Poesía dispersa de Rubén Darío (1908 -1916)
Villancicos navideños populares
Navidad, dulce Navidad
Navidad, Navidad,
dulce Navidad
la alegría de este día hay que celebrar.
Poesía dispersa de Rubén Darío (1893-1907)
1893
• Enero 5 - En el vapor Acapulco llega a Corinto de regreso de España.• Enero 26 - Muere Rafaela Contreras de Darío en San Salvador, durante una operación quirúrgica, a consecuencia de una dosis excesiva de cloroformo.
• Marzo 8 - Matrimonio de Rubén Darío y Rosario Murillo en Managua, Nicaragua.
• Abril 3 - Llega a Panamá con su esposa, la cual regresa a Nicaragua.
• Abril 17 - Es nombrado Cónsul General de Colombia en Buenos Aires. Ver en el Capítulo XII de "La dramática vida de Rubén Darío (Edelberto Torres Espinosa)" las fechas contradictorias que ofrece este caso.
• Mayo - En Nueva York. Encuentro con José Martí.
• Junio 7 - Se embarca para Francia.
• Junio - Julio - París. Banquete en su honor. Estudia la nueva poesía francesa; el simbolismo y la escuela romana. Conoce a Verlaine y Jean Moréas.
• Agosto 13 - Llega a Buenos Aires.
• Agosto 20 - “La leyenda del águila”. La Nación, Bs. As. Es el primer artículo de los que integrarán Los Raros, donde tiene el título de “Georges d’Esparbés”.
• Septiembre 1 - “Era un aire suave”. Primer poema escrito y publicado en Buenos Aires, de los que formarán Prosas Profanas. Vio la luz en la Revista Nacional, de Carlos Vega Belgrano.
À la petite Isabeau*
El asesinato de Sandino
Documentos testimoniales recopilados por Eduardo Pérez Valle.
Eduardo Pérez Valle (1924 - 1998). Historiador, abogado y geógrafo nicaragüense. Su formación inicial estaba encaminada hacia la carrera de medicina, estudios que interrumpió cuando el entonces presidente Anastasio Somoza clausuró la Universidad Central para abortar las protestas de la oposición política. Pérez Valle fue editor del primer periódico universitario que se publicó en aquella época y posteriormente, en 1946, participó en la fundación de la Universidad Libre. Además, fue profesor del Instituto Pedagógico y catedrático de la Universidad Centroamericana. Es autor de una prolífica obra sobre la historia de Nicaragua.DESCARGA PDF
Disponible en Casa del libro
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Poesía dispersa de Rubén Darío (1887-1892)
1887
Febrero 11: “Anagke”. “A Pedro Balmaceda”. La Época. Primer poema de los que integrarán Azul…Febrero: Darío deja Santiago y vuelve a Valparaíso.
Marzo 16: Abrojos. Imprenta Cervantes. Calle de La Bandera, 73. Santiago de Chile.
Marzo 29: La Época publica en esta fecha información de que Rubén Darío ha sido nombrado ese día guarda-inspector de la Aduana de Valparaíso.
Septiembre 8: Entrega de los premios del certamen Varela en el Orfeón Francés de Santiago. Darío llega a Santiago, pero no asiste al acto. Cobra su premio después.
Octubre 9: La Época publica el “Canto épico a las glorias de Chile”.
Nuevos Abrojos
En el álbum de Pedro Nolasco Préndez
Confidencias al caimito
PRÓLOGO DEL LIBRO
La historia del viejo
Tomado de Gustavo A. Prado: Leyendas Coloniales.
Título original: La historia del viejo Ahumada.
Ediciones de Club del Libro Nicaragüense, Managua 1962.
Esto ocurrió durante el período colonial en tiempos en que se les llamaba a estas tierras Indias Occidentales.
Santa Teresa de Jesús, a quien crónicas y memorias llaman la doctora de Ávila, tenía un hermano, llamado Francisco de Ahumada, bien entrado en años, a quien dio la santa el encargo de dotar a las tres catedrales más célebres de estas Indias, de tres esculturas de la Virgen Santísima, bajo tres distintos títulos. Así: la del Carmen, a Guatemala; a la de Concepción, a León de Nicaragua; y la de Mercedes, a la llamada ciudad de los Virreyes de Lima.
El varón se dispuso a cumplir el encargo de su hermana la santa, y enderezó proa con otros más, hacia las Indias Occidentales desde España, haciéndose a la mar con buen viento.
Cumpliendo su misión en Lima y Guatemala, quedaba pendiente Santiago de los Caballeros de León y zarparon con hinchadas velas a la mar, embarcándose en el puerto de Iztapa, luego llegaron al Realejo y de allí siguieron su viaje a Chinantlán, en donde hizo alto para continuar al otro día su viaje hacia León.
Muy de mañana, enderezadas las cargas, en una mula y unos caballos partían, mas es fama bien notoria, que la mula, al llegar a cierto punto, se negó a pasar y siendo en vano los ruegos y zurras de don Francisco de Ahumada, éste le dijo tantas palabrotas y maldiciones que la mula se estremeció tanto que hizo exclamar a Francisco:
—¡Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal!
—No sigáis hermano que puede llover fuego —le dijo uno de sus acompañantes.
El animal quedó quieto, le pusieron la carga y éste la tiró del cabestro, le hicieron mil diligencias para que se moviera y el animal todavía estuviera allí si Dios le hubiese dado largos años de vida.
