EL PEQUEÑO COMERCIANTE - Gina Sacasa

Lo conocí desde hace tiempo cuando él era empleado en el Distrito Nacional; un día supe que había preferido montar una ferretería.
"El Inpomac me va a financiar, ya me aprobó el préstamo, pero como los trámites llevan algún tiempo, para comenzar hipotequé mi solar y cuando me den la plata lo libero".
Estaba verdaderamente entusiasmado.
Había conseguido un local amplío en la calle 14 de Septiembre que se perfilaba como una arteria de gran movimiento post­-terremoto.
"Que le parece el punto amigo? Yo creo que es ideal. Abarco desde Ciudad Jardín hasta Bello Horizonte pasando por a Salvadorita y también tengo San Luís y Larreynaga. No si esta calle es de tráfico serio"
Aunque el edificio era modesto, él había mandado hacer una hermosa fasia de Zinc en la que se anunciaba en grandes letras el nombre del establecimiento, una lista de los materiales que se ofrecían, el horario de atención al público y el número de teléfono.
"Gracias a Dios pude conseguir el teléfono pronto. No crea que no me costó. Pero suplicando por aquí, con halagos por allá, me lo instalaron hace una semana; ahora solo falta que coja línea". no sé que vaina le llaman ellos pero yo estoy muy contento.
¿Y por qué esta usted pintando las puertas en verde?
"Mire, he leído que ese color es muy tranquilo, quiero ofrecerles a mi empleados un bonito ambiente, llevar con ellos buenas relaciones. Aquí vamos a observar las leyes exactas. Seguro Social, Séptimo día, vacaciones, en fin quiero crear un sentido de compañerismo. Esa es parte de mi meta no solamente la ambición económica".
Por eso me dolió saber después lo que le había sucedido.... Verlo en el estado en que lo vimos todos los del barrio. Los ojos llameantes, descontrolados... Ferretería "La Esperanza" habían abierto sus puertas a la ciudadanía hacía unos cuatro meses. Pasé felicitando a su flamante dueño pocos días después de su inauguración. Casi no tuvo tiempo de atenderme, la clientela lo acaparaba, él solícito atendía, impartía órdenes.... Le dije unas cuantas palabras y me salí. Ahora también murmuré unas cuantas palabras y me salgo; me sofoca pensar cómo se le destruyó la esperanza a éste tan pronto.
El lnpomac no le había aprobado la cantidad que solicitara a principio; sino una mucho menor y todavía iban a tardar un poco más en desembolsar ese dinero. Había que firmar las escrituras de hipoteca que respaldan el préstamo, presentar solvencias y todo eso lleva tiempo.
El primer gran disgusto se lo llevó cuando una mercadería que tenía apartada se la vendieron a otro pues ya no podían seguir esperándolo.
"Haló, haló, escúcheme, El Inpomac me prometió el dinero para a próxima semana, sí, sí ya sé que tenía que haberlo pagado.... Se cortó la comunicación! Teléfonos de porra! Haló, haló, habla el dueño de la ferretería "La Esperanza", óigame, espéreme hasta el jueves, cómo? Imposible!¡Qué y además el nuevo pedido ya viene más caro…
Por otro lado.
"Se acabó el colorante rojo"
"No hombre si apenas antier se abrió el barrilito de 200 libras"
Le sucedía que sus empleados no les estaban respondiendo como él pensara. A pesar de las puertas verdes y todas las 44ifisideraciones, las tarjetas de inventario reflejaban bajas injustificadas en varios artículos. Comenzó a sospechar que todo confabulaba para arruinarlo.
El Inpomac no le daba la plata pronto, los empleados le robaban porque sin dinero suficiente no podía contratar un orador o un Gerente que le ayudare a controla las cosas, todo lo tenía que hacer él.
Empezó a flaquear la existencia sin poderla. Reponer porque 'primero tenía que pagar los impuestos e inscripción como comerciante.
Diario iba al Inpomac a apurar su préstamo. Primero lo atendía un muchacho joven, después lo pasaron con una licenciada y cada vez faltaba una pequeña cosita, un detalle que impedía el desembolso.
Ese día le embargaron la consola en su casa de habitación, había encontrado a su mujer muerta en llanto. Apenas llegó a la ferretería se tapó con el dueño del local que llegaba a cobrarle la renta, despuecito llegó un comprador de una compañía constructora de las conocidas, que había, arreglado con él un contrato de zinc bastante grande.
"Miré hombre, vos sabes que ese zinc lo necesito desde ayer, si no vas a poder ponérmelo, devolveme los chambulines que te adelanté y me voy a tratar con una ferretería responsable"
Empezó sintiendo que la cabeza le ardía, sentía unos ruidos como redobles de tambor dentro de ella, recordó toda la rabia que sintió cuando vio como un conocido amigo del régimen salía con su cheque del lnpomac, saltándose todos los trámites y vio que los altos empleados lo abrazaban y felicitaban. Oyó ruido en la parte de la bodega y desgraciadamente alcanzó a ver como dos de los empleados se estaban robando un rollo de alambre.
Allí se descontroló. Salió con la pistola desenfundada y ordenó a los ladrones a devolver el rollo de alambre. Entonces los corrió, los llamó ignorantes, malagradecidos, haraganes, aprovechados, viciosos, dignos de la suerte que vivían.
Indiscutiblemente perdió la razón porque se bajó los pantalones y se cagó en el mostrador, embadurnó con la suciedad las puertas verdes que él mismo pintara con tanta ilusión y para colmo cuando un hombre entró en el establecimiento con un rótulo en la mano, queriendo sosegarlo explicándole que venía de parte del Inpomac, quien sabe con qué fuerza demoníaca lo zarandeó derribándolo en presencia de bastantes curiosos que ya se habían dado cuenta del escándalo pero que no se atrevían a detener al hombre que se había vuelto una bestia, un energúmeno y que tenía al enviado del Inpomac en pleno suelo sentado sobre él todo sucio como estaba y alguien tuvo la idea de llamar a la policía cuando ya el rollo de alambre que se querían llevar robado los empleados de "La Esperanza" se hallaba sirviéndole de sonda gástrica al infeliz emisario que solamente llevaba la misión de avisarle que ya estaba su dinero y que pondrían en el frente de la ferretería el clásico rótulo. INPOMAC DESARROLLANDO.

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GIMA SACASA DE GÓMEZ

Escritora nicaragüense de los años sesenta. Este cuento ha sido tornado del libro 8 Caras de Nicaragua, 1976.

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