¿Quiénes somos? libro

 ¿Quiénes somos? Ensayo Biosocial sobre nuestra Cultura

Simeón Rizo Castellón

El curioso lector se preguntará ¿de qué trata este libro? Intentaré explicarlo.

Simeón Rizo, en su tercer libro sobre neurociencia y antropología social, se propone guiarnos por el largo recorrido de la evolución para inducirnos a responder preguntas trascendentales, verbigracia ¿qué es el hombre? partiendo del análisis que hace a lo largo de más de cien páginas, auxiliado por la Genética y la Neurociencia, acercarnos a una caracterización de quién y cómo es el nicaragüense.

No es casual que para abordar los diferentes temas y problemas que constituyen la esencia del libro, se haya valido del poema “Lo fatal” de Rubén Darío. El bardo grita en su desosegado verso que no hay mayor pesadumbre que la vida consciente y abatido por el pesimismo de su angustia vital, afirma que, no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, envidiando la suerte del árbol, que es apenas sensitivo y más la piedra dura porque esa ya no siente…

Mientras Rubén se queja de la pesadumbre de la vida consciente, Simeón, más científico que poeta, nos define y explica la evolución de la consciencia humana. “Está demostrado que la consciencia es un producto del cerebro y este a su vez es un producto de la evolución de la neurona, iniciada hace mil millones de años”.



Con esta forma de concebir la consciencia y admitiendo su existencia a partir del desarrollo del cerebro, con funciones de unidad de información gracias a los neuro-trasmisores, los hombres pueden percibir la realidad, cada quien a su manera, dependiendo, entre otros elementos, de sus sensaciones y de las circunstancias que lo rodean. Para Darío la realidad es una “pesadumbre” porque “yo soy yo y mis circunstancias”. Dicho sea de paso, Simeón nos aclara que la sensación de placer, que básicamente aparece y crece en el seno materno y se desarrolla mediante la relación con otros, es básica e importante para una percepción diferente de la realidad. No es lo mismo percibir la realidad desde una posición placentera que desde una sufriente. En el placer y el dolor está el origen del arte y éste es una forma de interpretar la realidad. El artista, capta la realidad bajo su propio prisma y la reproduce, añadiéndole su propia emoción o sentimiento, componente imprescindible de la conciencia.

Al tener capacidad cerebral para percibir la realidad, el hombre también adquiere la convicción de su existencia e individualidad; lo que a Simeón le lleva a afirmar que la consciencia, es la capacidad de percibirse a sí mismo como ser diferenciado del medio y de otros seres. Por lo tanto, existir como humano es tener percepción y conciencia de un yo diferenciado, separado del mundo que lo rodea, en contraste con el existir animal sin conciencia ni designio propio.

El hombre, por esto mismo, deviene en ser social, con capacidades para diferenciar al “otro” del “yo”, de esta manera se convierte en “nosotros”.



Esta sociabilidad se origina cuando el hombre arcaico en su instinto de sobrevivencia, se agrupa para las faenas de cazadores-recolectores. La convivencia grupal crea la necesidad de comunicación. La interacción constante con el ambiente por millones de años, hizo evolucionar el cerebro y con él, aparece el lenguaje, propio del homo sapiens. Este gran salto sólo tiene una explicación: la evolución. Como dice Wade: El pasado humano y el presente son incomprensibles excepto a la luz de la evolución.

Simeón, en línea con los antropólogos y genetistas modernos, contradice la existencia de un Creador como artífice del mundo; no es por la voluntad de un Ser Superior que aparece el universo. Es la combinación de materia, energía, tiempo y espacio, accionados por las leyes físico-químicas las que dan origen a la vida, cuya expresión primigenia son las moléculas que se combinan para formar estructuras superiores llamadas organismos, que derivan en diferentes especies, y por mutaciones del ADN evolucionan y se agrupan en géneros y en constante evolución, se dividen en familias. La palabra familia nos sugiere un ancestro común y en nuestro caso ese ancestro común son los simios, de modo que somos parientes de los chimpancés. Así pues, la evolución es la única luz que explica y da respuesta a la angustiosa pregunta de Darío “no saber de dónde venimos…” Sí, sabemos de dónde venimos, la esencia de la evolución humana es la transformación de la sociedad de simios en la sociedad humana… (N Wade).