—Hágase tu voluntad, Dios mío —dijo Ahumada—, y retornemos a la posada que mañana será otro día.
Por varios días buscó otra salida, otros caminos, pero regresaba al mismo sitio; el animal iba a buen paso, pero se detenía en ese mismo lugar.
La piedad y la superstición dieron en decir que la Virgen no quería marcharse de Chinantlán y de acuerdo con el cura y el permiso de Ahumada, se acordó que la Virgen quedase en Chinantlán. Procediéndose enseguida a levantar el templo.
Corrieron los años y la Virgen de la Concepción llegó a conocerse como la Virgen del viejo, haciendo referencia así, al viejo Ahumada que la dejó.
“Sólo la Virgen del viejo puede salvar a tu hijo.” “En la tempestad del Realejo, se salvaron todos porque eran devotos de la Virgen del viejo”, decían muchos creyentes.
Un caso muy conocido se refiere a una señora que estaba sola en el momento justo que iba a dar a luz, invocó la misericordia de la Virgen del viejo, apareciendo momentos después una mujer de rara belleza que la asistió con cuidadoso esmero, y al despedirse la señora agradecida le dijo:
—Dígame donde vive usted para ir a verla en cuanto me levante.
—Pregunte por mí en la plaza y cualquiera te dará las señas.
—Y… ¿cómo se llama usted?
—Yo me llamo María de la Concepción.
La señora se levantó, fue a buscar a la divina comadrona; pero nadie le dio razón.
—Sin embargo —decía— ella me asistió, y quiero verla.
Y la pudo ver, la reconoció al notar que se trataba de la mismísima Virgen del viejo Ahumada.
—Ella es —dijo. Y le dejó a sus pies sobre el altar, algunas frutas y flores como muestra de agradecimiento.
Pasó el tiempo y la escultura del viejo Ahumada, fue adquiriendo cada vez más popularidad por sus milagros tan numerosos.
Todo el mundo la conocía como la Virgen del viejo. De esta manera Chinantlán pasó a ser conocido como El Viejo Chinantlán, luego simplemente El Viejo, que se convirtió en un municipio, bastante poblado, del departamento de Chinandega y teniendo como centro la Basílica de la Concepción de María, donde aún se encuentra la Virgen de El Viejo, ahora como referencia al poblado.
Poesía dispersa de Rubén Darío (1884 -1886)
1884
• Enero. Es probable que en este mes se instruyera el proceso de Rubén Darío acusado de vago.• Febrero. Colabora en la prensa de Managua.
• Marzo. Trabaja en la Biblioteca Nacional que dirige D. Modesto Barrios.
• Mayo 31. Rubén Darío pide al Prefecto de León que sea revocada la sentencia recaída en su persona acusado de vago.
• Junio 21. Es revocada la sentencia que lo condenó por vago.
• Agosto 13. Acompaña al presidente Cárdenas en la gira a San Juan del Sur y Corinto al encuentro del presidente Zaldívar de El Salvador. En el banquete celebrado en Corinto brindó en verso.
• Agosto 26. “Epístola a Juan Montalvo”. El Ferrocarril, Managua.
• Octubre 22. Crítica a “La ley escrita de Rubén Darío”, por Ricardo Contreras. Es la primera crítica hecha al poeta en Nicaragua.
• Octubre 29. “Epístola a Ricardo Contreras”. El Diario Nicaragüense.
Carta abierta
Poesía dispersa de Rubén Darío (1882-1883)
Enero 24 - “El libro”; poema en cien décimas leído en una recepción de Palacio.
Enero 30 - Acuerdo de la Cámara de diputados: “El Gobierno de Nicaragua hará colocar por cuenta de la Nación al inteligente Joven pobre Rubén Darío, en el plantel de enseñanza que estime más conveniente para completar su educación.” El agraciado no aceptó.
Agosto - Llega al puerto de La Libertad de El Salvador.
Septiembre 15 - Melopea en verso con Román Mayorga Rivas, en la velada con que la Sociedad La Juventud celebró la Independencia.
