Leyendas Pipiles - El Salvador

La Descarnada

Abundan los testigos que afirman haber tenido una experiencia tétrica con una hermosa mujer que se aparecía pidiendo raid en la carretera que conduce de Santa Ana a Chalchuapa. La mujer en primera instancia se aparecía en la orilla de la calle con una vestimenta provocativa… y con una actitud sensual y audaz llamaba la atención de los incautos que eran atraídos por su belleza y coquetería.

Cuando los conductores le preguntaban hacía donde se dirigía, ella les contestaba que a unos pocos kilómetros del lugar, entonces se montaba al auto y comenzaba a seducirlos. Cuando los hombres empezaban a tocarla y besarla, entonces sucedía algo espantoso, la piel se desprendía de su cuerpo hasta quedar solo el esqueleto. Minutos después sus víctimas son encontradas en estado de total confusión y únicamente recordaban los instantes en que aquella escena tenebrosa había ocurrido. Según los moradores del lugar, el espíritu de una bruja maligna es el protagonista de la lúgubre aparición.

En la versión nicaragüense es “la taconuda”. Y les pide raid a los conductores entre Chinandega y Corinto, se cree que es el fantasma de una mujer muerta por un accidente que tuvo cuando se volcó el automóvil que le había dado raid. Desde entonces dichas apariciones se destacan; en primer lugar, por lo extraño de estar una mujer sola pidiendo raid a deshora de la noche y por su vestido blanco y sus zapatos de tacones muy altos, les pide raid justamente a los conductores que van solos, a los pocos minutos de abordar el auto, el conductor tiene un sensación extraña, sí se transforma en una mujer espantosa y siempre tratando de matar al conductor que va solo.



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"La Tacunuda"


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La Siguanaba

Llamada también, La "Sihuanaba, es un personaje de la mitología salvadoreña, también difundida en Guatemala.

Originalmente llamada Sihuehuet (Mujer hermosa), tenía un romance con el hijo del dios Tlaloc, del cual resultó embarazada. Ella fue una mala madre, dejaba solo a su hijo para satisfacer a su amante. Cuando Tlaloc descubrió lo que estaba ocurriendo él maldijo a Sihuehuet llamándola Sihuanaba (Mujer Horrible). Ella sería hermosa a primera vista, pero cuando los hombres se le acercaran, ella daría vuelta y se convertiría en un aborrecimiento horrible. El Dios la condenó a vagar por el campo, apareciéndose a los hombres que viajan solos por la noche. Dicen que es vista por la noche en los ríos de El Salvador, lavando ropa y siempre busca a su hijo el Cipitio, al cual le fue concedida la juventud eterna por el dios Tlaloc como su sufrimiento

Según lo que cuenta la leyenda, todos los trasnochadores están propensos a encontrarla. Sin embargo, persigue con más insistencia a los hombres enamorados, a los “don Juanes” que hacen alarde de sus conquistas amorosas. A estos, la Siguanaba se les aparece en cualquier tanque de agua en altas horas de la noche. La ven bañándose con guacal de oro y peinándose con un peine del mismo metal, su bello cuerpo se trasluce a través del camisón.

Dicen las tradiciones que el hombre que la mira se vuelve loco por ella. Entonces, la Siguanaba lo llama, y se lo va llevando hasta un barranco. Enseña la cara cuando ya se lo ha ganado. Para no perder su alma, el hombre debe morder una cruz o una medallita y encomendarse a Dios. Otra forma de librarse del influjo de la Siguanaba, consiste en hacer un esfuerzo supremo y acercarse a ella lo más posible, tirarse al suelo cara al cielo, estirar la mano hasta tocarle el pelo, y luego halárselo. Así la Siguanaba se asusta y se tira al barranco. Otras versiones dicen que debe agarrarse de una mata de escobilla, y así, cuando ella tira de uno, al agarrase la víctima de la escobilla, ella siente que le halan el pelo. Esta última práctica es más efectiva, ya que es el antídoto propio que contrarresta el poder maléfico de esta mujer mágica. Un método funcional al observar a una mujer en el rio sin saber si es la siguanaba, consiste en gritar tres veces seguidas, "No Te Vas a Ir María Pata de Gallina", si es la siguanaba se asustara y se lanzará al barranco, si no era ella te dirán que sos un loco; pero se te pasara el susto. Toma las precauciones del caso de lo contrario no te preguntes si algún día te dicen que fuiste jugado por la "siguanaba".


