El naturalista en Nicaragua - Thomas Belt

Presentación del libro

En 1973 el Banco Central de Nicaragua, en ocasión de celebrar su XV Aniversario, entregó al pueblo nicaragüense, esta edición de "El Naturalista en Nicaragua" de Thomas Belt, escrita hace más de un siglo y vertida por primera vez al español. Con esta obra, considerada por el mismo Charles Darwin como la mejor narración que se haya escrito sobre historia natural, se inauguró un ciclo cultural que se ha manifestado en libros clá­sicos de autores nacionales o de ocasionales viajeros, que recogen en sus páginas nuestra hermosa geografía y la vida cultural de nuestros mayores.




Comentarios del traductor del libro

Cabalgando por las onduladas serranías de Chontales viaja un extraño personaje. Su cuerpo corpulento se yergue sobre la bestia; la claridad de su rostro queda apenas ensombrecida por el color de la barba: es el supervisor de las minas de Santo Domingo, que ha dejado la pica y el clinómetro para tomar su cotidiano paseo vespertino.

Una vez más la floresta tropical se le revela con su abigarrada pero atrayente exuberancia: ayer sorprendió al jacobín de cuello blanco, Florisuga mellivora, uno de los más diminutos colibríes nicaragüenses, desplegando el blanco abanico de su cola para cortejar a la hembra que se muestra indiferente a sus requiebros; hoy persigue a una Morpho, gran mariposa de azulados reflejos tornasol, que cruza entre los claros del bosque en busca de un sitio húmedo donde desovar; mañana escalará el monolito de Peña Blanca, de rocas de ignimbrita, para colectar una orquídea chontaleña de flores caulescentes, Ornithorhynchus, que crece entre las grietas al borde del precipicio.

Todas estas memorias debieron aliviar a Thomas Belt de la monótona travesía por el Atlántico. Su contrato como geólogo minero había caducado después de casi cinco años de supervisión en las minas de Chontales. En su regreso a Inglaterra repasaba sus experiencias de naturalista, recordando a su amigo y colega Henry Walter Bates, quien después de similar aventura, en Brasil, había publicado sus observaciones tropicales con el título de "El Naturalista en el río Amazonas". Con tal inspiración, Belt decide escribir un libro semejante, "El Naturalista en Nicaragua", aclarando, a manera de subtítulo, que se trata de "Una narración de una estadía en las minas de oro de Chontales; de viajes a través de sabanas y selvas, con observaciones sobre animales y plantas referidas a la teoría de la evolución de las formas vivientes".

Pero 55 meses de investigaciones en un país tropical son una experiencia larga de escribir. Por tal razón el manuscrito original viaja con el autor y su nuevo contrato por el Cáucaso, los montes Urales y la meseta del Pamir. El prólogo finalmente es completado en Nijni Novgorod (la actual ciudad de Gorki), en octubre de 1873, un año después de haber abandonado Nicaragua, y dice: "cuando mis lectores reciban este trabajo ya estaré posiblemente de regreso, maravillado de cómo el libro tomaba forma mientras yo me congelaba en las estepas de Siberia, arropado con pieles y escuchando las campanitas de los trineos".

"El Naturalista en Nicaragua" salió a luz cuando la teoría evolucionista de Darwin (hoy completada y aceptada por los biólogos), sufría los impactos inquisitivos de las críticas científicas. Su lectura trajo gran alivio y aplacantes efectos sobre la controversia. Sus observaciones de historia natural, recién traídas del trópico, donde la evolución y sus diferentes mecanismos (selección natural, mimetismo, imitaciones adaptativas, etc.) son más fáciles y frecuentes de advertir, gozaron del respeto y reconocimiento del mismo Darwin. En Life and Letters of Charles Darwin, editadas por su hijo Francis (Volumen III, página 188), se lee lo siguiente: "En la primavera de este año (1874), él (Darwin) leyó un libro que le satisfizo plenamente, y al que a menudo se refería con admiración. Se trata de The Naturalist in Nicaragua por el desaparecido Thomas Belt. Belt, cuya inesperada muerte debe ser deplorada por todos los naturalistas, era un ingeniero, de modo que todas sus admirables observaciones sobre historia natural en Nicaragua y en otras partes, fueron producto de sus horas de esparcimiento. El libro está escrito en un estilo muy vivido, lleno de descripciones y de discusiones muy sugestivas. En relación a él, mi padre escribió a Sir. J. D. Hooker: "He leído a Belt y me place saber que también a Ud. le haya encantado; me parece la mejor de todas las narraciones que se han escrito sobre historia natural".