El Libro
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza;
Las albóndigas del Coronel - Rubén Darío
Las albóndigas del coronelTradición nicaragüense1 |
Cuando y cuando que se me antoja he de escribir lo que me dé mi real gana; porque a mí nadie me manda, y es muy mía mi cabeza y muy mías mis manos. Y no lo digo porque se me quiera dar de atrevido por meterme a espigar en el fertilísimo campo del maestro Ricardo Palma; ni lo digo tampoco porque espere pullas del maestro Ricardo Contreras.2 Lo digo sólo porque soy seguidor de la Ciencia del buen Ricardo.3 Y el que quiera saber cuál es, busque el libro; que yo no he de irla enseñando así no más, después que me costó trabajillo el aprenderla. Todas estas advertencias se encierran en dos; conviene a saber: que por escribir tradiciones no se paga alcabala; y que el que quiera leerme que me lea; y el que no, no; pues yo no me he de disgustar con nadie porque tome mis escritos y envuelva en ellos un pedazo de salchichón. ¡Conque a Contreras, que me ha dicho hasta loco, no le guardo inquina! Vamos, pues, a que voy a comenzar la narración siguiente: El coronel Arrechavala era apreciado en la capitanía general de la muy noble y muy leal ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala. Así es que en estas tierras era un reicito sin corona. Aún pueden mis lectores conocer los restos de sus posesiones pasando por la hacienda Los Arcos, cercana a León. Todas las mañanitas montaba el coronel uno de sus muchos caballos, que eran muy buenos, y como la echaba de magnífico jinete daba una vuelta a la gran ciudad, luciendo los escarceos de su cabalgadura. El coronel no tenía nada de campechano; al contrario, era hombre seco y duro; pero así y todo tenía sus preferencias y distinguía con su confianza a algunas gentes de la metrópoli. Una de ellas era doña María de..., viuda de un capitán español que había muerto en San Miguel de la Frontera. Pues, señor, vamos a que todas las mañanitas a hora de paseo se acercaba a la casa de doña María el coronel Arrechavala, y la buena señora le ofrecía dádivas, que, a decir verdad, él recompensaba con largueza. Dijéralo, si no, la buena ración de onzas españolas del tiempo de nuestro rey don Carlos IV que la viuda tenía amontonaditas en el fondo de su baúl. El coronel, como dije, llegaba a la puerta, y de allí le daba su morralito doña María; morralito repleto de bizcoletas, rosquillas y exquisitos bollos con bastante yema de huevo. Y con todo lo cual se iba el coronel a tomar su chocolate. Ahora va lo bueno de la tradición. Se chupaba los dedos el coronel cuando comía albóndigas, y, a las vegadas, la buena doña María le hacía sus platos del consabido manjar, cosa que él le agradecía con alma, vida y estómago. Y vaya que por cada plato de albóndigas una saya de buriel, unas ajorcas de fino taraceo, una sortija, o un rollito de relumbrantes peluconas, con lo cual ella era para él afable y contentadiza. He pecado al olvidarme de decir que doña María era una de esas viuditas de linda cara y de decir ¡Rey Dios! Sin embargo, aunque digo esto, no diré que el coronel anduviese en trapicheos con ella. Hecha esta salvedad, prosigo mi narración, que nada tiene de amorosa aunque tiene mucho de culinaria. Una mañana llegó el coronel a la casa de la viudita. —Buenos días le dé Dios, mi doña María. —¡El señor coronel! Dios lo trae. Aquí tiene unos marquesotes que se deshacen en la boca; y para el almuerzo le mandaré... ¿qué le parece? —¿Qué, mi doña María? —Albóndigas de excelente picadillo, con tomate y chile y buen caldo, señor coronel. —¡Bravísimo! —dijo riendo el rico militar—. No deje usted de remitírmelas a la hora del almuerzo. Amarró el morralito de marquesotes en el pretal de la silla, se despidió de la viuda, dio un espolonazo a su caballería y ésta tomó el camino de la casa con el zangoloteo de un rápido pasitrote. Doña María buscó la mejor de sus soperas, la rellenó de albóndigas en caldillo y la cubrió con la más limpia de sus servilletas, enviando en seguida a un muchacho, hijo suyo, de edad de diez años, con el regalo, a la morada del coronel Arrechavala. Al día siguiente, el trap trap del caballo del coronel se oía en la calle en que vivía doña María, y ésta con cara de risa asomada a la puerta en espera de su regalado visitador. Llegóse él cerca y así le dijo con un airecillo de seriedad rayano de la burla: —Mi señora doña María: para en otra, no se olvide de poner las albóndigas en el caldo. La señora, sin entender ni gota, se puso en jarras y le respondió: —Vamos a ver, ¿por qué me dice usted eso y me habla con ese modo y me mira con tanta sorna? El coronel le contó el caso; éste era que cuando iba con tamaño apetito a regodearse comiéndose las albóndigas, se encontró con que en la sopera ¡sólo había caldo! —¡Blas! Ve que malhaya el al... —Cálmese usted —le dijo Arrechavala—; no es para tanto. Blas, el hijo de la viuda, apareció todo cariacontecido y gimoteando, con el dedo en la boca y rozándose al andar despaciosamente contra la pared. —Ven acá —le dijo la madre—. Dice el señor coronel que ayer llevaste sólo el caldo en la sopera de las albóndigas. ¿Es cierto? El coronel contenía la risa al ver la aflicción del rapazuelo. —Es —dijo éste— que... que... en el camino un hombre... que se me cayó la sopera en la calle... y entonces... me puse a recoger lo que sé había caído... y no llevé las albóndigas porque solamente pude recoger el caldo... —Ah, tunante —rugió doña María—, ya verás la paliza que te voy a dar... El coronel, echando todo su buen humor fuera, se puso a reír de manera tan desacompasada que por poco revienta. —No le pegue usted, mi doña María —dijo—. Esto merece premio. Y al decir así se sacaba una amarilla y se la tiraba al perillán. —Hágame usted albóndigas para mañana, y no sacuda usted los lomos del pobre Blas. El generoso militar tomó la calle, y fuese, y tuvo para reír por mucho tiempo. Tanto, que poco antes de morir refería el cuento entre carcajada y carcajada. Y a fe que desde entonces se hicieron famosas las albóndigas del coronel Arrechavala. 