divididos... decía
el por entonces casi anciano Gregorio Oliva; Goyito, mientras recorría a pie las redes clandestinas del
norte de Nicaragua llevando y trayendo mensajes.
Manuelito
Maldonado impidió que bajo su estructura existiesen divisiones, y aunque a
veces le llegaron instrucciones de no recibir a tal o cual compañero por ser de
diferente tendencia, todos eran bien recibidos en su organización.
***
«Se
continuó trabajando como siempre: PARA TODOS... Y los integrantes de mi
organización, tampoco estuvieron de acuerdo con aquellas divisiones».
Manuelito
Maldonado.
***
Las
acciones militares del Frente Sandinista aumentaron y la represión de Somoza se
recrudeció. A Somoto llegaban cada vez más Guardias preguntando por seudónimos
de diferentes colaboradores, descubiertos en documentos incautados o por boca
de torturados.
Las
repercusiones negativas de la división en tendencias del Frente Sandinista
afectaron a cada una de ellas. Los dirigentes comprendieron que debían
mantenerse unidos si querían llevar a cabo la insurrección final: Entonces
buscaron la unidad y comenzaron a preparar el último golpe a la dinastía
Somocista.
EL
TRIUNFO
(1978 - 1979)
(1978 - 1979)
Pedro
Joaquín Chamorro, conocido periodista y escritor contrario al régimen de
Somoza, fue asesinado en Managua el 10 de enero de 1978. Todo señalaba a Somoza
como culpable y se originaron desordenes y manifestaciones en contra del
gobierno durante semanas. Hubo intentos de levantamientos aislados y se llevó a
cabo una huelga nacional. Pero el control siguió en manos del dictador; aunque
el apoyo internacional con que había contado hasta entonces, comenzó a
retirarse.
El
22 de agosto de 1978, un Comando sandinista asaltó el Palacio Nacional de
Managua, donde se encontraban diputados, senadores, y algunos familiares de
Somoza. Muchos pobladores llegaron al lugar para apoyar a los guerrilleros y
tratar de impedir la actuación de la G.N. El palacio fue minado por los
asaltantes para evitar el asalto de la E.E.B.I. —Escuela de Entrenamiento
Básico de Infantería, grupo de elite dirigido por Anastacio Somoso Portocarrero,
El Chigüín—. Las peticiones de los asaltantes para dejar el palacio
fueron aceptadas por Somoza, que cambio los rehenes del palacio por un millón
de dólares, la libertad de prisioneros del F.S.L.N., la difusión de una
proclama por la radio sobre la lucha Sandinista, y el permiso para salir del
país en avión. Cuando se difundió la proclama, toda Nicaragua se enteró de las
intenciones del Frente Sandinista, constantemente desprestigiadas por el
gobierno en su manipulación de medios informativos. La mayoría de los presos
políticos de la cárcel modelo fueron liberados, y muchos ciudadanos fueron al
aeropuerto para despedir a los guerrilleros. En el avión destino Cuba, salieron
del país, tanto los guerrilleros asaltantes del Palacio, como los presos que
habían sido liberados. En la cárcel de Tipitapa sólo quedaron doce presos,
cuyos nombres no estuvieron en la lista entregada por los Comandos para su
liberación. Entre los que se quedaron en la cárcel estaba Chico, el hermano de
Manuelito... Y Manuelito siguió visitando a su hermano en la cárcel hasta la
amnistía de diciembre de ese mismo año, cuando Somoza quiso amortiguar la
presión internacional aparentando buenas intenciones para estabilizar la
situación social del país. Ya se habían dado a conocer muchas de las
atrocidades que estaba cometiendo, y el gobierno de los Estados Unidos se vio
obligado a quitar su apoyo al dictador, pues ya se sabe que para ser un maestro
de la hipocresía, lo único que se requiere es dar una buena imagen cara al
público, aunque luego se esté podrido por dentro.
Chico
fue puesto en libertad y se alojó en casa de Matilde Lorente, madre del
guerrillero Amilcar Lorente, que conoció mientras él estaba en la cárcel.
Matilde tenía dos hijos revolucionarios, uno de ellos había muerto luchando y
su casa estaba fuertemente vigilada.
