El cazador de ceguas y los tesoros de leyendas


Cuentan los ancianos del Norte, que muy cerca de un pueblito que está entre Estelí y Matagalpa, vivió, hace muchos años ya, un cazador de animales feroces, arrecho el hombre, cazaba en un bosque cerca de donde él tenía su ranchito, ahí había árboles muy altos y frondosos, corrían muchos ríos pequeños y la fauna era abundante.

Dicen que un día, como de costumbre, el cazador se fue al bosque, pero esa vez todo era diferente, había absoluto silencio, los pájaros no se oían cantar, el viento no soplaba y las hojas de los árboles estaban inmóviles, las quebradas estaban casi secas, no se veía ningún animal y todo aquello se veía y se sentía un ambiente tenebroso. La gente del pueblo comenzó a murmurar que las tres malvadas brujas que permanecían en un letargo sueño, se habían despertado y que por eso el bosque estaba maldito.

Por las noches, muchos campesinos eran víctimas de las ceguas, micos brujos y chanchas brujas. No son chanchas brujas -decía el cazador-, son brujas chanchas que se transforman en esas cosas.


El cazador estaba enojado y ya que no había más animales para cazar, entonces

Los motivos del lobo de Rubén Darío ilustrado

Los motivos del lobo de Rubén Darío

Este es un poema, auque muchos lo llamen cuento 😊 Es un poema publicado por primera vez por el periódico La Nación. Ya en forma de libro conteniendo ese poema, homenaje y agregando y otros poemas -fundamentalmente creados en su estancia en Mallorca- se edita en 1914 en Madrid, por la Biblioteca Corona: "Canto a la Argentina y otros poemas". Este libro lo puede descar por un bajo precio AQUÍ



















Poema completo


El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el terrible lobo,
rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.

Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo: ?¡Paz, hermano
lobo! El animal
contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: ?¡Está bien, hermano Francisco!
¡Cómo! ?exclamó el santo?. ¿Es ley que tú vivas
de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor,
no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?
Y el gran lobo, humilde: ?¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer; y busqué el ganado,
y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
Y no era por hambre, que iban a cazar.
Francisco responde: ?En el hombre existe
mala levadura.
Cuando nace viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura.
Tú vas a tener
desde hoy qué comer.
Dejarás en paz
rebaños y gente en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!
?Está bien, hermano Francisco de Asís.
?Ante el Señor, que todo ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata.
El lobo tendió la pata al hermano
de Asís, que a su vez le alargó la mano.
Fueron a la aldea. La gente veía
y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y, baja la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.

Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó.
Y dijo: ?He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios. ?¡Así sea!,
contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal
de contentamiento,
movió testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.

*

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían
y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle,
iba por el monte, descendía al valle,
entraba en las casas y le daban algo
de comer. Mirábanle como a un manso galgo.
Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, tornó a la montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.
Otra vez sintióse el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera
no dio treguas a su furor jamás,
como si tuviera
fuegos de Moloch y de Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos lo buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.

Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña
a buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.
?En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote ?dijo?, ¡oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho.
Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
?Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.

El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: Padre nuestro, que estás en los cielos...

A Margarita Debayle

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Margarita Debayle Sacasa era hija del Dr. Louis Henri Debayle "El Sabio Debayle", nació el 4 de julio de 1900, tenía tan solo 7 años de edad cuando Rubén Darío la inmortalizó en el el poema que tituló A Margarita Debayle, esto sucedió cuando, en 1908, el poeta fue invitado a la casa de verano de la familia Debayle en la paradisiaca isla del Cardón ubicada en la ciudad puerto de Corinto, jurisdicción del departamento de Chinandega, Nicaragua. Fue ahí en una tarde cerca de la playa, sentado en una roca que escribió el famoso poema a la entonces niña Margarita, quien le había pedido que le escribiera un cuento en versos. 
Doña Margarita murió en Perú el 19 de diciembre 1983, a la edad de 83 años.

 A Margarita Debayle


Margarita está linda la mar, y el viento, lleva esencia sutil de azahar; yo siento en el alma una alondra cantar; tu acento: Margarita, te voy a contar un cuento:

Esto era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha de día y un rebaño de elefantes, un kiosko de malaquita, un gran manto de tisú, y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita, como tú.

Una tarde, la princesa vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas se parecen mucho a ti: cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba, por la luna y más allá; más lo malo es que ella iba sin permiso de papá.

Cuando estuvo ya de vuelta de los parques del Señor, se miraba toda envuelta en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: —«¿Qué te has hecho? te he buscado y no te hallé; y ¿qué tienes en el pecho que encendido se te ve?».

La princesa no mentía. Y así, dijo la verdad: —«Fui a cortar la estrella mía a la azul inmensidad».

Y el rey clama: —«¿No te he dicho que el azul no hay que cortar?. ¡Qué locura!, ¡Qué capricho!... El Señor se va a enojar».

Y ella dice: —«No hubo intento; yo me fui no sé por qué. Por las olas por el viento fui a la estrella y la corté».

Y el papá dice enojado: —«Un castigo has de tener: vuelve al cielo y lo robado vas ahora a devolver».

La princesa se entristece por su dulce flor de luz, cuando entonces aparece sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: —«En mis campiñas esa rosa le ofrecí; son mis flores de las niñas que al soñar piensan en mí».

Viste el rey pompas brillantes, y luego hace desfilar cuatrocientos elefantes a la orilla de la mar.

La princesita está bella, pues ya tiene el prendedor en que lucen, con la estrella, verso, perla, pluma y flor.


Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar: tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar, guarda, niña, un gentil pensamiento al que un día te quiso contar un cuento.


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Novela: Operación Damián





Puedo decir que “Operación Damián” es un ensayo para una extensa novela, la cual recepta a manera imaginaria la crueldad de sistemas políticos en decadencia en pleno siglo XXI, cuando la mayor aspiración de los pueblos del mundo es obtener una vida digna en un desarrollo democrático; en donde la niñez y la juventud tengan en verdad donde reclinar sus cabezas. Este libro de pocas páginas puede ofuscar a unos y a otros recibirlo con agrado, para mí, ello es comprensible, como dicen los antiguos; lucha entre el bien y el mal, de alguna forma ya reseñado el tema en la presentación del mismo.

Víctor Medina (autor)

Víctor Medina ha ejercido el periodismo desde hace más de cuarenta años laborando en Diarios, Semanarios y Revistas. Obtuvo una mención honrosa en el Primer Certamen Laboral de Cuento y Poesía de la Universidad Javiera Carrera, de Valparaíso, Chile (1984). Hizo estudios de Ciencias Políticas y Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México (1967). Sus poemas han sido publicados en La Prensa Literaria y Revistas.


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