1 Darío no oculta la influencia de las Tradiciones de Ricardo Palma (1833-1919); la declara en las primeras líneas de su Tradición nicaragüense. En 1885 la Biblioteca Nacional de Managua, donde Rubén tenía un empleo, recibió en canje algunas obras de don Ricardo; entre ellas, seguramente la segunda edición de las Tradiciones peruanas (1883), que alcanzaba hasta la sexta serie. 2 Ricardo Contreras, profesor mexicano de gran información literaria, fue el primer crítico de la poesía de Darío. El Diario Nicaragüense de Granada, 16 y 22 de octubre de 1884, nums. 85 y 90, respectivamente, publicó su comentario a la ley escrita, en la que Contreras, no obstante echarle en cara incorrecciones gramaticales, le hacía magníficos augurios Darío contestó con una extensísima Epístola en tercetos, publicada en el mismo diario, 29 de octubre de 1884, núm. 96, con que luego el poeta encabezó sus "Primeras notas" [Epístola y poemas], Managua, 1888. 3 En la Biblioteca Nacional de Managua, Darío debió conocer el Poor Richard's Almanac (1733-1758) de Benjamín Franklin (1706-1790) en traducciones españolas como la Ciencia del buen Ricardo, Madrid, 1844: Caracas, 1858, y Guayaquil, 1879. 4 El coronel Joaquín Arrechavala ocupó interinamente la Gobernación de la Provincia de Nicaragua (1813-1819). Su figura se ha vuelto legendaria en ese país: aparece, siempre a caballo, como protagonista de anécdotas amorosas y cuentos de aparecidos. ------------------------------- |
¿Quiénes somos? libro
¿Quiénes somos? Ensayo Biosocial sobre nuestra Cultura
Simeón Rizo Castellón
El curioso lector se preguntará ¿de qué trata este libro? Intentaré explicarlo.Simeón Rizo, en su tercer libro sobre neurociencia y antropología social, se propone guiarnos por el largo recorrido de la evolución para inducirnos a responder preguntas trascendentales, verbigracia ¿qué es el hombre? partiendo del análisis que hace a lo largo de más de cien páginas, auxiliado por la Genética y la Neurociencia, acercarnos a una caracterización de quién y cómo es el nicaragüense.
No es casual que para abordar los diferentes temas y problemas que constituyen la esencia del libro, se haya valido del poema “Lo fatal” de Rubén Darío. El bardo grita en su desosegado verso que no hay mayor pesadumbre que la vida consciente y abatido por el pesimismo de su angustia vital, afirma que, no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, envidiando la suerte del árbol, que es apenas sensitivo y más la piedra dura porque esa ya no siente…
Mientras Rubén se queja de la pesadumbre de la vida consciente, Simeón, más científico que poeta, nos define y explica la evolución de la consciencia humana. “Está demostrado que la consciencia es un producto del cerebro y este a su vez es un producto de la evolución de la neurona, iniciada hace mil millones de años”.
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Poesía dispersa de Rubén Darío (1879)
Enero 1879. Primer soneto conocido de Rubén Darío: “La Fe”, publicado en el periódico leonés “El Ensayo.” Por ser su primer poema publicado incluimos una facsimilar de su original. El mismo formaba parte de una libro non nato, que en el manuscrito Darío tituló “Poesías y Artículos en Prosa, tomo I” y que con motivo del centenario de su nacimiento (1967) se publicara por la UNAN, en León, Nicaragua. Se publicó así mismo un segundo tomo que contiene la poesía ya editada y con prolijas notas del profesor Fidel Coloma.
Muchachos, sin vacilar…
Muchachos, sin vacilarcorramos a los limones,
y vean estos panzones
que nos sabemos vengar.
León, Nicaragua.
La Radio en Nicaragua: Sus protagonistas
Entrevista a Fabio Gadea Mantilla
A continuación una porción de esa entrevista que tiene que ver con el inicio del programa radial de cuentos "Pancho Madrigal" que "lanzó al estrellato" al señor Favio Gadea Mantilla y a Otto de la Rocha.
90. MIRIAM: ¿Su llegada a Radio Mundial cambia su vida?
91. FABIO: Sí, mucho.
92. MIRIAM: ¿Cuándo sale Pancho Madrigal no tuvo problemas con sus colegas?
93. FABIO: No, porque nadie tenía los conocimientos de tradición como los tenía yo. Cosas campesinas. Ninguno de ellos la tenía. Ni Mc-Connell, ni Ortega Chamorro ni Sidar, todos eran de Managua. Eran los reyes de las cosas de Managua.
Estábamos haciendo un cuento de Rodolfo Calero Orozco en la radio que se llamaba Catín, criatura inolvidable, haciendo ese cuento, que yo narraba, se me ocurrió y me dije: «Las novelas que son tan bonitas y tienen tanto éxito, porque no podría tener éxito un cuento de La Carreta nahua o de La Cegua, narrado por un campesino y con personajes como el campesino, con música de fondo especial. Y le digo a Tío Popo:
— ¿Ve, vos podés narrar como un personaje campesino?
— ¡Claro! –me dijo Tío Popo.
Me fui a la máquina de escribir y escribí el primer Pancho Madrigal.
Títulos de libros de Rubén Darío
LIBROS DE RUBÉN DARÍO PUBLICADOS EN VIDA:
- 1885 Epístolas y Poemas. (Versos)
- 1887 Abrojos. (Versos) Santiago de Chile, Imprenta Cervantes.
- 1887 Emelina. (Novela) Valparaíso. Imprenta y Litografía Universal de Chaigeau y Castro. (Novela en colaboración con Eduardo Poirier).