—Corré,
ahora es el momento —dijo la señora Lorente observando la calle.
Tres
figuras femeninas salieron deprisa de la casa para entrar en un taxi que les
esperaba en la calle.
—A
la embajada de Venezuela —indicó doña Matilde.
El
taxi llegó a la embajada y Chico se despidió de las dos mujeres. Después de
observar la calle salió del taxi y entró en la embajada. La otra mujer era una
amiga que Chico conoció cuando trabajaba en la aceitera Corona.
Chico
había tenido que disfrazarse por temor al llamado Pisa y corre: Técnica que usaba la
Seguridad Nacional de Somoza para asesinar, donde el objetivo era perseguido y
asesinado a sangre fría, sin dejar pistas que pudiesen llevar a los autores.
Chico
entró aprisa en la embajada y solicitó asilo político. Desde allí, fue
trasladado a Venezuela junto a otros guerrilleros. Una vez en el país hermano
de Nicaragua, se dan cuenta de oportunistas nicaragüenses, que no colaborando
con el Frente Sandinista, engañaban a los venezolanos sacando dinero en
colectas económicas para un apoyo revolucionario, que en realidad realizaban
por puro interés de lucro personal. Ante estas estafas de sus mismos paisanos,
los verdaderos guerrilleros se sintieron indignados y se organizaron en una
vivienda, donde formaron un centro de encuentro y reunión de guerrilleros, que
detectaría a estafadores y llevaría a cabo recaudaciones reales para la lucha
Sandinista. El dinero conseguido lo enviaban a Nicaragua mediante personas de
confianza.
Chico
y los demás compañeros exiliados en Venezuela ya no regresarían a Nicaragua
hasta después del triunfo de la revolución.
Una
nota clandestina anunció a Manuelito que la insurrección final estaba cerca. En
poco tiempo la zona norte de Nicaragua quedó vacía de guerrilleros. Todos se
desplazaron para el crucial evento.
Antes
de la insurrección final, la junta de gobierno del Frente Sandinista de
Liberación Nacional tomó forma en Costa Rica. Luego se trasladó a León, una vez
fue liberada la ciudad por los guerrilleros. Daniel Ortega encabezó la campaña
de resistencia urbana que avanzó con rapidez hasta Managua. Los Estados Unidos,
sabiendo lo que se avecinaba y con temor a un gobierno comunista parecido al de
Cuba, presionó a Somoza para que renunciara al poder en favor de una coalición
moderada. El dictador abandonó el país el 17 de julio de 1979, y el 19 del
mismo mes, los guerrilleros Sandinistas se apoderaron de la capital
Nicaragüense. El F.S.L.N. tenía el control de la capital y comenzó su avance
hacia el resto del país controlado aún por el ejército de Somoza. Las batallas
bélicas continuaron contra un ejército sin líder, que envuelto en fuertes
combates contra los guerrilleros comenzó a huir hacia Honduras. En aquella huida,
las mentes enajenadas y frustradas de algunos grupos de Guardias ante la
inminente derrota, causaron masacres indiscriminadas donde asesinaron a
mujeres, hombres, y niños campesinos. Saqueaban todo a su paso por venganza, y
la barbarie humana se materializó con muertes, desesperación y odios.
En
Nicaragua se volvía a demostrar, como tantas otras veces en la historia de la
humanidad, que una minoría que gobierna gracias al poder represivo militar
contra sus ciudadanos, nunca podrá contra la unión de una mayoría oprimida que
reclama libertad y justicia. La
Revolución Popular Nicaragüense había logrado su lugar en la historia.
En
Managua se instaló definitivamente la junta de gobierno del Frente Sandinista
para reconstruir la nación, el llamado Gobierno de Reconstrucción Nacional. El
cargo de la presidencia no se consideraba, y en su lugar estaba el de
Coordinador que ocupó el Comandante Daniel Ortega Saavedra. Aquella junta de
gobierno estaba formada por una coalición, donde aparte de Daniel, había otros
dos Sandinistas, el escritor Sergio Ramírez, Moisés Hassan, y otros dos
miembros independientes, el empresario Alfonso Robelo Callejas y Violeta
Barrios de Chamorro, viuda de Pedro Joaquín Chamorro; Mártir de las libertades
públicas cuya consigna siempre fue: Nicaragua volverá a ser República.
