ÁLGIDO MOMENTO - Lilliam Valladares

Al despertar Florencio Batres todo era normal, pero, al bañarse y fregarse el pie izquierdo, una sensación de ausencia le sobresaltó pasándola por alto por la urgencia del tiempo matinal.
Después de la cena se puso las chinelas y ya en facha se sentó a ver la televisión y entonces fue que los zancudos comenzaron a picarle con tesón y al rascarse el pie izquierdo la sensación de ausencia de nuevo lo sobresaltó.
Era lógico, algo faltaba pero no sabía qué... se agachó en la silla y se pasó con urgencia la mano izquierda sobre el pie y el corazón le dio un vuelco al tocarse los dedos: era obvio, la ausencia estaba allí.
Subió el pie izquierdo a la rodilla derecha, los zancudos le seguían zumbando más, ya no le importaba, con los dedos de la mano izquierda se repasó los dedos del pie izquierdo sobresaltándole de nuevo la sensación de ausencia... anonadado y con disimulo se repasó con los dedos de la mano izquierda los dedos del susodicho pie y con alarma se dio cuenta que le faltaba el cuarto dedo que pega al meñique, a estas alturas el descubrimiento ya lo atoraba, miró a su alrededor con desesperación: nadie había notado su dramática situación.
Bajó el pie al suelo y quiso correr en busca de ayuda, ¿pero dónde? si él mismo no podía explicarse la fatal pérdida... y recordaba atragantado la metamorfosis de Gregorio Samsa... ¿se iría a convertir en un monstruoso insecto?... ¿se le irían a desaparecer todos los dedos, dedo por dedo, día por día?
Se levantó con sigilo y se fue a acostar a una hamaca: no concebía el misterio de tan extraña pérdida indolora y oculta: yano se atrevía a tocarse el pie, sus sienes se le recalentaban y ya no podía bosticar palabra... las fuerzas lo abandonaban, se sentía morir.
No tenía valor de volver a recontar los dedos... el dedo debía estar allí, cómo, sino, pudo haber desaparecido? distendidamente abrió los dedos del pie con la canilla estirada y los movía recorridamente, pero, la sensación estaba allí, presente, iracunda, indespegable...
En eso pasó Nilda, su nieta de siete años dando saltos con una cuerda muy cerca de la hamaca.
Florencio Batres quiso llamarla pero la voz no le salía... tragó gordo y al fin, con más miedo que otra cosa dijo: Nildita, Nildita... la niña muy cariñosa y solícita la respondió: ya voy abuelito...
Cuando Nilda se arrimó a la hamaca, Florencio Batres la tomó por el ruedo del vestido y le dijo: Nildita, Nildita, contame a ver si los dedos del pie izquierdo están completos...
Nilda dio la vuelta alrededor de la hamaca, se agachó y contó y con sonrisa angelical le gritó: cinco, abuelito, están completos...


La vida le volvió a Florencio Batres, el ritmo del corazón se le normalizó y con una sonrisa socarrona se decía.... bah, ya lo decía yo, ya lo decía yo.

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LILLAM VALLADARES

(León 1934). Ha publicado cuentos en La Prensa Literaria, el Nuevo Amanecer Cultural yBarricada. Además la UNAN León le publicó una separata conmemorando el día de la mujer. Se dedica a la farmacología, pero no pierde su amor por la narrativa.

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