Cuento de Diego A. Gutiérrez

La zarabanda de Thor

Pueblo Sereno está ubicado en las faldas de la Montaña del Gallo de Oro, que en el País del Ensueño forma parte de la Cordillera de los Macadanes, en la región septentrional de dicho país, llamada así esta cordillera por que todas las serranías que la conforman están estrechamente unidas por caminos de macadán de perfecta simetría construidos no se sabe cuándo, cómo, ni por quiénes.
Este es un pueblo muy antiguo, y, a ciencia cierta no se sabe quiénes fueron sus fundadores, pero según los ancianos del pueblo, que son muchos, ya que los habitantes de Pueblo Sereno tienen como característica natural la longevidad, fue fundado por los Vikingos, pues, según ellos, estos fueron los primeros en arribar a estas tierras, y yo también así lo creo.
El pueblo está formado por ciento sesenta y ocho casas perfectamente distribuidas circularmente, formando un pequeño laberinto con entradas y salidas por todos lados. Tiene mil doscientos setenta y seis habitantes, todos altos, robustos, rubios y ojos azules. Sus mujeres son muy bellas y poseen los mismos atributos físicos que los hombres. Aquí todos sin excepción son valientes hasta la temeridad, y no es una raza degenerada en lo más mínimo, a pesar de que se casan entre sí, es decir, primos con primas, y viceversa, por lo que en todo el pueblo predominan los mismos apellidos. No se aceptan intrusos. No es un pueblo hospitalario, pero sí deslumbrante.
Tienen autonomía total y son regidos por un Concejo de Ancianos: Siete en total. El menor tiene cien años de edad y el mayor ciento veintiuno, pero este Concejo a su vez se subordina al Oráculo. Este es el hombre más viejo del pueblo. Vive fuera del círculo, en la parte más alta de la Montaña del Gallo de Oro, en una cabaña solitaria, y recién acaba de cumplir ciento setenta y siete años. Nadie sabe su nombre y sólo se le conoce como el Oráculo. “Todo lo sabe”. En el centro del poblado hay una plaza rectangular donde celebran sus cabildos y a la vez sirve de parque para recreo de sus niños. No hay escuela, pues, según sus leyes, toda casa es una escuela en donde todos son maestros y tienen la obligación de educar a sus hijos. Son artesanos, constructores, carpinteros, agricultores, ganaderos, cazadores y guerreros de los más bravos que existir pudieran. También son navegantes y muy buenos comerciantes.
El Mjolnir nace mucho más allá de la Cordillera de los Macadanes y es un río navegable que en su parte más angosta mide un kilómetro de anchura y en la parte más amplia alcanza los tres kilómetros. En él, los Serenos construyeron una planta hidroeléctrica que abastece a todo el pueblo de ese importante fluido, por lo que nunca carecen de energía eléctrica, y por las noches todas las calles están bien iluminadas y en todas las casas hay luz, y gozan de los beneficios de la modernidad. Tienen radios, televisores, computadoras, teléfonos, equipos de sonido y sofisticadas antenas de televisión y radares. El agua que consumen es de muy buena calidad, llevada desde el Mjolnir por un moderno sistema de filtros y acueductos hasta todas y cada una de las casas.
No hay cárceles en el pueblo porque nadie delinque. No hay hambrunas ni enfermedades por lo que tampoco hay médicos y mucho menos abogados, y, además, porque los ancianos del Concejo siempre asesorados por el Oráculo saben mucho de todas estas cosas. Son todos ellos hombres sabios: Adivinos, magos y doctores. En Pueblo Sereno, como su nombre lo indica, nunca pasa nada malo. Es un pueblo de gente honrada y trabajadora, digna, de mucho honor y muy orgullosa de sus orígenes y de su linaje. No conocen la envidia, el egoísmo, la avaricia ni el odio. Aborrecen la maldad.
