Cuento de Carlos Perezalonso

El gorrión

La música comenzó a sonar a eso de la una y media de la mañana. Lo sé porque a esa hora se despertó mi hijo y comenzó a llorar. Entonces fue que la oí. Primero lejana como si fuera un radio encendido en alguna de las casas de la vecindad. Después la sentí más próxima como si en realidad fuera ahí no más pegado a la ventana: un radio con el volumen puesto de tal forma que apenas se oía la música, y sin embargo tan claro, tan nítido el sonido. Y cada vez lo sentía más cerca el radio aquel. Yo pensé: este jodido va a terminar despertando a mi mujer. Pero lo pensé sin enojo. Sólo lo pensé. Sin concebir siquiera la idea de ir a la ventana y decirle a quien fuera que se quitara de la ventana porque no nos dejaba dormir o cualquier otra cosa. Pero no. El niño se volvió a dormir y yo encontraba agradable la musiquita aquella, así que me quedé oyéndola con atención. Debo confesar que temía que de pronto mi mujer despertara gritando ¡Apaga ese radio!, sobre todo ahora que ya no estaba seguro de que la música fuera al pie de la ventana sino que la oía en el cuarto mismo. Así estuve un rato hasta que al ver que ni mi mujer ni los vecinos se despertaban me fui tranquilizando. Tal vez –pensé– una música tan suave no lograría despertarlos y si yo la oía era, precisamente, porque estaba despierto. ¡Pero esa música me había despertado! Yo también había estado dormido, profundamente dormido como ellos y con todo me había despertado. ¿Por qué los otros no la escuchaban? ¿Por qué sólo yo padecía –y gozaba– la música aquella?
Y la música subía y bajaba discretamente, dócilmente del techo a la pared y de la pared al suelo. Ahora estaba debajo de la cama. Ahora arrimada blandamente junto a mi mujer. En la cuna junto al niño, arrullándolo. En la esquina del cuarto agazapada como un gato, para después soltarse doméstica y felina hasta mis pies, entre las sábanas.
Ya no me preocupaba saber de dónde vendría esa música y sólo la gozaba. La veía ir y venir por todo el cuarto. Casi la podía coger con las manos. Me sentía abandonado en aquel tranquilo ondular de notas. Esta música no se parecía a ninguna otra que yo hubiera escuchado, y era sin embargo tan familiar…
Acomodé las almohadas para que sirvieran de respaldo y me senté en la casa tratando de no hacer ruido para gozar mejor de aquella melodía. Entonces fue que me di cuenta.
La música ya no tenía la continuidad que tenía al comienzo. Ya no era tan fluida sino como que se entrecortaba. No. No desagradable. Parecía un disco en el que quitan y ponen la aguja, pero no desagradable. Al contrario, como que se condensaba la musiquita. Como en un párrafo una palabra clave que lo explica todo. A medida que se diferenciaban los trozos de música y yo comprendía mejor lo que querían decir. Cuatro o cinco notas diciéndome lo mismo que todo un concierto, sin necesitar de los otros movimientos. Una clave morse. Una fórmula algebraica en la que la respuesta está en los mismos supuestos. Una afirmación. Y cada vez más cerca, rodeándome. Y cada vez más condensada, de tal forma que ahora parecía más bien un gorgeo.
Los rayos del sol empezaban a clarear el cuarto y yo sentía la música aquella acomodándose como un animalillo silvestre domesticado, dentro de mí. Y ahora si estaba seguro de que nadie, sólo yo, la escuchaba.
Cuando mi mujer se volvió soñolienta en la cama para despertarme, ya estaba yo en el alambre espulgándome las alas, disponiéndome a volar junto a los otros gorriones.
(De El guerrillero y otros cuentos, ganador del Premio “Mariano Fiallos Gil” de cuentos).

Carlos Perezalonso

 León, Nicaragua, 1943. Obras: Poesía: Ocaso en El Tránsito (Foro Nicaragüense de Cultura, Managua, 2009); Estancias y otras consignaciones (Ed. Delgado, San Salvador, 2006); Orígenes y exilios (Ed. Lis, San Salvador, 2002); Cegua de la noche (Ed. Dolmen, México, 1990); Vida, el sol (Ed. El Pez y la Serpiente, 1976); El otro rostro (Ed. Cardenal, Managua, 1966); Nosotros tres (Ed. Nuevos Horizontes, Managua, 1959). Cuentos: El duende del bosque de la memoria (Premio Internacional de Cuento Infantil 2010. Fundación Cuentos para niños); El guerrillero y otras historias (Premio Mariano Fiallos Gil, Cuento, 1968). Otros premios: Mención Revista Plural, Fundación Octavio Paz (1974); Premio Joaquín Pasos de poesía (1970). 










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