La aparición del lenguaje convierte a los hombres en seres sociales, pero sin un alfabeto que trascienda, no hay cultura; la comunicación es limitada. La comunicación oral es necesaria para la sobrevivencia del individuo y del grupo, pero el lenguaje escrito es imprescindible para el desarrollo cultural y social. Y partiendo de esta base Simeón nos introduce en las características culturales de diferentes grupos sociales a través de los siglos y de la geografía. Pero su propósito no es meramente ilustrarnos sobre la evolución cultural de las distintas sociedades, sino hacernos ver que la nuestra, la indoamericana en general y la nicaragüense en particular, estuvieron muy atrasadas comparativamente, atraso que explica nuestro comportamiento actual, el por qué somos como somos. Rizo busca golpear ese egocentrismo narcisista de creernos superiores por proceder culturas superiores (?) y descender de un bello ancestro, Adán, “hecho a imagen y semejanza de Dios”. Por la lectura de este libro, quien tenga ojos para ver, se enterará que históricamente no somos el centro biológico ni cultural sino una sociedad marginal y desvalorada. “Nos guste o no, somos miembros de una familia grande y particularmente ruidosa: la de los grande simios” (Noah Harari). E igualmente, nos guste o no, los nicaragüenses somos culturalmente atrasados porque lo hemos sido desde siempre, como nos hace ver Simeón en la parte final de su libro. La responsabilidad de nuestra conducta atrofiada se encuentra en nuestros genes, nuestro ADN, sin que esto signifique ser creyentes de un determinismo insuperable. Los habitantes de Nicaragua, cuando llegaron los españoles, practicaban la antropofagia, no conocían la escritura y su estadio correspondía al del cazador-recolector del neolítico. Si así estábamos, si así éramos ¿cuál es entonces nuestro futuro? ¿cómo será el nicaragüense a través y al final del siglo XXI? Superar ese atraso secular, sólo es posible mediante la educación. ¿La que hemos tenido, la que tenemos hoy? No.

Estos antecedentes explican, parcialmente, que somos pobres en un país rico, porque la conducta y forma de vida que se observa en Nicaragua está sostenida por una individualidad bastante primitiva, homologable a la del cazador recolector, explica Rizo. Y sugiere que cualquier programa gubernamental contra la pobreza, si desea ser exitoso, debe partir de esta característica del nicaragüense y no de programas genéricos.

Las páginas dedicadas al análisis comparativo de culturas (el último tercio del libro), pueden resultar amenas e instructivas para quienes no tengan especial interés en la parte de la evolución que ocupa las primeras cien páginas, en las que narra los hitos de esa evolución que se inicia hace unos 13,500 millones de años, hasta llegar al nicaragüense de hoy, su conducta o cultura frente a sus problemas de la vida cotidiana, problemas agravados por la pobreza de la mayoría, responsabilizando de esta situación a nadie más que al que la padece.

Hace 70,000 años la evolución de los organismos condujeron al hombre de hoy, el homo sapiens sapiens, cuya historia está llena de momentos estelares y conductas espeluznantes. Durante el siglo XX se registran hazañas como haber llegado a la luna y catástrofes como haber tenido dos guerras mundiales (con lanzamiento en la última, de bombas atómicas sobre un país ya derrotado) e incontables guerras locales no menos catastróficas. Una estimación reciente cifra el número de muertes violentas registradas durante el siglo XX, en 187 millones de personas, lo que equivale a más del 10 por ciento de la población total del mundo en 1900.

Han trascurrido muchísimas transformaciones desde que el hombre primitivo descubrió el fuego: las culturas se han expresado, excelsamente, ha florecido el arte y la ciencia. La tecnología ha avanzado a niveles insospechados hace 30 años, pero ¿ha evolucionado, para bien, la conducta humana? ¿es la convivencia entre naciones digna de ser aplaudida? ¿Qué nos dice la actual y ya casi permanente ola de terrorismo en nombre de Alá-Dios? ¿Tenía razón el poeta con sus negros presagios de ir sin rumbo cierto y con el temor de un futuro terror y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos? Simeón en este interesante e ilustrativo libro, nos da más de una pista para responder a estas inquietudes.

Más pesimista es el gran historiador Eric Hobsbawm:

“Al final del siglo XX en la sociedad se han producido varias transformaciones, la más perturbadora en algunos aspectos, es la desintegración de las antiguas pautas por las que se regían las relaciones sociales entre los seres humanos y, con ella, la ruptura de los vínculos entre las generaciones, es decir, entre pasado y presente. En los países más desarrollados…han alcanzado una posición preponderante los valores de un individualismo asocial absoluto, tanto en la ideología oficial como privada, aunque quienes los sustentan deploran con frecuencia sus consecuencias sociales. De cualquier forma, esas tendencias existen en todas partes. Una sociedad de esas características, constituida por un conjunto de individuos egocéntricos completamente desconectados entre sí y que persiguen tan sólo su propia gratificación. En las postrimerías de esta centuria ha sido posible, por primera vez, vislumbrar cómo puede ser un mundo en el que el pasado ha perdido su función, incluido el pasado en el presente…un mundo en el que no sólo no sabemos adónde nos dirigimos, sino tampoco adónde deberíamos dirigirnos”. (Historia del siglo XX).

Simeón basa su libro en la evolución. Evolución es asentar el presente en el pasado; desvincular, erróneamente, el presente del pasado es vivir en la incertidumbre daríana de no saber de dónde venimos ni a dónde vamos. Y como acertadamente nos advierte Hobsbawm “no saber tampoco adonde deberíamos dirigirnos”.

Este libro trata de eso: señalarnos algunos de los senderos hacia dónde deberíamos dirigirnos.

Heberto Incer. 
Junio 2017.

     
Teléfono: 2254 5135
Iglesia El Carmen 1/2 c. arriba


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por sus comentarios. Recuerde ante todo ser cortés y educado.

Entradas populares