Los inviernos son moderados y todo el tiempo hay cosecha, pues, en el verano cultivan con un eficiente sistema de riego con agua traída desde el Mjolnir. Sus tierras son muy fértiles, sobre todo en el llamado Valle de la Abundancia que es donde tienen sus cultivos, por cierto, muy bien tecnificados. Aran la tierra con modernos tractores y cultivan de todo. Tienen transporte de carga pesada para mover sus productos, y año con año hacen una travesía que dura hasta cuatro meses sobre el río Mjolnir, en el Vercingetórix, barco que ellos mismos construyeron y que pertenece a todos, porque aquí, en Pueblo Sereno, todo es de todos ya que viven y conviven en perfecta comunidad, paz y armonía. En el Vercingetórix  embarcan sus productos y algunas cabezas de ganado que crían en la Pradera del Eterno Pasto Verde; ganado de muy buena raza, custodiado siempre solo por bravos y bien amaestrados mastines, y se van a comerciar con los distintos puertos fluviales y ciudades que a orillas del majestuoso río Mjolnir existen, entre ellos: Puerto Doriano, Puerto Amarus, Puerto Kinké y ciudad Turquesa, sólo para mencionar las más importantes y de mayor comercio.
Religiosamente hablando, los habitantes de Pueblo Sereno son monoteístas: “Adoran a Thor, Dios del Trueno en la mitología nórdica y germánica, cuyo papel es muy complejo ya que tiene influencia en áreas muy diferentes tales como el clima, las cosechas, la protección, la consagración, la justicia, los viajes y las batallas. Era el dios más venerado de las tribus germánicas hasta los últimos bastiones en la época tardía de los Vikingos. Su arma de combate era el martillo arrojadizo del cual se hicieron replicas en miniaturas como amuleto que luego se convirtió en un símbolo desafiante de los paganos nórdicos durante la cristianización de Escandinavia”, y hasta el día de hoy, todos los habitantes de Pueblo Sereno lo llevan colgando en el cuello sujeto por una cadena de plata, y en el centro de la plaza del pueblo tienen un templo monóptero con la imagen en fino y puro bronce del Dios del Martillo, muy bien pulida”.
La vida transcurría plácidamente en Pueblo Sereno, hasta aquel inolvidable día en que al filo de media noche, y cuando todos sus habitantes dormían el sueño de los justos, en las alturas empezó o zumbar sutilmente, como un ligero preludio de lo que se avecinaba, el eterno canto de la atmósfera, algo así como un bordoneo lejano sin modulaciones, un murmullo dulce y a la vez morboso que empezó a crecer como la sinfonía de los mundos girando en el espacio, algo que sonaba como un melodioso himno entonado por las estrellas, que empezó a sonar cada vez más fuerte y a escucharse con toda claridad. Luego, se escucharon poderosos golpes de martillo dados sobre una campana que parecía tener el tamaño del mundo, seguidos de un estruendo aterrador que estremeció la tierra. De pronto, todas las luces de las casas del pueblo se encendieron solas, y de igual manera también empezaron a sonar radios y televisores con todos los decibeles de que eran capaces y todos los teléfonos del pueblo empezaron a “rinrinear”, mezclándose su sonido con un estrepitoso repique de campanas de iglesias que en Pueblo Sereno no existen. Todos los habitantes del pueblo se sentaron en sus camas, sorprendidos, por tanto alboroto que de pronto asaltaba la serenidad habitual del poblado. Así empezó la zarabanda. A los ruidos iniciales se sumaron bandas de guerra con sus clarines, trompetas, tubas y clarinetes, bombos y platillos que no entonaban ninguna marcha ni himno alguno ya que todo era discordante y desagradable al tímpano. Se escucharon, además, ruidos de cuernos, címbalos, palanganas, arpas, cítaras, flautas y ocarinas, y todos los instrumentos musicales del mundo sonaban desafinados, acompañados por un coro de voces infernales.
Después se oyeron halcones, azores y perros gritando y aullando agriamente; los lobos de los montes más lejanos dejaron oír sus escalofriantes aullidos y los coyotes se agregaban a la macabra zarabanda. El ganado mugía enloquecido dando bramidos nunca escuchados en semoviente alguno; balidos de carneros, corderos, ovejas, gamos, ciervos, y el rugir de tigres y leones atronaban el espacio y el estrépito de una manada de elefantes circundando el pueblo hacían temblar la tierra.
Por todas partes ululaban sirenas que incesantemente se acercaban y se alejaban, salvas de artillería de todos los calibres silbaban desgarrando la atmósfera, se escuchaban por todas partes cañones, morteros, obuses, ráfagas de ametralladoras, granadas de fragmentación, disparos de pistolas como si se tratara de la tercera guerra mundial, truenos que arrastraban montañas de piedras, rayos y relámpagos y ni una sola gota de agua. El eco de todo ese estrepitoso conjunto de todos los ruidos del mundo congregados sobre Pueblo Sereno retumbaba en las montañas  aledañas.