A casi un siglo de la primera edición tal opinión subsiste, según lo encontramos anotado en una observación de Marston Bates, el ameno escritor y profesor de Zoología de la Universidad de Michigan, para quien "el libro de Thomas Belt sobre Nicaragua sigue siendo todavía uno de los libros clásicos más leídos entre los viajeros naturalistas"*

* The Nature of Natural History. References, pág. 293, Marston Bates. Scribner Library. Edición revisada, 1970.

Thomas Belt nació en Newcastle On Tyne, Inglaterra, el 27 de noviembre de 1832. Fue el cuarto hijo de una familia de siete.

Su madre era poseedora de una dulzura y belleza singular. Su padre, por el contrario, era un hombre rudo e inflexible. Thomas combinó ambos caracteres mostrándose unas veces suave y gentil, otras, tenaz e intransigente. Sus prejuicios insulares por la rústica pereza y abandono de nuestra raza se adivinan en los capítulos del libro. Sin embargo, con alto sentido del honor y equilibrado temperamento, nunca mostró su severidad inglesa, salvo ante muestras de crueldad y opresión. Por ejemplo, un día sentado a la mesa, en Santo Domingo de Chontales, vio a un minero maltratar a una mujer. Se levantó iracundo, echóse sobre el malvado y levantándolo por los codos lo cargó hasta un barranco donde lo hizo rodar sin miramientos. Este incidente ilustra llanamente el modo práctico con que superaba los obstáculos, que le fuera de gran utilidad cuando viajando por diferentes partes del mundo tuvo que enfrentar situaciones incómodas.

Su inclinación por las ciencias naturales se reveló desde su infancia. Su padre había sembrado un huerto y seguía a cada paso los cambios climatológicos. El chico aprendió a interpretar las lecturas de los aparatos y a pronosticar; pero su mente era desviada continuamente por el salto de una rana o el paso de una mariposa. En su diario aparecen anotaciones como ésta: "Siento no poder llevar la entomología y la botánica juntas, pero a los insectos no los abandonaré por nada". No es de extrañarse que esta afición particular lo obligara, en más de una ocasión, durante su estadía en Santo Domingo, a escalar en noches oscuras, con red y lámpara, la cumbre del Peña Blanca, para colectar insectos arrastrados por el viento.

Por aquel tiempo Newcastle produjo una serie de eminentes naturalistas (Alder, Hancock, Hutton, Thornhill, Hewitson, Howse, etc.), que buscaban por los alrededores trazas de fósiles, moluscos, plantas, etc. Tal "ambiente" influyó en el joven naturalista quien en su inquietud científica estudiaba simultáneamente física, botánica, astronomía, geología, etc. Preguntado un día por tan versátil interés por las ciencias naturales, respondió: "Si la felicidad consiste en una serie de emociones placenteras que ocupan nuestra mente, cierto tiene que ser que la contemplación total de la naturaleza, que origina siempre esa clase de emociones, es una de las grandes fuentes de felicidad".