- 1887 Canto Épico a las glorias de Chile. (Versos) (Certamen Varela T.I.; Antología. , Santiago de Chile. Imprenta Cervantes).
- 1887 Rimas. (Versos) (Certamen Varela Ti.; Antología. Imprenta Cervantes).
- 1888 Primeras Notas. (Versos) Managua. Tipografía Nacional. Calle Zavala No. 61.
- 1888 Azul... (Prosa y Versos) Valparaíso. Imprenta y Litografía Excelsior.
- 1890 A. de Gilbert. (Prosa) San Salvador. Imprenta Nacional Calle de la Aurora.
- 1896 Los Raros. (Prosa) Buenos Aires. Talleres de La Vasconia.
- 1896 Prosas Profanas y otros poemas. (Versos) Buenos Aires. Imprenta Pablo E. Coni e Hijos.
- 1899 Castelar. (Prosa) Madrid. B. Rodríguez Serra.
- 1901 España Contemporánea. (Prosa) París. Garnier Hermanos, Libreros Editores.
- 1901 Peregrinaciones. (Prosa) Librería de la viuda de Ch. Bouret. París.
- 1902 La Caravana Pasa. (Prosa) París. Garnier Libreros Editores.
- 1904 Tierras Solares. (Prosa) Madrid. Biblioteca Nacional y Extranjera. Leonardo William. Editor.
- 1905 Cantos de Vida y Esperanza. Los Cisnes y otros poemas. (Versos) Madrid. Tipografía de la Revista Archivo, Bibliotecas y Museos.
- 1906 Oda a Mitre. Eyméoud. 2 Place du Caire.
- 1906 Opiniones. (Prosa) Madrid. Librería de Fernando Fe.
- 1907 Parisiana. (Prosa) Madrid. Librería de Fernando Fe.
- 1907 El Canto Errante. (Versos) Madrid. Biblioteca Nueva de Escritores Españoles. M. Pérez Villavicencio Editor.
- 1909 Alfonso XIII. (Prosa) Madrid: Biblioteca "Ateneo". Rodríguez, Barquillo, 8-Madrid.
- 1909 El Viaje a Nicaragua e Intermezzo Tropical. (Prosa y Verso) Madrid, Biblioteca "Ateneo".
- 1910 Poema del Otoño y otros Poemas. (Versos) Madrid. Biblioteca "Ateneo".
- 1911 Letras. (Prosas) París. Garnier Hermanos. Libreros Editores.
- 1912 Todo al Vuelo. (Prosa) Madrid. Renacimiento Sociedad Anónima Editorial.
- 1914 Canto a la Argentina. (Versos) Biblioteca Corona. Madrid.
- 1914 Muy Siglo XVIII. Biblioteca Corona. Madrid.
- 1915 Muy Antiguo y muy Moderno. Biblioteca Corona. Madrid.
- 1915 La Vida de Rubén Darío, escrita por él mismo. (Prosa) Barcelona. Casa Editorial Maucci.
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No puedo ni quiero callar
Como traductor trajo al público nicaragüense “Doce cuentos” del premio Nobel alemán Heinrich Böll y a los niños de Nicaragua les regaló los cuentos populares de tío coyote y tío conejo en forma de baladas –una forma particularmente típica de la lírica alemana.
He querido mencionar estas publicaciones porque reflejan la competencia intercultural de este autor, resultado de su biografía entre dos mundos y sus estudios durante toda la vida. Estudios sobre todo de lenguas y literatura. Algunos de los artículos de esta colección son muestra de ello.
Desde 2005 vive de nuevo en Alemania. Sin embargo, nunca ha perdido de vista Nicaragua: Lee con regularidad los diarios nacionales, se informa sobre el acontecer actual. Mantiene correspondencia con intelectuales y amigos nicaragüenses. A través de ese constante intercambio le es posible acercar a otros a Nicaragua –a gente que en Europa pregunta: “¿Nicaragua? Y eso ¿dónde queda?” Estos por lo general pertenecen a la nueva generación. A los mayores que han perdido de vista Nicaragua porque ya no está en los titulares de los medios– ojos que no ven, corazón que no siente: “Allí hubo una revolución ¿no? ¿Qué ha sido de los sandinistas?” Y mientras entusiasma a los primeros, hablándoles de su “proyecto de juventud”, especialmente de la Cruzada de Alfabetización y de la solidaridad que Nicaragua recibió en los años 80 y que lo llevó a él mismo como becario a la RDA, les cuenta a sus coetáneos en Europa qué ha sido de los ideales de la revolución de entonces.
Si al hacerlo su posición es crítica, a menudo demasiado crítica respecto a sus otrora compañeros, ello no es sino un testimonio más de su amor a Nicaragua. Tal y como un padre verdaderamente amoroso acompaña a sus hijos con mirada crítica, en vez de verlos con impasibles ojos arrojarse a la desgracia, así sigue Carlos Ampié Loría las sendas que hoy toman los compañeros. También de todo eso dan testimonio algunos de los artículos seleccionados para este tomo, los cuales junto a otros en lengua alemana han sido escritos en los últimos quince años.
“Si pequeña es la patria, uno grande la sueña,” quizá pero en ningún caso nacionalista en demasía. Carlos Ampié Loría da seguimiento con igual interés a los acontecimientos mundiales y comparte sus preocupaciones y análisis, sus conocimientos, percepciones e ideas con sus lectores. Al hacerlo alza, él que por lo general es más bien calladito, conscientemente su voz, y no puede ni quiere callar –¡ni debería hacerlo!