Anastasio
Somoza huyó a Miami. En 1980 llegó a Paraguay, país donde murió por un disparo
de bazuka en las calles de Asunción en un atentado aparentemente promovido por
el Frente Sandinista, lo que no ha evitado que surgiesen especulaciones al
respecto. Algunas dicen que para el F.S.L.N. Somoza le era más útil vivo que
muerto, ya que amenazaba con volver a recuperar el país y unificaba al pueblo
Nicaragüense en favor del nuevo gobierno. Otras especulaciones hablan sobre el
miedo que Somoza causó en sectores poderosos de Paraguay que pudieron
eliminarlo por ello. También se ha escrito sobre un posible amorío con la mujer
de un hombre poderoso que vengó su humillación...
A
Somoto llegó la noticia que el Frente Sandinista había tomado Managua, pero la
alegría no podía manifestarse. Los Guardias dominaban el pueblo y las
represalias por la derrota podrían ser despiadadas.
—Manuelito,
Manuelito... recoge tus cosas y vámonos, date prisa —dijo Goyito entrando
en La Piragua con disimulada urgencia.
—¿Qué
ocurre? —contestó Manuelito con preocupación.
—Están
combatiendo en Palacagüina y luego vienen para Somoto. He venido a llevarte a Pueblo Nuevo que ya está liberado por los
guerrilleros.
Pero
no puedo irme, estoy esperando un grupo de compañeros que vienen de Honduras para
combatir.
Pero
aquí corremos mucho peligro, debemos irnos.
Los
combates aún estaban lejos, Palacagüina, localidad del departamento de Madriz,
estaba a veinticinco Kilómetros de Somoto.
—No
voy a poder marcharme, tengo que esperar a los guerrilleros —insistió
Manuelito.
Ambos
no sospechaban que los Guardias en su retirada estaban más cerca de lo que Goyito
sabía, y mientras discutían sobre la conveniencia o no de abandonar Somoto,
escucharon el ruido de vehículos militares acercándose. El rumor que los acompañaba
fue acrecentándose al igual que el temor de ambos a ser asesinados. La
Piragua llevaba años siendo un lugar muy vigilado, desde que el Calzonetas
se instaló enfrente como vecino.
—Ya
vienen, tenemos que escondernos.
—Pero
dónde, pueden entrar aquí o barrer el solar con disparos —dijo Goyito con
preocupación.
Si
los Guardias que conocían la zapatería de Manuelito decidían tomar represalias
antes de huir, La Piragua sería el primer lugar al que irían, pues los
había que siempre desearon encontrar pruebas para acabar con ella. Goyito y
Manuelito estaban en gran peligro, pero ya era tarde para salir a la calle.
—Ven,
agachémonos aquí y esperemos a ver qué ocurre —dijo Manuelito.
Los
coches ya entraban por un lado de la calle y ambos se agacharon bajo la ventana
de la zapatería. Entre las tablas miraban con temor a que entrasen y disparasen
hacia todo el solar. Vieron pasar varios Jeep militares con ametralladoras, y
detrás de ellos caminaba un grupo de Guardias muy tensos que apuntaban y
miraban a todas partes dispuestos a disparar a la menor señal de peligro.
Detrás de ellos marchaban varios camiones con heridos; algunos llevaban vendas
blancas manchadas de sangre en la cabeza.
De
lejos, Manuelito pudo sentir la decepción de quienes marchaban hacia un futuro
incierto, muchos dejaban a sus familiares y pertenencia atrás; bajo el dominio
de las líneas guerrilleras.
Aquel
convoy venía de ser derrotado en Estelí, donde el Comando, una fortificación
casi impenetrable, había sido tomado gracias a un tractor bomba dirigido hacia
la entrada principal.
El
convoy pasó. Manuelito y Goyito se sintieron aliviados de no haber
sufrido represalias, y cuando salieron de su escondite, vieron al Calzonetas
sacando de la casa a su mujer, a rastras, para perseguir al convoy y huir
con los militares a Honduras.