A los veinte años Thomas se incorpora, junto con su hermano mayor, a una expedición a Australia, donde. la fiebre del oro comenzaba a tentar ambiciones. Poco provecho económico resultó de esta aventura, pero adquirió una gran experiencia en minería. Ocho años después regresaba a Inglaterra convertido en geólogo. Posteriormente dirigió proyectos mineros en Gales y Nueva Escocia, donde llegó a interesarse particularmente en los fenómenos glaciales que llegaron a absorber gran parte de sus investigaciones futuras. Estando ya en Nicaragua, cuando arribó al valle de Dipilto y observó los grandes bloques de granito a lo largo de los cauces de pequeñas quebradas, llegó a postular la posibilidad de que los glaciares alcanzaran a Centroamérica.

En 1867 Belt desembarca en la costa norte de Brasil, con el compromiso de supervisar las operaciones mineras de algunas compañías inglesas en el estado de Marañón. Allí adquiere sus primeras experiencias tropicales en historia natural. En febrero del año siguiente arriba a San Juan del Norte (Greytown como él lo llama), remonta los raudales del San Juan y se extasía ante la plácida vista del Cocibolca, con el volcán Ometepe (Concepción), erguido sobre el lago en el confín del horizonte. Desembarca en San Ubaldo y supera a lomo de mula los farallones de Amerrique, para luego descender por la vertiente húmeda del Caribe, hasta llegar a Santo Domingo, donde operaba la Chontales Mining Company, en medio de la pluvioselva, que casi la ahoga por todos lados y cuyas operaciones venía a supervisar. Sus cuatro años y medio de permanencia en las minas, su viaje a las Segovias y su corta incursión a Granada y Masaya, forman el marco geográfico de su amena e interesante narración.

En "El Naturalista en Nicaragua", Belt entrelaza con arte cuatro temas principales: la narración casi cronológica de su estadía en las minas y de su viaje de ida y vuelta a lomo de mula, desde Chontales hasta Dipilto; la descripción de algunos aspectos de la flora y fauna nicaragüenses, citando curiosos comportamientos y adaptaciones de insectos, pájaros, plantas, etc.; la observación de un pueblo y sus costumbres dentro del marco rural y, finalmente, la discusión de algunos tópicos científicos sobre geología, meteorología, evolucionismo, antropología, etc.

Desde los primeros capítulos se observa el estilo preciso y la sensibilidad de percepción que poseía Thomas Belt, cuando describe, por ejemplo, su viaje de seis días en una canoa, remontando el río San Juan. Narra las vicisitudes del trayecto con sorprendente memoria y colorido. Pasan por la mente del extasiado lector las noches tormentosas, las alboradas radiantes sobre el río, los fornidos remeros "cuyos destellantes y bronceados torsos con-trolan al unísono el movimiento de los rudos remos mientras entonan baladas", a las que sólo responden el canto ronco de los guardabarrancos, el chapoteo de los lagartos, el rechinar del jabalí cariblanco y otras tantas onomatopeyas selváticas meticulosamente captadas. El relato de los huleros que incursionan por el río Frío, regresando con indios cautivos, los guatusos, para exhibirlos y cristianizarlos en San Carlos, nos transporta a la noche larga de la conquista.

Una vez en las minas, Belt describe la naturaleza que rodea Santo Domingo, estudia las características geológicas que originaron la presencia de las venas minerales, así como también explica los métodos para extraer el oro de las entrañas de la tierra. Su discusión sobre el origen de las vetas, que adelantó como una hipótesis, ha sido confirmada por los geólogos modernos.

Los paseos por los alrededores de Santo Domingo están llenos de coloridas descripciones, fruto de pacientes y acuciosas observaciones, a cual más deleitosas. Aquí aprendemos cómo los zompopos cortan los pedacitos de hojas y para qué los transportan a sus fornicarios; cómo danza un colibrí en el aire para llamar la atención de la hembra que pretende; cómo teje su tela y caza una araña; para qué sirve el grande y colorido pico del tucán; cómo los zopilotes aprovechan la convección del aire para planear en las alturas; cómo una garrapata se apresta a prenderse de los pelos del caminante, etc.