Tiene algunas pocas similitudes con “la Cegua”.



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El Cipitío

Llamado originalmente Cipit, y en la actualidad Cipitío o Cipitillo es un personaje de leyenda en El Salvador. Nació de la relación que tuvo su madre Ziguet (Sihuet) (diosa Luna) con el dios Lucero de la Mañana, traicionando infielmente al dios Sol. Es por eso que el dios de dioses, Teotl condenó tanto a la madre como al hijo. A la madre la degradó de su categoría de diosa Luna a mujer errante y al niño le condenó a nunca crecer, y conservarse por siempre en la edad de once años.
Cipit es hijo de dioses, pero su aspecto es el de un niño de bajas condiciones sociales y económicas, con una deformación en los pies, teniéndolos revés, enorme barriga y con el poder de teletransportarse. (Es de admirar que en épocas precolombinas, se tuviera claramente definido el concepto de teleportación). Su alimentación está basada en comer cenizas y bananos. Además la Mitología Cuscatleca lo ubica en la región de San Vicente. Durante siglos, Cipit fue el dios de las relaciones prohibidas y adulteras, en la actualidad es un icono de la cultura salvadoreña donde es representado como un niño alegre y que vaga errante.

El Cipitío es un ser propio del folklore salvadoreño. La leyenda ha evolucionado de generación en generación, adaptando muchos de los elementos de la misma para no perder vigencia; aunque en el fondo, conserva la esencia ancestral. El nombre viene del nahualt Cipit, que significa niño, de donde se deforma la palabra "Cipote" utilizada para nombrar a los infantes en El Salvador. De estatura acorde a sus eternos diez años, con barriga prominente, ropa de manta y un sombrero de palma puntiagudo y de grandes alas. Se dice también que tiene los pies hacia atrás.

Frecuenta los trapiches de las moliendas de caña, le gusta comer y bañarse con cenizas, también gusta de frecuentar ríos y es un eterno enamorado de las muchachas a las que constantemente les espía, silba, o arroja piedrecitas y flores.

Aunque no es ofensivo, es hostigoso. Generalmente hace bromas con las cuales se burla de las personas, carcajeándose sonoramente. De igual manera, se ha escuchado mencionar en la lengua salvadoreña que cuando una chica es objeto de su hostigamiento, la solución para alejarlo es comer en el baño, frente a la taza de un inodoro; esto debido a que se supone que él siente asco fácilmente con los malos hábitos de las personas, en este caso las mujeres, por eso se supone que esta es la solución más efectiva cuando una mujer está siendo objeto de sus hostigamientos.

Según la Mitología Cuscatleca, él era el hijo de un romance prohibido entre la diosa Luna, Sihuet y el dios Lucero de la Mañana. El padre de la joven, el dios Tlaloc, al enterarse dejó caer una maldición sobre hijo y madre.

En la serie televisiva, el Cipitío reconoce a su abuelo, con quien se comunica cuando tiene problemas.

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No existe una versión nicaragüense pero también le decimos cipote(a) a un(a) menor de edad.



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La Carreta Chillona o Carreta bruja

Es una historia que supuestamente sucedió en un pueblecito situado en las faldas noroeste del Cerro Santa Catalina, San Esteban, del Departamento de San Vicente. Los lugareños creían en toda la gama fantasmagórica de la rica mitología salvadoreña, tal como la Siguanaba, el Cipitillo, el Duende, etc.