Los Cuentos del General y Otros Relatos
La muerte del General se escondió por unos días para preparar las honras fúnebres con los honores de merecimiento pero también para asegurar a los amigos del General que su obra perduraría aún después de su muerte.
Por su parte los obispos que habían sido generosamente protegidos por el General, no encontraban maneras de demostrar su agradecimiento. Se hicieron misa y en ellas se repartieron hasta 500 Indulgencias Plenarias que según los sacerdotes serían efectivas por la intercesión del General.
El más ardoroso de estos clérigos era un sacerdote elevado en rango, de capelo y caperuza, que toda la vida había llevado una conducta ejemplar aún al riesgo de ofender al General, como muchas veces lo hizo, sufriendo privaciones e insultos de parte de los turiferarios. Su valentía frente al tirano lo hizo respetable y ante los ojos de la oposición como el más confiable mediador en cuanta crisis cierta o artificial había provocado el General. A él acudían los perseguidos para implorar su bendición y su amparo. Todos predecían que moriría en olor de santidad por las mortificaciones que había padecido por amor a la verdad y a la tranquilidad de su pueblo.
Pero a los ochenta años, cuando la vejez debía haber morigerado sus pasiones y atemperado sus ambiciones, una jugosa capellanía que dio abundante riqueza y poder a él y sus familiares, hizo cambiar completamente su personalidad y su conducta. Él lo explicó como una revelación divina que le hizo ver las virtudes incomprendidas de un gobernante dedicado a su pueblo, aunque siempre escondía su perfidia en un lenguaje sibilino.
En todo caso repetía incansables oraciones al altísimo al bien común y al perdón, pero por mucho esfuerzo que hiciera no podía esconder esa metamorfosis de ser humano a animal rastrero que la mayoría observaba con asombro y tristeza.
Ni aun cuando dejaron de llegar las romerías de suplicantes solicitando su bendición entendió su tragedia, más se fue hundiendo en el pantanal de su con ciencia. Cuando alguien se atrevía a criticar su nueva forma de pensar él terminaba diciendo que Cristo había profetizado que los pastores serían perseguidos y vilipendiados por defender la verdad y que la iglesia siempre se sentaba en la esquina para ver pasar el cadáver de sus enemigos.
A la muerte del General se hicieron rogatorios, vigilias y procesiones, y fueron tantas las oraciones a Dios por el alma del General que alguien llegó a decir que ni las misas, ni las Indulgencias Plenarias, ni los rosarios ajustaban para que el General subiera al purgatorio y mucho menos al cielo. Entonces el obispo “renacido” propuso que lo nombraran Cardenal de la Santa Iglesia. Todos aprobaron la idea porque hasta se pensó que bajo el título de Cardenal se facilitaría en un futuro próximo pedir la canonización del General. El telegrama que fue a Roma exaltaba las virtudes y la nobleza del General y hasta le atribuía hechos que podrían considerarse milagrosos en su ejemplar vida.
Roma, prudentes en estas cosas, mandó a recordar que la Santa Sede era la única institución a la que le correspondía el nombramiento de los cardenales. Que los cardenales en el presente debían de ser religiosos no casados. Que, aunque en el pasado hubo cierta liberalidad en eso de papas con mujeres, como el caso de Alejandro VI, esa era historia antigua y finalmente, que nunca se había nombrado a una persona Cardenal después de muerto.
Los obispos locales entendieron el mensaje del Vaticano, pero no quedó satisfecho su afán de agradar a la familia del General con una especial distinción. Por lo tanto, desistieron del cardenalato y le nombraron Príncipe de la Iglesia, con lo cual, no desobedecían al Santo Padre, pero aseguraron que ser Príncipe de la Iglesia era prácticamente lo mismo, con la única diferencia que el General no podría votar en un Cónclave de la iglesia. Explicaron con abundancia que en tiempo pasado cuando los papas tenían tanto poder como los reyes, se usaba indistintamente la palabra Cardenal o Príncipe de la Iglesia.
Por su parte los militares que miraban al General como su propio padre organizaron maratónicas sesiones de llanto colectivo, acompañados de sus mujeres. Muchas de ellas habían compartido la cama del General, de tal manera que el llanto auténtico que sus esposos observaron, no era la solidaridad con el marido huérfano de padre, sino el llanto de la mujer huérfana de amante, abatida por la pérdida de su objeto de placer.
Ya en su lecho de muerte el General recordaría como fue que pasó todo, hasta perderse en los meandros del poder. Regresó paso a paso por su vida. Su juventud estremecida por una pasión sin freno con aquella empleada doméstica, mulata de duras carnes y sexo salvaje. La aflicción de sus padres para desprenderlo de esa insania amorosa. Su viaje a Estados Unidos donde trató de olvidarse de Olivia, metiéndose en la cama de la esposa de su profesor de inglés hasta que el teacher ofendido le ofreciera doce perdigones de su escopeta con que cazaba patos en las riberas del Potomac.
Unos meses en la escuela de los marines, de donde desertó por falta de disciplina y una excesiva prisa para saltar etapas y llegar a lo más alto. Su regreso a un país en guerra, contra un guerrillero desafiante y peligroso. Sus ojos puestos en la oportunidad precisa para saltar de la insignificancia al poder.
