En el corazón
del Amazonas, los dioses crearon a los primeros Mitarunas para que crecieran, se
reprodujeran y fueran valientes guerreros.
La vida de esos indios ritmaba al
compás de los ciclos de la naturaleza. Ellos
creían que todos los individuos eran por naturaleza de sexo masculino v que
para fabricar un individuo de sexo
femenino era necesario extirpar el germen masculino cuando tardaba en crecer.
Así, cuando las niñas llegaban a la pubertad,
se les cortaba el clítoris para que no les creciera corno un pene. Esa operación se llevaba a cabo en medio
de un ritual que tenía lugar durante
las fiestas de Yurupari, en las cuales Tori, el Vergón, venía del cielo a desvirgar a las jóvenes castradas para iniciarlas en el acto reproductor.
Un día
Clitoria, que con sus ojos de jaguar veía acercarse preparativos
de la fiesta en donde los hombres se dedicaban a fabricar cuchillos con corazón de
palo, decidió fugarse. En su camino escuchó la voz de una mona que la observaba
desde lo alto de un árbol frondoso.
—Por qué
lloras?, le preguntó el animal rascándose la barriga. —Estoy perdida. Salí
huyendo porque no quiero que me corten el granito de. Placer, dijo la niña que no
se resignaba a enterrar para siempre sus juegos infantiles con las aterciopeladas hojas
lenguadas de la selva.
—¿Por qué te lo van a cortar?,
preguntó la mona extrañada.
—El brujo
dice que si el granito del placer no se corta, se vuelve pene
al terminar la pubertad.
—Nosotras
también tenemos granito del placer y nunca se alarga como el de los machos. Con
él nos divertirnos, gozamos. Quédate con nosotros. Ya verás que no te he mentido
—dijo la mona, mientras los demás la escuchaban columpiándose en las ramas.
Así fue,
Clitoria vio como los animales se divertían con los órganos
genitales: Unas veces por puro bien obedeciendo al instinto asociado al ciclo
reproductivo de tres días al mes. La tribu de Clotoria se extinguió. Los vientres de
las mujeres, no dieron abasto con las necesidades de la guerra. La selva borró toda huella
de su existencia. Clitoria creó una nueva tribu de Mituranas en el que el
placer femenino era permitido.
Un día, después de esta nueva creación se fue al
cielo voceando por toda la selva su lema: "¡Crecer y gozar!" Desde entonces las
indias Mituranas llaman el granito del placer, Clítoris y durante la fiesta
Yaripara rinden culto con su goce a la diosa Clitoria.
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