Esta Carreta Bruja le apareció a una mujer chismosa llamada Cirinla. Era una carreta del tamaño normal sin bueyes, pero en las puntas de los palos que componían el estacado llevaba una calavera humana con grotesca mueca de sonrisa. La carga de la carretera consistía en un promontorio de cadáveres decapitados que se retorcían como tentáculos de mil pulpos. Los arrieros, en vez de cabeza tenían un pequeño manojo de zacate. En la mano izquierda aseguraban una puya y en la mano derecha el mango de enorme látigo negro. Danzaban y haciendo estallar latigazos sobre los cuerpos gritaban y mencionaban los nombres de todas las personas en el pueblo que eran conocidas como mentirosas, falsas e hipócritas. Y mientras decía los nombres, los chicotazos sonaban como estampidos de balazos en los lomos desnudos de los cuerpos torturados.

Era tal la curiosidad de Cirinla que cuando escuchó el ruido de la Carreta Bruja salió de su casa a verla y su espanto fue tan grande que al día siguiente amaneció muerta encima de un charco de su propia sangre de curiosa, chismosa, revoltosa, criticona y juzgona. Y desde .entonces la Carreta Bruja ya no se escuchaba rodar sobre el suelo empedrado de las calles del apacible pueblecito.


En la versión nicaragüense es “la carretanagua”


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La poza cebada - cuento


EL VIEJO Chente en la puerta de su rancho se rascaba el pensa­miento con los dedos de la imaginación, y su imaginación como un vehículo desbocado, seguía rodando por el defiladero impreciso de la duda...

El rancho se inclinaba sobre el hombro del viejo y el viejo se inclinaba bajo el peso del rancho.

Algunas bocanadas de sol denunciando el día, se metían ya entre los árboles. Estaba amaneciendo.

Cuando el viejo Chente bostezaba le salía humo por la boca.

Sobre un tapesco: Claro, Nicolás, Tránsito, y Chentío, comen­zaron a desperezar sus miembros, como un gran pulpo que se estira y que se encoje, después de digerir la presa del sueño.

La Tránsito, escarbaba la ceniza para encender el fuego y con el fuego encender el puro.

Por las mechas colgantes del rancho goteaba el sereno. Llegaba imperceptible el líquido rumor del río.

Temblaba en los cristales del aire el canto alegre de los pájaros. Reía la soledad del llano.

II

Chente y sus hijos eran "rilleros". Tiraban las pozas de los ríos y tras el tiro tiraban el cuerpo al agua. Los cuerpos salían derritiendo agua y de las manos derritiendo peces.

Esa era la tarea de todas las semanas. Chentíoéra el único que no se tiraba al agua; se quedaba afuera y se encargaba de amontonar y seleccionar los peces a medida que iban saliendo: Laguneros-Mo­jarras-Barbudos-Guapotes, todos los iba colgando de la vara, y cuando los hombres salían, ya sólo era de cargar, y viaje...

La mujer en el pueblo vendía los pescados. Los de mejor precioeran los laguneros, le seguían los guapotes y en tercer término estaban los barbudos. Las mojarras tenían muchas espinas.

Con una "vendida" a la semana tenían para el resto de los días, que los pasaban sin hacer nada, simplemente monteando o visitando los ranchos vecinos, que como su rancho alineaban su pobreza de basura con una indiferencia extraña.

Chentío era el único que no salía de su rancho, o mejor dicho, sólo se atrevía a ir al rancho más cercano, el de los Pérez. Allí iba a jugar con la Micaila, otra chigüina que como él no arrimaba a los trece; pero la Micaila era avispada e inquieta y ya se le veían sombras•de sexo jugueteando en su débil cuerpecito.

Ellos jugaban con una inocencia campesina, sencilla como el valor de los pájaros, o como la caída de una hoja, pero jugaban, y sin que nadie los cuidara, porque eran chigüines, se iban a bañar al río.

Los chigüines comenzaban por desvestirse sin malicia. Luego se volaban arena, La Micaila se corría, la seguía Chentío; después tomaban agua de la corriente y se pringaban. Entonces sus cuerpe­citos se estremecían, se recogían como un suspiro, y para no sentir frío, se tiraban al agua.

