Cuento de Federico José Benavides

Doña Elba

I

Doña Elba es una señora que les cuenta historias reales a los niños del barrio. Ella no sabe leer porque nunca fue a una escuela, pero tiene una mente prodigiosa. Todos acuden a ella para escuchar sus historias. Atendamos:
—Bueno niños, esta vez la historia es una adivinanza. Un hombre iba para Amberes, encontró 7 mujeres, 7 mujeres con 7 sacos, 7 sacos con 7 gatos. Entre hombres, mujeres y gatos ¿Cuántos llegaron a Ambere?
Todos nos quedamos perplejos. Unos multiplicaban al aire. Otros sacaron sus cuadernos y lápices porque venían de clases. Unos decían 7 mujeres, 7 sacos, 7 gatos, 7 x 3 = 21. Dijeron 21 y ella respondió.
—No, no es esa la respuesta.
Otros sumaban y decían 22, otros 23, otros 24. Niñas ni niños respondían con certeza. Y todos nos sorprendimos cuando respondió UNO. Uno, no es posible, respondimos todos asombrados en coro.
—Sí, uno, porque solo 1 iba para Ambere, el resto se los encontró.
Todos nos quedamos sorprendidos y no salíamos de nuestro asombro de cómo nos había matizado. Pero así es ella, siempre con una historia nueva qué contarnos.

II

Me contó doña Elba que cuando era niña, de unos 6 años, su hermana María se estaba comiendo el queso que su mamá guardaba en el tapesco. Era de noche, como a las 12, y cuando la vio le dijo a su mamá:
—Mamá, María se está comiendo el queso, ¿se lo quito y me lo como yo?
—No niñá, dormite que El Miosmo anda rondando en el techo de la casa.
Al escuchar “El Miosmo”, inmediatamente se quedó dormida porque era una animal tan feo, que si alguien lo miraba quedaba loco y deambulaba por las calles. El Miosmo era una animal que solo tenía la mitad izquierda de un ave y salía a los niños malcriados y a los padres que no querían a sus hijos o a sus mujeres.

III

Doña Elba se encontró un buen hombre que se llamaba Valeriano y ellos habían crecido sin sus padres porque habían muerto siendo pequeños. Ya adultos los hijos más pequeños tenían 2 y 4 años, Federico y Fernando, respectivamente. Entonces, decidieron emigrar del campo a la ciudad, para que ellos estudiaran y no tuvieran la misma suerte que sus progenitores.
—Mire, don Valeriano, vámonos a vivir a la ciudad para que los niños no tengan que viajar muchos kilómetros a la escuela.
—Y allá de qué vamos a vivir, por lo menos aquí no nos falta la carne que cada noche cazo. La guardatinaja, el venado, el cusuco, siempre están en la mesa para que nuestros hijos los coman.
—Es cierto, pero allá Dios nos ayudará. Él siempre nos ha cuidado desde que nos quedamos huérfanos.
—Aquí usted trabaja de cocinera, de esa manera también nos ayudamos, pero allá de qué vamos a vivir con 10 chavalos que tenemos.
Los años pasaron y aquella idea no se le quitaba a doña Elba. Conversando con las otras cocineras de la hacienda, les reprochaban por qué se avergonzaba de la vida del campo.
—Allá es peligroso, no hay leña regalada, la comida se compra.
—Tus hijos te van a dejar, se van con sus mujeres; las mujeres con sus hombres y te vas a quedar sola, hasta te pueden quitar al hombre, porque además de trabajar en el campo es bien dedicado con vos. Mirá el Pancho, por más que el digo “andá, cazá con Don Valerio”, nada que va, ni se mosquea el muy haragán.
—Para qué los vas a poner a la escuela. Ponelos a trabajar. Yo a los míos aquí los tengo para que me ayuden. Si de todos modos los hijos son para ayudarle a uno.
—Si niña, ya los millonarios están contados.
Y así era cada vez que la señora quería venirse a vivir a la ciudad, hasta que le dijo a su hombre:
—Mirá amor, nos vamos para la ciudad. Allá yo sé que Dios nos va a ayudar.
Y en la ciudad se dedicó a hacer tortillas, él a leñador y los hijos para la escuela. Veinte años han transcurrido y hoy todos son profesionales: médicos, abogados, enfermeras, maestros, contadores, poetas y escritores.
Las otras cocineras se quedaron en el monte. Unas murieron por el Gramoxon, otras de viejas y las pocas ya están bien ancianas, pero todas admiran a Doña Elba, mi madre.

Federico José Benavides

Originario de El Viejo. Poeta, crítico literario, narrador y ensayista. Poesía: Ha recitado su poesía en la Facultad de CCEEHH de la UNAN-LEÓN el día 27 de junio 2007. Sus poemas aparecieron por primera vez en la novela Aurora del ocaso (2010), escrita por la leonesa Gloria Elena Espinoza de Tercero, actualmente tiene un poemario inédito Cielo Portátil. Crítica Literaria: tiene publicado el artículo Stigma en Túnica de Lobos en la revista de la UNAN-LEÓN N°7 Cuadernos Universitarios “Segunda Generación”, julio 2009, El foro Nicaragüense de cultura en su página digital le publicó el artículo “Un meta cuento sacado del río” (2013), haciendo una crítica al libro Esto fue lo que pasó, del escritor Mauricio Paguaga Rivera, representó a la UNAN-LEÓN en el VI Simposio sobre el habla y la literatura nicaragüenses, En homenaje a Jorge Eduardo Arellano, 18 y 19 de agosto 2011; con el artículo Presagios espinozianos y el metadrama ficcional El Espantapájaros. Actualmente reside en Somoto Madriz, donde representa al Foro Nicaragüense de Cultura.



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