El viaje a la provincia de Segovia, para reclutar mineros, es una increíble cabalgata de diecinueve días, cruzando por serranías rocosas, bordeando precipicios, chapoteando en el lodo, respirando la fragancia de los pinares, pisando las arenas cuarcíferas del Coco, chamuscado por el sol inclemente de los llanos, etc. En estos capítulos el autor intercala interesantísimas discusiones, a propósito de detalles o situaciones que se le presentaron súbitamente en el trayecto. Aquí, de nuevo, aprendemos el rol de la selección natural entre los perritos lampiños de los aborígenes, la simbiosis de los insectos con las plantas que les dan albergue y nutrientes, el efecto de los períodos glaciales y su relación con el hundimiento de la hipotética Atlántida (mucho antes de que los geólogos hablaran de equilibrios isostásicos entre mares y continentes); el origen de los ciclones, las imitaciones engañosas entre los insectos, etc. Más adelante y a propósito de un corto viaje por Granada y Masaya, discute las erupciones volcánicas, la distribución de los moluscos de agua dulce, el origen y poblamiento del continente americano, etc.

La vida y costumbre de los nicaragüenses durante los llamados "tiempones" reviven a través de las páginas del libro. Al conjuro de su pluma, resucitan nuestros pueblos enmohecidos, con sus co-rredores, tambos y hamacas, donde la gente duerme plácidamente, indiferente al grito del trabajo y del progreso. "En Matagalpa —comenta Belt— no existen bibliotecas, teatros, ni salas de concierto; los únicos entretenimientos son el billar, las peleas de gallos. Apuestas entre la clase alta y aguardiente entre las bajas completan la lista de diversiones nicaragüenses". Muchos lectores encontrarán que a pesar de los cien años transcurridos, no se ha avanzado mucho que se diga en ciertos aspectos sociales y culturales.

La preocupación del autor por el indio es patente a lo largo del contexto. Describe e ilustra sus alambiques cususeros, sus arados primitivos, sus comales y jícaras, etc. Se queja amargamente del destrozo ignorante a la cultura aborigen y de la humillante sumisión a la cruz y a la espada.

Convivir con nuestros bisabuelos, compartir su rústica vida, disimular su subdesarrollo material e intelectual fue una azarosa experiencia para el prejuiciado inglés. Algunos de sus comentarios y opiniones pueden parecer un poco fuertes para el lector, especialmente cuando habla de situaciones políticas y religiosas, sin embargo, no debe de perderse de vista que Thomas Belt nació en Inglaterra en la flamante época victoriana, cuando el Imperio Británico ejercía su protectorado sobre un gran número de colonias, considerándose "la pionera de la libertad, del progreso y de la moralidad".

Cumplido su contrato, Belt deja las minas y cabalga rumbo al lago de Nicaragua para embarcarse de regreso a Inglaterra, no sin "cierto sentimiento de tristeza que se apodera de mí cuando por última vez cruzó la selva. Ya no volveré a contemplar al colibrí rubí de cabeza blanca zambulléndose en la poza, ni a las bandadas de pájaros multicolores que cazan insectos en medio de la floresta. Escuché con placer los últimos cantos del ronco guardabarranco y traté de imprimir en la memoria las curiosas formas de la vegetación, las palmeras, las gigantescas aráceas, las lianas entrelazadas y las epífitas encaramadas".

Después de su estadía en Nicaragua viaja por Rusia, Siberia, etc. Vuelve a América, esta vez a los desiertos del norte de México y suroeste de los Estados Unidos. En este último país, mientras retornaba a Colorado después de haber asistido a un congreso científico en San Luis, se sintió repentinamente enfermo, pernoctando y muriendo en Kansas City, el 21 de septiembre de 1878, a los 45 años de edad.