Con arena se restregaban el cuerpo, ella a él le hacía cosquilla en la espalda, y él a ella, le pasaba las manos por los senos que apenas se asomaban con timidez nerviosa.

Los días corrían como el agua, sin detenerse, sin pensarlo. El viejo Chente y sus hijos seguían tirando pozas y la mujer vendiendo los pescados en el pueblo.

III

Venía la Cuaresma. El viejo Chente estaba cebando para ese entonces la poza del "Mata Palo". Se iba oscurito, llegaba sin hacer ruido y comenzaba a silbarle a los peces: fuuuuuuus ,fiiiiís

fuuuuuuus , fiiiiís y luego le tiraba la ceba: pedacitos de rana, mazamorras, pescado seco, guayaba mascada, a la guayaba no le hacían mucha entrada. Los peces con el silbido se dejaban venir y el viejo Chente abría los ojos de tanta hermosura. Era una poza rica en guapotes y laguneros, él ya casi los tenía contados, iy la poza estaba tan escondida entre las ramazones que nadie se había fijado en ella! El viejo Chente calculaba que con "aquello" comería por lo menos un mes, y que todavía tendría para vender.

Era allá por el mes de marzo. El viejo Chente, previendo que los peces se fueran buscando el lago, porque ya la poza se estaba secando, le había hecho su "tapón", en fin, todo estaba listo para el gran día.

Sus hijos no se imaginaban siquiera aquella "guaca", y, cuando el viejo les llamó para que se alistaran porque iban a tirar la poza, ellos seguían estirando sus miembros como un gran pulpo después de digerir la presa del sueño. El último en levantarse fue Chentío, había llegado muy noche.

A las sombras mañaneras se juntaron las sombras alineadas del viejo Chente y sus hijos; primero cruzaron el llano, luego la monta­ñuela y al fin llegaron. En silencio se sentaron esperando que aclarara un poquito más, siempre las orillas de los ríos son perezosas en levantarse.

Claro alistó la candela para hacer dos tiros, era ésta siempre la tarea de Claro; Nicolás partió un tuquito de mecha y le puso el fulminante, ésta era siempre la tarea de Nicolás; Tránsito y Chentío, cebaban la poza y el viejo Chente se preparaba para el tiro.

Todos se desnudaron.

El viejo Chente tomó el medio tiro, le puso el tizón de su puro y se oyó un B000000mmmmmm, hueco y seco, vieron voltearse las primeras sardinas; dejaron que saliera un poquito de humo del agua, para evitar el dolor de cabeza que da la dinamita, y se lanzaron. Minutos después sacaron las cabezas, tomaron "juergo" y volvieron a hundirse.

Los peces les pasaban por las manos, por los ojos, se les restre­gaban en el cuerpo, pero no podían atraparlos: estaban vivos, muy vivos...

Salieron de la poza jadeantes.

Sin hablar, el viejo Chente, tomó el otro tiro, le puso el tizón de su puro y se oyó una nueva detonación. B000000mmmmmm.

Nuevas sardinas se voltearon, y ahora tras el B000000mm­mmmm, que se oyó más hueco y más seco, se lanzaron al agua.

Pero los peces esta vez estaban más vivos, se burlaban de ellos, se dejaban agarrar y luego les saltaban de las manos. El viejo Chenteatrapó un lagunero "madre", pero también le saltó golpeándole la cara.

Volvieron a salir jadeantes y cansado.

No hablaron.

Chentío hacía rayas en la arena.

El viejo Chente no dejó que se vistieran. Desnudos los puso en fila, tomó su cutacha y les dijo:

"Más de alguno de ustedes tiene mujer preñada y agora me van a decir la verdá o los mato a todos", y blandió la cutacha.

Chentío, que hacía siempre rayas en la arena, salió a toda carrera sobre el tambor del llano...


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CUENTO 5: LA TIERRA NO TIENE DUEÑO

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