TENIA más de diez años de ser Alcalde del pueblo. Llegó a ser Alcalde
porque era buena gente, y el vecindario, que le conocía desde muy atrás, firmó
actas y más actas, hasta que lo nombraron Alcalde. No sabía firmar el
nombramiento, pero sabía poner una "X" y eso era suficiente.
A los 30 días de haber tomado posesión de la Alcaldía, recibió la
primera invitación para asistir con sus hombres al Congreso Nacional donde se
discutiría una ley muy importante sobre la profilaxia, y él tenía que ir para
defender los derechos de sus conciudadanos.
Fue entones cuando se dió a hacer un esmoquin negro, y así con esa
indumentaria asistió al Congreso. Cuando regresó a su pueblo, llegó con el
esmoquin puesto un periódico en donde había salido retratado. Era de los
primeros de la barra.
Y el esmokin, desde aquella época memorable, sólo salía para fechas
solemnes: entierros, velas de amigos y funciones en la iglesia.
El Alcalde, en los diez años de estar con aquel cargo, había aumentado
unas 30 libras, pero el esmoquin era el mismo. No había perdido tampoco su
color porque no había tenido para qué lavarlo.
Así llegó el señor Alcalde a la vela de su compadre Chenteacompañado de
su comitiva, saludó a todos los presentes, se dirigió al lecho donde estaba
estirado el cuerpo, levantó el pañuelo que le cubría el rostro, retrocedió un
poco, se volvió más sereno, como era costumbre en casos semejantes dijo algunas
palabras que nadie las oyó y volvió a taparle la cara.
La Juana Sánchez estaba lista para llevarlo a la mesa que se había
reservado para el señor Alcalde pero él prefirió antes de ir a sentarse, porque
sabía que si se sentaba difícilmente se volvería a levantar, hasta que lo
llevaran cargado, decir unas cuantas palabras en memoria del difunto.
—Juana —llamó el Alcalde, dirigiéndose a la Juana Sánchez—,necesito un
taburete o una banca fuerte para treparme a hablar. —Aqúí la tiene señor, ¿otra
cosa? —contestó la Juana, al instante.
—Un trago Juana.
—Aquí lo tiene señor, ¿otra cosa?
—Otro trago Juana.
—Aquí lo tiene señor, ¿otra cosa?
—No, con eso tengo.
El Alcalde, en sus viajes a la capital, había aprendido mucho o mejor
dicho había oído muchos discursos, y él, naturalmente, poco a poco se fué
quitando el miedo, pero en el pueblo oír hablar al señor Alcalder era algo
extraordinario.
Subido el señor Alcalde en el taburete, que había sido colocado frente
al difunto, se estiró un poco la levita, tosió, volvió a ver de reojo a todos
los veleros que se habían arrimado para escucharle y, señalando al difunto con
el índice quedó así, como si hubiera entrado en profunda meditación: ¿Cómo
comenzar aquel discurso? El había hablado en cabildo abierto muchas veces y
sabía que allí se comenzaba diciendo "Queridos Conciudadanos"; había
hablado para los del campo y usado: "Queridos Compañeros"; había
hablado para los cuatro obreros y artesanos del pueblo, y comenzando;
"Camaradas"; había una vez ofrecido una copa de champán en el club
del pueblo a un personaje que llego a visitarle, / le había dicho:
"Ilustrísimo Señor Diputado", pero ahora la cosa era distinta, tenía que
quedar bien con el difunto, y con los amigos del difunto, y lo más delicado
aún, no resentir a las mujeres del pueblo que estaban llorando a Chente.
Por fin, dándose cuenta que en aquella posición de espera, había pisado
varios minutos, comenzó:
"Querido hijo —señalando siempre al difunto—. Así quería
verte".
—Recogió el índice con violencia, se cruzó las dos manos sobre el pecho,
de la fuerza que hizo tronó el esmoquin, abrió luego las manos violentamente, y
siguió su discurso dirigiéndose al muerto.
"Allí está Chente Cruz, vos Juana lo conociste, dícen que uno de
tus hijos es de él, vos Pancho, también fué tu mandador; vos comadre Rosa, por
él te dejó tu hombre; vos Nicolás dicen que fuiste
el de la herida, aquella herida que le dieron en la nalga, y que nadie
supo quien había sido, en fin todos conocimos a Chente Cruz; gozamos en las
velas con sus chiles, ahora estamos gozando de su
vela. Así es la vida, él nos desvelaba con sus serenatas y nos ponías
arrechos cuando andaba picando pero Chente Cruz era un hombre bueno, bueno como
este pueblo, y aunque era liberal, era ante todo, hijo de este pueblo.
Bueno, agora ya esta muerto. Que descance el pobre Chente. ¿Cómo murio?
Por bruto. ¿Quién lo mandó montar el toro más bravo que nos mandaron de San
José? Naíde.
—¿Quién le dijo que lo montara? —Naíde.
—¿Quién puso en duda su valentía, como para que el bruto demosti.ara lo
contrario? —Naíde.
Pero ya murió y que Dios lo tenga en sus manos. Ois Chenté: que Dios te
tenga en sus manos.
Agora todos vamos a beber; ¿por qué? porque él también bebió por
nosotros, y nosotros los del pueblo así pagarnos.
Aquí falta mucha gente a quien Chente le hizo favores. ¿Por qué no han
venido? porque son hipócritas. Prefieren estar en la iglesia golpeándose el
pecho y confesándose con el Cura que estar acompañando al difunto.
Chenté, ¿me estás oyendo? Peor para vos. ¿Sabes lo que estoy diciendo?
que la niña Jacintita, la Esmeraldita, la Esmeralda y los otros más debieron
estar aquí, con vos, porque vos los servistes a tiempo. Vos sabes porque te
digo ésto, ¿Verdá que sabes Chenté?
Bueno, compadre Chenté, aquí estamos los que estamos, ya te dije estas
cuatros letras, hoy voy a beber hasta cagarme, por vos, por que fuiste un buen
amigo, un buen compadre, un compañero, un camarada como dicen en la capital.
Siento tu partida, mi corazón me está golpeando el pecho; quisiera
llorar Chente por tu ida, pero los Alcaldez no lloran. Que lloren los demás,
tienen que llorar por vos porque fuiste un buen hombre con las mujeres, con la
Juana, con la Tránsito, con la Pola, con todas, y también un buen hombre con
los hombres. Un buen amigo.
Si Chente, abrí los ojos, y verás que todas están llorando tu partida;
que la Pola se ha atacado. Que dichoso sosChente, que has venido a morir a tu
pueblo"
El Alcalde calló de pronto, luego con toda ceremonia continuó: "En
nombre del pueblo, te doy el pésame y te declaro nuestro huésped de honor. He
dicho".
El pueblo aplaudía y aplaudía y se oyeron algunos "Viva el señor
Alcalde". "Viva el señor Alcalde". "Viva el mejor orador de
la comuna. Viva a".
El señor Alcalde dio un salto del taburete al suelo, buscó a laJuana y
le dijo cuando la vio llorando; Dejate de chochadas Juana, por eso no se llora,
traeme un trago.
Aquí lo tiene señor, ¿otra cosa?
Otro trago Juana. Y te vas a atender al cura que ay viene.
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CUENTO 10: A LA PRUEBA ME REMITO
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