Su país ocupado por marines y su inglés facilitándole entrar en la confianza de los interventores. Sus pantalones bombachos, sus botas de charol y una fusta de mando que le regaló el Capitán Lake, y así se miraba marcial y decidido para seguir su destino. Dio la orden de muerte para el “bandido” sin que le temblara la voz y sin que le remordiera la conciencia, porque todo lo había hecho por la patria como se lo dijeron sus oficiales y los del ejército de ocupación. Y así llegó al poder total, aclamado por rojos y verdes porque él era el símbolo de la paz y el progreso. Porque habría de dirimir los antagonismos partidarios y redimir las pesadas cadenas del atraso.
¿Qué hizo? Se preguntaba para que lo llamaran dictador, cuando todo cuanto procuró fue para aliviar a los pobres de la pobreza, a las viudas de la tristeza y a los niños de la orfandad. Consiguió la paz precisamente para que hubiese bienestar y progreso.
En principio su corazón estaba con los trabajadores y su lema: Primero el Obrero, era legítimo, porque él había sido un obrerista de corazón. Les había dado a los obreros, a pesar de los capitalistas vende—patria, un Código del Trabajo, uno de los más avanzados en el mundo. Les había creado un Seguro Social para que los obreros al momento de llegar a la ancianidad no murieran en el desamparo.
Todos los Primeros de Mayo, él había marchado a la cabeza con sus obreros reclamando justicia social y cantado con ellos La Internacional. Se abrazó con Lombardo Toledano el líder de los sindicalistas mejicanos y ambos levantaron los puños como símbolo de la victoria del proletariado. Les había regalado casas para convertirlas en Club de Obreros y por eso no debían sorprenderse que los obreros, por su propia voluntad, le hubiesen erigido bustos o estatuas en el frente de estos clubes. Que más pruebas del amor a su pueblo se podía esperar. Y si es cierto que en algunas ocasiones tuvo que usar la mano fuerte y el puño firme, fue porque como todo padre amoroso, amante del orden y el bien común, tenía que castigar a quienes atentaban contra el pueblo.
El pueblo, su amado pueblo, lo llevó a donde quiso y si en algún momento el pueblo le hubiese pedido dejar el mando, él inmediatamente lo hubiera hecho. Y si se tuvo que reelegir fue porque el pueblo se lo pidió y nadie más.
Pero también reflexionaba: los políticos me embrocaron con sus cantos de sirenas: General usted es el único. General con usted hoy y siempre. General que no haya receso, siga hasta terminar su obra. General si usted nos deja quien va a continuar el progreso. Los vende patria y la oligarquía lo quieren ver fuera del poder para vender de nuevo el país a los inversionistas extranjeros.
Que sin usted somos huérfanos de padre y madre. Que hasta la Santa Iglesia Católica ruega a Dios por su salud eterna. Y ¿porque dios o demonio estoy aquí muriendo a fuego lento en este infierno de intestinos ardientes? ¿A quién hice tanto mal para que se alegraran con mi muerte? No es la bala que me quema sino el poder que me consume y que me hace maldecir a todos los generales que me sucederán en el mando y que sufrirán de igual desgracia. ¿Qué mal hice para que me hicieran tanto mal?
En otro momento de lucidez, el General llamó a su hijo, que le sucedería en el mando y tuvo una larga conversación. Su sabiduría de moribundo profetizó sobre el futuro de los generales y los hombres fuertes que quieren creer en su inmortalidad. Algo que recordaría siempre que el fantasma de la muerte lo asediaba. Una de las advertencias que le dio era que el poder era mortal, porque el que tiene poder quiere más y es un vagón sin freno bordeando el precipicio. Le aconsejó saber cuándo debía bajarse del poder ya que él no estaba muriendo por los estropicios de la bala certera sino por los excesos del poder.
Le profetizó que todos los generales de su siglo y del siguiente terminarán cuando el poder los vuelva insensibles y ciegos. Cuando no acierten a ver de lejos la bala que le pondrá una condecoración de sangre en su pecho estrellado. Le advirtió que el oficio del poder era trabajo de 20 horas y 4 para dormir con los ojos abiertos. Que en este país se sube y se baja por la fuerza, nunca por la razón. Que para conservar la vida por más tiempo hay que tener el poder por menos tiempo. Y finalmente que los que le adulan y sugieren retener el poder por siempre no lo hacen para la salud del general, sino para el beneficio del soldado. Y que eso, como a él se lo hicieron, se lo harán al siguiente.
- LA MUERTE DEL GENERAL
- EL GENERAL EN SU LECHO DE MUERTE
- EL PADRE DE LA PATRIA
- CUAUTH-OCELOTL
- LA ESTATUA DEL GENERAL
- LA CARRETERA DEL GENERAL
- EL REPORTERO Y LA POLICIA DEL GENERAL
- LA HIJA DEL GENERAL
- EL BÉISBOL Y EL GENERAL
- LAS ELECCIONES
- COMO BURLAR AL TIRANO
- LOS POBRES Y EL GENERAL
- EL CORONEL BRAGUETA
- LA PISCINA DE CACA
- ASENCIO
- LAS TURBAS CELESTIALES
- EL GENERAL Y LA GUERRA MUNDIAL
- EL ABOGADO DEL GENERAL
- EL POETA Y LA AMANTE DEL GENERAL
- ¡ULTIMAS NOTICIAS!