El
Comando de Somoto quedó vacío en poco tiempo. Todos habían huido salvo un
pequeño grupo de Guardias armados que pretendían resistir la ofensiva
Sandinista.
El
orgullo nubla la razón cuando las destructoras energías del enojo y la rabia se
apoderan de él. Pero a los valientes les duraron poco sus aires de grandeza.
Comenzaron a sonar disparos cerca del parque frente al Comando. Los tiros de
Garant se sucedían en ráfagas, y el miedo se apoderó de los Guardias. ¡Dios
mío! ¡Ya están aquí!, gritó uno de ellos tirando su arma al suelo, para
salir corriendo en busca del convoy. Las campanas de la iglesia comenzaron a
repicar sin cesar: TOLÓN, TOLÓN TOLÓN... Y los que no huyeron con los
disparos, se convencieron que el tiempo de la GN llegaba a su fin. Es
cierto, ya están aquí... ¡Vámonos!... ¡corré, corré! Y así abandonaron el
Comando sus últimos custodios, corriendo sin saber que en realidad, estaban
huyendo de un grupo de lustradores, quienes disparaban unas armas que habían
encontrado abandonadas por algunos Guardias en su huida; uno de ellos también
tocaba las campanas.
Al
ejército derrotado proveniente de Estelí se le iban sumando simpatizantes y
colaboradores de la dictadura. Poco tiempo tenían de alistar algunas
pertenencias y salir corriendo para alcanzar al convoy. Esto evitó las
represalias contra La Piragua por aquellos que tiempo la acecharon y
odiaron.
Hasta
el día siguiente no entraron los guerrilleros en Somoto. Manuelito gozó
enormemente la liberación de su pueblo, mientras la avanzada edad de Goyito,
no le impidió brincar y bailar de alegría como nunca antes en su vida. El
viejo revolucionario estaba viviendo un sueño que se había hecho realidad, y
por el cual había luchado toda su vida.
Los
comandos guerrilleros que llegaron a Somoto se repartieron el mando. El cuartel
general fue establecido en el Comando abandonado. La primera directriz fue la
búsqueda de los colaboradores del régimen Somocista y sobre todos, aquellos que
participaron en acciones no gratas y de baja humanidad.
Tomaron
posiciones en el club social de los obreros y en el de los ricos, donde la entrada
había sido restringida hasta ese día. Sólo los socios podían entrar en ese
selecto club donde el único requisito para tener el carné, era tener dinero. No
importaba los orígenes de la persona, ni la raza, color de piel, o la
nacionalidad. Se regía por puro clasismo económico, como sucede hoy día en los
sistemas capitalistas. Se comprobó que así funcionaba cuando a un obrero
Somoteño le tocó la lotería; desde entonces lo aceptaron como socio en el club.
La
ciudad de Somoto no sufrió batallas bélicas gracias a su situación estratégica.
La zona fue reservada como corredor por
el F.S.L.N. Era un lugar clave para la movilización de guerrilleros y armamento
a través de la frontera con Honduras, lleno de puntos de descanso y
recuperación.
Desde
Somoto se organizaba el traslado de heridos a San Marcos, ciudad hondureña,
donde un médico de color, colaboraba a curar a los heridos.
Aunque
la historia ensalce prioritariamente la labor de aquellos que salen en
fotografías con fusil en mano, o con una bomba incendiaria a punto de ser
lanzada, debemos recordar que tras las fotos están los héroes anónimos, quienes
hicieron posible que tal fusil o bomba estuviesen al alcance.
En
una guerra, la victoria es de todos quienes sacrificaron algo para ganar, y en
la revolución sandinista, muchos entregaron sangre y vida convencidos de
trabajar por una causa digna de ser alcanzada. Aquellos que sobrevivieron y
forjan sus vidas con valores honestos, solidarios y lejos del egoísmo, se han
hecho dignos hoy día de llamarse buenos revolucionarios.
Manuelito
Maldonado comenzó a valorar la honestidad desde pequeño, cuando su madre tenía
este valor como base de su educación. Y aunque los valores humanos son muchos y
con muchas descripciones, la más importante de ellas, y la que quita el sentido
a las demás si no está presente, es la poco valorada hoy día HONRADEZ.
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