Los tractores, camiones y camionetas también se habían encendido solos y se aceleraban al máximo, y a estos se sumaban traquetear de trenes, tranvías y toda clase de vehículos motorizados, así como se escucharon correr desenfrenadamente coches tirados por caballos que hacían restallar sus cascos sobre las empedradas calles del pueblo, pero nadie se movía de sus casas. La gente se taponeaba los oídos con algodones o se enrollaban toallas en la cabeza pero todo era inútil. El ruido ensordecedor traspasaba las paredes más sólidas. Algunos se refugiaban en los sótanos de sus casas, pero ahí también penetraba la zarabanda. No había modo de evitarla.
Cuando por fin amaneció, los habitantes de Pueblo Sereno, que de sereno ahora no tenía nada, estaban a punto de enloquecer a causa de aquellos infernales ruidos, pero, aunque la zarabanda continuaba, abrieron las puertas de sus casas, y, desesperados salieron a las calles.
Se hablaban a gritos tratando de comunicarse unos con otros pero era imposible; los ruidos no permitían escuchar sus voces. Todo era una locura. Algo nunca visto. A las doce del mediodía se reunió el Concejo de Ancianos, y, de común acuerdo, los siete, decidieron visitar el Oráculo que inmutable contemplaba el pueblo desde la altura de su cabaña solitaria. Los siete ancianos escalaron la escabrosa pendiente hasta llegar frente al anciano que sentado en una piedra a la orilla de su puerta se encontraba impasible y meditabundo. El mayor de los miembros del Concejo sin ningún preámbulo le preguntó:
—¿Qué hacemos?
La respuesta no se hizo esperar:
—Se deben ofrecer siete doncellas en sacrificio a Thor, cuyos nombres empiecen con T y tengan H intercalada.
—¿Cuándo, cómo y dónde? –preguntó el anciano Jefe del Concejo.
—Ahora mismo deberán ser arrojadas al Desfiladero del Trueno. Y dicho esto, se puso de pié, les dio la espalda a los siete miembros del Concejo y entró en su cabaña. Estando ya adentro, les dijo:
—Es la zarabanda de Thor, y según mis anales, esto ocurre cada trescientos años en Pueblo Sereno.
El Desfiladero del Trueno es tan profundo que si se arroja en él una piedra de regular tamaño no se escucha el ruido al caer.
Cuando el concejo de ancianos bajó de la montaña al pueblo, por señas y gritando para hacerse oír, con mucho trabajo lograron reunir a la población en la plaza, frente al templo de Thor, y ahí les explicaron a todos el mensaje del Oráculo.
Voluntariamente, siete bellas doncellas, una a una, empezaron a pasar al frente, arrodillándose ante la reluciente imagen del Dios del Trueno.
Ellas fueron: Thurnia, Thornia, Tahira, Thiesa, Thiera, Thieta, y Trihana. Sin despedirse de sus familiares fueron llevadas por el Concejo de Ancianos hasta el Desfiladero del Trueno, en donde una a una, sin un sólo lamento, sin un sólo grito se arrojaron a las profundidades del abismo.
Inmediatamente después de ofrecido a Thor tan noble sacrificio, cesó por completo la zarabanda. Lo último que se escuchó fue el aullido lejano de un solitario lobo y un martillo de fuego surcó el cielo.

Diego A. Gutiérrez

Nació en las márgenes del río Musunce, Somoto, Departamento de Madriz. Escritor y autodidacta. Estudioso de la literatura. Ha ganado Mención Honorífica en 1958 con el poema Los ángeles no emigran y en 1990 ganó el primer lugar en el Concurso de Poesía convocado por la Biblioteca Samuel Meza, de la ciudad de Estelí, con el poema Pasa el cortejo.  
Obra publicada: Poesía y prosa de Somoto (Antología poética. ISNAYA, Estelí. 2002); Veinte trabajos literarios (Poesía y cuentos. Dynamo Cultural, Leganés, Madrid, España. 2003); Diferencias substanciales (Antología poética. Suiza y Francia. 2005). Varios poemas y cuentos de su autoría han sido publicados en Estados Unidos y Canadá, también en la Prensa Literaria del Diario La Prensa de Nicaragua. Miembro del Foro Nicaragüense de Cultura en el Programa Promoción de la Literatura Nicaragüense (PPLN).


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por sus comentarios. Recuerde ante todo ser cortés y educado.

Entradas populares