Hoy que las autoridades del Banco Central han decidido acertadamente traducir y publicar obras básicas sobre Nicaragua, su pueblo, sus costumbres, su arqueología, su naturaleza, etc., han escogido la traducción de "The Naturalist in Nicaragua", para editar, por primera vez en español, este interesante libro, a un siglo de su primera edición y con ocasión del XV Aniversario de esta prestigiada Institución.

En esta traducción he tratado de interpretar fielmente los conceptos vertidos en el libro (la tercera edición en inglés, de J. M. Dent & Sons, Ltd., London, 1911) tarea por cierto no fue muy fácil por la variedad de la narración, las discusiones científicas y la inclusión de citas y extractos de otros autores. La traducción viene despojada de los elegantes giros de una sofisticada literatura, pues he pretendido presentar, sin quebrantar la fidelidad de la versión, el ambiente sencillo donde vivió Thomas Belt, con sus simples y coloridas observaciones de la naturaleza, tanto en Chortales como en Matagalpa y en Nueva Segovia.

Como traductor conocedor de las ciencias naturales, he puesto algunas notas al pie (N. d. T.), para identificar ciertos nombres científicos de la flora y fauna nacional, con sus correspondientes nombres vernaculares, así como también numerosos accidentes geográficos, que marcan el derrotero de la cabalgata de Belt.

Contribuyen también a la amenidad y colorido del libro los dibujos intercalados que aparecen en márgenes y espacios al final de los capítulos, (realizados a plumilla por la mano hábil de Don Eduardo Pérez Valle), y que complementan los dibujos y esquemas originales incluidos entre el contexto. Las láminas son fotografías a color tomadas durante varias expediciones, auspiciadas por el Banco Central. A este respecto se visitaron Santo Domingo, Juigalpa y Acoyapa, navegando además por el río San Juan en todo su curso, y se siguió la ruta de ida y vuelta hasta Nueva Segovia. Muchos de los aspectos presentados, tanto del ambiente urbano como del rural, para no decir del silvestre, conservan en gran parte su originalidad, a pesar del siglo transcurrido.

Debo de agradecer y elogiar la inimitable labor del Ingeniero Franco Peñalba, por su sensibilidad de naturalista y su consagrada habilidad como fotógrafo. Igualmente agradezco la orientación científica del Dr. José Viramonte, argentino de nacionalidad, que durante sus años de servicio en este país, nos acompañó en varias ocasiones a las minas de Chontales, identificándonos las rocas colectadas; al Dr. Carlos G. Muñiz B., gerente del Banco Central y al Licenciado Noel Lacayo Barreto, Director de la Biblioteca del mismo Banco, quienes acogieron y apoyaron el plan para la edición de esta obra; al Profesor Fidel Coloma, por su revisión y anotaciones a la traducción original; al Licenciado Mario Cajina Vega por sus valiosas sugerencias sobre la edición técnica de esta obra y a la Licenciada Jilma Soza Aráuz, por la inagotable paciencia para mecanografiar tantas veces las versiones corregidas del manuscrito original.

Igualmente quiero testificar el apoyo decidido del Dr. Roberto Incer, hoy Presidente del Banco Central, para la edición de esta obra, cuya concepción se originó durante el verano de 1960, que pasamos en Washington D. C., distrayendo las penurias de nuestros años de estudiantes con prolongadas visitas vespertinas a la Biblioteca del Congreso, donde descubrí y desempolvé la ignorada obra de Thomas Belt.

Ojalá que este libro, así como las ediciones similares que aparezcan auspiciadas por otras entidades, figure en los hogares de todos los nicaragüenses cultos, y que al disfrutar de su lectura aprendamos a conservar la maravillosa naturaleza de nuestro país tropical, mermada con el pretexto de un desarrollismo antiecológico que, con la miopía del beneficio cortoplacista, está acabando con las bondades del bosque y de la fauna de Nicaragua, que desde los tiempos de Thomas Belt viene siendo considerada como una tierra pródiga y de porvenir.


JAIME INCER
Managua, D. N., octubre de 1973

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