por Mauricio Valdez
Pues vean amigos, yo casi no he salido de esta isla
tan bella ubicada en mero centro del Gran Lago de Nicaragua, por eso es aquí
donde me han pasado taaantas cosas, más cuando yo era chavalo, ¡huuuu, hace muuuucho
tiempo ya! como una vez que iba a la finca de mi compadre Uriel, para ver si me
vendía algunas vaquillas, de pronto en medio del camino veo atravesado un gran
tronco, yo pensaba que se había caído por los fuertes vientos que estaban
azotando en esos días, cabalgué a la orilla del gran tronco tratando de
rodearlo para pasar al otro lado, después de un rato cuando llevaba como un
kilómetro, me detuve, bajé de mi caballo, me subí a la ramas más altas de un
árbol para ver hasta donde llegaba el susodicho tronco y ¡vean que susto! El
supuesto tronco comenzó a moverse y alláaa se miraba una cabeza, era una enorme
culebra, tuve que esperar que pasara para poder seguir mi camino, cuando pasó
agarré de nuevo el sendero, por suerte no estaba cerca de su cabeza porque si
no me hubiera hartado con todo y el caballo.
No pasó mucho tiempo cuando escuché unos rugidos
¡eh! Me detuve, allí estaba un león en medio camino, parecía que estaba con una
pata herida, desmonté lentamente y me escondí detrás de unos matorrales, quedé
esperando a que se valla el animal, pero el caballo se me puso brioso, se me
zafó de las riendas y el león que me ve, se lanza sobre mí, en ese instante
aparece otro león a mis espaldas y se lanza agarrando al otro por los aires y
comenzó la feroz lucha, se paraban en dos patas, se daban con sus garras y se
escuchaban los grandes rugidos como truenos, ya mi caballo ni lo miraba, yo
sólo puse los brazos sobre mi cabeza y quedé ahí mismo agachado, de pronto un
silencio, volví a ver hacia donde estaban los dos leones y habían desaparecido,
me fijo bien ¡eh! sólo estaban las dos puntas de las colas, se habían hartado
los dos, ¡sí! los dos se comieron uno al otro, ¡que ferocidad de animales!
Tuve que caminar mi buen trecho hasta que vi a mi
caballo, me estaba esperando más adelante, era un fiel animal, ya el susto de
los leones le había pasado, lo agarré por las riendas y me monté, así continué
mi camino.
Al rato escucho otro rugido ¡Eh! ¿Y eso que será?
me dije, era un rugido más fino, como de tigrillo, pero mi caballo de nuevo se
puso nervioso y se me para en dos patas y pega la carrera en dirección
contraria, pero no me votó, las ramas más bajas de los árboles me pegaban en el
rostro, no podía detener al animal que iba a todo galope, ¡Joo! ¡Joo! Le decía
mientras le jalaba con fuerzas las riendas hasta que se detuvo, ¡Shss! Quieto
amigo, lo trataba de calmar acariciando su pescuezo, pero yo miraba oscuro a mi
lado derecho, me toco la cara y siento que no tengo un ojo, ¡ala chocho! y me
regreso a buscarlo, ahí iba con sólo un ojo buscando el otro que se me había
perdido, y allí estaba, entre las ramas había quedado colgado, lo agarro, lo
sacudo porque ya estaba lleno de hormigas y me lo pongo, ¡hey jodido! me lo
había puesto al revés, me lo quito deprisa y me lo vuelvo a poner, esta vez me
lo puse bien, que feo se ve uno por dentro.
Pero bueno, sigo mi camino y de nuevo ese rugido de
tigrillo, ¡Shss! le decía a mi caballo, me bajé, lo amarré y me fui en
dirección al ruido, ahí estaba, era un gato salvaje, bien bonito el animalito y
como se miraba manso me le fui acercando despacio, él no se movía ni hacía más
ruidos, me lo quería llevar para tenerlo como mascota, ya lo estaba acariciando
cuando ¡Plash! me lanza un tapaso y me muerde el dedo, cuando me fijo, ya no
tenía mi anillo, un anillo grueso de oro que me lo dejó de herencia mi papá, el
gato se lo había tragado, ¡Ah, no! ¡Eso si que no! dije y le meto la mano en el
gaznate hasta la panza, agarro el anillo y lo halo con fuerza, pero también
agarré el estómago del animal y lo volteo como calcetín, ¡Huy! ¡Que feo se ve
un gato al revés! Pero vean, sale el gato como loco pegando contra todo lo que
estuviera en su camino, claro el animal iba ciego.
Bueno, al fin llegué a la finca de mi compadre,
allí estaba él, platicamos, tomamos “culo de buey” (cususa: bebida alcohólica
de maíz) y luego me vendió dos toretes y una vaca, ese mismo día ya iba de
regreso para mi casa.
Ya estando en mi finca, sentado en mi silla
mecedora tomándome mi cafecito, observaba el montón de quiebra platas
(luciérnagas) regadas por todas partes, parecía una gran alfombra con lucecitas
de navidad, miraba una con una luz de un color distinto, alumbro con mi potente
foco y veo un arbusto que sólo se mueve, ¡Eh! ¿Y eso? me digo, pero no le puse
mucha mente, vuelvo a ver más hacia la izquierda y otra vez la rara quiebra
plata y le pongo de nuevo el foco, otro arbusto que sólo se mueve, ¿Será algún
animal que anda por ahí? ya me inquietó, apago el foco y aparece la lucecita
por otro lado, se encendía y se apagaba con un movimiento distinto a las otras,
le vuelvo a poner el foco, otro arbusto que se mueve, en eso, alumbrando estaba
todavía cuando veo que sale del arbusto poniéndose de pies Genaro, uno de los
peones que trabaja en la finca, estaba fumándose un cigarrillo y me dice:
¡Idiay hombre, no me vas a dejar cagar tranquilo! y yo que suelto la carcajada,
¡Ah, sos vos! le digo, pero no me aguantaba la risa. ¡Hay! las cosas que a uno
le pasan en estas tierras. Hay les cuento otras andanzas que me han sucedido en
los caminos y senderos de mi Nicaragua.
© Cuento e ilustración de MauricioValdez Rivas.
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