- EL QUE JUGO A SU ESPOSA
- EL MUERTO DEL ADRIATICO
- ELISA
- LA MALACRIANZA
- LA ESCALA
- MANU UMBILICAL
- NO TODOS LOS ÁNGELES NACEN EN EL CIELO
- PANCHO, CHICO, FRANCISCO, FRANK
- ¡TEA, TEA!
- CUPERTINA
Aventuras de Juan Parado - Cuentos
Esta colección de relatos es el libro más entrañable del narrador Carlos Alemán Ocampo (El Diriá, Granada, 1941), maestro de oralidad e inventor de historias. Pero aquí reinventa —a partir de una admirable contextualización y recreación— la fantasía popular, centrada en un personaje: Juan Parado (cuyo apellido era Mena), émulo de Pedro Urdemales, Machón Gago, Juan Ventura y otros célebres "mentirosos". Aquí se plasman los sueños y las aspiraciones de la gente que en su entorno vital el autor conoció, recurriendo a un sentido mágico de la vida.
Alemán Ocampo, lingüista formado en España, obtuvo el “Premio Nacional Rubén Darío” en 1995 con su novela Vida y amores de Alonso Palomino y es miembro de número, desde 1998, de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Entre sus obras figuran las novelas "En esos días" (1972) y "Bardmg House San Antonio" (1985); el cuentario "Tiempo de llegada" (1973), la crónica "Y también enséñenles a leer" (1984) y el libro de ensayos culturales "Entre el fuego y el agua" (1986).
UN HOMBRE recién casado debe ser cumplidor. Cumplirle con el gasto a la mujer y nunca dejarla sola. No es por la desconfianza, es por la ilusión del cariño con que se casa y porque en los primeros años se le van haciendo las costumbres. El otro asunto es con la mantenencia, el hombre que no mantiene su casa mejor que ni busque mujer, así decía Juan Parado y así lo cumplía.
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Los cuentos de Tío Coyote y Tío Conejo
–¡Oy, Tío Coyote!
–Conque ahí estás ... Hasta hambre ando aguantando por andar detrás de vos –le dijo Tío Coyote.
–¿y para qué me busca, pues? –le preguntó el conejo, haciéndose el que no sabía.
–Hoy te como –le dijo Tío Coyote.
–Qué raro ... –le respondió Tío Conejo–, qué raro que usted me va a comer siendo yo tan bueno con usted.
–Pero te como, 'es demás' –le dijo Tío Coyote.
–Mire –le dijo Tío Conejo–, si tanta hambre tiene, pruebe lo que estoy comiendo –y le tiró un pedazo de zapote.
Al coyote le gustó el zapote. Al darse cuenta, Tío Conejo buscó otro maduro, y se lo tiró también.
–¿Ya se llenó? –le preguntó Tío Conejo.
–y qué me voy a andar llenando –le respondió Tío Coyote–, solamente que me tirés uno grande.
–Ah ... , le voy a buscar uno bien maduro, pues –le dijo Tío Conejo.
El conejo cortó un zapote muy grande, que él calculó que no le cabía en la boca, y le dijo:
–Mire ... , pero éste sí no lo vaya a dejar caer, porque se deshace. Abra bien la boca.
El coyote abrió bien la boca, y Tío Conejo le dejó caer el zapote ...
–¡Ay! –gritó el coyote cuando le cayó el zapote en los dientes.
Entonces aprovechó Tío Conejo para salir huyendo.
Tío Coyote, como pudo, se quitó el zapote, y se puso a seguir las huellas del conejo. Al poco tiempo, lo encontró subido en un palo de zunza.
–Aquí estoy, Tío Coyote –le gritó Tío Conejo.
–Ah, hoy no te me librás –le dijo Tío Coyote.
–Pero, ¿por qué? –le dijo Tío Conejo–o Usted siempre conmigo viendo que yo le doy de comer.
–Qué me vas a dar de comer ... ¡me quebraste todos los dientes! –le contestó Tío Coyote.
–Ah ... –le dijo Tío Conejo–, mire qué mala suerte: le salió verde, ¿verdad? Pero pruebe lo que estoy comiendo ahora –le dijo, y le tiró un pedacito de zunza bien madura.
Tío Coyote se saboreó, y le dijo:
–Pero no me lleno con un pedacito ...
Tío Conejo buscó otra, y le tiró un pedazo más grande.
–Vaya, ya está lleno, ¿verdad? –le dijo Tío Conejo.
–Qué me voy a andar llenando con esto –le contestó el coyote.
–Vaya, abra la boca; pero esta sí no la vaya a dejar caer, porque ésta sí está madura: mírela, cómo está –le dijo el conejo, dejándole caer un pedacito.
–Ah, ésta sí está madura. Tirámela, pues –le dijo el coyote. Y le ocurrió lo mismo que con el zapote: trabada se le quedó en la boca la zunza.
Días después, el coyote encontró al conejo comiendo zacate en un zacatal. Cuando él quiso capturarlo, el conejo se le escapó por debajo de las patas, y el coyote se puso a perseguirlo.
Pero Tío Conejo ya tenía pensado cómo librarse del coyote: pasó corriendo por debajo de un cerco de alambre de púas. Como él era pequeño, pasó por debajo de los hilos sin dificultad. El coyote pensó que también él podía pasar, pero no pudo, y se quedó enredado en los alambres.
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III
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